¿Quién es el candidato que votó en favor del muro fronterizo, apoya el derecho a las armas de fuego, desea ampliar el apoyo federal a las iniciativas sociales religiosas, favorece la pena de muerte, advierte que la mayor amenaza al mundo es un Irán con armas nucleares, votó por financiar la guerra en Irak, aprueba […]
¿Quién es el candidato que votó en favor del muro fronterizo, apoya el derecho a las armas de fuego, desea ampliar el apoyo federal a las iniciativas sociales religiosas, favorece la pena de muerte, advierte que la mayor amenaza al mundo es un Irán con armas nucleares, votó por financiar la guerra en Irak, aprueba el espionaje del gobierno a los ciudadanos y ha recibido enormes donaciones de Wall Street?
Si usted respondió John McCain, es correcto. Pero si dijo Barack Obama, la respuesta también sería la correcta.
El «pragmatismo» político en este país, según los asesores electorales, obliga a los candidatos presidenciales a proceder hacia el llamado «centro» para poder ganar y así, después de asumir posiciones supuestamente «liberales» durante las elecciones internas, la campaña de Obama ha dado una vuelta hacia la derecha. Esto ha provocado protestas entre algunas de sus bases más fieles, aprobación por los «expertos» en el juego electoral, y cierto escepticismo entre otros por comprobar que a pesar de toda la retórica de «un cambio», todo indica que es más de lo mismo.
Obama ha sido un jugador político cauteloso, y su pragmatismo no es nuevo. Por ejemplo, a pesar de su apoyo a una reforma migratoria integral, votó en el Senado a favor -junto con Hillary Clinton y John McCain- por la llamada Acta de Barda Segura, o sea el muro fronterizo, el 29 de septiembre de 2006. Un año y medio después, en las elecciones primarias repudió el muro (como la mayoría de la opinión pública demócrata en Texas).
Igual con la guerra en Irak. Aunque uno de los factores claves en el triunfo de Obama en las elecciones internas del Partido Demócrata fue su oposición a la guerra contra Irak desde un inicio (Hillary Clinton votó en favor de la autorización para la guerra; Obama aún no era senador en esas fechas), él sí ha votado para aprobar el financiamiento de esa guerra en los últimos años.
Los giros se multiplican
Pero en los últimos días, los giros en sus posiciones se han multiplicado a tal grado que marean.
La semana pasada Obama primero declaró que «un retiro (de las fuerzas estadunidenses en Irak) sería dictado por la seguridad de nuestras tropas y la necesidad de mantener estabilidad» y que después de hablar con los comandantes de las fuerzas estadunidenses, buscaría «perfeccionar mis políticas». Fue tan dramático el giro -implicaba abrir la posibilidad de abandonar su promesa inicial de retirar tropas- que fue obligado a convocar una segunda conferencia de prensa para reafirmar: «tengo la intención de dar fin a esta guerra», y mantener su plazo de 16 meses para el retiro de las tropas de combate (dejando algunas «residuales» para «operaciones antiterroristas»).
En otros rubros, el cambio de posición ha sido más definido. Obama expresó su acuerdo con el reciente fallo de la Suprema Corte de Justicia contra leyes locales de control de armas de fuego, y celebró el derecho constitucional de los ciudadanos de tener armas (mientras que alcaldes y jefes de policía, incluyendo los de su propia ciudad de Chicago, denunciaban la decisión judicial).
Después de oponerse desde hace meses, recién anunció su apoyo a la legislación promovida por el gobierno de George W. Bush para ampliar el poder del gobierno en espiar a ciudadanos (de hecho, esto provocó que miles de sus simpatizantes protestaran su nueva posición en el mismo el sitio de Internet de la campaña de Obama).
En búsqueda del voto religioso, Obama ha propuesto ampliar el programa lanzado por Bush que otorga fondos federales a iniciativas sociales de organizaciones religiosas, a pesar de que esta iniciativa ha sido criticada por sus implicaciones sobre la separación de la Iglesia y el estado y que Bush lo usa para promover la agenda conservadora favorecida por los cristianos de derecha.
Por otro lado, Obama recién reiteró su apoyo para la condena de muerte.
En el ámbito de política económica, Obama ahora elogia el «mercado libre» e intenta minimizar sus críticas a los acuerdos de libre comercio explicando que sus declaraciones contra el TLC durante las primarias tal vez fueron «sobrecalentadas» y «amplificadas» por la batalla electoral. Por cierto, recién contrató a Austan Goolsbee, de la Universidad de Chicago, y a Jason Furman del Brookings Institution como asesores económicos pagados, ambos conocidos como «neoliberales» y campeones de la «globalización» en el molde de Robert Rubin, el ex secretario del Tesoro de Bill Clinton.
En cuanto a política exterior, recién convocó a su nuevo grupo de trabajo sobre seguridad nacional, cuyos integrantes de mayor perfil incluyen a Madeleine Albright, ex secretaria de Estado, Anthony Lake, ex asesor de Seguridad Nacional; el ex secretario de Defensa William Perry y el ex representante Lee Hamilton.
En sus nuevas posiciones y en las caras de sus asesores de alto perfil, no se ve ni se siente el tema de «cambio» que llevó a Obama hasta este punto en la elección. Pero según algunos «expertos», es obligatorio buscar el «centro vital» (palabras de Bill Clinton) para ganar la elección general.
Obama insiste en que no hay ningún giro, sino que todo esto es parte de algo «nuevo» en la política. Hace poco declaró que «la opción en esta elección no es entre izquierda o derecha, no es entre liberal o conservador, es entre el pasado y el futuro».
«El gran deseo de un candidato presidencial es que sea percibido como pragmático, y espera que sus maniobras y giros serán vistos como algo para servir un propósito más elevado. No implican que son completamente insinceros», comentó el historiador presidencial Robert Dallek al New York Times.
Para el estratega centrista Matt Bennett, todo esto demuestra que Obama es «un buen político, está haciendo todo lo que puede para que la gente entienda que gobernará como un moderado pos-partidista», dijo al Los Angeles Times.
Para la comentarista liberal Arianna Huffington, esto es un error. «Buscar el centro en un intento para atraer a votantes aún indecisos no funcionó para Al Gore en 2000, no funcionó para John Kerry en 2004» y no funcionó cuando el estratega de Hillary Clinton, Mark Penn, lo intentó en este mismo año, advirtió en el Huffington Post.
Se verá si «sí se puede».