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La revolución marroquí está en marcha

Fuentes: www.20fevrier.com

Traducción Susana Merino

¡Majestad! Hubiera deseado no tener que escribirle. La primavera árabe que agita al mundo me obliga. Hubiera preferido hacer la apología de un Marruecos moderno y democrático en lugar de insistir sobre el mal que lo roe. Cuántos lamentos, cuántas desilusiones, cuánta rabia frente al derroche incitado por tanto poder y tanta vanidad. El rey de los pobres ha dado rápidamente paso al hombre de negocios, rodeado de viles cortesanos. Hubiéramos querido encontrar en usted un jefe de Estado que velara por la aplicación de la ley con un proyecto de sociedad, no un promotor hotelero o un jefe de obras.

Esperábamos que usted fuese el hombre que compartiera nuestros sueños y nuestro pan cotidiano, en lugar de amordazar nuestras libertades, matar la esperanza que habíamos depositado en usted y expulsar a los espíritus probos para quedarse solo con los sospechosos. La comprobación es simple, la monarquía se duplica del mismo modo que el servilismo del majzen (el todopoderoso aparato del Estado marroquí, basado en la fidelidad al rey).

El rey de los marroquíes tiene el deber de escuchar otra campana, no solo la de ¡Allah Ibarak fi Amar Sidi! (¡Dios bendiga la vida de nuestro señor!) entonada por su entorno en su honor como una falsa cantinela. El destino podría haberle jugado una mala pasada y hacerlo nacer en Sidi Moumen, por ejemplo. Entonces los millones acumulados, los miles de autos, barcos, palacios, residencias, gastos y lujos fastuosos deberían haber valido menos a sus ojos que el amor del pueblo hacia usted cuando asumió el poder en 1999.

Poco tiempo después, Fuad Ali El-Himma y Mohamed Mounir El-Mayidi se transformaron en los dueños del país gracias a su cercanía a su gran amigo el rey. Fagocitaron todos los espacios, las finanzas, la economía, la cultura, los deportes, la política, asqueándonos de todo, como un juego de sucios muchachos (la’b adrari), sometiéndonos a todos al capricho de las ganancias rápidas y los negocios fáciles, dilapidando el capital de simpatía que el pueblo tenía por usted y transformando a Marruecos en una jaula de locas en la que los pies han reemplazado a la cabeza. Estos empleados de la brujería han sofocado el juego político, arruinado la competencia económica, dilapidado en caprichos el tesoro público y pisoteado el contrato constitucional de defender los intereses del pueblo. Ellos actúan en su nombre, usted es, efectivamente, el garante de sus actos. Deben irse, son un peligro para usted y un obstáculo para el desarrollo del país.

El clan El-Fassi se adueña de la identidad marroquí engendrando arbitrariedad y desigualdad. Han acaparado las mejores funciones y las más altas remuneraciones. Apoyando a los suyos, aún en el error, el palacio gratificó a Abbas, con el cargo de primer ministro, cuando estaba denunciado por el asunto Annajat (un enorme escándalo por el que en el 2003, 30.000 jóvenes huelguistas fueron víctimas cuando el señor El-Fassi era ministro de trabajo). En un Estado de derecho cada uno es responsable y debe hacerse cargo de sus actos, hasta el mismo rey.

Ante este universal deseo de libertad cada vez más irreversible, ¿cómo puede mantenerse al margen detrás las opacas cortinas de un Estado sin derecho? La huida de los presidentes tunecino y egipcio, los señores Ben Ali y Mubarak, el inminente fin del presidente yemenita Saleh, la seguramente trágica salida del líder libio Muamar el Qaddafi, muestran de que manera terminan los más despiadados tiranos. Isabel y Juan Carlos siguen existiendo, como realidad simbólica e histórica. Sus pueblos los respetan, pero les imponen restricciones y les piden cuentas. Ni la reina de Inglaterra ni el rey de España desmerecen, porque cumplen su destino en el marco de la democracia. No es hora de diversiones, de viajes de placer ni de escenas deslumbrantes. Usted debe arremangarse y trabajar con altruismo, con transparencia, debe cumplir su misión. De lo contrario, Marruecos dejará de ser la concesión exclusiva de los Alauitas.

Al principio, usted despertó expectativas e iluminó de esperanza la mirada de la gente común. El pueblo le manifestó su drama y su rechazo a las tiranías y las injusticias. Su madurez y su gran discreción son elogiables, una última oportunidad a no descuidar. Es usted quién debe anticipar las reformas y proponer elecciones transparentes. Un gobierno de unidad nacional con una hoja de ruta de acuerdo con los cambios que el pueblo desea puede apaciguar su cólera.

Su responsabilidad ante la historia es responder adecuadamente a su llamado, porque de el depende el destino de su monarquía constitucional, garantía de estabilidad y de unidad de Marruecos. Sea para su pueblo el guía que espera. Extenuado por el ruido de las cadenas que traban sus pasos, grita para reencontrar su dignidad entre los pueblos y reivindica el estado de derecho.

La revolución está en marcha. ¿La hará usted o se hará contra usted? Si la hace usted será necesario dar el ejemplo y guiar al pueblo por el camino de la libertad, la justicia social y la democracia. Si la inicia usted, todos nos movilizaremos en esa noble empresa. Si usted continua simplemente figurando, la revolución será contra usted. Y en ese caso, la ola lo arrasará todo a su paso.

La cólera de los desheredados no tiene matices. Los actos terroristas del 16 de mayo de 2003 (cinco atentados suicidas en la ciudad de Casablanca) han dado una señal. Esa señal le ha sido dirigida por una juventud destruida por la desesperación y cuya única salida es la droga o la muerte.

Su sistema, incapaz de decodificar el mensaje y de rectificar la dirección a que apunta, ha reimplantado las prácticas del pasado, en el sentido más inicuo, más bárbaro, en nombre de la lucha antiterrorista, reinando contra nosotros mediante una palabra, una caricatura , una noqta (una broma) referida a la familia real; signo patológico del majsen que sobrevive a Hassan II.

Tan triste como pueda ser para usted este discurso, quiero convencerme de que usted respeta a los hombres sinceros. Nunca he tenido para ofrecerle al país más que me habla franca y mi integridad, país en el que imaginamos hermosos sueños en nuestra juventud. Asumo hasta el final mi papel de intelectual turbador, para sentirme en paz con mi conciencia. A usted le toca ahora estar en paz con la suya.

*Abdelhak Serhane, es escritor

http://www.20fevrier.com/?p=1157

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