Sí, aún pasan cosas buenas en este país. Solo que no suceden de la noche a la mañana. Esa lección la ratifiqué de nuevo esta semana en Current TV, cuando entrevisté a Eleanor Smeal, presidenta de la Fundación Mayoría Feminista, acerca de la atrevida medida del secretario de Defensa Leon Panetta de eliminar la prohibición […]
Sí, aún pasan cosas buenas en este país. Solo que no suceden de la noche a la mañana.
Esa lección la ratifiqué de nuevo esta semana en Current TV, cuando entrevisté a Eleanor Smeal, presidenta de la Fundación Mayoría Feminista, acerca de la atrevida medida del secretario de Defensa Leon Panetta de eliminar la prohibición de las mujeres en combate. Smeal trajo consigo una copia de una petición a un tribunal en apoyo a eliminar la prohibición, la cual ella, como presidenta de la Organización Nacional para las Mujeres había presentado al Tribunal Supremo por allá por 1981. Treinta y dos años más tarde, al fin sucedió.
La misma situación existe hoy con la reforma inmigratoria. Después de todo, no es precisamente un tema nuevo. Según las inmortales palabras de Yogi Berra, es «[I]déjà vu[/I] otra vez». Estamos luchando en esta batalla durante años. A nivel federal, el presidente Reagan primero manejó el tema de la reforma inmigratoria en 1986. Catorce años más tarde, el presidente Clinton trató de obtener una reforma más amplia, pero solo pudo obtener el apoyo del Congreso en el tema de controles fronterizos más estrictos. Una buena, fuerte y completa reforma inmigratoria presentada por George W. Bush en 2004, 2002 y 2007 fue derrotada -por sus correligionarios conservadores. Y en 2010, el primer intento del presidente Obama por enfrentarse al tema de la inmigración nunca llegó a despegar.
En particular los que somos de California, hemos estado manejando este asunto durante décadas. Hizo crisis en noviembre de 1984 con la aprobación de la Proposición 187, apoyada por el Partido Republicano, la cual negaba servicios sociales, atención médica y escuelas públicas a los extranjeros ilegales. La Proposición 187, que más tarde fue considerada inconstitucional por el Tribunal Supremo, tuvo un efecto duradero: desde 1994, con la sola excepción de Arnold Schwarzenegger, ningún republicano ha sido elegido gobernador o senador del estado, y ningún candidato presidencial republicano ha ganado en el estado. Como muchos latinos señalaron por entonces, la Proposición 187 despertó al gigante dormido – ¡y resultó que era demócrata!»
Hay una lección que aprender de eso que los republicanos de California y muchos republicanos del país, aún no han aprendido. Ciertamente Mitt Romney no lo aprendió.
Cuando se le preguntó en enero de 2012 acerca de la reforma de inmigración, lo mejor que se le ocurrió fue: «La respuesta es la autodeportación, lo que quiere decir que la gente decide que puede hacerlo mejor si regresan a su casa, porque no pueden encontrar trabajo aquí porque no tienen documentación legal que les permita trabajar aquí. Así que no vamos a reunir a la gente». No es sorpresa que Romney perdiera el voto latino ante Barack Obama, 71% por 27%, un porcentaje más bajo del que recibieron los republicanos en tres elecciones anteriores.
Pero ahora algunos importantes republicanos, encabezados por John McCain, quieren cambiar eso. Se han dado cuenta de que los hispanos, que ya son el 16,7% de la población de EE.UU., la mayor minoría racial o étnica según el Buró del Censo, es también el bloque de electores de más rápido crecimiento. Y reconocen que es mejor que cambien su discurso acerca de la inmigración o nunca podrán ganar otra vez la Casa Blanca e incluso podrían perder algunos estados tradicionalmente rojos. A no ser que los republicanos cambien el rumbo y apoyen la reforma inmigratoria, advirtió McCain a miembros de su propio partido esta semana,… «continuará la tendencia de carencia de apoyo por parte de los electores hispanos, y también si ustedes examinan la demografía de estados como el mío eso significa que pasaremos con el tiempo de republicanos a demócratas».
Que es la razón por la cual cuatro republicanos -McCain, Lindsey Graham, Jeff Flake y Marco Rubio – se unieron esta semana a cuatro demócratas -Chuck Schumer, Dick Durbin, Bob Menéndez y Michael Bennet- para proponer el esbozo de una nueva y completa legislación de reforma de inmigración. Este tipo de apoyo bipartidista, conjuntamente con el decidido liderazgo del presidente Obama en el asunto, significa que los planetas al fin podrán ser alineados para producir este año alguna acción de reforma de inmigración.
Para idear una solución, republicanos y demócratas podrían hacerlo peor que simplemente regresar al presidente Reagan y 1986. La ley que él firmó contenía los tres elementos esenciales de cualquier reforma duradera de inmigración: más guardias en la frontera; penalidades para los empleadores que a sabiendas contratan a trabajadores indocumentados; y un camino hacia la ciudadanía para todos los que ilegalmente vinieron aquí hace mucho tiempo, pero son ahora buenos miembros de su comunidad, que pagan sus impuestos y son respetuosos de la ley. «Creo en la idea de amnistía», dijo Reagan, «para aquellos que han echado raíces aquí y que han vivido aquí, a pesar de que hace algún tiempo puede que hayan entrado de manera ilegal.
Qué ironía. El icono conservador Ronald Reagan en realidad aumentó los impuestos, concedió amnistía a 3 millones de latinos y apoyó una prohibición a las armas de asalto. Los republicanos de hoy estarían mejor si dejaran de alabar a Reagan y comenzaran a seguirlo.