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La responsabilidad del pueblo de Estados Unidos

Fuentes: La Jornada

Es un lugar común en el discurso de la izquierda latinoamericana hacer una distinción en la lucha antimperialista entre el pueblo estadunidense y su gobierno genocida. Lejos de estimular el odio fundamentalista hacia todo lo que provenga de Estados Unidos, se exaltan las cualidades democráticas que hicieron famoso al hombre de la calle que con […]

Es un lugar común en el discurso de la izquierda latinoamericana hacer una distinción en la lucha antimperialista entre el pueblo estadunidense y su gobierno genocida. Lejos de estimular el odio fundamentalista hacia todo lo que provenga de Estados Unidos, se exaltan las cualidades democráticas que hicieron famoso al hombre de la calle que con una Constitución en la mano proclamaba a los cuatro vientos los ideales de igualdad para todos en la tierra de oportunidades

que para muchos emigrantes ha sido el Coloso del Norte.

Cómo negar la influencia que para millones de personas han significado el modo de vida americano, su música, literatura, cinematografía, tecnología, sus múltiples patrones culturales adoptados en el ámbito planetario. El poder de atracción que Estados Unidos ha ejercido en las masas empobrecidas y perseguidas, particularmente de Europa, se hizo notar significativamente en los siglos XIX y XX, cuando millones de refugiados cruzaron el Atlántico en pos de una vida mejor. No sería menor la presencia de emigrantes provenientes de Asia y América Latina que buscan aún hoy en día las condiciones elementales de sobrevivencia que no ofrecen sus respectivos países.

Con todo, lejos han estado los sucesivos gobiernos de Estados Unidos desde su fundación, en el siglo XVIII, de hacer realidad ese ideal de democracia e igualitarismo que enarbolaron sus Padres Fundadores. Guerras de conquista, exterminio de pueblos indígenas, esclavitud, linchamiento, racismo, incorporación de territorios de los poderes coloniales en decadencia y ocupaciones neocoloniales marcan la historia de la formación de Estados Unidos como nación.

Claro que no hay que perder de vista el otro lado de esta historia: el de los rebeldes, opositores, intelectuales pacifistas, los héroes anónimos del movimiento obrero sindicalista, los activistas antisegregacionistas y en favor de los derechos civiles, las mujeres que pagaron con cárcel y represión el derecho al voto, los internacionalistas de la Brigada Lincoln en la guerra de España, los resistentes contra la guerra de Vietnam. Minorías de iconoclastas que rompían con la ideología de racismo, intolerancia política, sexismo y estrategias imperialistas promovida por las clases dominantes del Estados Unidos blanco, anglosajón y protestante (WASP).

País de paradojas, provoca que la admiración concitada a nivel mundial sólo sea comparable con el odio inducido por la estela de muerte y destrucción que para muchos pueblos ha significado la intervención de Estados Unidos en sus respectivos naciones. Particularmente en lo que respecta a América Latina, los «bárbaros del Norte» ocuparon, intervinieron o atacaron militarmente a México, Cuba, Puerto Rico, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Panamá, Granada, República Dominicana, Haití, entre otros, y coadyuvaron y apoyaron cruentos golpes de Estado, así como sangrientas dictaduras militares en casi todos los países de Centroamérica y el Cono Sur, ganándose los yanquis con creces el calificativo que fue excluido del himno sandinista de «enemigos de la humanidad».

Las preguntas que surgen son: ¿hasta qué punto son responsables los pueblos de las acciones de sus gobiernos? ¿Es posible exentar de todo yerro a los millones de personas que conscientes o por omisión apoyan una política colonial, neocolonial o imperialista llevada a cabo por gobiernos supuestamente electos democráticamente? En los crímenes contra la humanidad de Hitler y el grupo gobernante del régimen nazi, ¿son inocentes de complicidad, al menos, los millones de alemanes que apoyaron el fascismo y formaban parte de su maquinaria infernal? En las actuales guerras neocoloniales en las que se masacra diariamente a los pueblos de Irak y Afganistán, supuestamente en nombre de la democracia y la «lucha contra el terrorismo», ¿qué piensan los padres, las madres, las jóvenes esposas? ¿Sólo cuando el número de muertos y heridos del ejército de Estados Unidos comienza a incrementarse se hace conciencia de los significados de la guerra y la ocupación de un país extranjero, y eso en una minoría de dolientes? ¿No será que hasta en la muerte hay racismo y que los más de 100 mil asesinados en Irak importan poco para la mayoría del pueblo de la potencia ocupante? ¿La impopularidad creciente del actual presidente de Estados Unidos se debe a su ineficacia en la conducción de una guerra de agresión, o a la injusticia de la misma? En la época de la comunicación y de la Internet, ¿se puede aducir no saber qué ocurre en Guantánamo, en las cárceles de Irak, en las estaciones secretas de detención y tortura de la Agencia Central de Inteligencia en Europa y en otras partes del mundo? ¿El hombre y la mujer de la calle de cualquier ciudad estadunidense tienen conciencia de la agresión permanente de su gobierno contra el pueblo de Cuba durante más de 45 años? ¿Del apoyo de Estados Unidos a Somoza, Castillo Armas, Trujillo, Pérez Jiménez, Duvalier, Pinochet, Franco y cuanto dictador pro estadunidense ha existido sobre la Tierra en las últimas décadas? ¿Se han preguntado sobre las razones de un sentimiento creciente de antiamericanismo en el mundo entero? ¿Qué piensan la mayoría de científicos, técnicos, escritores, profesores, estudiantes graduados de sus prestigiadas universidades sobre el papel que está jugando Estados Unidos como principal promotor del terrorismo global de Estado? ¿Conocen la esencia contestataria de la obra de Chomsky, considerado el intelectual contemporáneo más influyente a nivel mundial?

Si algún día Bush y su grupo son juzgados por crímenes de lesa humanidad, ¿estará el pueblo de Estados Unidos libre de cualquier responsabilidad?