Algo importante sucedió esta semana: al fin los líderes republicanos en el Congreso estuvieron a favor de algo. No lo subestimen. Esto es el progreso. Sabemos en contra de qué están: cualquier cosa que el presidente Obama esté a favor. Él está favor de la amnistía tributaria para los pequeños negocios; ellos están en contra. […]
Algo importante sucedió esta semana: al fin los líderes republicanos en el Congreso estuvieron a favor de algo.
No lo subestimen. Esto es el progreso. Sabemos en contra de qué están: cualquier cosa que el presidente Obama esté a favor. Él está favor de la amnistía tributaria para los pequeños negocios; ellos están en contra. Él está a favor de prolongar los beneficios de desempleo; ellos están en contra. Él está a favor de fondos de emergencia para los estados a fin de mantener en su empleo a policías, bomberos, maestros y enfermeras; ellos votan que no.
Como señaló el vice presidente Joe Biden: «yo sé en contra de qué están los republicanos. No tengo la menor idea a favor de qué están». Bueno, ya lo sabemos. Tal como lo explicaron Mitch McConnell y John Boehner, ellos están a favor de extender las rebajas de impuestos que George Bush concedió al 2 por ciento de los contribuyentes norteamericanos. Y esa prioridad singular dice mucho hoy día acerca de la pobreza intelectual del Partido Republicano.
Después de todo, los más ricos de los ricos ya han disfrutado una panacea no merecida durante 10 años, y se han tragado un enorme descuento de los impuestos que fácilmente hubiera pagado los servicios universales de salud o las guerras en Irak y Afganistán. Convertir en permanentes esas rebajas de impuestos, o incluso extenderlas durante otros 10 años, es una mala política pública.
Como pago a importantes contribuyentes a su campaña, Bush forzó esas rebajas de impuestos al inicio de su presidencia por medio de la «reconciliación» en el Senado -el mismo proceso criticado por los republicanos y que los demócratas usaron para aprobar la legislación de reforma de los servicios de salud. Él insistió en que eran solo «temporales» -expiran a finales de 2010–, porque era la única manera que podía convencerlos políticamente y porque suponía que el Congreso las renovaría automáticamente 10 años más tarde.
No tan rápido. El presidente Obama apoya la extensión de las rebajas de impuestos de Bush a 98 por ciento de los norteamericanos, los que ganan $200 000 o menos ($250 000 parea los que declaran conjuntamente). Pero se opone a un regalo continuado para el 2 por ciento superior, los norteamericanos más ricos. ¿La razón? Porque costaría demasiado, obtendríamos poco a cambio y se beneficiaría solo un puñado de norteamericanos.
Según la organización independiente Tax Policy Center (Centro de Política Tributaria), la prórroga de las rebajas de impuestos a los ricos costaría otros $700 mil millones durante los próximos diez años. Casi todo iría a parar a las manos del 1 por ciento de los norteamericanos más ricos, los que tienen ingresos superiores a $500 000 dólares al año.
Y de ese grupo, la mayoría de las rebajas de impuestos serían para la décima parte del 1 por ciento, los aún más ricos. Lo cual se traduce en una ganancia promedio de $ 3 millones al año para 120 000 personas durante la próxima década.
No solo los republicanos han hecho su tema número uno de las rebajas de impuestos a los ricos, lo hacen con un conjunto de mentiras que solo a George W. Bush le encantaría: no es hora de aumentar los impuestos; no ha que preocuparse por el déficit; si se permite que caduquen las rebajas de impuestos se perjudicará a los pequeños negocios; y la prórroga de las rebajas de impuestos para los ricos crearán empleos. No, no, no y no.
Primero, una verificación de la realidad. Independientemente de cuántas veces Boehner y McConnell digan lo contrario, permitir que caduquen las rebajas de Bush no significa un incremento de los impuestos. Sencillamente quiere decir que terminará el privilegio de 10 años de que disfrutaron unos pocos, tal como dice la ley, y su tasa impositiva regresará al máximo actual de 35 por ciento (que de todas maneras pocos pagan) a 39,6 por ciento -pero solo para los que tienen ingresos superiores a $250 000 al año.
Y sin duda eso ahorrará a los contribuyentes un montón de dinero. La mayoría no entiende que una rebaja de impuestos es en realidad un gasto del gobierno, el cual tendremos que pagar de alguna manera. Los republicanos suman ese costo de $700 mil millones a un déficit federal que ya está peligrosamente hinchado -aunque justamente el mes pasado se negaron a agregar $34 mil millones al déficit para extender los beneficios de desempleo.
Igualmente hipócritas son las aseveraciones republicanas de que terminar con las rebajas de impuestos a los ricos perjudicaría a los pequeños negocios. Como dijo esta semana el vicepresidente Joe Biden: «Eso es un montón de paparruchas». Solo 3 por ciento de los pequeños negocios obtienen ganancias por más de $500 000 al año -y la mayoría de ellos son grandes firmas de abogados, y no pequeñas tiendas familiares.
Su argumento final acerca de la creación de empleos es la más absurda de todas. Echen un vistazo alrededor. Si las rebajas de impuestos para los ricos realmente crean empleos, ¿dónde están? Por el contrario, bajo George W. Bush, Estados Unidos perdió 8 millones de puestos de trabajo.
Olvídense de su lógica absurda. En última instancia significa lo siguiente: Los norteamericanos de clase media necesitan una rebaja de impuestos. El 2 por ciento más rico de los norteamericanos no.