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Las máscaras de Obama

Fuentes: La pupila insomne/Rebelión

La historia del sistema capitalista y su denominada democracia, proclamada al mundo como forma de gobierno a nivel mundial; tiene en los Estados Unidos de Norteamérica su principal expositor. En este sentido los presidentes electos representan el mayor nivel decisorio, en apariencia, de los destinos económicos, políticos y sociales de este gran país. Desde el […]

La historia del sistema capitalista y su denominada democracia, proclamada al mundo como forma de gobierno a nivel mundial; tiene en los Estados Unidos de Norteamérica su principal expositor. En este sentido los presidentes electos representan el mayor nivel decisorio, en apariencia, de los destinos económicos, políticos y sociales de este gran país. Desde el siglo XIX varios de los gobernantes han legitimado la idea de poseer las atribuciones para desarrollar políticamente y bajo su dirección los destinos de Cuba. A pesar de sus esfuerzos, la isla permanece en manos cubanas, con un sentido propio de independencia y libertad.

Después de instaurar la época republicana en 1902, bajo el gobierno de Tomás Estrada Palma; se sucedieron numerosos gobiernos signados por la marca de la corrupción, el peculado- y distintas formas dictatoriales. El golpe de estado ejecutado por Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952, cerró la etapa de la república de la democracia representativa y puso al frente del país una dictadura asesina, a la cual respondió el pueblo con la única respuesta capaz de rescatar el poder del gobierno: la «lucha Armada». Es así como un grupo de vanguardia toma las armas y emprende la guerra contra el tirano, hasta vencer y regir el país a partir del 1º de enero de 1959.

El presidente norteamericano Eisenhower, desde antes del triunfo revolucionario, trató de que los rebeldes cubanos no llegaran a tomar el poder y sus instrucciones a la CIA fueron precisas en este aspecto. Desde esos instantes, se desarrolla a velocidad vertiginosa la agresión permanente contra nuestra patria: sabotajes, bombas, incendios y guerra sicológica. Son los métodos usados en esta primera etapa, que culmina con la preparación de mercenarios para ejecutar la llamada invasión por Playa Girón, heredada por John F. Kennedy.

Posteriormente, los hermanos John y Robert Kennedy continuaron la política agresiva, donde se llegó a delinear y aprobar la «Operación Mangosta«, que incluyó diversos planes para eliminar al Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, incluso algunos de ellos vinculados con la mafia. Estos planes, fueron descubiertos y abortados por el trabajo de la Seguridad del Estado Cubano. Después de Kennedy, pasaron por la primera magistratura del coloso del norte los gobiernos de Johnson, Nixon, Ford, Reagan, Bush padre, Carter, Clinton y Bush hijo; los cuales mantuvieron la misma política contra Cuba en sentido general, con más o menos espíritu beligerante. La era de George W. Bush, marcada por su concepción extrema de lograr la primacía mundial de su sistema, hundió a este gran país en una debacle económica y desprestigio a nivel mundial.

Ante la situación de crisis de imagen y estabilidad del sistema había que buscar una solución, que tendiera a mejorar la imagen y ofreciera a la población norteamericana y a la opinión pública mundial un aliciente para mantener la preponderancia y el mandato en todo el planeta. Así de las filas del partido demócrata surge la propuesta de un candidato, casi desconocido, un senador de antigua vinculación con los círculos de control económico y militar del país, hijo de un kenyano y de madre estadounidense, con un mensaje fresco, asentado sobre una palabra altamente sugestiva: CAMBIO. Nace la propuesta al pueblo norteamericano y al resto del mundo del nombre de Barack Obama, mestizo de fácil palabra, y con una imagen nueva para poder entrar al círculo de los mandatarios de los E.E.U.U.

La mayor parte del mundo, incluido su propio país, vio renacer las esperanzas después de la catastrófica era de Bush. Algo tendría que pasar en beneficio de todos, en la forma desarrollar un gobierno más realista, con el propósito de mejorar la imagen ante el mundo en una nueva era: «La era de Obama».

A la palabra CAMBIO, el candidato a la presidencia asociaba las mejoras que aspiraba llevar su gobierno en el entendimiento de la problemática en las distintas áreas geográficas, con una comprensión mayor por parte de Norteamérica y variados temas como el de los inmigrantes, la guerra de Iraq, los abusos y torturas cometidos a partir de la denominada «ley patriota», surgida después de los luctuosos hechos del 11 de septiembre, y de un mayor vínculo hacia los países con los cuales no había un buen grado de comunicación de los anteriores gobernantes. En ese clima se generó a escala mundial un sentido claro de esperanza. Enfrentar una corriente de esperanza – que es lo último que se pierde- obligaba a tomar con cautela los pasos a dar, antes de dar la oportunidad al candidato demócrata, de mostrar su verdadera cara ante el mundo. El problema en esencia era ver en la realidad hasta qué punto Obama era capaz de cumplir sus promesas de campaña.

Realmente, la crisis de gobierno, heredada de Bush hijo, no resultaba fácil de paliar, los gastos de las guerras de la anterior administración, sumaban billones de dólares que pesaban directamente en el pueblo del vecino país; así como la muerte de cerca de 5000 soldados estadounidenses y de un millón de iraquíes, la mayor parte de estos calificados como daños colaterales. Se inicia la desilusión con el llamado cambio de Obama con la ratificación de Robert Gates en su mismo cargo de Secretario de Defensa del anterior gobierno y la designación como su asesor personal, a un viejo halcón sionista como Rahm Emmanuel.

No se cerró la prisión de la Base Naval de Guantánamo, no se retiran de Iraq, los responsables de muertes y torturas no se juzgan. Frente a la crisis económica, lejos de ver la situación de la población, resuelve los deficits de los grandes bancos y apuntala el papel rector de Wall Street. Con referencia al tema cubano, sus promesas quedan cortas; se mantiene el bloqueo y las limitaciones al ciudadano norteamericano para poder viajar a Cuba, el diálogo se hace un problema teórico y condicionado, lo cual resulta inaceptable para la Isla; incrementa la agresividad alentando la «disidencia», aumenta el presupuesto para estos fines y la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba eleva su accionar en la realización de actividades tendentes a la subversión interna. Por otra parte, establece acuerdos para la instalación de bases militares en Colombia y Panamá y vertebra el papel de la IV Flota Naval de U.S.A en el Atlántico y el Pacifico que circunda nLatinoamérica y el Caribe.

Los gastos militares aumentan, al mantener las tropas en territorio iraquí y amplifica la participación de los soldados del ejército norteamericano en Afganistán, donde ensayan nuevos métodos de enfrentamiento con aviones robotizados, los cuales bombardean a la población y causan múltiples muertes a civiles de distinto sexo y edad. En Honduras ,después de una posición timorata se ve precisado a apoyar el gobierno de facto, a la vez que promueve la aceptación de la situación creada en apoyo al golpe de estado.

Se da el caso risible en este marco de acontecimientos del otorgamiento del Premio Nobel de la Paz, a menos de un año de su mandato presidencial ante el asombro mundial. Esto solo sería explicable por el hecho de que el presidente del jurado de dicho honorable título, es un viejo amigo de Obama, con el cual participó en una operación de desestabilización del gobierno kenyano en la que este personaje sueco, se embolsó un millón de dólares por su participación en un plan que tuvo resultados positivos al lograr la caída del mandatario de Kenya y su sustitución por uno más amigable a los intereses de Estados Unidos.

Para ocupar los cargos de mayor importancia se apoya fundamentalmente en personas del grupo de poder Bidelberg, miembros de la organización trilateral, creada por Rockfeller-y Brezezinsky. La Reserva Federal, la cual es privada por tanto no federal , no responde a la dirección del gobierno; este grupo de poder real lo integran banqueros y lobistas – multimillonarios, integrantes de la superestructura de Wall Street- son los soportes que fabricaron a Obama; el cual con sus promesas y acciones incumplidas ha engañado, defraudado y mentido al propio pueblo norteamericano y al resto de los habitantes del planeta. Lo ha hecho en cumplimiento con las directivas emanadas desde Wall Street, a quien responde y por ser un producto de su creación, con una cara nueva, fresca, representante de un grupo racial al cual traiciona conscientemente.

Las máscaras de Obama se ocultan tras los nombres de los verdaderos mandantes como Kissinger, Larry Summer, Richard Hass, Leon Panetta, Robert Rubin, Timothy Geithner, Robert Gates, Hilary Clinton y otros muchos participantes en el establishment, los cuales apuntan al dominio mundial del sistema capitalista, sin otras opciones que ofrecer.

El discurso de Obama crea esperanzas en oídos creyentes a veces; pero el olor que desprende la realidad de sus actos concretos demuestra una vez más, lo que alertaba el Che en una de sus memorables intervenciones: «En el imperialismo no se puede confiar ni un tantico así».

Cada día que pasa, los que hemos visto pasar 11 presidentes de Estados Unidos con sus correspondientes campañas electorales, mantenemos la fé en nuestra lucha por lograr un mundo mejor de justicia, libertad e independencia; con un verdadero respeto de los derechos de cada pueblo a darse el sistema y gobierno que desea. Aún nos queda mucho por ver del gobernante del país más poderoso del mundo en que hoy vivimos. Cada día cae una nueva máscara del personaje actual.

Fuente: http://lapupilainsomne.wordpress.com/2010/11/29/las-mascaras-de-obama/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.