Los que apoyan a la ONU tienen nuevas razones para retorcerse vigorosamente las manos. Las agresivas y unilaterales políticas de George W. Bush han puesto en peligro el futuro del mundo, así como el único órgano mundial integral de gobierno y diálogo. La cuestión que enfrenta el Secretario General de Naciones Unidas, Kofi Annan, ha […]
Los que apoyan a la ONU tienen nuevas razones para retorcerse vigorosamente las manos. Las agresivas y unilaterales políticas de George W. Bush han puesto en peligro el futuro del mundo, así como el único órgano mundial integral de gobierno y diálogo. La cuestión que enfrenta el Secretario General de Naciones Unidas, Kofi Annan, ha pasado de cómo circunvalar y diluir el poder y la voluntad de EEUU sobre la organización, a cuánto tendría que besarle el trasero a EEUU a fin de conservar su trabajo y una pizca de dignidad para las propia ONU.
Al atreverse a enfrentarse a la política norteamericana de invadir a Irak y de brindar 100% de apoyo a las políticas israelíes, Annan provocó la ira de los bushistas. En típico estilo de Bush, en vez de debatir los temas en los foros públicos, el presidente usó el asesinato moral para debilitar a sus oponentes. El Senador John McCain (republicano por Arizona) experimentó las tácticas de «juego limpio» de Bush en las elecciones primarias de Carolina del Sur en el 2000. Justo antes del día de la votación, un grupo organizado telefoneó a electores republicanos: «McCain era un alcohólico», y peor aún. Funcionó. Bush ganó las primarias; McCain perdió parte de su reputación. Durante los últimos meses de 2004, el equipo de Bush resucitó similares métodos calumniosos para desprestigiar a Annan y a la ONU.
Wiliam Safire, un viejo perro de ataque de Nixon (redactor de sus discursos) y recientemente jubilado como columnista de The New York Times, acusó a Annan de proteger a su hijo, Kojo, quien realmente había adquirido el hedor de la corrupción por su papel en el programa de la ONU de Petróleo por Alimentos en Irak. Las acciones poco éticas de Kojo le brindaron ganancias de una compañía suiza que la ONU contrató para monitorear las importaciones iraquíes. Una verdadera avalancha de ataques en la prensa generó una investigación del Senado y otra de Naciones Unidas, dirigida por el ex presidente del Banco de la Reserva Federal, Paul Volcker. El 1 de diciembre el Senador Norm Coleman (republicano por Minnesota), quien dirigió la investigación del Senado acerca del programa Petróleo por Alimentos, se unió a Safire en su exigencia de que Annan renunciara.
El 5 de diciembre Annan buscó refugio de este invierno de descontento en el apartamento en Nueva York del ex embajador del Presidente Clinton en la ONU, Richard Holbrooke, quien realizó una reunión con un grupo de expertos en política exterior y favorables a la ONU, a fin de «salvar a Kofi y rescatar a la ONU», dijo uno de los participantes. Los asistentes, reportó la agencia France Presse (30 de enero de 2005) aconsejaron a Annan que despidiera a sus principales administradores de la ONU y reparara las relaciones con EE.UU. Annan había enojado a Bush cuando calificó de «ilegal» a la invasión de Irak (entrevista con la BBC en septiembre de 2004). Annan agregó insulto a la herida un mes después cuando desmintió la aseveración de Bush y del Primer Ministro Blair de que la invasión había hecho más seguro el mundo.
Annan y la ONU pagaron después el precio por su «atrevimiento». Como acto de subordinación, Annan se negó a ratificar a Peter Hansen, quien desde 1996 era el Comisionado General de la Ayuda de la ONU y la Agencia de Trabajos (UNRWA) para los refugiados palestinos. Desde 1950, la UNRWA ha entregado ayuda humanitaria a cuatro millones de refugiados que viven en la Franja de Gaza, la Margen Occidental, Jordania, Líbano y Siria.
Según una fuente de la ONU citada en The Guardian del 20 de enero, Annan advirtió primero a Hansen en una reunión en diciembre de 1994: «No poseo suficiente capital con los norteamericanos para mantenerte en el puesto». En realidad, al gobierno israelí no le agradaban Hansen ni algunos de los funcionarios de UNRWA. El Primer Ministro Sharon pidió y obtuvo el apoyo de Washington para su campaña de «Eliminen a Hansen». El vocero de Sharon había acusado al holandés Hansen de «odiar a Israel». Hansen se ganó la acusación al criticar la política militar israelí de destruir hogares palestinos. Hansen aseguró justamente que violaba el derecho humanitario internacional. Además, pidió que la ONU investigara la sangrienta incursión en el 2002 por parte de las Fuerzas de Defensa israelíes al campamento de refugiados de Jenin (Israel impidió que se realizara una completa investigación internacional).
En octubre de 2004 los propagandistas israelíes aseguraron que Hansen ayudaba a los «terroristas». Para «demostrar» que el personal de Hansen en UNRWA había ayudado a la violencia palestina, entregaron a los medios imágenes borrosas del personal de Hansen cargando un «cohete en una ambulancia». Sin embargo, el «cohete» según la ONU, era una camilla. Días más tarde, Israel admitió que podría estar equivocado, pero no se excusó por haber amenazado la credibilidad de Hansen y la de la UNRWA.
Los funcionarios de Bush dejaron bien en claro ante Annan que ellos también querían que Hansen fuera reemplazado por un pro-israelí. Annan sabía que el núcleo de funcionarios de la ONU tenía una alta opinión del compromiso de Hansen con su cargo y su objetividad.
Hansen reconoció el complot. «Yo estaba dispuesto a quedarme», dijo a The Guardian (30 de enero). «Hay ciertos aspectos acerca de las opiniones de ciertos grupos en EE.UU. e Israel acerca de cómo yo he desempeñado mis funciones y esos grupos influyeron en la decisión de no ratificarme en el cargo».
Hansen se refirió al Comité Norteamericano-Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC). Esta punta de lanza del cabildo israelí (cuatro altos funcionarios de AIPAC prestarán testimonio ante un gran jurado que investiga el espionaje israelí) durante décadas ha conformado la política norteamericana para el Medio Oriente. También manipula, con el consentimiento de la Casa Blanca, como bien comprendió Hansen, las políticas norteamericanas hacia la ONU. Él también presenció de qué manera los medios se sumaron a la campaña. Véase este titular de un resumen noticioso de AIPAC: «Presión Norteamericana Provoca Despido de Funcionario de la ONU que Empleaba a Terroristas».
La campaña en contra de Hansen y la UNRWA comenzó en realidad en 2002. El Congreso Mundial Judío y la AIPAC reclutaron al congresista demócrata Tom Lantos, un fanático pro-Israel. Él escribió a Annan en mayo de 2002 acusando a la UNRWA de «complicidad con el terrorismo».
Posteriormente los hipócritas complotados se enfrentaron al honesto Hansen, cuya propensión a la verdad funcionó en su contra. Él dijo a una emisora radial canadiense «que la agencia de socorro empleaba a miembros de Hamas» (The Guardian, 20 de enero). Es más, explicó en respuesta al uso selectivo de su declaración por parte de los críticos de UNRWA, que «entre una población con 30% de apoyo a Hamas sería totalmente deshonesto decir que ninguno de ellos trabajaba para nosotros».
Nada de lo que hubiera dicho Hansen hubiera importado. A principios de enero de 2005, 16 senadores y 38 representantes a la Cámara escribieron al saliente Secretario de Estado Colin Powell exigiendo que EE.UU. suspendiera la ayuda a la UNRWA, necesitada de dinero, y usara «la influencia de EE.UU. para que se buscara un nuevo liderazgo para la UNRWA» (AIPAC, Escuchado en el Capitolio, 10 de enero).
Por ultimo, la salida orquestada de Hansen demuestra tanto la debilidad de Kofi Annan y las avasallantes decisión y fuerza de Estados Unidos e Israel para determinar el curso de la ONU.
Esto es un mal presagio para la independencia del organismo mundial en los dos años que le quedan a Annan. Bajo los hechos de los titulares subyace una serie de incidentes que señalan al papel peligrosamente inflado de EE.UU. en la modelación de las políticas de la ONU.
Un reciente ejemplo de tal forma maliciosa de inmiscuirse proviene de la retrasada publicación de la tercera parte del informe de Desarrollo Humano Árabe acerca de las libertades y buen gobierno en los países árabes, del Programa de Desarrollo de la ONU (UNDP). Programado inicialmente para octubre de 2004, los funcionarios de EE.UU. obligaron a la ONU a retrasar su publicación porque el informe criticaba el papel de EE.UU. tanto en Irak como en el caso israelo-palestino. Y luego se habla de predicar a los árabes acerca de libertad de expresión y de prensa.
Nader Fergani, el principal redactor del informe escrito por un grupo independiente de estudiosos, planeadores de política y practicantes árabes, dijo que el Programa de Desarrollo de la ONU ya no «esperaba imprimir el informe bajo su nombre debido a las amenazas de EE.UU. de reducir una porción sustancial de su financiamiento de $100 millones de dólares ($130,8 millones) para el UNDP (23 de diciembre de 1004, Courier-Mail).
Una nota de prensa de la UNDO del 22 de diciembre aceptaba que «algunos gobiernos» manifestaron preocupación acerca del contenido del informe, pero prosiguió asegurando que «ningún gobierno ha pedido su supresión, y reportes de prensa de que EE.UU. ha amenazado con reducir futuras contribuciones al UNDP en relación con este informe son inexactos».
Dentro de la ONU, los funcionarios se reían de la negativa. Y movían la cabeza resignadamente ante el «disgusto» de El Cairo por las referencias del informe a la «herencia del poder en Egipto». La verdad, como saben todos los que siguen la política de Egipto, es que Hosni Mubarak, por largo tiempo presidente (1981- ), está preparando a su hijo Jamal para que lo suceda.
Egipto no quiere que la ONU describa los límites que su régimen ha impuesto a la libertad política, igual que Israel y Estados Unidos objetan las historias de que sus soldados torturan a prisioneros, palestinos e iraquíes.
La crisis en la ONU sucede como resultado de que una «súper potencia» ha ido más allá de «tomar las decisiones» (el título del libro de Phyllis Bennis en 2000 acerca de cómo EE.UU. domina la ONU). El hecho de que Annan haya tenido la valentía de denunciar como ilegal la invasión a Irak y pedir que se comprenda el sufrimiento de los palestinos dio esperanzas a las personas que valoraban a la ONU como la única institución que brinda orientaciones para la paz y la libertad. Los estudiantes aún aprenden que la Carta de la ONU graba los derechos humanos y la no intervención como axiomas del bien común.
En su discurso de 1945 en la sesión plenaria final de la conferencia fundacional de la ONU, Harry Truman hizo una advertencia a aquellos que deseaban desmedidamente el poder: «Todos tenemos que reconocer -no importa cuán grande sea nuestra fuerza- que debemos negarnos la licencia de hacer siempre lo que deseamos». Es hora de que los que apoyan a la ONU dejen de retorcerse las manos y griten la verdad. A Bush: «Escuche la sabiduría de Truman». A Kofi Annan: «Párese firme como hizo acerca de Irak y Palestina. Con valor usted puede comenzar a enfrentar la cobardía moral y la maldad imperial».
Landau dirige los medios digitales en el Colegio de Letras, Artes y Ciencias Sociales de la Universidad Cal Poly Pomona y es miembro del Instituto de Estudios para Política. Su libro más reciente es El negocio de Estados Unidos: cómo los consumidores reemplazaron a los ciudadanos y de qué manera se puede invertir la tendencia. Hassen fue la productora asociada del filme de 2004, Siria: entre Irak y un lugar difícil», junto con Landau.