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Crónicas desde Gaza: La historia de Khalid Abd Rabo

La inocencia perdida

Fuentes: Gazatoday.blogspot.com

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


    Sameh es un periodista palestino de 23 años que vive en la Franja de Gaza. Lleva años de actividad intentando informar al mundo del sufrimiento de su pueblo. Janet es una periodista de 21 años, de nacionalidad estadounidense, determinada a prestar toda su ayuda después de haber visto los horrendos crímenes perpetrados por Israel en Gaza. Cruzó miles de kilómetros para conocer la situación con sus propios ojos, con su propia mente, con su propio corazón. Se había encontrado en Internet con el trabajo de Sameh y no hace mucho que se hicieron amigos y se unieron en la lucha por abrir a los ojos del mundo la agonía de los encerrados. Una historia acaecida en el parte oriental de la Franja de Gaza atrajo su atención. Se trata del relato de la tragedia personal de Khalid Abd Rabo.

Empezamos nuestro viaje y casi no pudimos llegar hasta la ciudad de Abd Rabo. Cuando íbamos conduciendo, el coche se nos iba hacia la derecha y hacia la izquierda. El terreno aparecía hendido por los agujeros que los israelíes habían abierto con sus bombas, sus bulldozer y sus disparos. La tierra también estaba herida. Una barriada que en otro tiempo era tranquila y exuberante se había transformado en un infierno sobre la tierra. Nuestros ojos estaban ahítos de devastación, masas de gentes cubrían el lugar como moscas.

Paramos el coche y continuamos caminando por la calle hacia la destruida casa de Khalid. Y allí estaba él, sentado entre los escombros de lo que una vez fue un tiempo más dichoso.

«Esta casa tenía cuatro plantas y un bonito jardín. Nos aportó paz y tranquilidad», empezó a contarnos. «El ejército israelí se había presentado en esta casa muchas veces antes, pero la última fue en marzo de 2008».

Nos explica cómo invadieron su hogar y se dedicaron a investigarle a él y a su familia. «No encontraron nada. Soy un oficial de policía del gobierno de Ramala; no tengo nada que ver con Hamas». Y continuó: «Aquel día, cuando se fueron, no noté que hubieran dañado a alguien o causado algún destrozo».

«Hace poco, recuerdo que era alrededor de la una de la tarde del cuarto día de la invasión militar por tierra, cuando el ejército tomó el control de la región. Hubo una batalla muy dura y miles de personas se vieron atrapadas. Nadie podía escapar debido al apabullante fuego de los israelíes y los soldados siguieron viniendo, viniendo, viniendo…».

«Y después llegaron los tanques. Uno de ellos se detuvo a sólo unos metros de mi casa. Éramos veinticinco personas y nos dijeron que saliéramos», dijo temblándole la voz y echándose a llorar. «Los soldados venían comiendo patatas y chocolate y se reían cuando mataron a mis hijas».

«Mi madre, mi mujer y mis tres hijas llevaban todas banderas blancas cuando intentaron salir de la casa. Vimos cómo dos soldados surgían del tanque y les dijimos que queríamos irnos. Esperamos y esperamos su respuesta, pero no nos decían nada. Entonces, ante nuestro estupor, apareció un tercer soldado y abrió fuego contra las niñas con una demencia total».

«Suad tenía siete años, Summer tres y Amal tan sólo dos. También le dispararon a mi madre y tuve que contemplar cómo caían al suelo todas las que yo amaba. ¡Les grité que pararan! Corrí a la casa para llamar a la defensa civil, a las ambulancias, a cualquiera que pudiera ayudarme».

«Durante una hora las heridas estuvieron desangrándose y habían matado a dos de mis hijas a pesar del supuesto alto el fuego. Durante ese tiempo no nos llegó ayuda alguna. Una ambulancia intentó acercarse pero los soldados israelíes detuvieron a la persona la persona del equipo paramédico que la conducía y le obligaron a quitarse las ropas. Después bombardearon la ambulancia y todo quedó destrozado. El hombre de la ambulancia escapó desnudo mientras las balas le rodeaban.

«Salí de la casa con algunos familiares», continuó Khaled. «Llevamos a mi madre en una cuna. Yo sostuve a Summer en mis brazos, todavía respiraba a pesar de la enorme herida en la columna vertebral. Pensé para mí «De ninguna manera voy a dejar aquí a mi pequeña Summer, aunque acabe muerto como mis otras dos hijas.» Se la pasé a mi hermano y cogí después el cuerpo de Suad entre mis brazos, mientras mi mujer sostenía a Amal cuando dejamos la casa».

«Los soldados seguían disparando como locos sobre nuestras cabezas y todo lo que nos rodeaba. Muchas de las casas estaban siendo arrasadas por los tanques. Cuando cruzamos una de las carreteras, encontramos a un hombre que intento salvarnos pero los francotiradores le vieron y le mataron a él y a su caballo. Cuando finalmente llegamos a la ciudad de Yabalia, vimos que todo el mundo había llevado hasta allí a los heridos. Estábamos tan conmocionados por lo que veíamos que nos tiramos al suelo y durante una hora permanecimos allí sin poder comprender lo que le había pasado a nuestra gente».

Le preguntamos qué pensaba él de por qué habían matado a sus niñas. Contestó: «Estoy seguro que estaban bebidos o que les dieron órdenes de matarnos a todos, incluidos los niños. Esto ocurrió en Harets hace un par de días, que muchos rabinos estaban ordenando no dejar a nadie con vida», explicó. «No sé por qué mataron a mis niñas. ¡Nunca cometieron delito alguno, eran niñas! No habían disparado cohetes contra Israel, aunque Israel proclame que sólo ataca a quienes disparan primero.

«Somos un pueblo pacífico, no tenemos nada que ver con disparos o con cohetes. Sé que si me dirijo a los tribunales por lo sucedido, el ejército israelí inventará miles de pretextos para conseguir que sus soldados parezcan inocentes. Han hecho lo mismo muchas otras veces antes», continuó.

«No era una guerra entre dos inmensos enemigos. Era obvio que era una guerra entre civiles y el cuarto ejército más poderoso del mundo: el de Israel. Pero no lo llaman guerra. Lo llaman ‘operación'».

Una operación donde decenas de miles de gazaties resultaron asesinados o psicológica y físicamente heridos. La devastación no sólo afecta a la gente, sino a todo cuanto puedan imaginar. Sí, se pueden reconstruir los edificios y puede que la tierra de nuevo dé sus frutos, pero la desesperación de Khalid nunca podrá encontrar consuelo. No volverá nunca a oír de nuevo la risa de Suad y de Amal, pero seguirá escuchando los gritos de dolor de Summer. La niña está ahora parapléjica a causa de las heridas sufridas. Lo único que funciona en su cuerpecito es su mente. Una mente que no olvidará jamás la pesadilla de lo ocurrido con su vida. Incluso durante su primera entrevista en el hospital, en cada detalle, contó su historia a Al Yasira de la misma forma que Khalid nos la contó a nosotros.

Fotos de Khalid y del escenario del crimen en:

http://picasaweb.google.com/sameh.habeeb/StoryOfKhaledAbedRabuTheLostChildren#

Enlace con texto original en inglés:

http://gazatoday.blogspot.com/