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La huelga de mujeres tejedoras que dejó a Mérida sin pan en mayo de 1936

Fuentes: El Salto

Esta es la historia de una de esas grandes movilizaciones, que llegó a afectar a toda una ciudad. Ademas, la huelga se extendió a fábricas textiles de otras localidades como Cabeza del Buey y Castuera. Fue un aldabonazo en el proceso organizativo y de concienciación de un amplio grupo de mujeres de Extremadura.

Según el Censo de Población de 1930, del Instituto Nacional de Estadística, la localidad de Mérida (Badajoz), contaba con una población de 19.354 personas. Era una sociedad donde los valores caciquiles eran los imperantes, en la que varias familias habían conformado una oligarquía local y detentaba el poder municipal a lo largo de los siglos (puede verse el trabajo de Francis Reina, sobre el Convento de las concepcionistas de Mérida). A partir de 1931, con la proclamación de la II República, se habían logrado cambiar algunas dinámicas en la ciudad emeritense y las organizaciones obreras iban conquistando notables mejoras, en empleo, en derechos, en educación e incluso llegando al poder municipal, como fue el hecho de ostentar la alcaldía por el socialista Andrés Nieto Carmona. Era una población agrícola, con algunos talleres artesanales, aunque también tenía un incipiente sector de servicios y una cierta actividad industrial, así como un importante núcleo ferroviario con sus empresas auxiliares, todo lo cual, daba dinamismo económico a la localidad. No obstante, al igual que en años anteriores, existían en los primeros meses de 1936 unas altas tasas de desempleo, 1.262 personas en paro, lo que llevó a un aumento de la conflictividad social, a lo que no era ajena la cada vez mejor y mayor potencia de las organizaciones obreras y su capacidad de reivindicación de mejoras económicas y sociales.

Una de estas grandes movilizaciones, que llegó a afectar a toda la ciudad, fue la iniciada por las trabajadoras de la fábrica de tejidos de Tomás Díaz Sainz, en Mérida. Fue un aldabonazo en el proceso organizativo y de concienciación de un grupo de mujeres en la ciudad, entre los meses de mayo y junio de 1936, que logró poner sobre la mesa las circunstancias particulares de su trabajo, pero también, denunciar el plano secundario hasta entonces reservado a las mujeres en la sociedad de la época. Se trataba de un grupo que asumió una serie de responsabilidades, hasta entonces poco menos que impensable, y que les dio la capacidad para tomar conciencia sobre la fuerza de la que disponían para exigir sus derechos y su capacidad para transformar la sociedad. Mujeres feministas que luchaban por la transformación social y la liberación de la mujer trabajadora a partir del inicio de una reivindicación de mejoras en sus puestos de trabajo.

La fábrica de tejidos y las malas condiciones de trabajo de las mujeres

El fundador de dicha fábrica de tejidos había sido Tomás Díaz Sánchez hacia el año 1894. En la misma, se fabricaba lonas, terlices (tela fuerte de lino o algodón, por lo general de rayas o cuadros), cañamazos (tela de tejido ralo, dispuesta para bordar en ella con seda o lana de colores), cortinas y costalería (sacos de tela resistente que servía para transportar grano, semillas y otros géneros). Según recogía la prensa de la época, fue innovadora en su momento y con una gran capacidad de producción: “Esta fábrica había sido la primera en fabricar lona de algodón para costales, cuando sólo se conocía el yute y el lino y daba de comer en 1934 a unas sesenta familias en Mérida” (revista Blanco y Negro, ABC, 29/07/1934).

Fabrica de tejidos

Pero las condiciones de trabajo eran malas, casi todas las personas empleadas eran mujeres, pues como señalaba el periódico Solidaridad Obrera: “En esta localidad existe una fábrica de tejidos propiedad de Tomás Díaz en donde trabajan unas cuarenta compañeras, en condiciones tales que todo hacía suponer que aún imperaban los tiempos del feudalismo. Por una jornada agotadora a destajo, de ocho horas, cobraban entre 0,50 y 1,40 pesetas diarias. Por la más leve falta en el tejido, ocasionada la mayoría de las veces por defecto del telar, dirigía el burgués tan crueles palabras (acompañadas de los más duros calificativos) a las operarias, que la desdichada regresaba a su hogar con los ojos empañados en lágrimas. Además abundaban las suspensiones de cuatro y cinco días, llegando al despido definitivo de las más rebeldes” (Periódico Solidaridad Obrera, 23 /05/1936. Artículo: Ya despiertan los esclavos de la irredenta Extremadura. Un paso firme y seguro dado por la CNT en la abandonada provincia de Badajoz, de importancia extraordinaria. Una huelga histórica). Por aquellas fechas existía ya la organización y la revista anarquista Mujeres Libres, que cuestionaba tanto el patriarcado en las instituciones de la burguesía como en la cultura dominante e incluso en las organizaciones obreras. (Martha A. Ackkelberg. Mujeres libres. El Anarquismo y la lucha por la emancipación de las mujeres, 1999).

En una carta que fue, posiblemente, escrita por Josefa de Tena, la activista emeritense de Mujeres Libres, señalaba: “Si os decimos que alguien trabaja por cincuenta céntimos al día -ocho horas- en el año 1936, creeréis que hemos equivocado la fecha o que nos hallamos en una hora de buen humor; sin embargo, entre cincuenta céntimos y una con cincuenta oscilan los jornales cobrados -no ganados; de esto respondemos que es bastante más- por las tejedoras de la fábrica Sainz de Casas, de Mérida…” (Las obreras tejedoras de Mérida sostienen una huelga de veinte días y consiguen notables mejoras en sus condiciones de trabajo. Revista Mujeres Libres, nº 2. 1936).

En otro artículo firmado por F. Barrera, comparaban con otros casos de explotación laboral de las mujeres, señalaba: “Las obreras de Mérida padecemos de una explotación de las más exageradas. Parte de culpa de este mal lo tenemos nosotras mismas por consentir estos abusos y en particular por no estar organizadas. En otros pueblos en donde los trabajadores están afiliados a la CNT, no existen en tan gran escala estos atropellos, porque la fuerza de unión no lo posibilita. (…). Los jornales de hambre que se pagan son un escarnio para nuestra dignidad. Ved si no, la muestra: Tejedoras, de 0,50 a 2,25. Fábrica de fideos, de 1,25 a 2. Fábrica de tripas, de 1 a 2 pesetas. Modistas de talleres, de 0,25 a 0,75 pesetas. Sastresas (sastras), de 0,25 a 1,75. Barnizadoras, de 0.50 a 2. Cajeras, de 2 a 2,50. De las sirvientas no hay ni qué hablar, es algo infame, por la miserable suma de diez o quince pesetas, trabajan todo el mes como unas salvajes, sin tener nunca ni una hora al día para sus asuntos”. (Artículo Desde Mérida. Una muestra de la explotación capitalista. F. Barrera)

Unos salarios muy bajos si consideramos que hacia 1930 en la provincia de Badajoz el sueldo de los jornaleros del campo estaba en torno a las 4 o 5 pesetas y para algunos trabajos especializados era de 9,75 pesetas para los segadores (en 1935) y de 8,50 pesetas en el año 1936 para los esquiladores, bien es cierto que estos salarios solo se cobraban los días que se trabajaba. Eran salarios que apenas daban para malvivir, teniendo en cuenta, por ejemplo, que según los datos oficiales en la provincia de Badajoz, un kilo de carne costaba 3,50 pts y 1 kilo de pan 0,55 pts en 1931.

Organización del movimiento y toma de conciencia

Un aspecto muy interesante a estudiar de este conflicto es la estrategia desarrollada por la CNT para dar forma organizativa a esta lucha. En la ciudad de Mérida, las organizaciones obreras mayoritarias habían sido la UGT y el PSOE, pero hacia 1936, a pesar de las dificultades, la CNT había logrado afianzar su organización, contando, entre otros, con una potente Sindicato ferroviario (subsección de la Federación Nacional de la Industria Ferroviaria), un Sindicato de Oficios Varios, una Federación Local de las Juventudes Libertarias, un Ateneo libertario para temas culturales (Artículo Del Campo. Periódico Tierra y Libertad, 17/12/1935) y algunas colaboradores con la organización de Mujeres Libres. La línea anarcosindicalista seguida por la CNT rechazaba su participación en los “Jurados Mixtos”, que estaban formados por representantes de la patronal y de los obreros para regular las relaciones laborales. Estos organismos fueron creados por la II República y estaban basados en los “Comités Paritarios” de la dictadura de Primo de Rivera, en los que colaboró la UGT, pero fueron rechazados por la CNT. Entendía la CNT que los conflictos laborales había que solucionarlos mediante la “acción directa”, es decir, directamente entre los obreros y patronos afectados, sin otros organismos intermediarios que limitaban la capacidad de acción de las organizaciones obreras, al delegar la resolución del conflicto en organismos burocratizados.

En el caso que nos ocupa, se deduce que los pasos seguidos por la CNT fueron los siguientes: percepción de que un sector no sindicado hasta el momento, con un potencial reivindicativo fuerte, mostraba síntomas de rebeldía y de querer organizarse. Bien por iniciativa de alguna de las mujeres trabajadoras de la fábrica o bien de la CNT, o debido a la existencia de un grupo de mujeres vinculadas al colectivo de Mujeres Libres, se convocó una asamblea con el colectivo afectado en la que de forma unánime (unas 40 mujeres, a las que luego se unirían los 4 hombres que también trabajaban en la fábrica), decidieron afiliarse a la CNT, elaborar una tabla reivindicativa, concretadas en unas “Bases de Trabajo”, modestas por cierto, donde se establecía como jornal mínimo a conseguir el de 1,75 pesetas y 5 pesetas para la escala más especializadas de las trabajadoras.

Rechazo a las reivindicaciones obreras por el patrono y declaración de la huelga

Estas Bases de Trabajo se presentaron al dueño de la fábrica y no fueron aceptadas, de forma que fue declarada la huelga. Se formó un “Comité de huelga” de la fábrica y sacaron un manifiesto explicando la situación y las reivindicaciones. Tras llevar a cabo una asamblea, las huelguistas se presentaron cierto día en el domicilio social del dueño de la fábrica, en donde presentaron unas bases “justísimas en todas sus partes morales y materiales”, según recogían en el manifiesto elaborado. Llama la atención como en las reivindicaciones de esas “Bases de Trabajo”, no sólo se hacía referencia a cuestiones económicas de mejoras salariales o limitar la jornada laboral a 44 horas semanales, también incluían cuestiones “morales”, que tenían que ver con las formas de tratar a las personas, con los derechos humanos así como a cuestiones de seguridad e higiene en el trabajo, por los riesgos del uso de la maquinaría y productos químicos peligrosos utilizados para el tratamiento de los tejidos.

La primera huelga se inició el 9 de mayo de 1936 y se prolongó durante veinte días, con concentraciones en la puerta de la fábrica y declarando el boicot a la empresa, con una campaña para negarse a comprar o vender los productos de la fábrica. “Las huelguistas siguen en actitud pacífica en las puertas de la fábrica, donde se pasan, en grupos, la jornada. Anoche bajaron a la estación del ferrocarril para saludar y cambiar impresiones con otras compañeras de diversas fábricas de Castuera, y Cabeza del Buey, que pasaban en el correo de Badajoz Madrid. Las huelguistas persisten su sus pretensiones de arreglo directo de sus peticiones y el patrono en la someterse al Jurado mixto correspondiente” (Diario HOY, 13/05/1936). La CNT organizó una caja de resistencia para sostener la huelga y las necesidades más urgentes de las personas en huelga, apareciendo como encargado por el Comité de Huelga, Antonio Bohoyo (Antonio Bohoyo Gama, comercial de profesión, sería luego fusilado por los franquistas el 17 de diciembre de 1942 cuando contaba con 31 años). El ejemplo de las tejedoras de Mérida sirvió de revulsivo para que la huelga se extendiera a fábricas textiles en otras localidades como Cabeza del Buey y Castuera (Badajoz). Estos hechos tuvieron una importante repercusión y fueron recogidos por otros periódicos, como El Liberal: Huelga del textil en Mérida, Castuera y Cabeza del Buey (31 de mayo de 1936).

Presiones obreras y difamaciones contra las huelguistas

Durante la huelga, se intentó desacreditar a las huelguistas y al sindicato CNT, tanto desde los ámbitos empresariales como desde algunas instituciones oficiales, pues se acusaba a los organizadores de la huelga de “ladrones, canallas y bandidos” por la forma de plantear el conflicto y por no someterse a los cauces habituales. El objetivo de esa campaña era intentar reconducir el conflicto a través de los organismos oficiales de los Jurados Mixtos, pero nada de ello hizo mella en la solidaridad obrera. La tensión fue tal, que, cuando el dueño amenazó con el cierre de la fábrica en Mérida y mantener sólo otra que tenía en Barcelona, la CNT respondía que en ese caso, contando con el apoyo de la organización anarcosindicalista, que: “nosotros nos apoderaríamos de la fábrica y el negocio de Barcelona se estropearía con un boicot tan cerrado que no encontraría ni quien lo afeitar” (Periódico Vanguardia, 17/05/1936. Noticas de Mérida, El desarrollo de la huelga textil en Mérida, Cabeza del Buey y Castuera – Archivo Histórico de Mérida). Para Josefa de Tena, activista anarquista emeritense de Mujeres Libres y CNT fueron “veinte días pródigos en incidentes de todos los matices, pues a causa de la solidaridad prestada a estas trabajadoras por toda la población obrera de Mérida hubo días sin pan para todos, empezando por el propio señor Sainz” (Revista Mujeres Libres, nº 2).

Impacto social de la huelga en la sociedad emeritense y otras localidades

Historiadores como Juan Carlos López Díaz han señalado la importancia de estas movilizaciones por la amplitud de la misma y la repercusión que tuvo. El conflicto fue creciendo de forma que se llegó a convocar una huelga general en Mérida, apoyada por todos los sectores obreros y sindicales, tanto CNT como la UGT, del 28-29 de mayo de 1936. (López Díaz, JC. Mérida y La II Republica, 2012). Fue tal la repercusión de aquella huelga que incluso la diputada socialista, Margarita Nelken, se desplazó a Mérida para mostrar su apoyo a las trabajadoras.

Según nos contaba la investigadora Ana Toro Cuesta, en la correspondencia que mantenía Josefa de Tena con Lucía Sánchez Saornil (una de las fundadoras de Mujeres Libres), señalaba la importancia de esta lucha pues “en la actualidad se está luchando por unas conquistas para las operarias de una fábrica de tejidos, que de triunfar se dará una asombrosa lección al trabajador en general”. Josefa de Tena a través de sus cartas hacía un repaso de la situación laboral de la mujer en la ciudad de Mérida, propio de una mentalidad patriarcal donde los señores y señoritos eran los que marcaban e imponían sus valores y la sumisión de la mujer, señalando que “las industrias en las que trabaja la mujer aquí son fábricas de tejidos, de muebles, intestinos, sastrerías, modistas; todas sin distinción son tratadas despóticamente por las lacras que se le ha dado en llamar burgueses, lanzándolas a la desesperación por el más leve motivo, siendo paquetes muchas veces de los viles apetitos carnales de estas hienas”. (Puede verse en: Montero Barrado, JM, Anarcofeminismo en España: la revista Mujeres libres antes de la Guerra Civil, 2003).

Como señalaba el notorio franquista, Baldomero Díaz de Entresotos, refiriéndose de forma despectiva al impacto de esta huelga en la sociedad conservadora emeritense, el cambio de paradigma que supuso, por la amplitud de la misma así como el efecto de solidaridad desencadenado, afirmaba que “las más levantiscas fueron las operarias de unos telares que traían cruda guerra con su patrono desde el advenimiento del Frente Popular. (…) y los alborotados pimpollos declararon una huelga larga y enfadosa; solidarizándose con ellas las obreras de los fideos; tiraron tijeras y agujas las costureras; trataron de soliviantar al tranquilo gremio de las (empleadas) domésticas; y así vino a alborotarse el gallinero. (…) Pues las endiabladas hijas de su madre metieron tanta bulla que paralizaron la vida de la ciudad veinticuatro horas”. (Díaz de Entresoto, B. Seis meses de anarquía en Extremadura, 1937).

Acuerdo, presiones patronales para incumplir las mejoras logradas y nueva huelga

La primera huelga finalizó con el acuerdo para establecer una Comisión Mixta entre el dueño de la fábrica y las huelguistas que visitarían otras fábricas similares en otras provincias para ajustar los salarios y condiciones de trabajo a las mismas. Pero algunos patronos de la provincia de Badajoz se quejaron, por entender que, en caso de mejorar las condiciones en Mérida, servirían de ejemplo y se verían obligados a seguir el mismo camino. Por tanto, se opusieron, y ante las presiones empresariales, no llegó a constituirse dicha Comisión Mixta, optando el patrono de la fábrica de Mérida por subir mínimamente el sueldo de forma discrecional a algunas trabajadoras y tratando de romper la unidad, cosa que no logró. Ante esto, las trabajadoras se negaron a recibir ese salario, declarándose de nuevo en huelga, ya en junio de 1936, pero ahora con otro formato, ocupando la fábrica y permaneciendo en la misma sin trabajar, como recogía el diario HOY: “Como en la banlieu parisina (suburbios), Mérida cuenta hoy con una huelga en la que los huelguistas no han abandonado su lugar de trabajo, donde permanecen, claro es, inactivos” (Diario HOY, Como en Francia, huelga con ocupación, 23/06/1936).

Tejedoras Merida 2

La lucha de las tejedoras continuaba y su espíritu reivindicativo se extendía, pero el 17 y 18 de julio de 1936 una parte del ejército español protagonizó el golpe de Estado que generó una guerra. Fue trágica la entrada de los sublevados en la ciudad de Mérida, un reguero de sangre en el que cayeron muchas de aquellas personas que habían estado comprometidas con la transformación social y las mejoras de las condiciones de vida de la clase trabajadora, como recogía el periódico Solidaridad Obrera: “Información Nacional (…) Al entrar en Mérida, las hordas salvajes del fascismo asaltaron el Ateneo Libertario y fusilaron a todos los heroicos compañeros, que se defendieron hasta la muerte” (Solidaridad Obrera, 08/09/1936).

Como señala Ana Toro, Es evidente que estos hechos no pasaron desapercibidos para nadie. Ni para la patronal, ni para las autoridades locales, ni para los fascistas que tomaron la revancha después del 11 de agosto (de 1936, tras la ocupación franquista de Mérida). Entre otras muchas víctimas, dos de aquellas mujeres sindicalistas, estuvieron Rita Aznar y Gloria Mira Angulo, farmacéutica, que formaron parte del Comité de Defensa de Mérida, y por ser mujeres luchadoras fueron víctimas de la represión franquista. Una encarcelada, otra fusilada, muchas más “paseadas” o “peladas”, condenadas de nuevo a desempeñar un papel secundario en la sociedad franquista, a callar y resistir. Cierto, pero no pudieron ser borradas, para eso está la memoria histórica, para recordar, recuperar y transmitir como parte de nuestra identidad como pueblo aquellos hechos que después se intentaron silenciar.

P.D. Revisando este artículo me encuentro con esta noticia en el que aparece mi paisana, Cristina (de la provincia de Cáceres), y comparando, a pesar de los años y los cambios, en muchos aspectos parece que seguimos anclados en el pasado cuando se trata de ejercer la represión contra las mujeres y las organizaciones que luchan por sus derechos

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/ii-republica/huelga-mujeres-tejedoras-dejo-merida-sin-pan-en-mayo-de-1936-cnt-textil