Un tren corre por el aire fresco invernal una noche, sus ruedas girando sobre rieles de hierro hasta que pequeñas chispas estallan en llamas, provocando un descarrilamiento. Y en un abrir y cerrar de ojos, un pueblo en el oeste de Ohio se vuelve la más reciente escena de un desastre. Algunos de los vagones llevan cloruro de vinilo, y las llamas generadas por el gas arrojan oscuras columnas de aire envenenado al cielo de la madrugada. El pueblo de East Palestine irrumpe en convulsiones de miedo y furia, en un estruendo.
¿Cómo pudo pasar esto? ¿Cómo? Una manera es la táctica de los políticos deseosos de complacer a los votantes: recortar impuestos. ¿Saben qué más han promovido? La desregulación. Otro apreciado reductor de costos. ¿Sí o no? Pero la desregulación, esa medida favorita de los conservadores, también ha cortado algo más. La seguridad. El desastre que azotó a East Palestine dará a sus residentes palpitaciones de corazón y graves inquietudes durante generaciones, por lo menos.
¿Cuántos dolores de cabeza, tipos de cáncer, o enfermedades desconocidas pueden resultar de este masivo derrame químico? Nadie sabe realmente. La desregulación provoca desastres innecesarios. Significa, como dice el dicho, que lo barato sale caro. Y todavía puede costar más vidas.
Con amor, sin miedo, soy Mumia Abu-Jamal.
3 de marzo de 2023