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Israel niega el acceso a docenas de lugares sagrados palestinos

La larga lucha para reivindicar la Gran Mezquita de Beersheva

Fuentes: Media Monitors Network

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

«En aldeas palestinas, reinventadas ahora como comunidades judías, como en Ein Hod y Caesariya, mezquitas han sido convertidas en bares o restaurantes. En por lo menos cuatro casos, mezquitas han sido convertidas en sinagogas. Y comunidades agrícolas judías a veces utilizan lugares sagrados remotos como corrales para animales o depósitos.»

Los muros han sido estucados y pintados de blanco, los marcos de ventanas de piedra esculpida son rellenados con vidrio escarchado y los constructores cuelgan focos desde el cielo raso.

La municipalidad de Beersheva, capital del sur de Israel, se apresura a dar los últimos toques a reparaciones de la Gran Mezquita, abandonada y no utilizada hace tiempo, construida hace más de 100 años por los gobernantes de lo que entonces era Palestina.

Pero, por sobre las protestas de los miles miembros de la comunidad musulmana de Beersheva, la municipalidad dirigida por judíos no tiene la intención de restaurar la única mezquita de la ciudad a su antigua gloria como lugar de culto. Quiere convertirla en un museo.

La suerte del edificio depende ahora de la Corte Suprema, de la que se espera que decida en los próximos meses sobre si dar su beneplácito a la municipalidad o insistir en la devolución a las autoridades islámicas locales de las cuales fue confiscada hace 61 años.

Los defensores musulmanes de la mezquita, no albergan esperanzas. Después de siete años de demoras intencionales por los jueces, temen que el tribunal no se arriesgará a sentar un precedente que podría imponer la devolución de docenas de otros sitios sagrados islámicos de los que se apoderó Israel hace décadas.

«Hay tanta paranoia del gobierno, la municipalidad y los tribunales sobre el que los musulmanes vuelvan a utilizar esta mezquita,» dijo Nuri al Uqbi, activista beduino de 67 años en Beersheva. «Fue construida con dinero juntado por los beduinos locales y tenemos derecho a orar en ella.»

El trato dado por Israel a la Gran Mezquita ha sido una importante fuente de fricción durante décadas con los 1,3 millones de ciudadanos palestinos del país, y especialmente los 180.000 beduinos que viven cerca de Beersheva en la semidesértica áre a meridional conocida como el Ne gev.

Después del establecimiento de Israel en 1948, cuando Beersheva fue vaciada de su población palestina, el estatus de la mezquita como lugar sagrado fue ignorado, y los funcionarios aprobaron su uso primero como prisión y luego para la exhibición de hallazgos arqueológicos.

El edificio no ha sido utilizado desde que fue declarado estructuralmente defectuoso en 1991. Durante la primera parte de los años noventa, se distinguió sobre todo por una gigantesca menorah, candelabro utilizado en rituales religiosos judíos, que fue misteriosamente erigida y colocada sobre el techo.

«Las autoridades dejaron que se convirtiera en un adefesio,» dijo el señor al Uqbi, uno de los principales defensores de la restauración de la mezquita. «El patio fue llenado de grafiti con maldiciones en hebreo, fue repletado de basura, botellas de cerveza y excrementos de palomas, y atrajo a drogadictos y prostitutas.»

La oposición a lo que el señor al Uqbi llamó la «profanación» de la mezquita se ha formado lentamente.

La administración militar, que fue impuesta a las tribus supervivientes de beduinos del Negev hasta principios de los años setenta, aseguró que Beersheva fuera en su mayor parte zona prohibida.

«Actualmente, la situación es totalmente diferente,» dijo Morad al Sana, abogado beduino basado en la ciudad. «Aquí viven varios miles de musulmanes y miles más vienen a trabajar, comprar, utilizar los bancos, etc. Pero no tienen dónde orar.»

Un pequeño grupo, incluido el señor al Uqbi, trató por primera vez de orar en la mezquita en 1977. Cuando iban saliendo del edificio, recuerda, descubrieron que la policía había confiscado sus zapatos que, como es costumbre, habían dejado a la entrada. «Iba descalzo cuando me arrestaron por traspasar ilegalmente,» dijo el señor al Uqbi. «Mientras me llevaban, le dije al policía: ‘¿podrían devolverme mis zapatos, por favor?'»

Varios cientos de miembros del Movimiento Islámico, el principal partido islámico en Israel, trataron de realizar plegarias en la mezquita en 1997, provocando altercaciones con residentes judíos derechistas y funcionarios del concejo. Informado por la policía de antemano, el concejo había rociado el patio con estiércol, obligando a los creyentes a reza r sobre láminas de plástico.

El señor al Uqbi fue arrestado por segunda vez en 2000 después que pintara «La Gran Mezquita de Beersheva» sobre sus puertas. Todavía enfrenta la amenaza de cárcel por negarse a pagar una multa de 1.200 dólares. «Los muros estaban llenos de grafiti y sin embargo el único que ha sido acusado soy yo,» dijo.

Otro defensor de la mezquita: Sheikh Uda Abu Sirhan, residente en la cercana localidad beduina de Tel Sheva, dijo al periódico Haaretz que los musulmanes en Beersheva están desesperados por lograr la restauración de la mezquita. «La gente ora en las calles, en aparcamientos – es una desgracia, especialmente si están tan cerca de un lugar sagrado.»

La mezquita más cercana, señaló , está a 15 kilómetros.

La obstinación del concejo refleja en parte el temor de que Beersheva, que tiene una creciente población árabe, podría ser reconocida un día como «ciudad bi-nacional», dijo Oren Yiftachel, profesor de geografía en la Universidad Ben Gurion de la ciudad.

En los últimos años, por lo menos 5.000 musulmanes, en su mayoría profesionales árabes de Galilea en el norte de Israel se han sumado a los 180.000 residentes judíos de Beersheva. Los beduinos visitan desde el circundante Negev.

El señor al Sana, que trabaja para Adalah, un centro legal árabe, señaló que hay más de 250 sinagogas en Beersheva, o sea una para cada 700 residentes judíos. La paridad con los judíos daría derecho a los musulmanes de la ciudad a por lo menos ocho mezquitas, dijo.

Los señores al Uqbi y Adalah presentaron en conjunto una petición a la Corte Suprema en 2002 solicitando que la mezquita vuelva a ser utilizada como lugar de culto. Los funcionarios respondieron en 2004 que la petición no era motivada por convicción religiosa sino por «la aspiración ultranacionalista de dar marcha atrás a las ruedas de la historia a la situación que prevalecía antes de 1948.»

En breve, la defensa del Estado es que el uso de la mezquita abriría la puerta a reivindicaciones palestinas más amplias por un derecho al retorno, amenazando así la existencia de Israel como Estado judío.

Para reforzar su caso, los funcionarios han citado argumentos de seguridad, incluyendo que la apertura de la mezquita crearía malestar civil entre judíos y árabes y que cualquier a que subiera al minarete tendría una vista desde arriba sobre los cercanos cuarteles del sur del ejército.

Un comité de ocho miembros establecido por el gobierno en 2003 para hallar una solución no incluyó un representante árabe o musulmán. Su informe publicado un año después argumentó que Beersheva era una ciudad judía y que los musulmanes debían orar en otra parte.

Itzhak Nevo, profesor de filosofía en la Universidad Ben Gurion, quien testificó ante el comité, dijo que Beersheva tiene el deber de reconocer su historia otomana. «Los beduinos no pueden dejar de sentirse humillados, y que su historia, derechos e identidad están siendo negados,» dijo. «No es una política sabia.»

Los jueces han tardado en tomar una decisión, dijo el señor al Sana, porque son conscientes de que podría sentar un precedente que daría derecho a los ciudadanos palestinos de Israel a reivindicar muchos de los otros lugares sagrados árabes a los que se les ha negado acceso durante décadas.

Un informe publicado en 2004 por la Asociación Árabe de Derechos Humanos, basada en Nazaret, identificó 250 lugares de culto, islámicos y cristianos, que han sido destruidos o inutilizados desde el establecimiento de Israel en 1948. Cerca de 200 fueron arrasados después de la guerra de 1948, pero numerosos lugares de culto supervivientes también están amenazados de destrucción. La centenaria mezquita de Sarafand, en la costa cerca de la ciudad norteña de Haifa, fue aplanada en julio de 2000 después que musulmanes locales comenzaron a restaurarla.

Otros edificios, i ncluidas mezquitas en Tiberia y Beit Shean, han sido objeto de repetidos ataques incendiarios. La famosa mezquita Hasan Bek es regularmente dañada y fue profanada en 2005 cuando lanzaron a su patio una cabeza de cerdo con el nombre del Profeta.

Dos mezquitas históricas en Galilea que siguen en pie, en Ghabsiyya e Hittin, han sido abandonadas para que se arruinen, rodeadas por cercas y alambradas de púa. La segunda fue construida por Saladino en el Siglo XII para celebrar la derrota de los cruzados.

En el caso de la mezquita de Beersheva, el tribunal trató de solucionar la disputa hace tres años instando a las partes a llegar a un compromiso. Sugirió que el edificio sea convertido en un centro del patrimonio islámico donde no se realizarían plegarias o que se convirtiera en un centro de coexistencia.

Ambas partes rechazaron las ofertas.

Adalah descubrió en 2004, dos años después de presentar su petición, qu e la municipalidad había abierto en secreto una licitación para convertir la mezquita en un museo. El tribunal determinó que las renovaciones podían continuar pero sólo si se limitaban a proteger la estructura.

Una visita durante el mes pasado reveló que la municipalidad había ignorado el requerimiento y estaba cerca de completar el acondicionamiento de la mezquita como museo.

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Una versión de este artículo apareció originalmente en The National, publicado en Abu Dhabi.

http://americas.mediamonitors.net/content/view/full/65682