No es coincidencia ni casualidad que la mayor parte del ejército de EE.UU. esté formado por las capas más bajas, más desfavorecidas de la sociedad. Son los más perjudicados del sistema los que definitivamente han de morir por él en guerras que nunca traerán una victoria. El sistema de reclutamiento del Imperio da verdaderos escalofríos: […]
No es coincidencia ni casualidad que la mayor parte del ejército de EE.UU. esté formado por las capas más bajas, más desfavorecidas de la sociedad. Son los más perjudicados del sistema los que definitivamente han de morir por él en guerras que nunca traerán una victoria. El sistema de reclutamiento del Imperio da verdaderos escalofríos: si uno se sitúa en un centro comercial o en un instituto público de un barrio marginal cualquier día laborable, no tardará en reconocer a una pareja de uniformados. Se trata de reclutadores impecablemente vestidos, relucientes alrededor de tantos tonos apagados y oscuros. Su imagen es parte del juego: asaltan a chicos y chicas, preferiblemente negros o latinos, y les bombardean con propaganda y preguntas sobre el futuro. La víctima abre el folleto y contempla maravillosas fotos de amaneceres y tanques, choques de mano y rifles, licenciados y granadas… Paralelamente los reclutadores vierten una verborrea incesante en el oído de la víctima acerca de las enormes posibilidades que ofrece el ejército. La víctima, que no tiene ninguna expectativa de futuro por haber nacido donde ha nacido y no contar con el dinero suficiente, ve en el ejército una posible salida, algo que rompa el ciclo y corte las cadenas que le atan a la pobreza. Al menos el ejército le podría pagar los estudios… Por otro lado, EE.UU. está denunciado por la ONU por ser uno de los países que reclutan a menores para el ejército.
«La guerra es la paz» es una de esas frases monstruosas que utiliza el gobierno del Gran Hermano en «1984», la famosa distopía de Orwell. Es una de las formas en que el grupo dirigente mantiene el férreo control del destino de los pueblos que domina: «No se trata de si la guerra es real o no. La victoria no es posible. No se trata de ganar la guerra, sino de que esta sea constante. Una sociedad jerarquizada sólo es posible si se basa en la pobreza y la ignorancia […]. En principio, el fin de la guerra es mantener a la sociedad al borde de la hambruna. La guerra la hace el grupo dirigente contra sus propios sujetos. Y su objetivo no es la victoria [ya sea contra un enemigo u otro], sino mantener la propia estructura social intacta».
Cuando cayó el Muro de Berlín la élite dirigente de EE.UU se preocupó: el gran enemigo, su excusa más habitual para cometer todo tipo de atrocidades, había caído dejando paso libre al Imperio, pero sin el principal motivo mediante el que justificaba su imperialismo a los ojos de la opinión pública y de la historia. La búsqueda de un nuevo enemigo, si no tan grande, más difícil aun de derrotar se convirtió en prioridad para los halcones de la Casa Blanca. Al final, escogieron a Bin Laden para desempeñar ese papel: un siniestro tipejo (¡de otra religión!) que comanda un ejército secreto, tercermundista, pero que opera a nivel global de tal forma que si no lo vemos es porque se han escondido bien. Creadas las condiciones tras el 11-S, EE.UU se embarcó en una nueva lucha que no pretende tener fin y con la ventaja de tener un enemigo difuso y recluido en los países tercermundistas geoestratégicamente importantes y/o con recursos petrolíferos. Dio comienzo, pues, la Guerra Contra el Terror dentro y fuera de las fronteras del Imperio.
Pero estos días hemos dado un paso más hacia la distopía de Orwell. Obama, el mayor show mediático de todos los tiempos (hasta el punto de que podemos empezar a plantearnos si existe fuera de la televisión o el cómic), ha sido galardonado con el Nobel de la Paz. Este tipo, esta marionetilla de los lobbys norteamericanos, en especial el que conforma el sector militar-industrial, sin haber hecho nada más que continuar con los calendarios y planes de Bush, ha sido nombrado como el mayor valedor por la paz. Mientras sus tropas matan hombres mujeres y niños día a día en Iraq y Afganistán, eliminan infraestructuras y economías mediante las armas o los bloqueos económicos, reparten generosamente uranio empobrecido en forma de proyectiles radiactivos, utilizan bombas racimo sobre población civil, cazan personas en la frontera con México, secuestran y torturan en cualquier país… La lista es tremenda. Y el responsable último de que estas «políticas», sean iniciadas o se sigan llevando a cabo es Obama, Premio Nobel de la Paz.
Es el último paso de la propaganda de la Casa Blanca: ya no hay Guerra contra el Terror. Ahora la Guerra es por la Paz, la Guerra es la Paz. Por la paz se aplasta Iraq, por la paz se ocupa Afganistán, por la paz se crean nuevas bases militares en Colombia, por la paz…
Es absolutamente falso, ingenuo, digno de un mentecato, creer lo que dicen esos periodistas disfrazados de «progres». Aseguran que no entienden por qué le han dado semejante premio a Obama si «todavía no ha hecho nada». Una barbaridad, como digo. Obama ha hecho muchas cosas, pero en cuanto a lo que se refiere a la paz, ha continuado con la política de Bush, ha recurrido a muchas de sus asesores militares, descartó cerrar los tribunales militares (aunque ha prometido ocultar mejor lo que se hace con los secuestrados), mantiene el bloqueo sobre Cuba y siguen detenidos los 5 contraterroristas cubanos mientras siguen libres seres repugnantes como Posada Carriles, héroe en Miami… Otra vez he de resistir la tentación de hacer una gran lista de los horrores.
Obama ha hecho, hace, esto y más. Y precisamente por ello le dan el Nobel de la Paz, no hay contradicción: el concepto de la Paz ha sido violado, conquistado también por las hordas de todólogos imperialistas y no nos hemos dado cuenta hasta ahora. Paz ya no es sinónimo de ausencia de lucha, de hermandad y solidaridad. Paz es la victoria de un bando sobre otro, de una clase sobre las demás, el sometimiento al Imperio con independencia del hambre, la pobreza, las crecientes desigualdades, las guerras, los golpes de Estado que se apoyen y alienten… Digno de la «neolengua» de 1984: Paz ya es «pax americana».
Guillermo García del Busto Miralles, licenciado en Ciencias Políticas.
http://guerraporlapalabra.blogspot.com/
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