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La excéntrica política española

Fuentes: Rebelión

Ni este escrito ni yo somos políticos. El asunto del que aquí hablo es previo a la política y pertenece a su subsuelo. Mi trabajo es una oscura labor subterránea de minero. La misión del llamado “intelectual” es, en cierto modo, opuesta a la del político.

La obra intelectual aspira, con frecuencia en vano, a aclarar un poco las cosas, mientras que la del político suele, por el contrario, consistir en confundirlas más de lo que estaban. Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas son formas de la hemiplejía moral. Además, la persistencia de esos calificativos contribuye no poco a falsificar más aún la “realidad” del presente, ya falsa de por sí, porque se ha rizado el rizo de las experiencias políticas a que responden, como lo demuestra el hecho de que hoy las derechas prometen revoluciones, por arriba, naturalmente, y las izquierdas proponen tiranías.

El futuro político muy cercano de España está preconcebido y planeado desde los comienzos, 1978, de lo que viene siendo una parodia de democracia a partir de entonces. Entonces, los dos principales actores del partido que se disponen adueñarse del poder, el uno tenía 2 años y el otro 7. Proceden de familias que por su cuna e historia se vienen considerando hace siglos los propietarios legítimos del solar nacional. La maniobra urdida entonces, para la que dispusieron de todo el tiempo del mundo sus artífices, estaba muy bien preparada.

La Constitución promulgada aquel año era un calco de la que hubiese ordenado redactar el dictador si hubiera vivido diez más. No podía ser de otro modo. Las izquierdas, a lo largo de estos 45 años siguientes, no es que prometan tiranías, es que están tan maniatadas como las derechas para tomar decisiones que alteren significativamente las condiciones sociales y políticas que viene viviendo el país en estas cuatro décadas. La integración en una entidad supranacional europea en la mayoría de las materias, salvo la militar centrada en la OTAN, ha supuesto un seguro de vida para no regresar al año 36, pero a cambio la integración ha supuesto un desmantelamiento del sustrato económico del país: del sector primario a que pertenecen la ganadería, la pesca, la agricultura y la explotación forestal, y el secundario de la industria. España, pues, ha quedado reducida a poco menos que una taberna para Europa, una variante de lo que significó el turismo para el tardofranquismo.

En estas condiciones, una generación que procede de lo orígenes del Estado actual se apresta a blindar los conceptos básicos del franquismo, sin el más mínimo resquicio para intentar hacer valer el artículo 149-32º de la Constitución que prevé referéndums y consultas populares cuya dinámica nunca se ha conocido hasta ahora. Pero es que la política, y menos la española de partidos de las que no hablo aquí en extensión, no ofrece interés alguno desde el punto de vista deportivo- dialéctico, espacio en que podríamos situar su atractivo más allá de las promesas y programas. Pues el grado de retórica, de simpleza y de fabulación en que se expresan las derechas hace tan fácil la contestación de las izquierdas que la brillantez dialéctica se pierde por los aliviaderos. Con lo que no sólo en la cáscara si no también en la sustancia carnosa del interior no
queda más que capas de maquillaje.

La clase trabajadora nunca saldrá de su mediocridad, siempre y sólo atenta no sólo a su trabajo sino también a no perderlo. Cuando decía que las izquierdas proponen tiranías, en realidad es una ironía. Pues tal como están las cosas en los países del capitalismo financiero improductivo, la tiranía de un partido comunista es impensable. Son tantos los resortes de seguridad para que cambien las cosas para que nada cambie manejados por el sistema occidental, que lo único que queda es la feria, el circo de la pantomima electoral y las vacías y aburridas justas mediáticas de los políticos que saben bien cuáles son sus limitaciones pues sólo podrán bailar al son de quienes les tocan artefactos musicales preparados al efecto, situados en la sombra y a muchísima distancia.

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