Tras la «súper tormenta» causada por el Huracán Sandy, Nueva York lucha incansablemente por recuperarse, pero las noticias indican que muchos servicios básicos no podrán restablecerse hasta dentro de algunas semanas. Ahora es el momento de plantearse una reflexión: cómo ha podido ocurrir semejante desastre, sobre todo porque NUEVA YORK ESTABA ADVERTIDA. Traducido del inglés para Rebelión por Teresa Benítez
«Oh Dios del Dólar Todopoderoso» -gritaba la voz presa del pánico, al tiempo que su dueño, un señor de Wall Street, caía en la cuenta de que realmente estaba inmerso en aguas profundas-, «¿cómo has podido abandonar a tus devotos y a tus fieles?». Pero, aunque esta pobre alma se elevaba, plegaria tras plegaria, hacia lo que se había convertido en sus deidades sagradas -las del Narcisismo, la Arrogancia y la Avaricia-, la realidad entró arrasando como el huracán que era, inundando Wall Street y muchas otras zonas colindantes.
Los Antiguos conocían las consecuencias de adorar a dioses falsos, y hoy ojalá que muchos estén aprendiendo una lección que había quedado olvidada durante mucho tiempo; olvidada a pesar de que las dimensiones bíblicas de la tormenta Sandy se habían predicho un año antes (para algunos, las predicciones de dicha destrucción comenzaron a realizarse nada menos que hace diez años).
En 2011, un informe realizado por el Estado de Nueva York sobre el impacto del cambio climático advertía sobre las posibilidades de una inundación de la que hoy el mundo entero es testigo gracias a los medios de comunicación. Nueva York estaba avisada, e incluso se le había vuelto a advertir justo este septiembre.
En septiembre, un artículo de The New York Times titulado «Críticos advierten de que Nueva York llega tarde ante el riesgo de crecimiento del nivel del mar», contenía comentarios realizados por el profesor Klaus Jacob, autor principal de la sección de transporte del informe. En ellos, Jacob planteaba que si el aumento de la marejada provocado por el Huracán Irene hubiera sido unos treinta centímetros superior, «los túneles del metro se habrían inundado, algunos tramos de la avenida Franklin D. Roosevelt y de carreteras adyacentes al río Hudson se habrían convertido en ríos, y ciertos tramos del trazado del tren de cercanías habrían quedado infranqueables o desprovistos de electricidad».
Pues bien, parece que el profesor Jacob estaba en lo cierto, sobre todo cuando señala que algunos de los túneles del metro de Nueva York que van por debajo del río «habrían quedado inservibles durante casi un mes o más, y habrían provocado una pérdida económica de alrededor de 55.000 millones de dólares». El informe planteaba que la ciudad de Nueva York debía invertir entre diez mil y veinte mil millones para evitar dichos desastres; pero no se hizo. No se tomó la decisión acertada.
Añadiré que The Times cita a Jacob diciendo que estaba «decepcionado de que la clase política no haya reconocido que estamos jugando a la ruleta rusa».
El año pasado, los activistas de Occupy Wall Street , irrumpieron en el centro financiero de Nueva York; este año la Madre Naturaleza ha decidido salir a manifestarse personalmente. La ruleta rusa es un juego peligroso.
Bloomberg News ha informado de que para poder restablecer totalmente el servicio el metro de Nueva York «serán necesarias semanas de trabajo y decenas de miles de millones de dólares»; y, al igual que el servicio «limitado» de metro se ha reanudado, no hay fecha para reabrir el servicio que se sirve de los túneles que cruzan el río de un lado a otro. Y a esto hay que añadir el alumbrado eléctrico, por no hablar de que la electricidad de Manhattan se suministra bajo tierra, un terreno que se calcula que tardará días en secarse.
No voy a agregar nada más en cuanto a los efectos corrosivos que el agua salada que ha inundado Nueva York tendrá en el tendido eléctrico. Y mejor no pensar demasiado en «el coste humano».
El Neoliberalismo y su Iglesia del Dólar Todopoderoso nunca se han interesado por el calentamiento global – ¡lo único importante es el dinero y las finanzas!-. Y por tanto, es posible que haya «un rayo de luz» hacia el dinero y las finanzas que Frankenstrom ha robado como un vándalo, pero solo si no se niega la llamada de atención de este último. Sin embargo, la capacidad de negación parece ser el recurso renovable preferido de mucha gente.
Yo nací y crecí en la ciudad de Nueva York y a veces realmente lo echo de menos. Solía pescar en Breezy Point, la zona donde más de un centenar de casas se quemaron, y una vez, cuando era joven, incluso trabajé en Wall Street. Esos lugares sobre los que la gente está leyendo ahora eran mi hogar. Pero quizás, más que el clima, será la gente la que cambie también y a veces de una forma tan destructiva como Sandy lo ha hecho.
La indiferente e insaciable avaricia de algunos ha causado mucha destrucción sin sentido por muchos niveles de la sociedad; tanta que nos ha arrebatado lo mejor de nosotros. Aquellos que cínicamente (y a menudo, egoístamente) han desestimado los efectos del calentamiento global, todavía pueden triunfar destruyendo lo que ha quedado; el hecho de que ni Obama ni Romney tocaran el tema en sus debates habla por sí solo.
Según una encuesta realizada en octubre por Pew Research, el 85% de los demócratas y el 48% de los republicanos cree en el calentamiento global. En cuanto al resto, la capacidad de negación parece ser su recurso renovable favorito; un recurso cuyo coste aumenta más y más.
Ante el cambio de los valores que definían Estados Unidos y la expansión del neoliberalismo, muchos de nosotros hemos argumentado que los efectos de este son tan devastadores como los de Sandy -aunque, por supuesto, no tan fácilmente visibles-, pero lo que realmente debería quedarnos claro es lo que puede ocurrir si uno anda adorando las cosas equivocadas, y la devastación de Nueva York es un claro reflejo de lo que puede pasar.
* Ritt Goldstein es periodista de investigación sobre temas políticos. Estadounidense, actualmente reside en Suecia. Su trabajo ha aparecido en numerosas publicaciones por todo el mundo, entre ellas, The Christian Science Monitor , de Estados Unidos, Sydney Morning Herald , de Australia, El Mundo , de España, Wiener Zeitung , de Austria, Asia Times de Hong Kong, y un gran número de otros medios de comunicación global.