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La política exterior estadounidense es un deporte cruel

Fuentes: Ctxt [Imagen: Grabado de un hostigamiento de osos en la Inglaterra del siglo XVIII (CC)]

En la época de la primera reina Isabel, los círculos reales británicos disfrutaban viendo cómo unos perros feroces atormentaban a un oso cautivo por mera diversión. El oso no había hecho ningún daño a nadie, pero los perros estaban entrenados para provocar a la bestia prisionera e incitarla a luchar. La sangre que manaba de los animales excitados hacía las delicias de los espectadores.

Esta cruel práctica hace tiempo que se prohibió por inhumana.

Y, sin embargo, hoy en día, se practica una versión de dicho espectáculo todos los días contra naciones enteras y a una escala internacional descomunal. Se llama política exterior de Estados Unidos, y se ha convertido en la práctica habitual de ese absurdo club deportivo internacional llamado OTAN.

Los líderes de Estados Unidos, en la seguridad que les concede su arrogancia como “la nación indispensable”, no tienen más respeto por otros países que el que tenían los isabelinos por los animales que atormentaban. La lista de objetivos de hostigamiento por parte de Estados Unidos es larga, pero Rusia destaca como ejemplo de acoso constante. Y esto no es casualidad. La provocación se planifica deliberada y minuciosamente.

Como prueba, llamo la atención sobre un informe de 2019 realizado por la corporación RAND para el jefe del Estado Mayor del Ejército de Estados Unidos, titulado “Extensión de Rusia”. En realidad, el propio estudio de RAND es bastante cauto en sus recomendaciones y advierte de que muchos trucos pérfidos podrían no funcionar. Sin embargo, considero escandalosa la mera existencia de este informe, no tanto por su contenido como por el hecho de que el Pentágono pague a sus principales intelectuales para eso: idear formas de instigar a otras naciones a meterse en problemas con la esperanza de que los líderes estadounidenses puedan explotarlos.

La versión oficial de Estados Unidos es que el Kremlin amenaza a Europa con un expansionismo agresivo, pero cuando los estrategas hablan entre ellos la historia es muy distinta. Su objetivo es utilizar las sanciones, la propaganda y otras medidas para provocar que Rusia adopte el mismo tipo de medidas negativas (“extralimitación”) que Estados Unidos puede aprovechar en detrimento de Rusia.

El estudio de RAND explica sus objetivos:

“Examinamos una serie de medidas no violentas que podrían explotar las vulnerabilidades y preocupaciones reales de Rusia como una forma de tensionar al ejército y la economía rusas y la posición política del régimen en el país y en el extranjero. Las medidas que examinamos no tendrían como objetivo principal la defensa o la disuasión, aunque podrían contribuir a ambas. Más bien, estas medidas se conciben como elementos de una campaña diseñada para desequilibrar al adversario, que lleve a Rusia a competir en ámbitos o regiones en los que Estados Unidos tiene ventaja, y provoque que Rusia se extralimite militar o económicamente, o que el régimen pierda prestigio e influencia nacional y/o internacional”.

Claramente, en los círculos de poder de Estados Unidos, esto se considera un comportamiento normal, del mismo modo que las burlas son un comportamiento normal para el matón del patio del colegio, y las operaciones encubiertas son normales para los agentes corruptos del FBI.

Esta descripción se ajusta perfectamente a las operaciones de Estados Unidos en Ucrania, destinadas a “explotar las vulnerabilidades y preocupaciones de Rusia” fomentando una alianza militar hostil a sus puertas, mientras describe las reacciones totalmente predecibles de Rusia como una agresión gratuita. La diplomacia implica comprender la posición de la otra parte. Pero el hostigamiento verbal hacia el oso exige una negativa total a entender al otro, y una constante y deliberada malinterpretación de todo lo que la otra parte dice o hace.

Lo que es verdaderamente perverso es que, mientras se acusa constantemente al oso ruso de conspirar para expandirse, ¡toda la política está dirigida a incitarlo a que se expanda! Porque entonces podemos dictar sanciones punitivas, aumentar el presupuesto del Pentágono un poco y apretar la soga de la Extorsión de la OTAN alrededor de nuestros queridos “aliados” europeos.

Durante una generación, los líderes rusos han hecho un esfuerzo extraordinario por establecer una alianza pacífica con “Occidente”, institucionalizada como la Unión Europea y, sobre todo, la OTAN. Realmente creían que el fin de la Guerra Fría artificial podría originar una vecindad europea amante de la paz. Pero los arrogantes dirigentes estadounidenses, a pesar de los consejos contrarios de sus mejores expertos, rechazaron tratar a Rusia como la gran nación que es y prefirieron tratarla como el oso acosado de un circo.

La expansión de la OTAN ha sido una forma de hostigar al oso, el modo evidente de transformar a un amigo potencial en un enemigo. Ese fue el camino elegido por el expresidente estadounidense Bill Clinton y las administraciones siguientes. Moscú había aceptado la independencia de los antiguos miembros de la Unión Soviética. El hostigamiento al oso consistía en acusar constantemente a Moscú de conspirar para recuperarlos por la fuerza.

La zona fronteriza de Rusia

Ucrania es una palabra que significa zona fronteriza, en esencia las tierras fronterizas entre Rusia y los territorios al oeste que en ocasiones formaron parte de Polonia, o Lituania, o las tierras de los Habsburgo. Como parte de la URSS, Ucrania se expandió para incluir grandes franjas de ambos países. La historia había creado identidades muy contrastadas en los dos extremos, lo cual provocó que la nación independiente de Ucrania, que no nació hasta 1991, estuviera profundamente dividida desde el principio. Y desde el principio, las estrategias de Washington, en connivencia con una amplia e hiperactiva diáspora anticomunista y antirrusa en Estados Unidos y Canadá, tramaron utilizar el resentimiento de las divisiones en Ucrania para debilitar primero a la URSS y luego a Rusia. Se invirtieron miles de millones de dólares para “fortalecer la democracia”, es decir, el oeste prooccidental de Ucrania contra su este semirruso.

El golpe de Estado de 2014, respaldado por Estados Unidos, que derrocó al presidente Víktor Yukanovych, que recibía el firme apoyo del este del país, llevó al poder a las fuerzas pro-occidentales decididas a incorporar Ucrania a la OTAN, cuya designación de Rusia como enemigo principal cada vez se había hecho más patente. Esto provocó la posibilidad de una eventual captura de la principal base naval rusa en Sebastopol, en la península de Crimea, por parte de la OTAN.

Puesto que la población de Crimea nunca había querido formar parte de Ucrania, el peligro se evitó organizando un referéndum en el que una abrumadora mayoría de los habitantes de Crimea votó a favor de volver a pertenecer a Rusia, de la que habían sido separados en 1954 por el autocrático gobierno de Jruschov. Los propagandistas occidentales denunciaron implacablemente este acto de autodeterminación como una “injerencia rusa” que presagiaba un programa de conquista militar rusa de sus vecinos occidentales: una fantasía que no se apoya ni en los hechos ni en la motivación.

Consternados por el golpe de Estado que derrocó al presidente que habían votado, y por los nacionalistas que amenazaban con prohibir la lengua rusa que hablaban, los habitantes de las provincias orientales de Donetsk y Lugansk declararon su independencia.

Rusia no apoyó esta medida, pero sí el acuerdo de Minsk, firmado en febrero de 2015 y respaldado por una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. La esencia del acuerdo era preservar la integridad territorial de Ucrania mediante un proceso de federalización que devolvería las repúblicas escindidas a Ucrania a cambio de su autonomía local.

El acuerdo de Minsk establecía algunas medidas para poner fin a la crisis interna ucraniana. En primer lugar, Ucrania debía adoptar inmediatamente una ley que concediera el autogobierno a las regiones del este (en marzo de 2015). A continuación, Kiev negociaría con los territorios del este las directrices para las elecciones locales que se celebrarían ese año bajo la supervisión de la OSCE. Después, Kiev aplicaría una reforma constitucional que garantizara el derecho del este. Tras las elecciones, Kiev tomaría el control total de Donetsk y Lugansk, incluida la frontera con Rusia. Una amnistía general incluiría a los soldados de ambos bandos.

Sin embargo, aunque firmó el acuerdo, Kiev nunca ha cumplido ninguno de estos puntos y se niega a negociar con los rebeldes del este. Según el llamado acuerdo de Normandía, se esperaba que Francia y Alemania presionaran a Kiev para aceptar este acuerdo pacífico, pero no ocurrió nada. En cambio, Occidente ha acusado a Rusia de no aplicar el acuerdo, lo que no tiene sentido, ya que las obligaciones de aplicación recaen sobre Kiev, no sobre Moscú. Los funcionarios de Kiev reiteran periódicamente su negativa a negociar con los rebeldes, al tiempo que exigen más y más armamento a las potencias de la OTAN para resolver el problema a su manera.

Mientras tanto, los principales partidos de la Duma rusa y la opinión pública llevan tiempo expresando su preocupación por la población rusoparlante de las provincias del este, que sufre privaciones y ataques militares por parte del gobierno central desde hace ocho años. Esta preocupación se interpreta naturalmente en Occidente como una versión del afán de Hitler por conquistar los países vecinos. Sin embargo, como es habitual, la inevitable analogía con Hitler carece de fundamento. Para empezar, Rusia es demasiado grande para necesitar conquistar Lebensraum.

¿Quieres un enemigo? Ya lo tienes

Alemania ha encontrado la fórmula perfecta para las relaciones de Occidente con Rusia: ¿Eres o no eres un Putinversteher, alguien que comprende a Putin? Con Putin se refieren a Rusia, ya que la estratagema propagandística habitual de Occidente es personificar al país objetivo con el nombre de su presidente, Vladímir Putin, necesariamente un autócrata dictatorial. Si uno “comprende” a Putin, o a Rusia, entonces está bajo profunda sospecha de deslealtad a Occidente. Así que, todos juntos, ¡asegurémonos de NO COMPRENDER a Rusia!

¿Los dirigentes rusos dicen sentirse amenazados por los miembros de una enorme alianza hostil que lleva a cabo regularmente maniobras militares a sus puertas? ¿Se sienten intranquilos por los misiles nucleares que apuntan a su territorio desde los estados miembros de la OTAN cercanos? Eso no es más que paranoia, o una declaración de intenciones astutas y agresivas. No hay nada que entender.

De este modo, Occidente ha tratado a Rusia como a un oso cebado. Y lo que está consiguiendo es una nación adversaria poseedora de armas nucleares y militarmente poderosa, dirigida por gente mucho más reflexiva e inteligente que los mediocres políticos que ocupan los cargos en Washington, Londres y algunos otros lugares.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y su Estado en la sombra nunca quisieron una solución pacífica en Ucrania porque la Ucrania problemática actúa como una barrera permanente entre Rusia y Europa Occidental, asegurando el control de Estados Unidos sobre esta última. Han estado años tratando a Rusia como un adversario y ahora Rusia está sacando la inevitable conclusión de que Occidente sólo la aceptará como adversario. La paciencia ha llegado a su fin. Y esto es un punto de inflexión.

Primera reacción: ¡Occidente castigará al oso con sanciones! Alemania detiene la certificación del gaseoducto Nord Stream 2. De este modo, Alemania se niega a comprar el gas ruso que necesita para asegurarse de que Rusia no podrá cortarle el gas que necesita en el futuro. Un truco inteligente, ¿no? Y mientras tanto, con la creciente escasez de gas y el aumento de los precios, Rusia no tendrá problemas para vender su gas en otro lugar de Asia.

Cuando “nuestros valores” incluyen la negativa a comprender, no hay límite a lo que podemos dejar de comprender.

Continuará.

Este artículo se publicó originalmente el 23 de febrero en Consortiumnews. Traducción: Paloma Farré

Fuente: https://ctxt.es/es/20220201/Firmas/38871/Diana-Johnstone-politica-exterior-EEUU-Rusia-matonismo-Crimea-agresion.htm