En la era posterior al 11 de septiembre, el récord de EE.UU. en el empleo de tortura es tan atroz que uno debe cuestionar la sinceridad de las denuncias sobre el barbarismo de otras naciones. Traducido por Silvia Arana –
El título, «Globalización de la tortura», lo dice todo. Este meticuloso reporte sobre la red de cámaras de tortura que EE.UU. supervisó en más de 54 países es un cargo irrefutable que debería hacernos morir de vergüenza a todos los ciudadanos de este país.
El reporte fue elaborado por Open Society Foundations (Fundaciones para una Sociedad Abierta), fundado por el filántropo y financista internacional George Soros, de origen judío, quien cuando era joven, sufrió la ocupación nazi de Hungría. A partir de esta experiencia adquirió un compromiso en la lucha por los derechos humanos. Su objetivo es «fomentar la responsabilidad en los crímenes internacionales», lo que se ve reflejado en el propósito fundamental de su organización, que ahora condena al gobierno de EE.UU. de la manera más enérgica y apropiada.
En la era posterior al 11 de septiembre, el récord de EE.UU. en el empleo de tortura es tan atroz que uno debe cuestionar la sinceridad de las denuncias sobre el barbarismo de otras naciones. De hecho, la esencia del programa de rendición ha sido la exportación de la tortura hacia los países que con mayor sadismo usan «técnicas avanzadas de interrogación». Este término representa una suerte de perverso elogio.
Por ejemplo, Siria, ahora bajo condena universal por su desprecio de los derechos humanos, fue elegida como el sitio donde torturar a Maher Arar, un ciudadano canadiense detenido por autoridades de EE.UU. en el aeropuerto John F. Kennedy. Las disculpas y la compensación financiera que recibió de las autoridades canadienses es una de las escasas tres instancias en las que un gobierno pidió perdón, y EE.UU. no figura entre esos gobiernos arrepentidos.
Hosni Mubarak de Egipto, reconocido por sus tácticas horrorosas de interrogación y repudiado en la Primavera Árabe, fue elegido por EE.UU. para interrogar a Ibn al-Shaykh al-Libi, quien «bajo amenaza de tortura por parte de oficiales egipcios, fabricó información referida a que Irak entrenaba a miembros de Al Qaeda en el uso de armas químicas y biológicas», sostiene el informe. Este es el mismo dato de desinformación que Colin Powell empleó como justificación de la invasión de Irak en su discurso ante la ONU. La misma diabólica racionalización de que la tortura es una fuente confiable de información que presenta el film de propaganda «Zero Dark Thirty» (‘La noche más oscura»).
Los derechos humanos inalienables con los que nacemos todos -declarados como un derecho universal en la Declaración de Independencia de EE.UU.- fueron reemplazados por el «lado oscuro» de la declaración de Dick Cheney, citada al principio del informe sobre la tortura: «También tenemos que trabajar, a través de una suerte de lado oscuro, si quieren llamarlo así… Tenemos que pasar tiempo en las sombras del mundo de la inteligencia… Va a ser vital para nosotros el uso de, básicamente, cualquier medio a nuestra disposición para lograr nuestros fines».
El argumento de Cheney de que el fin justifica los medios ha sido desde hace mucho tiempo el refugio de los asesinos inmorales y el foco de protesta de la gente civilizada, puesto que los medios perversos corrompen hasta el más noble fin. Pero la verdad es dejada de lado, con demasiada facilidad, ante las amenazas externas. George Washington, conciente de los peligros que habían causado la caída de Roma y de otros experimentos republicanos, en su discurso de despedida advirtió «hay que estar en alerta frente a las injurias de la intriga internacional, cuidarse de los engaños de un falso patriotismo…».
Es una trampa contra la cual también habló Barack Obama cuando fue candidato pero que luego como presidente olvidó. Aunque fue el gobierno de George W. Bush el responsable de iniciar la identificación de EE.UU. como un país orgullosamente pro-tortura, el informe de Open Society Foundations, reporta de manera contundente que Obama fracasó en revertir ese camino trágico. El informe contiene nueve recomendaciones importantes, comenzando con «Repudiar la práctica de la CIA de rendición extraordinaria» y continúa con una lista de demandas de transparencia pública que el gobierno de Obama ha bloqueado.
El informe señala que Obama emitió, poco después de ser electo, un decreto ejecutivo desautorizando la tortura y creando una fuerza intergubernamental para revisar las prácticas de interrogación y la rendición. Sin embargo, remarca que «el decreto ejecutivo no repudia la rendición extraordinaria y fue elaborado con un lenguaje que permite preservar la autoridad de la CIA en la detención de sospechosos de terrorismo de manera transitoria antes de entregarlos a otros países para que sean interrogados o enjuiciados.
«Más aún, el informe de las fuerzas intergubernamentales, emitido en el 2009, sigue siendo inaccesible al público. El gobierno también continúa ocultando documentos relacionados con las investigaciones de la Oficina de Inspección General de la CIA sobre rendición extraordinaria y detenciones secretas.»
El «lado oscuro» de la fantasía de Cheney se refiere, al fin y al cabo, a la perversión de la democracia en nombre de la seguridad nacional. En nuestro nombre se realizan actos horrorosos, y el estado se ampara en nuestro desconocimiento de dichos actos para ganar apoyo público. Gracias a este excelente informe, será más difícil eludir nuestra responsabilidad aduciendo que no sabemos lo que pasa. Fuente: http://www.truthdig.com/report/item/americas_global_torture_network_20130207/