La campaña electoral estadounidense ha entrado en la guerra de las encuestas. A medida que se acerca la fecha de la elección, ambas agrupaciones políticas utilizan estos indicadores como medio de influir en la opinión por la ya sabida tendencia de los votantes de unirse al equipo que está venciendo. Todos los medios son utilizados: […]
La campaña electoral estadounidense ha entrado en la guerra de las encuestas. A medida que se acerca la fecha de la elección, ambas agrupaciones políticas utilizan estos indicadores como medio de influir en la opinión por la ya sabida tendencia de los votantes de unirse al equipo que está venciendo. Todos los medios son utilizados: el soborno, la distorsión, el cohecho y la falsificación de resultados. Pese a todo ello algunos datos logran filtrarse entre la maraña de deliberadas confusiones.
El survey más reciente del acreditado periódico del oeste, Los Angeles Times, muestra que las tres quintas partes de los norteamericanos están persuadidos de que Kerry puede ser un buen Comandante en Jefe, es decir, juzgan su habilidad para conducir las fuerzas armadas en época de crisis. Pero el 30% de los electores afirma que no sabe lo suficiente sobre Kerry como para decidirse a votar por él. Algunos dicen que se muestran insatisfechos con Bush pero no están suficientemente complacidos con lo que Kerry propone como para seleccionarlo ante la urna. La encuesta es más clara en cuanto a los vicepresidentes: 56% está a favor de Edwards y el 46% con Cheney. En cifras totales el 48% está a favor de Kerry y el 46% con Bush.
En la pregunta sobre el curso apropiado que está tomando el país, Bush experimentó una ganancia. El mes pasado el 58% dijo que iba muy mal y esa cifra se redujo ahora al 54%. Quienes opinan que la economía marcha mejor eran 51% el mes pasado y ahora son el 55%. En la demanda sobre una evolución general del gobierno de Bush un 51% lo aprobó y un 48% lo desaprobó.
En el survey conducido por la agencia Gallup y la CNN, el pasado 22 de julio, Bush aventaja a Kerry en un 3% a 4% en la Florida, están empatados en Missouri y Bush está entre 5% y 6% detrás de Kerry en Ohio. En cifras totales la Gallup concede la victoria a Kerry, con el 51% del electorado y a Bush le otorga el 45%. La agencia Gallup estima que las elecciones del año 2000 fueron tan reñidas que si Bush es derrotado en uno solo de los estados que lo apoyaron entonces, perdería esta elección. Por eso la ventaja de Kerry, en Ohio, parece muy significativa porque si abandona a Bush para favorecer a Kerry, y este gana los mismos estados que ganó Gore, sería presidente por 280 votos electorales contra 258 para Bush.
Las encuestas son conducidas con entrevistas telefónicas y los evaluadores estiman que el margen de error es, más o menos, de cuatro puntos, así que ninguno de los resultados es, hasta ahora, concluyente. El principal problema a elucidar con estas consultas de opinión es saber qué por ciento de los electores ya ha tomado una decisión definitiva, que no cambiará desde ahora hasta el día de las elecciones, y que porcentaje está aún indeciso y ausculta los discursos, la imagen pública de los candidatos y sus programas de gobierno y los contrasta con sus problemas personales y ubicación social para tomar una decisión. El 80% de quienes ya han tomado una determinación declara que esta es firme y que nada podrá cambiarla hasta la fecha de los comicios.
Los principales problemas en discusión se refieren a la lucha contra el terrorismo (o sea la seguridad nacional), la economía, la guerra en Irak y los servicios médicos a la mayoría que no posee seguro social. Tras la convención demócrata es muy probable que Kerry aumente en las preferencias, pero lo mismo sucederá tras la convención republicana que se efectuará en Nueva York del 30 de agosto al dos de septiembre.
La humanidad observa con preocupada expectativa el curso de esta decisión porque de ser reelecto Bush se abrirá uno de los períodos más caóticos en la historia humana con un psicópata conduciendo las riendas de la nación militarmente más poderosa del mundo. Serán tiempos como los de Nerón o Calígula, los desquiciados emperadores que sumieron al imperio romano en una catástrofe perpetua con sus excesos y su inestabilidad de comportamiento político. Lo más grave es que el pueblo estadounidense no parece percatarse del inmenso peligro que significa otorgarle a este orate neurasténico el derecho a oprimir el botón nuclear por alguna perturbación efímera que le conduzca a un nuevo desatino estratégico.