Uno de los pilares del pensamiento neoliberal ha sido la creencia de que el sector privado es más eficiente que el sector público. De ahí deriva su postura de que hay que privatizar las empresas públicas. Este dogma aparece también en otra versión, cuando se subraya que la mejor manera de actuar frente al fracaso […]
Uno de los pilares del pensamiento neoliberal ha sido la creencia de que el sector privado es más eficiente que el sector público. De ahí deriva su postura de que hay que privatizar las empresas públicas. Este dogma aparece también en otra versión, cuando se subraya que la mejor manera de actuar frente al fracaso de una empresa privada es dejar que se colapse permitiendo que las fuerzas del mercado actúen con plena libertad. Solo en caso de que el tamaño de tal empresa sea excesivamente grande (como ocurrió con la mayoría de empresas financieras de Wall Street) y su colapso pudiera causar una crisis a toda la economía, está justificado darle el dinero que necesite, pero sin intervenir a través de una gestión por la vía pública de tal empresa. La palabra nacionalización está prohibida en la narrativa neoliberal.
De ahí que el partido neoliberal norteamericano, es decir, el Partido Republicano, semejante al Partido Popular en España, se opusiera por todos los medios a que el Estado federal nacionalizara a la General Motors y a la Chrysler, las dos empresas automovilísticas más poderosas de EEUU (junto con la Ford) cuando éstas se declararon en bancarrota. El gobierno federal las quería nacionalizar para evitar el enorme impacto negativo que el cierre de tales empresas hubiera significado para grandes regiones industriales de EEUU.
Los republicanos inmediatamente auguraron un desastre económico, resultado -según ellos- de una supuesta captación del gobierno federal por parte de los sindicatos del automóvil (UAW) que, al imponer una «medida socialista» (así definieron la intervención), crearía un enorme agujero en las cuentas del Estado. Es interesante contrastar esta resistencia del Partido Republicano a nacionalizar General Motors y Chrysler, con el apoyo y respaldo de tal partido a la ayuda federal a Wall Street que fue muchas veces superior a las cantidades utilizadas en la nacionalización de las empresas automovilísticas.
Afortunadamente, los resultados de esta nacionalización están ya disponibles para el público. E.J. Dionea acaba de publicar un artículo en el The Washington Post en el que indica que la General Motors, que había perdido 4.300 millones de dólares en el momento álgido de la crisis, había declarado este año 2.500 millones de beneficios. En realidad, la General Motors ha pagado ya al gobierno federal el préstamo que recibió cuando se declaró en bancarrota. Y lo que es más importante, ello se ha corregido sin que la General Motors tuviera que forzar despidos masivos. El único despido forzoso que hizo el gobierno federal fue el del equipo directivo de la General Motors (y de Chrysler), nombrando a un nuevo equipo. En cuanto al resto de empleados, se pactaron los cambios que debían realizarse con el sindicato del automóvil, United Autoworkers of America.
Este sindicato desea ahora que la altamente exitosa GM, no se venda al sector privado, convirtiéndose en su lugar en una cooperativa tipo Mondragón. El sindicato UAW ha pedido a la cooperativa Mondragón del país vasco que les aconseje sobre como convertir una de las empresas más importantes de la manufactura del mundo en una cooperativa. En realidad, la solidaridad expresada por los trabajadores de la nacionalizada General Motors con la nueva empresa y con sus compañeros trabajadores, explica que aceptaran reducciones salariales y reducción de horas de trabajo en lugar de eliminación de puestos de trabajo. Éstas son las bases del cooperativismo, que requiere una cultura de solidaridad para su éxito. La mejor prueba de ello es la cooperativa vasca Mondragón, punto de referencia internacional del cooperativismo, que explica la petición de asesoría por parte del sindicato UAW, uno de los sindicatos más progresistas existentes en EEUU
La administración Obama, sin embargo, presionada por algunos de sus economistas neoliberales (de los cuales hay muchos en el Departamento de Economía del gobierno federal), está favoreciendo la venta de la GM a las empresas privadas, con el apoyo y aplauso del Partido Republicano. El sindicato UAW, tal como he señalado, se opone, y está proponiendo la vía cooperativa. De lo que se decida, dependerá mucho el futuro industrial de EEUU.
Por otra parte, el éxito de la nacionalización de GM ha reavivado las voces de aquéllos centros de reflexión económica, tales como el Center for Economic and Policy Research, de Washington, que habían sugerido al gobierno Obama que nacionalizara sectores de la Banca o que creara una banca pública. Toda la evidencia acumulada parece concluir que no estaríamos hoy en medio del caos financiero en el que estamos si se hubieran tomado tales medidas.
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