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La izquierda y el cambio climático

Fuentes: www.globalizate.org

En estos tiempos en que se superan constantemente los límites de polución por ozono troposférico o dióxido de nitrógeno en las ciudades, que construir una carretera es bueno para el medio ambiente, como ha comentado Esperanza Aguirre sobre la carretera M-501 o carretera de los pantanos o mejor aún el conseller de transporte catalán se […]

En estos tiempos en que se superan constantemente los límites de polución por ozono troposférico o dióxido de nitrógeno en las ciudades, que construir una carretera es bueno para el medio ambiente, como ha comentado Esperanza Aguirre sobre la carretera M-501 o carretera de los pantanos o mejor aún el conseller de transporte catalán se muestra orgulloso por la construcción de un nuevo aeropuerto en Lleida ya que dará 900 nuevos empleos y que el gobierno de España dice estar preocupado por el cambio climático y para combatirlo eficazmente aprueba el Plan Estratégico de Infraestructuras y Transportes (PEIT) o apoya la construcción de una refinería en Extremadura y la mayoría de la población está hipnotizada con el «progreso», la lucha contra el cambio climático es una auténtica utopía.

No parece que las voces científicas más prestigiosas del planeta como James Hansen o Kerry Emanuel pidiendo una estabilización de los niveles de dióxido de carbono en 450 partes por millón (ppm) o incluso la vuelta a las 350 ppm hayan tenido ningún impacto en los políticos que nos gobiernan. Y las señales están ahí por doquier; nos acercamos al límite y una vez superado no tendrá marcha atrás y asegurará grandes sufrimientos, sobre todo en los países más pobres.

Todavía mucha gente de la izquierda más radical y con radical quiero decir, la izquierda que busca la raíz de los problemas para encontrar posibles soluciones. En el caso que nos ocupa, la pregunta es: ¿Por qué han aumentado tanto las concentraciones de dióxido de carbono durante el último siglo? En nuestra opinión, la razón fundamental es el sistema económico predominantemente capitalista que obliga al consumo excesivo de todo tipo de materias primas para consumo humano, desde la alimentación hasta la construcción y la energía necesaria para mover todo el engranaje, transporte de esas mercancías y de nosotros mismos.

La aparición de Al Gore sirvió para llevar al gran público lo que los grupos ecologistas llevaban anunciando desde hace tiempo: Nuestro ritmo de vida es insostenible. Pero, paradójicamente, el documental de Al Gore, «Una verdad incómoda» ha provocado un efecto de pasividad en parte de la izquierda. Muchos han pensado que movilizarse contra el cambio climático es hacer propaganda a Al Gore para que gane dinero.

Pero como bien ha dicho el activista, escritor y periodista británico George Monbiot, la lucha contra el cambio climático es una lucha contra nosotros mismos, contra nuestros hábitos de vida y de consumo. Y Vd. ¿a qué está dispuesto a renunciar? ¿Piensa que con el sistema económico actual existe la más mínima posibilidad de estabilizar de forma efectiva nuestras emisiones de gases invernadero? Pues se equivoca. Las políticas gubernamentales de ampliación de carreteras, de centros comerciales, de aeropuertos y la necesidad de sacar los combustibles fósiles de la tierra para producir energía, ya sea carbón, petróleo o gas son las que nos están produciendo la transformación del clima de la Tierra. En otras palabras, si un gobierno dice que va a combatir el cambio climático y su objetivo es que el PIB crezca un 3% ya deberías saber que está mintiendo.

Como dijo Margaret Thatcher «No hay alternativa». Si no podemos inventar otro sistema económico que no se base en el crecimiento continuo, en el consumo excesivo de alimentos, bienes y servicios y la destrucción del medio natural, efectivamente, no habrá alternativa. Solo tendremos que esperar para ver como se desarrollan los acontecimientos en cascada. A veces pensamos que deberíamos sumarnos a la fiesta y acelerar la destrucción lo máximo posible, quizás el planeta se regenere sólo una vez que hayamos desaparecido. Se nos ha ocurrido que en lugar de hacer días sin coches, hagamos días sin coches aparcados; todos sobre el asfalto, si terminamos con el petróleo más pronto, estos se convertirían en objetos inmovibles, ¿Qué eso del día de la Tierra? Debería ser el día de las compras masivas, que no quedara una estantería vacía en los centros comerciales. Somos una de las especies más agresivas con su entorno que ha conocido el planeta, una auténtica plaga y como todas, alcanza un punto máximo de población y una vez que lo ha consumido todo, desaparecen.

¿Qué opciones tenemos? Bien, parece que solo nos acordaremos de Santa Bárbara cuando truene, no es de esperar una gran reacción social hasta que ocurra un desastre, como paso por ejemplo, el día de acción global contra el cambio climático el 6 de diciembre en Atenas el año pasado cuando 5.000 manifestantes salieron a la calle tras un verano catastrófico de incendios. ¿Saben cuantos salieron a la calle en el año 2006? 300.

Este año en la manifestación del Día de la Tierra en Madrid acudieron menos personas que el año anterior y ahora mismo, apenas se habla del asunto. Como el gobierno está fracasando estrepitosamente en recortar las emisiones es mejor decretar un «apagón», en este caso informativo. Además, el Ministerio de Medio Ambiente se ha convertido en el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, así el gobierno ha demostrado cuales son sus prioridades y entre ellas, ya no está el cambio climático.

Mucho nos tememos que hasta que hasta que no haya un gran desastre global, la población no reaccionará, pero cuando ocurra ese gran desastre ya será tarde. Ahora, vemos catástrofes dispersas, un huracán en Myanmar, inundaciones en Inglaterra, sequía en China o Turquía u olas de calor en México. ¿Esperaremos que nos afecten a nosotros para reaccionar?

El calentamiento global nos lleva justamente hacia el camino contrario de la justicia social y ambiental. La lucha por los recursos convertirá a hermanos en enemigos, comunidades que lucharán por la comida y el agua, países que pelearán por su supervivencia. La Tierra será un infierno y la Humanidad desaparecerá casi en su totalidad. Este artículo parece un alegato desesperado por la acción, lo es. No nos queda mucho tiempo para ganar esta guerra contra nosotros mismos. Tu que lo has leído y eres izquierdista radical, pon en tu agenda que el cambio climático no es sólo un tema ecologista, están en juego también valores propios de la izquierda más transformadora, como la solidaridad, la igualdad y la fraternidad.