Recomiendo:
0

La increíble política petrolera de Trump, Irán y el estrecho de Ormuz

Fuentes: Público

«No haga algo que sea estúpidamente peligroso«. Es la moraleja de la fábula del león (símbolo del imperio persa) y el ratón utilizado por el presidente de Irán, Hasan Rohaní, en respuesta al ultimátum que Trump ha dado a todos los países del mundo para que dejen de comprar el petróleo iraní antes del 4 […]

«Nunca, nunca, amenace a EEUU», twitteó Trump, que cree que tensando la situación con la fórmula coreana, podrá conseguir que Irán se arrodille. ¿Es posible un encuentro entre Trump y Jameneí? La visita de Akbar Velayatí, el asesor de la política exterior de Jameneí a Kremlin dos días antes de la cumbre de Helsinki, mostraba que Vladimir Putin está haciendo de canal de contacto entre Irán y EEUU. En caso de fracasar esta vía, podrán utilizar BATNA (siglas en inglés de la «Mejor Alternativa a un Acuerdo Negociado»), la técnica que nació tras la crisis de los misiles del 1962 que consiste en hacer una propuesta viable ante la imposibilidad de alcanzar un acuerdo negociado. Así, los soviéticos retiraban los misiles de Cuba si EEUU hacían lo mismo en Turquía, evitando una guerra nuclear.

Los iraníes son muy cautos. Los contactos directos entre las autoridades de la República Islámica (RI) y EEUU han existido desde siempre: Con el Irangate se revelaron, aunque fueron Obama y Rohaní que no ocultaron su conversación telefónica. Ahora, la RI afirma que Trump había llamado a Rohaní en ocho ocasiones, pero él no ha contestado, posiblemente por el clima creado por la propia RI que tacha de traición a cualquier contacto, aún virtual, con el Gran Satán. Sin embrago, la grave situación actual ha hecho que desde la periferia del poder se esté exigiendo a los gobernantes empezar a negociar directamente con Donald Trump. «Si [los incrédulos] se inclinan por la paz, acéptala tú también y encomiéndate a Dios» afirma el Corán (Al Anfál-61), a pesar de que no haya ninguna garantía de que el EEUU respete su firma y su palabra. En 2003 Gadafi aceptó el desarme de Libia: en 2011 OTAN le mató, entregando el país a los terroristas, violadores y esclavistas.

Mientras el presidente Rohaní propone una cumbre de los líderes del Golfo Pérsico para bajar la tensión, los militares sólo hablan de guerra: les sirve para exportar la profunda crisis interna, hacerse con el poder ejecutivo al estilo de la república islámica-militar de Pakistán, y realizar una nueva purga política: durante la guerra con Irak (1980-1988), entre decenas de miles de activistas políticas que fueron arrestados y ejecutados, se encontraba el comandante de la Armada iraní Bahram Afzali (1938-1984), por pertenecer a la organización militar del Partido Tudeh (comunista) y la falsa acusación de espionaje para la Unión Soviética, cuando protegía el Golfo Pérsico de la agresión de EEUU e Irak.

La verdadera intención de Trump

Las presiones de Israel y los sobornos de Arabia Saudí no explican la ofensiva de Donald Trump hacia Irán que está llevando al mundo al borde de una catástrofe.

Para el trumpismo la clave de mantener el estatus de superpotencia de EEUU, además de su poderío militar, más que adueñarse de los recursos naturales de otros pueblos (como pretendía Bush), está en dominar el mercado de energía, como lo ha hecho Rusia, según Trump, y así conseguir grandes ventajas geopolíticas. ¿Cómo hacerlo? Extraer los inmensos recursos fósiles -carbón, petróleo y gas-, del propio país y no para conseguir la independencia energética, sino ocupar el mercado de los rivales y hacer que todo el mundo dependa de EEUU. Las medidas de Trump para convertir el gobierno en un proveedor de armas y vendedor global de combustibles fósiles han sido:

  • Declarar la política energética una cuestión de seguridad nacional, por lo que los ecologistas, los pueblos nativos, agricultores y aquellos se opongan a al plan de construir una gigantesca red de infraestructuras (carreteras, puentes, etc.) que desmontará sus vidas para llevar sus recursos del interior a las costas, serán perseguidos.
  • Colocar la explotación «sin complejo medioambientalista», así como el uso de los combustibles fósiles, incluido carbón, en el centro de su estrategia política.
  • Expulsar a los principales exportadores de gas – Irán, Rusia y Qatar el mercado, por captar a sus clientes. También lo hizo Obama: ofreció el gas de EEUU a Europa, tras imponer sanciones al gas ruso en 2014. Trump afirma que va a vender «millones y millones de toneladas métricas carbón» a los ucranianos.
  • Tomar una veintena de medidas anti-ecológicas en favor una explotación sin piedad de los recursos naturales, como despreciar el Plan de Energía Limpia de Obama que preveía recortes drásticos en el uso del carbón; imponer fuertes aranceles a la importación de paneles solares; repudiar el Acuerdo de París; aprobar el oleoducto Dakota; revocar la norma que impedía verter escombros a los ríos y revisar las normas de perforación en alta mar.
  • Aumentar la producción petrolera de EEUU a 10.7 millones de barriles de petróleo (Mbps) en 2017.

El paso siguiente será obligar a los habitantes de la tierra, si no quieren ser exterminados, a que sólo coman barbacoa para utilizar el carbón de EEUU.

En este mapa, Irán, que es la primera reserva mundial de gas y la cuarta del petróleo, ha reducido la exportación de su oro negro de 6 mpd en 1976 a 2,8 de hoy.

¿Puede Irán cerrar el Estrecho?

Sí, y sería el último recurso de Teherán, como si fuera usar una bomba nuclear.

El canal que lleva el nombre la divinidad iraní del mazdeísmo es el más importante del mundo: lo cruzan cada día 14 petroleros, transportando 18 mbp del petróleo de los países del Golfo Pérsico y el gas licuado de Qatar (al que Trump intenta chantajear) a los mercados internacionales.

El Estrecho de Ormuz pertenece a Irán y Omán, aunque La Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar (1982) lo considera un pasaje internacional al ser la única puerta que conecta los países del Golfo Pérsico al mar libre. Por lo que ni obliga ni exige a los submarinos a salir a la superficie para mostrar sus banderas, posibilitando que los sumergibles nucleares de Francia e Israel pasean libremente por este golfo. Ni en los tiempos de guerra Irán y Omán podrían suspender el «derecho de tránsito» internacional, aunque sí controlar el tráfico e inspeccionar o confiscar los barcos comerciales. Cerrar el estrecho es igual de ilegal que imponer sanciones económicas y asesinas a toda una nación, como las que impusieron la ONU-EEUU a Irak, matando a dos millones de personas.

Irán, ante su desventaja militar, podrá emprender una «guerra de guerrilla marítima», cerrando el estrecho, aunque sólo sea por unos días, esparciendo miles de minas, utilizando misiles anti buque, atacando las fuerzas de la OTAN en Afganistán, Irak, Turquía, Azerbaiyán, los países árabes del Golfo Pérsico y activando la red de comandos formados desde hace décadas en diferentes países del mundo.

En el medio, no faltará una ciberguerra: en 2010 EEUU e Israel enviaron el virus Stuxnet a dos centrales nucleares iraníes, y Teherán en 2016 paralizó los sitios web y las operaciones de 46 bancos en los EEUU y atacó las plantas petroquímicas sauditas. Es una ventaja para Irán que Trump haya eliminado el cargo de Coordinador de Seguridad Cibernética.

En cuanto al choque militar, ambos países se enfrentaron cuando en el abril del 1988 Saddam Husein, respaldado por Washington, cortó las exportaciones de petróleo iraní en el Golfo Pérsico. Irán atacó un buque estadounidense y la armada de este país incendió plataformas petroleras iraníes y destruyó gran parte de su flota. Hoy aquel incidente parecerá un juego de niños.

¿Nueva crisis energética?

EEUU tomará la acción de Irán como la casus belli y podrá aprovechar la misión de «reabrir el estrecho» para bombardear los centros del poder de Irán, con el «modelo libio». Mientras, se duplicaría el precio del barril, teniendo en cuenta que, además de la salida de Irán del mercado, Venezuela, Libia y Tanzania están en crisis y Arabia saudí no será capaz de enviar barriles adicionales al mercado durante un largo tiempo.

Una subida que beneficiará a EEUU y Arabia y perjudicará a China, – importador del crudo iraní y saudí-, quién por primera vez reprendió a Teherán: «hacer más en beneficio de la paz y la estabilidad en la región». Beijing, que rechazó elevar el estatus observador de Irán en la Organización de Cooperación de Shanghái, está negociando con la India para crear un «club de compradores de petróleo». Rusia puede revender el petróleo iraní a Europa (que actúa como colonia de EEUU), y China puede hacer lo mismo con Nueva Delhi.

Trump ultima la creación de la OTAN-Sunnita, invitando a los países árabes a reunirse en otoño en Washington. La ‘demócrata’ Hillary Clinton también dijo en 2015 que si llegaba al poder «demolería Irán». Es difícil derrotar con tanta alegría a un poderoso estado que tiene 15 países como vecinos.

Las inexistentes armas de destrucción masiva de Irán son el pretexto de la nueva gran guerra. Aún estamos a tiempo: si Europa actúa con responsabilidad, garantizando la compra del petróleo iraní.

¿Podrá un ejército de hormigas vencer a un elefante? Mejor no hacer experimentos.

Fuente: http://blogs.publico.es/puntoyseguido/5063/la-increible-politica-petrolifera-de-trump-iran-y-el-estrecho-de-ormuz/