Obama sonríe. Su mujer lo imita. Con ambos, en la foto, George W. Bush y Laura, la mujer del genocida serial. Barak y Michelle, sonríen, con todos sus dientes. El matrimonio Bush hace una mueca, un hilo entre los labios. Se van. Especialmente él, aportando lo suyo: Guerras, invasiones, hambrunas, matanzas, una escandalosa crisis financiera, […]
Obama sonríe. Su mujer lo imita. Con ambos, en la foto, George W. Bush y Laura, la mujer del genocida serial.
Barak y Michelle, sonríen, con todos sus dientes. El matrimonio Bush hace una mueca, un hilo entre los labios. Se van. Especialmente él, aportando lo suyo: Guerras, invasiones, hambrunas, matanzas, una escandalosa crisis financiera, más fracaso de socialización capitalista, desesperación migratoria. Una lacra tras otra. Los cuatro sonríen, ¿acaso la vida es rosa?
Guantánamo y sus vejámenes; control social policíaco, espionajes: por Internet, en las ciudades -cámaras y más cámaras-, casa por casa, hombre a hombre. Es lo que hay. Y torturas programadas, salpicadas por Europa, y reivindicadas desde Washington. Bases militares yanquis al acecho en Asia, África, Latinoamérica, Europa, Oceanía. Misiles y escudos antimisiles. El mundo, todo, convertido en un «oscuro rincón». Pero Bush se va detrás del cortinado, no así el resto de la parafernalia mafiosa. El monstruo escupe la vida de miles de millones de personas a plena luz del día.
Se va Bush y sonríe. Obama, también, y recién llega. Sonríen juntos. Amnesia y protocolo. Protocolo y amnesia. Son las cosas del querer: tratar con el genocida. Pactar con él. En la página dos del mismo diario -El País, de España, del ocho de noviembre de este año- otra foto. Obama lleva a Bush, tomándolo del brazo. Van por una galería, ellos sabrán: la vida es rosa, la Casa Blanca y la «esperanza negra». Amnesia y protocolo. Protocolo y amnesia; alimento del imaginario colectivo: mascar poco, degustar menos, tragarlo todo. No sólo en EE.UU. juran y perjuran que Obama tapará el agujero de ozono con un dedo y que caminará sobre las aguas; aun cuando haya dicho que «no será fácil sacar la cabeza del pozo negro» (¿sic?).
Días después de las fotos citadas, el mismo diario coloca en portada la imagen de trabajadores arrojando piedras, huevos y botellas, contra las oficinas de la automotriz Nissan, de Barcelona. Fueron anunciados miles de despidos, en tanto otros miles -en distintas áreas de la economía, incluidas las de comunicación- fueron despedidos. Millones de puestos de trabajo se encaminan al tacho de la basura y los salarios quedan desamparados de todo rescate capitalista. Recesión, suspensiones, desempleo. El presente en llamas, con el terrorismo de mercado reciclando impunidades a punta de marcarles las barajas a las cumbres, del G7 + 1, del G 20 y de todos los grupos de países que piden no quedarse afuera del tejido de un, ahora llamado, -otra vez-, «Nuevo Orden». Coperfield, David, inyecta humos de colores y familias completas marchan hacia la guillotina.
Obama pide a Bush, antes de que se vaya, por la salud de la Ford, de Chrysler y de la General Motors. Imposible no pensar que, ocurra lo que ocurra, los amos del dinero entran y salen, invariablemente, por la puerta grande, mientras sus gerentes acomodan las cargas. El sistema hace acrobacia, a distancia más que peligrosa de una red deshilachada, lo que no quita que haya empresas sacando cuentas de fabulosas rentas para el año en curso. Sin embargo, Sarkozy quiere refundar lo fundido y otros lo apoyan. Bush no, claro que no. No hay nada para refundar, ni nada se ha fundido. No dramaticen, dice, al cabo -como siempre- una masa multimillonaria de «idiotas» pagará los platos rotos.
En el acabose de la desvergüenza: el FMI opina, el Banco Mundial, advierte, la Organización Mundial del Comercio, diseña nuevas rutas, los banqueros están ahí, los monopolios empresariales especulan: «nosotros podemos ganar cuesta arriba o cuesta abajo y, también, en el llano. Simplemente va cambiando el terreno (Marcos de Quinto, Presidente de Coca Cola, de España). Ni un paso atrás. El saqueo continúa, por aire, por tierra y por mar.
Obama ha comenzado la cuenta regresiva si es que quiere cambiar algo. Como mínimo, para que no todo sea una humorada indigna deberá llevar contra el paredón a los asesinos escudados detrás de la mano invisible del mercado.
«La crisis financiera puede llegar a convertirse en una crisis humanitaria», lo aseguró Ban Ki Moon, secretario general de la ONU. ¡Chocolate por la noticia! Hace rato que vivimos una lacerante realidad, en la que unos miles, por citar a algunos comen las sobras que les caen a la calle desde los restoranes de Los Angeles -EE.UU.- y unos cuantos pasan sus noches dentro de sarcófagos de cartón en las veredas metropolitanas de Europa.
Para salir del chiquero, Obama tendrá que caminar sobre las aguas y Coperfield inventarse un truco que deje con la boca abierta a seis mil trescientos millones de habitantes. Pero, cuidado, la ilusión y el ilusionismo también están en crisis. La Verdad siempre es concreta.
Juan Carlos Camaño
Presidente de la FEDERACION LATINOAMERICANA DE PERIODISTAS – FELAP –