Recomiendo:
0

La estupidez del escorpión

Fuentes: portaldelmedioambiente

El ser humano es el único animal de la Tierra dotado de razón, lo que aparentemente le coloca muy por encima del resto de seres vivos, pero también puede ser el más estúpido y a la Historia me remito. Tan paradójica realidad recuerda el cuento de la nutria y el escorpión frente al río muy […]

El ser humano es el único animal de la Tierra dotado de razón, lo que aparentemente le coloca muy por encima del resto de seres vivos, pero también puede ser el más estúpido y a la Historia me remito. Tan paradójica realidad recuerda el cuento de la nutria y el escorpión frente al río muy crecido por las lluvias. El escorpión le pide a la nutria que lo traslade a la otra orilla, pero ésta no se fía. Tras obtener la garantía del escorpión de que no la picará, la nutria acepta que el alacrán se suba a su espalda y nada hacia la otra ribera. A medio camino, sin embargo, el escorpión pica a la nutria y, ésta, antes de fallecer envenenada por la mortal picadura y arrastrando al alacrán al fondo de las procelosas aguas, inquiere al letal y estúpido arácnido por qué lo ha hecho, condenando a ambos a una muerte segura. El escorpión le responde mientras se ahoga: «Es mi naturaleza».

Tal vez en lo más profundo de los seres humanos una ignota naturaleza explique por qué nos cargamos el planeta a marchas forzadas. El único que tenemos.

Aprovechando la reunión de dirigentes del G-8 (los siete países más ricos y Rusia) la primera semana de julio en Escocia, las once Academias de Ciencias de esos países han redactado un manifiesto encareciéndoles a tomarse el cambio climático muy en serio y adoptar medidas para frenarlo. La madre del cordero de dicho cambio es la emisión de gases por el uso de combustibles derivados del petróleo. Actualmente, nadie sensato niega los alarmantes hechos que muestran el aumento de temperatura de la Tierra, un aumento que ocasiona cambios en la distribución de plantas y las migraciones de animales o que funde parte del hielo ártico.

El cambio climático por la emisión de gases es un problema creado por los seres humanos que los seres humanos han de resolver. Y no lo han de hacer por altruismo o ética sino por supervivencia, para no reiterar la estúpida conducta del escorpión, o incluso porque las consecuencias económicas del cambio climático son carísimas. Según la segunda compañía mundial se seguros, Swis Re, el coste económico por el cambio climático puede llegar a más de 150.000 millones de dólares anuales en diez años. Pero hay (y habrá) quienes se empecinen en que no hay tal problema de cambio climático o que, de haberlo, no tiene consecuencias nefastas. Sin embargo, lo cierto es que o le hacemos frente y atacamos sus causas o continuará el deshielo de los polos, lo que significará, por ejemplo, que de aquí a no demasiados años Bangladesh desaparecezca bajo las aguas del océano Índico. Porque ésa es otra: los países pobres serán los que sufran más por el cambio climático. Si, como parece, los Estados más ricos en la reunión del G-8 van a perdonar la deuda externa de los países más pobres, podrían también tomarse en serio el cambio climático y ayudar aún más a los países pobres al tiempo que se hacen un favor a sí mismos.

Más de la mitad del volumen de los gases de efecto invernadero son emitidos por sólo un octavo de la población mundial que, casualmente, vive en los países ricos. Pero no sólo los países ricos son el problema, porque en los próximos veinte años los llamados países en vías de desarrollo consumirán un 60% más de combustibles de origen fósil.

Tomarse en serio el severo problema del cambio climático es investigar para una renovación tecnológica que no dependa del petróleo y sus derivados, es legislar y regular de verdad las emisiones de gases de efecto invernadero para reducirlas, es incrementar el uso de tecnologías energéticas no contaminantes, es cambiar progresivamente los hábitos de consumo irresponsable y de despilfarro de energía… Es, en fin, construir otro modelo de mundo, tan avanzado como se quiera y la inteligencia humana alcance, pero que no se cargue el planeta, porque es nuestro hogar y nadie defeca por cualquier rincón de su casa. Salvo que esté loco.

Xavier Caño
Centro de Colaboraciones Solidarias