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La retórica de los demócratas sobre Trump y la democracia estaba equivocada

Fuentes: Jacobin América Latina - Imagen: Claire Scully

La campaña de Kamala Harris se dedicó a discutir la amenaza de Donald Trump a la democracia. El problema es que estaba muy alejada de los temas que preocupan a la mayoría de los estadounidenses.

A estas alturas, todos sabemos que la campaña de «defensa de la democracia» de los demócratas para las elecciones presidenciales fracasó. ¿Por qué?

Una de las razones es que hablar de amenazas a la democracia parecía completamente irrelevante para la preocupación número uno de la mayoría de la gente en las elecciones: la economía, en concreto el vertiginoso aumento del costo de la vida en los últimos años: alimentos, vivienda, bienes de consumo y más. Pero también está el hecho de que la forma en que los demócratas hablan de democracia no se corresponde con la forma de pensar de la mayoría de los estadounidenses.

Como ponen de manifiesto una serie de encuestas, casi todo el mundo en Estados Unidos siente que la democracia del país está amenazada, incluso los partidarios de Donald Trump. Mucho de ello tiene que ver con que ambos partidos sospechan que los líderes del otro bando conspiran para subvertirla de diferentes maneras. Pero una parte importante y poco discutida de lo que impulsa esto es el sentimiento generalizado de que la democracia estadounidense no está ofreciendo una vida decente a sus ciudadanos y ha sido capturada por el gran dinero.

En la última encuesta realizada porel New York Times y el Siena College antes de las elecciones, del 76% de los encuestados que afirmaban que la democracia estadounidense estaba amenazada, el 14% daba como razón «el gobierno/la corrupción del gobierno/los políticos/dirigentes no específicos». Esa fue la segunda respuesta más popular después de «Donald Trump», que eligió el 21 por ciento. Una mayor proporción tanto de votantes de Trump (19 por ciento) como de no votantes en 2020 (11 por ciento) eligió esa primera como la amenaza más que cualquier otra opción. El hecho de que un porcentaje bastante elevado de estadounidenses que no votan a los demócratas señalen la corrupción y el liderazgo estadounidense en general como la principal amenaza para la democracia se refleja también en otras encuestas.

En un estudio de Pew de finales de 2023, en el que solo el 27% de los adultos afirmaba que el sistema político funcionaba muy bien o bastante bien, había una serie de datos alarmantes: el porcentaje de ciudadanos que confiaba en el gobierno federal era uno de los más bajos en siete décadas, «corrupto» y «divisivo» eran las dos palabras más comunes que los estadounidenses utilizaban para describir la política, y grandes mayorías afirmaban que los políticos hacen un mal trabajo «manteniendo sus intereses económicos personales separados de su trabajo en el Congreso» (81%), que los donantes de las campañas (80%) y los grupos de interés (73%) tienen demasiada influencia en su toma de decisiones, y que el costo prohibitivo de presentarse a las elecciones impide a las buenas personas entrar en política (85%).

O fíjese en las actitudes de los votantes jóvenes, un grupo demográfico clave cuya caída en la participación y, entre los hombres jóvenes, el giro hacia Trump desempeñó un papel clave en la derrota de Kamala Harris. Una encuesta realizada en abril entre votantes de dieciocho a treinta años por la empresa Blueprint, de alineación demócrata, reveló que, en palabras de su encuestador principal, los votantes jóvenes observan la política estadounidense y «ven un imperio moribundo dirigido por gente mala»: un gran porcentaje estaba de acuerdo en que «casi todos los políticos son corruptos y ganan dinero con su poder político» (65%), que el sistema político estadounidense «no funciona para gente como yo» (51%) y que las elecciones no representan a gente como ellos (49%). En una encuesta posterior realizada específicamente entre hombres jóvenes, los encuestados estaban de acuerdo con la afirmación de que «Estados Unidos se ha convertido en una oligarquía, no en una democracia» por un margen de 20 puntos.

Claramente, para muchos estadounidenses, la cuestión de la democracia estadounidense y su supervivencia va mucho más allá de Trump. Se trata de un sistema político obviamente corrupto, en el que los donantes ultrarricos interfieren en las elecciones y las distorsionan, Wall Street y los líderes corporativos dan forma a las agendas políticas de ambos partidos, y las necesidades y deseos de los ciudadanos de a pie no están presentes en las mentes de los legisladores.

En otras palabras, cuando se trata de la democracia estadounidense y de las amenazas que se ciernen sobre ella, muchos estadounidenses tienen opiniones que no distan mucho del tipo de cosas que Bernie Sanders lleva diciendo desde hace años, incluso hace solo unos meses, cuando instó a Harris a empezar a hablar del hecho de que «cada vez más, Estados Unidos avanza hacia una forma oligárquica de sociedad».

Hay otro componente en esto: el fracaso resultante de ese sistema político corrupto a la hora de ofrecer a su pueblo el tipo de nivel de vida decente y mejorable que una vez fue la idea básica del sueño americano.

Según Gallup, solo el 28% de los estadounidenses están satisfechos con el funcionamiento de la democracia estadounidense, el porcentaje más bajo desde que empezó a formular la pregunta en 1984. Pero hubo otro momento en el que esta satisfacción cayó en picado: en 1992, a raíz de una recesión causada en parte por la quiebra de la Caja de Ahorros y Préstamos, que vino acompañada de una serie de escándalos de corrupción de alto nivel en el Congreso. (Por cierto, esa quiebra y el rescate gubernamental de las instituciones financieras que la provocaron también catapultaron a Bernie Sanders de ex alcalde al Congreso dos años antes, a caballo de un sentimiento contra los gobernantes muy extendido de «echar a los vagos»).

Aunque Gallup no formuló la pregunta entre 1998 y 2021, sí señaló dos encuestas de CNN en 2010 -dos años después del crack, cuando Barack Obama no logró salvar a los propietarios de viviendas hipotecadas ni castigar a sus depredadores- y 2016. En ambos años, la satisfacción con la democracia se situó en el 40%, siendo el segundo año en el que Trump obtuvo una sorprendente victoria electoral al imponerse en cientos de condados que técnicamente seguían experimentando una recesión. También podríamos echar un vistazo a otras encuestas que muestran de manera similar que la confianza en las instituciones gubernamentales se desplomó en 2010, con la confianza en la presidencia, en particular, cayendo bruscamente entre 2009, el año de la toma de posesión de Obama, y 2010.

«No es ninguna sorpresa que la confianza en el gobierno caiga en tiempos de dificultades económicas», declaró Pew en su momento. «Históricamente, la confianza en el gobierno se corresponde con medidas más amplias de satisfacción con el Estado de la nación y el estrés económico».

Todo esto no quiere decir que los líderes progresistas deban abstenerse de denunciar los esfuerzos de Trump o de cualquier otra persona para robar elecciones, pisotear las libertades civiles o subvertir de otro modo las instituciones democráticas. Pero sí sugiere que hay una forma diferente de hablar sobre la democracia y la necesidad de salvarla que puede unir el tipo de mensaje que hemos escuchado de Harris en los últimos meses con uno que aborde las preocupaciones económicas de los votantes y su desilusión con un sistema político corrupto.

La pregunta para los demócratas es: ¿hay alguien en el partido capaz de transmitir ese mensaje? La pregunta merece la pena hacerse no solo porque están profundamente vinculados a este sistema corrupto y dependen, como Harris, del apoyo financiero masivo de los mismos intereses especiales y donantes que los votantes consideran que socavan la democracia. Sino porque, con Sanders -alguien que se ha pasado la carrera arremetiendo contra estas fuerzas con implacable coherencia y que construyó su ascenso político rechazando en voz alta las donaciones de multimillonarios y empresas- fuera de juego, ¿hay alguien que tenga siquiera la credibilidad para hacerlo?

Traducción: Natalia López

Fuente: https://jacobinlat.com/2024/11/la-retorica-de-los-democratas-sobre-trump-y-la-democracia-estaba-equivocada/