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La vuelta del monroísmo

Fuentes: La Jornada

Estados Unidos ha logrado instalar una base militar en el Chaco paraguayo. Aunque el gobierno de Paraguay afirma que el reciente ingreso de militares de ese país sólo responde a un acuerdo temporal para el entrenamiento de sus fuerzas armadas por soldados estadunidenses, el convenio puede ser prorrogado automáticamente el último día de 2006. Reportes […]

Estados Unidos ha logrado instalar una base militar en el Chaco paraguayo. Aunque el gobierno de Paraguay afirma que el reciente ingreso de militares de ese país sólo responde a un acuerdo temporal para el entrenamiento de sus fuerzas armadas por soldados estadunidenses, el convenio puede ser prorrogado automáticamente el último día de 2006. Reportes de prensa dan cuenta de la construcción de una gran instalación en el pueblo militarizado de Mariscal Estigarribia, capaz de recibir transportes Galaxy y bombarderos B-52 en una pista de 1800 metros de longitud y de alojar hasta 14 000 efectivos totalmente equipados. El ingreso de las tropas fue aprobado por el Congreso de Asunción en mayo pasado. Además les otorgó inmunidad ante los tribunales nacionales no importa qué delito cometan en cualquier lugar del territorio, por el que tendrán libertad incondicional para moverse. La base está situada cerca de la triple frontera, donde se unen Brasil, Argentina y Paraguay. Como se recordará, desde hace años el aparato de propaganda de Washington viene agitando el fantasma de las supuestas «células durmientes» de Al Quaeda en esa zona, atribuyéndolas a la población de origen sirio y libanés que reside en ella. Ahora se percibe claramente que esta patraña formaba parte de la guerra sicológica para justificar la presencia de estas tropas en un sitio de excepcional importancia geoestratégica para los planes de control de los recursos naturales y de represión de los movimientos sociales de la región.

Con esta base, Estados Unidos establece una cabeza de playa en pleno MERCOSUR, justo en el eje del acuífero guaraní -la tercera reserva de agua potable del mundo-, se coloca a tiro de cañón de los campos gasíferos de Bolivia y amenaza al movimiento popular de ese país, que exige la nacionalización de los hidrocarburos. Sumándole las bases ya establecidas en Perú, Ecuador, Colombia y Antillas Holandesas ha logrado rodear la Amazonía, con su gran riqueza en biodiversidad, y a Brasil, con un dispositivo militar que facilita la rápida recepción en cualquier momento de un gran cuerpo expedicionario para actuar en América del sur. El monroísmo militar está de vuelta entre nosotros, sólo que ahora ha desbordado el Caribe y América Central para desplegarse de norte a sur en América Latina. Después del traspaso a Panamá en 1999 de las instalaciones del canal, donde se asentaba el Comando Sur(CS) de Estados Unidos, han proliferado maniobras conjuntas de sus fuerzas con ejércitos latinoamericanos y pequeñas bases militares, que ahora abarcan desde El Salvador hasta Paraguay, sin contar las anteriormente existentes en el Caribe. A nadie debe sorprender este desarrollo cuando los jefes del CS han venido planteando ante comisiones del Congreso en Washington que los peores enemigos de Estados Unidos son el «narcoterrorismo», la inestabilidad política y el surgimiento de movimientos radicales «populistas» en América Latina. No se necesita ser un experto para darse cuenta que esta criptografía describe a la guerrilla en Colombia, a los movimientos populares en la región y al gobierno de Hugo Chávez.

En esta etapa, Washington ha optado por reafirmar su dominación sobre América Latina apelando a instrumentos económicos, políticos y militares de corte colonial. Esto se ve muy claro en la aplicación de las políticas neoliberales que han despojado de sus empresas y erosionado a los Estados nacionales y subordinado al extremo a las burguesías y políticos criollos. Se aprecia en los leoninos tratados de libre comercio, en el proyecto del ALCA y en los intentos de uncir los aparatos de seguridad y los ejércitos latinoamericanos a la «guerra contra el terrorismo», que es una guerra contra los pueblos. Los «terroristas» ocupan ahora el lugar de los «subversivos» en la época de las dictaduras basadas en la doctrina de seguridad nacional. Ejemplo de ello es el Plan Colombia, que no sólo está dirigido contra la guerrilla sino contra todos los que cuestionan el orden establecido. Se cuentan por cientos los sindicalistas y activistas de derechos humanos asesinados o desaparecidos en el país andino en los últimos años.

Frente a este amenazador despliegue militar imperialista en América Latina, convendría estudiar por todos los que se le oponen, la exitosa lucha mediante la cual un gran movimiento nacional y local en Puerto Rico logró la expulsión de la marina estadunidense de la isla de Vieques.

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