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Las principales organizaciones judías estadounidenses defienden la humillación inflingida por Israel a Estados Unidos

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por LB

 

«El Gobierno de Israel insultó al Vicepresidente de los Estados Unidos y escupió en la cara al Presidente (…) se limpiaron la saliva de la cara y sonrieron cortésmente (…) como dice el refrán: si le escupes en la cara a un mequetrefe fingirá que llueve«.

Uri Avnery, periodista judío israelí (13/3/2010).

«Nosotros [Israel] poseemos varios cientos de cabezas y misiles nucleares (…) la mayoría de las capitales europeas están al alcance de nuestra fuerza aérea (…) todos los palestinos deberían ser deportados. Hace dos años, sólo el 7 u 8% de los israelíes opinaban que esta sería la mejor solución, hace dos meses [enero 2010], eran el 33% y ahora, según una encuesta de Gallup, la cifra asciende al 44%«.

            Martin Van Crevel Israeli, profesor de historia militar de la Universidad Hebrea de Jerusalén y principal asesor de las fuerzas armadas israelíes (02/03/2010).

Introducción

Cuando Israel anunció un importante proyecto de construcción de 1.600 viviendas sólo para judíos en la Jerusalén oriental ocupada, no sólo «escupió a la cara» al vicepresidente Biden, de visita en Israel, sino que demostró su poder para humillar a EEUU y a los estadounidenses. Netanyahu enviaba así un mensaje al mundo: Israel, respaldada por los presidentes de las 51 principales organizaciones judías estadounidenses financiadas por multimillonarios, maneja a los EEUU a su antojo. El Estado judío puede un día llegar a un acuerdo con la Casa Blanca y revocarlo al día siguiente (con su arrogancia característica), sin importarle un bledo la opinión pública estadounidense. Tan pronto como la Administración de Obama reaccionó a esta pública exhibición de desfachatez para con Biden y le dijo en privado al Primer Ministro israelí que «Lo que están haciendo ustedes aquí socava la seguridad de nuestras tropas que luchan en Iraq, Afganistán y Pakistán. Eso nos pone en peligro y pone en peligro la paz regional«, Netanyahu hizo un llamamiento abierto a la «comunidad judía de EEUU» (las organizaciones sionistas más importantes) para que acudieran en defensa de Israel y de sus derechos de posesión sobre la totalidad de Jerusalén. Y vaya si respondieron: convirtieron a la víctima insultada (EEUU) en matón y echaron a los EEUU -no al gobierno israelí- la culpa de la «crisis» y de la ruptura del compromiso israelí para no ampliar los asentamientos coloniales en territorio palestino ocupado. Como explicaremos más adelante, toda la Configuración del Poder Sionista (CPS) de los Estados Unidos (con algunas notables excepciones) defendió el descaro de Israel y condenó los intentos del gobierno de los EEUU para resolver pacíficamente el conflicto que amenaza vidas, intereses económicos y el prestigio de los EEUU. Eso simplemente confirmó la impresión que tiene la opinión pública mundial de que el electorado estadounidense está dispuesto a ser humillado por ese Estado económicamente insignificante.

La cuestión de fondo: más allá del enfrentamiento Biden – Netanyahu

Sean cuales sean los insultos y crímenes del momento, el conflicto entre Israel y EEUU no tiene que ver con la hiper arrogancia de Netanyahu, con una nueva serie de apropiaciones de tierras palestinas en Jerusalén, ni siquiera con el espumoso escupitajo en la cara el vicepresidente Biden. En esencia, tiene que ver con la cuestión de las relaciones entre Estados o, mejor aún, de la relación entre pueblos en los que un grupo (los judíos de Israel y sus poderosos agentes de su quinta columna del 1% en los EEUU) exige tributos e impone guerras en defensa de sus propios intereses a otro grupo (los contribuyentes, soldados, trabajadores y empresarios estadounidenses). Se trata de un grupo que se arroga el poder no sólo ayer u hoy, sino durante los últimos 50 años.

En un contexto histórico más amplio, la humillación pública inflingida al vicepresidente Biden en Tel Aviv palidece en comparación con el traicionero ataque israelí a sangre fría que mató e hirió a más de 200 militares estadounidenses del USS Liberty en junio de 1967. Con ese ataque, un Israel arrogante y homicida humilló a los EEUU, confiado en que el entonces presidente Lyndon Johnson no tomaría represalias sino que incluso silenciaría a los supervivientes impidiéndoles contar jamás su historia al pueblo estadounidense. Cuando Netanyahu apela a las «comunidades judías» de los EEUU, no se está refiriendo a la mayoría de los judíos estadounidenses. En realidad, se está dirigiendo a la Configuración del Poder Sionista cuyos miembros, estratégicamente ubicados, diseñaron y promovieron la política de guerra de Iraq que ha causado la muerte y mutilación de miles de soldados de EEUU así como la de más de un millón de civiles iraquíes. En esencia, los soldados de EEUU víctimas de la invasión de Iraq perdieron su vida, extremidades y cordura defendiendo los intereses de la «patria» sionista.

No se trata simplemente de que los sionistas estadounidenses defiendan la construcción ilegal de otro barrio sólo para judíos en mitad de la Jerusalén oriental palestina. El anuncio estaba calculado para humillar al vicepresidente de EEUU durante su visita a Israel. No es sólo cuestión del apoyo prestado por los sionistas estadounidenses al sabotaje de Netanyahu a una iniciativa de paz de EEUU; tampoco se trata del apoyo incondicional de la CPS a los crímenes de Israel cuando éstos estaban siendo denunciados por las Naciones Unidas y por los pueblos del mundo. La cuestión fundamental es que la CPS en los Estados Unidos está convirtiendo a nuestro país y a su gente en defensores de los sórdidos crímenes de Israel, transformando al pueblo estadounidense en cómplice de la limpieza étnica y degradando nuestra sensibilidad moral ante el mundo entero.

Hoy y ayer: castrando a los Estados Unidos

El escupitajo simbólico de Netanyahu en la cara de Biden fue un grave acto calculado. Simbolizó la «voluntad de poder» de Israel, su disposición para humillar públicamente a los líderes de EEUU y alardear ante el mundo de su poder sobre los EEUU. Israel dejó en evidencia ante el mundo la impotencia de EEUU en Oriente Medio y más allá. Este incidente tiene consecuencias históricas mundiales para cualquier persona que no esté ciega. Los EEUU son una potencia en declive  incapaz de crear un entorno seguro para sus soldados, empresas y ciudadanos en ningún lugar del Oriente Medio o más allá. Ningún país europeo, asiático, latinoamericano o musulmán puede mirar a los EEUU y a sus ciudadanos sin pensar: «He aquí un país postrado a los pies de los líderes israelíes y lanzado sobre la yugular de aquellos a quienes Israel ha designado como ‘enemigos’«. Es un eufemismo decir que los EEUU, como nación y como pueblo, han «perdido prestigio».

Israel tiene un largo e innoble historial de sabotaje de conversaciones de paz para apropiarse de tierras palestinas. Desde su misma fundación, Tel Aviv socavó las ofertas de paz por medio de ataques militares no provocados. Israel, junto con Gran Bretaña y Francia, lanzó por sorpresa la invasión a gran escala de Egipto para apoderarse del Canal de Suez, justo después de haberse comprometido a considerar la propuesta de negociación lanzada por el presidente egipcio Nasser. En tiempos más recientes, apenas Arafat aceptó reconocer formalmente a Israel como Estado y firmar un acuerdo de paz, tanques y reactores judíos atacaron Cisjordania matando a cientos de personas y poniendo cerco durante meses al cuartel general de Arafat. Simultáneamente, aumentó por diez el número de sus asentamientos solo para judíos en Cisjordania para dar cabida a más de 500.000 fanáticos «colonos» paramilitares judíos. Cuando el gobierno electo de Hamas declaró un alto el fuego unilateral, Israel lanzó un asalto militar masivo que devastó Gaza y mató a 1400 palestinos, la mayoría de ellos civiles desarmados.

Las acciones de Israel, pasadas y presentes, incluyendo el robo de tierras, la construcción de carreteras apartheid solo para judíos, los asentamientos y las invasiones militares de campamentos de refugiados y de pueblos palestinos han destruido la posibilidad de un acuerdo de paz negociado que pondría en peligro la visión sionista de una «Gran Israel» étnicamente purificada.

A la vista de esta historia abominable, no sorprende que los apologistas actuales de Israel afirmen que la actual apropiación de tierras [palestinas] en Jerusalén para construir en ellas más bloques de apartamentos solo para judíos no es «nada nuevo«, que es «parte de nuestra historia«, que los judíos «necesitan espacio vital» y que «tres mil años de historia bíblica nos dicen que toda esta tierra es nuestra» (citas extraídas del Daily Alert, publicación oficial de la Conferencia de Presidentes de las Principales Organizaciones Judías Estadounidenses, 15-17 de marzo del 2010).

La humillación de Biden no fue la primera vez que Israel avergonzó públicamente a la administración de Obama. En su primera reunión con el presidente Obama, el Primer Ministro Netanyahu rechazó abiertamente congelar la construcción de nuevos asentamientos. De hecho, Israel intensificó el ritmo de construcción de asentamientos justo después de que Obama se dirigiera al mundo árabe-musulmán en su «Discurso de El Cairo».

¿Qué hay detrás de la actitud perversa de Netanyahu y de la abrumadora arrogancia de sus partidarios en EEUU? ¿Cómo pueden los medios estadounidenses, cientos de representantes del Congreso y todas las principales organizaciones judías estadounidenses, apoyar a un régimen racista extremista que ha atacado y humillado impunemente a nuestro país? ¿Cómo pueden los sionistas estadounidenses ponerse del lado de un país extranjero en cuestiones que van en detrimento de los intereses esenciales de seguridad de los EEUU, y hacerlo sin que sean considerados como traidores por otros estadounidenses?

En primer lugar, Netanyahu cuenta con el apoyo del 80% de la población judía israelí en su política de expulsión de los palestinos y de expansión de asentamientos solo para judíos en tierras palestinas ocupadas a pesar de las ‘iniciativas de paz’ del presidente Obama. Humillar al vicepresidente de EEUU en su visita como ‘emisario de paz’ de Obama solo hizo que aumentara la popularidad de Netanyahu entre los israelíes.

En segundo lugar, esta impúdica proyección del poder israelí sobre la considerada ‘superpotencia’ estadounidense resulta atractiva para la autoimagen de los colonos religiosos de extrema derecha, cuyos líderes son la columna vertebral de la coalición de gobierno actual (especialmente el partido Shas).

En tercer lugar, insultar a un Presidente y a un Vicepresidente gentiles granjearía la aprobación de los partidarios de Avi Lieberman, el gángster que funge como ministro de Relaciones Exteriores de Netanyahu, y de las correosas juventudes hasídicas de Europa del Este que rutinariamente escupen a los ancianos monjes y sacerdotes cristianos en sus antiguos barrios armenios y griegos de Jerusalén.

Puede parecer extraño que los israelíes -confrontados a un aislamiento cada vez mayor en todo el Oriente Medio y condenados en toda Europa por sus brutales crímenes coloniales- glorifiquen a su líder matón mientras éste va apilando insultos sobre su más importante aliado militar y contribuyente económico, contra sus líderes electos y sus ciudadanos. El resentimiento político israelí acumulado a causa de la condena mundial por sus crímenes de guerra encontró su válvula de escape emocional identificándose con las payasadas de Netanyahu: su implacable brutalidad contra los «Untermenschen» palestinos y su disposición a desafiar abiertamente al Gobierno de los EEUU -aunque Israel les saque 3.000 millones dólares al año a los contribuyentes norteamericanos- refuerza su sentido de superioridad. Es evidente que las políticas totalitarias de Netanyahu gozan de un apoyo popular masivo en el seno de la población israelí y que su arrogancia fanfarrona es un fiel reflejo de la psique nacional israelí.

Netanyahu y sus ministros calcularon que no importa cuánto expriman a los desventurados contribuyentes estadounidenses, atrapados en una profunda crisis económica, ni con qué frecuencia los israelíes amenacen con provocar una guerra regional más amplia y causar más víctimas entre los soldados estadounidenses, pues siempre contarán con el apoyo incondicional de la Configuración del Poder Sionista en los EEUU para promover los intereses de Israel. Todos los medios de comunicación estadounidenses aplaudieron al Gran Humillador, e incluso atacaron a los contados personajes públicos de EEUU que (al menos temporalmente) defendieron la dignidad de EEUU contra los insultos israelíes. Los principales líderes sionistas se lanzaron en bloque a apoyar la humillación inflingida por Israel a los EEUU y a denigrar a los críticos de Israel. Un interminable desfile de políticos, editorialistas, columnistas, líderes de opinión, «think» tankers y comentaristas de televisión estadounidenses demostraron su especial lealtad hacia Israel contra un presidente estadounidense que tímidamente buscaba una paz negociada en Oriente Medio.

El reciente «conflicto» entre Israel y EEUU por la paz en Oriente Medio -provocado por una flagrante provocación israelí- hizo aflorar cuestiones mucho más profundas: en el centro del poder en EEUU existe un influyente grupo de power-brokers dispuestos a explotar y humillar al pueblo estadounidense para servir a una potencia extranjera. En el pasado, los patriotas los habrían llamado «traidores».

La arrogancia de Netanyahu «reprendida»

En respuesta al oficial show de ira de Washington Netanyahu emitió una «explicación» sin demasiada convicción: el problema no era la política de construcción de nuevos asentamientos en violación de su acuerdo con Washington; el problema era el momento del anuncio. Fue un lamentable «error» por parte de un funcionario menor del Ministerio del Interior israelí, que hizo su anuncio justo después de que el vicepresidente Biden había acabado de postrarse a los pies de Netanyahu y presionaba a los colaboradores de la Autoridad Palestina para que retomaran la farsa de «paz» patrocinada por Washington. Según los medios de comunicación israelíes y sus voceros estadounidenses se trataba de un fiasco de relaciones públicas y no de un asunto de trascendencia estratégica política y militar que afectara a los EEUU en Oriente Medio. En otras palabras: con Biden fuera de Israel y el colaborador Abbas de vuelta a la «mesa», todo anuncio que significara la violación de la «congelación de los asentamientos» no sería más que un «asunto interno» israelí y una «continuación de las prácticas del pasado».

Netanyahu llega a Washington: revés para Obama, vítores desde el AIPAC  

Netanyahu, que acababa de escupirle al vicepresidente Biden en Tel Aviv, administró con el dorso de su mano una serie de humillantes cachetes en el rostro sonriente del presidente Obama justo delante de los deslumbrantes focos de los medios de comunicación de masas de la capital de EEUU.

Bibi Netanyahu pronunció un demagógico discurso ante más de 7.000 vitoreantes sionistas en la conferencia anual del AIPAC en Washington, DC. Afirmó la voluntad de Israel de construir viviendas solo para judíos en la ocupada Jerusalén Este árabe y en Cisjordania, repitiendo la ilegal reclamación israelí de que Jerusalén es la capital indivisible del pueblo judío. A continuación, exigió y obtuvo una reunión de dos horas con Obama, a pesar de su arrogante insulto contra el Gobierno de los EEUU. Añadiendo otra humillación al ya débil Presidente de los EEUU, el gobierno de Israel anunció otro proyecto para construir viviendas solo para judíos en Jerusalén Oriental en solares confiscados a los palestinos. Este anuncio, realizado justo horas antes de la reunión prevista Bibi-Obama, incorporaba como amenaza adicional que la farsa de las «negociaciones de paz» de la Casa Blanca sería apartada de la mesa si los estadounidenses protestaban contra esta nueva ronda de construcciones ilegales. Netanyahu, demostrando su absoluto desprecio por la Casa Blanca y por el pueblo estadounidense, se fue directo al Congreso de los EEUU, colonizado por el sionismo, y se aseguró de Pelosi, la líder de la mayoría del Congreso, «apoyo incondicional«… para la expansión israelí. Y, mientras tanto, como para celebrar su victoria y establecer su propia definición de «paz», el ejército israelí asesinó a cuatro palestinos desarmados: dos depauperados trabajadores en busca de empleo y dos manifestantes adolescentes.

La lealtad a los amos israelíes se hizo evidente cuando miles de fanáticos sionistas se pusieron de pie y vitorearon el zafio repudio de Bibi Netanyahu a los esfuerzos estadounidenses para proteger las vidas de sus soldados mediante la promoción de una iniciativa de paz. El llamamiento de Hillary Clinton para un «acuerdo de paz basado en dos Estados para dos pueblos» fue acogido con un silencio mortal. La totalidad de los medios de comunicación dominados por el sionismo y todas las principales organizaciones judías apoyaron una serie de humillaciones sin precedentes dirigidas contra el Gobierno electo de los EEUU y contra el pueblo estadounidense. El demagógico alarde que Netanyahu hizo del poder israelí sobre el Congreso de EEUU y sobre los medios de comunicación de masas norteamericanos y su descarnada voluntad de degradar a los líderes políticos estadounidenses en la mismísima capital del país pone en solfa la noción misma del pueblo estadounidense como agente con voz propia sobre las políticas de su país y coloca al alto mando militar estadounidense en una posición subordinada en cuestiones de guerra y paz en Oriente Medio.

Para Pelosi y el sionizado Congreso estadounidense los miles de shekels de campaña procedentes de la masa de seguidores del AIPAC para financiar su reelección son mucho más cruciales para sus carreras que la vida e integridad de miles de soldados estadounidenses sacrificados en aras de la agenda de Israel y de su quinta columna doméstica.

Los arrogancia de Israel perjudica los intereses de EEUU

Los líderes israelíes no sólo aumentaron su prestigio nacional al socavar las iniciativas de paz del Gobierno de los EEUU, sino que también lograron extraer miles de millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses. La humillación inflingida al régimen de Obama hizo descarrilar los esfuerzos realizados por el Pentágono y el Departamento de Estado para recuperar influencia y credibilidad entre los regímenes árabes conservadores, los países musulmanes no árabes y los cientos de millones de musulmanes de todo el mundo. Esta humillación de la Administración de EEUU por parte de un despreciativo Netanyahu hace peligrar aún más el trabajo y la seguridad de empresarios y funcionarios estadounidenses que operan en el Oriente Medio y socava las relaciones con sus homólogos árabes y musulmanes.

Los EEUU sufrirán serios reveses en sus esfuerzos por obtener apoyo para sus guerras en Oriente Medio y Asia meridional y en su campaña de propaganda para disuadir a los jóvenes musulmanes de unirse a la resistencia anti-estadounidense en Iraq, Afganistán y Somalia. La imagen simbólica del vicepresidente estadounidense limpiándose la saliva israelí durante una visita oficial alentará a miles de jóvenes musulmanes a resistir la ocupación de EEUU, que interpretan como parte de la agenda de Israel. Si un Estado tan económicamente insignificante como Israel puede desafiar a la superpotencia, ¿por qué no han de poder ellos? La lógica es simple: cuanta más tierra roba Israel, cuanto más sumiso es el régimen de Obama, tanto más extensa y profunda es la hostilidad de los musulmanes contra los estadounidenses, tanto más audaces los movimientos de resistencia armada y tanto mayor el número de soldados estadounidenses muertos y mutilados en guerras promovidas por los sionistas.

Si bien las pérdidas de soldados estadounidenses en Oriente Medio nunca han figurado en los cálculos políticos de Tel Aviv ni han influido en las actividades de su quinta columna estadounidense, estas pérdidas afectan a millones de familias estadounidenses y a más de 200 millones de contribuyentes estadounidenses. Ocasionalmente se da incluso el caso de algún general estadounidense que encuentra el valor para señalar que el expolio colonial perpetrado por Israel sobre el pueblo palestino ha prolongado la guerra, inmovilizado a cientos de miles de soldados estadounidenses y socavado la capacidad de las fuerzas armadas estadounidenses para operar con éxito en varios frentes y promover los intereses imperiales de los EEUU.

Cuando en una sesión informativa ante el Jefe del Estado Mayor Conjunto celebrada el 16 de enero de 2010 el jefe del Comando Central de EEUU (CENTCOM – el equipo de oficiales superiores del general Petraeus) identificó la «intransigencia israelí» como un «factor que pone el peligro la posición de los EEUU y las vidas de los soldados estadounidenses en la región (Oriente Medio)«, Petraeus se enfrentó a una avalancha de severas preguntas por parte de la CPS. El Jefe del Estado Mayor Conjunto, almirante Mullens, recibió idéntica reprimenda por parte de los poderoros voceros de Israel. No era la primera vez que consideraciones militares y de seguridad de los EEUU quedaban subsumidas en la agenda de Israel. Sólo dos años antes, en 2007, la CPS denunció y consiguió enterrar el anual Cálculo Nacional de Inteligencia (National Intelligence Estimate-NIE) elaborado por 16 agencias de inteligencia civiles y militares de EEUU -que había llegado a la conclusión de que Irán no estaba desarrollando armas nucleares y no representaba una amenaza importante para EEUU-, para propalar la desinformación israelí que argumentaba lo contrario. Esa misma CPS ha llamado al orden al régimen de Obama por haberse atrevido a criticar a Netanyahu.

Más de 300 miembros del Congreso de los EEUU firmaron una extraordinaria carta de apoyo a Israel en contra de su propia administración, proclamando su compromiso con «el vínculo indisoluble que existe entre [EEUU] y el Estado de Israel«. Cientos de congresistas y funcionarios se sumaron a los más de 7.000 participantes de la conferencia del AIPAC en marzo del 2010 para aplaudir a Netanyahu y presenciar cómo la Secretaria de Estado de EEUU Hillary Clinton saludaba al líder del Estado colonial israelí, que se había comprometido a «seguir construyendo en la totalidad de Jerusalén igual que en Tel Aviv«.

El general David Petraeus, cuyos altos funcionarios habían expresado al Jefe del Estado Mayor Conjunto, almirante Mullins, su preocupación por las políticas israelíes que socavaban los intereses militares de EEUU, no era rival para el AIPAC. El comandante de CENTCOM contactó a su homólogo israelí, el general Gabi Ashkenazi, para repudiar su propia crítica de las políticas israelíes y proclamar su apoyo incondicional al Estado judío, pese a que éste pone en peligro a las tropas de EEUU

En enero, el general Petraeus correctamente identificó de qué manera la intransigencia israelí había dañado los intereses y operaciones de EEUU en Oriente Medio, irritado a los árabes y, finalmente, provocado el incremento de los ataques contra las tropas estadounidenses. Sin embargo, en marzo, el políticamente ambicioso general se apresuró a retractarse de su exposición ante la Junta de Jefes de Personal. Hay pocos espectáculos más cobardemente desleales en la historia militar de EEUU que el de este amedallado general estadounidense postrándose a los pies del lobby sionista.

Y, sin embargo, durante un fugaz instante, unos pocos desesperados izquierdistas anti-sionistas vieron en el general Petraeus y en el almirante Mullen dos potenciales aliados contra el control israelo-sionista de la política estadounidense en Oriente Medio. Se les olvidó que estos dos comandantes son los responsables de la invasión y ocupación estadounidense de Iraq y Afganistán y que se preparan para enfrentarse a Irán. Las diferencias de Petraeus con respecto a Israel se referían a políticas específicas que socavaban el buen funcionamiento de la máquina de guerra estadounidense en Oriente Medio, y su «retractación» ante los israelíes sin duda ha arrojado un jarro de agua fría sobre la romántica fantasía de un general estadounidense «nacionalista».

La tradición de «supremacía civil» existente en EEUU garantiza que los militares nunca afrontarán la cuestión del control sionista sobre el Congreso y la Casa Blanca. El informe de Petraeus pronto quedará relegado al olvido y la retractación posterior del general es un ejemplo elocuente de la naturaleza grotescamente oportunista del alto mando militar estadounidense.

Cuando los líderes civiles señalan que la opresión de Israel sobre 5 millones de palestinos pone en peligro las vidas e intereses estadounidenses en Oriente Medio, la Configuración del Poder Sionista desvía la atención de Israel y culpa a los EEUU (y a su «permisiva» sociedad) por haber promovido el creciente movimiento islamista, la hostilidad y los ataques árabes. Cuando, basándose en décadas de experiencia sobre el terreno, los líderes militares, estrategas y oficiales de inteligencia estadounidenses afirman que la política de Israel respecto a los palestinos es una de las principales causas de los conflictos regionales, los generales de sillón en las filas sionistas reinterpretan esta vinculación directa entre la política israelí y los ataques contra tropas e intereses estadounidenses como «otro punto de vista». Mientras tanto, la CPS convoca a los habituales peones proisraelíes del Congreso o de la Casa Blanca a que «desautoricen» a su propio ejército.

La estrechez de miras de la política colonial israelí, la expulsión de un número masivo de palestinos y la apropiación de tierras palestinas para la construcción de asentamientos coloniales sólo para judíos socava la autoridad de EEUU ante sus aliados de Oriente Medio. La descarada voluntad y capacidad israelí para golpear abiertamente al presidente Obama desacredita completamente las afirmaciones de apologistas liberales del sionismo como Noam Chomsky en el sentido de que el Washington imperial está «al mando» de la política occidental en Oriente Medio y actúa en nombre de intereses europeo-estadounidenses mucho más globales.

En un contexto más amplio, la arrogancia israelí perjudica los esfuerzos de los inversores privados estadounidenses para llegar a acuerdos petroleros para empresas multinacionales. Los países petrolíferos árabes, que se ven amenazados por un poder regional militarista como Israel, con su expansión colonial y sus ambiciones hegemónicas, es poco probable que cooperen con los estadounidenses, sobre todo cuando la superpotencia se ve impotente para frenar los peores excesos de Israel.

Las ambiciones coloniales israelíes y los intereses estratégicos de EEUU

Para Israel y su quinta columna ninguna preocupación estratégica de EEUU es tan importante como las conquistas coloniales del Estado judío y sus proyectos de poder regional. Tampoco presta excesiva atención a los intereses del pueblo estadounidense cuando entran en conflicto con los objetivos coloniales expansionistas israelíes. La CPS jamás toma en cuenta, ni siquiera discute, el hecho de que los estadounidenses han sufrido pérdidas importantes como resultado de la búsqueda implacable de Israel del poder militar en Oriente Medio.

El objetivo primordial de Israel de apropiarse de tierras palestinas y desposeer a los palestinos va en contra de la ética post-colonial del pueblo estadounidense, que está experimentando una creciente hostilidad en el extranjero. Los únicos beneficiarios de la expansión colonial israelí son las pequeñas pero potentes 51 organizaciones judeo-sionistas estadounidenses que se identifican con y son leales al Estado de Israel.

La unilateral agresión militar israelí y las amenazas contra los países vecinos, incluida Palestina, Siria, Líbano, Irán, así como sus asesinatos encubiertos transfronterizos -el último acaba de ser perpetrado en Dubai-, son de gran importancia para los militaristas de Israel como proyección del poder israelí sobre el Oriente Medio. La autoestima de los militarizados ciudadanos de Israel está directamente vinculada a su política de agresión y de asesinatos ejecutados sin consideración a la soberanía nacional. Por otra parte, las proyecciones israelíes de poder han socavado los esfuerzos de EEUU para ampliar por la vía diplomática su propia esfera de influencia y para cerrar ventas de armamento, transacciones comerciales y acuerdos de inversión en el Oriente Medio por valor de miles de millones de dólares. El hecho de que las políticas israelíes hayan puesto en peligro millones de puestos de trabajo de trabajadores estadounidenses es irrelevante para el Estado judío y para los acaudalados partidarios de Israel en EEUU

La invasión israelí del Líbano obligó a la facción pro-estadounidense de Harari a formar coalición con el movimiento político-militar anti-imperialista Hezbolá. Los intentos de Israel de imponer su voluntad sobre el Líbano a través de su campaña de bombardeos torpedearon los esfuerzos políticos y diplomáticos estadounidenses para consolidar su influencia con el presidente Harari.

El exitoso acto de matonismo ejecutado por Netanyahu sobre Obama y Biden simplemente reforzó los lazos entre los libaneses pro-occidentales y la izquierda anti-colonial musulmana, a la vista de la incapacidad de Washington para contener a los «wildmen» israelíes o para resistir a la «podredumbre interna» que erosiona una iniciativa independiente estadounidense. Mejor unir fuerzas con Hezbolá, que al menos plantó cara a Israel y lo condujo a un punto muerto en el 2006.

Los leales cómplices de Israel en el gobierno de los EEUU han causado un daño enorme a la economía estadounidense y amenazan incluso con provocar más pérdidas de vidas estadounidenses en la medida en que Israel trata de dirigir la política de EEUU hacia Irán. Bajo la enérgica y agresiva dirección de los voceros israelíes y del poderoso subsecretario del Tesoro para Terrorismo e Inteligencia Financiera, Stuart Levey, todas los grandes empresas de petróleo y gas de EEUU, todos los grandes bancos, empresas de prospección y perforación de crudo, y un sinnúmero de otros negocios han perdido cientos de miles de millones de dólares en lucrativos acuerdos comerciales e inversiones [que no se han consumado] a causa de los intereses de Israel, país que, no obstante, durante la última década ha extraído más de 60 mil millones de dólares del dinero de los contribuyentes estadounidenses en dádivas y ayudas.

Irán, que respaldó los ataques imperiales de EEUU contra Afganistán e Iraq, aportó a los militares estadounidenses mucha más ayuda estratégica que todos los asesores, `expertos’ e ‘interrogadores’ contratados israelíes de Bagdad y del Kurdistán iraquí juntos. Pese al reconocimiento estadounidense de la ayuda iraní en Iraq y Afganistán, Irán es demonizado como «el enemigo» por agentes israelíes dentro de los EEUU simplemente porque Teherán se opone a la limpieza étnica de Palestina por parte de Israel. La quinta columna israelí produce mensualmente cientos de artículos exigiendo brutales sanciones económicas contra Irán y un fulminante bombardeo preventivo que destruya la economía iraní y un país de más de 70 millones de personas. Todos los comandantes militares estadounidenses en Oriente Medio han reconocido que un ataque contra Irán extenderá la guerra, cortará el vital tráfico de crudo en el Golfo Pérsico y hundirá en la recesión a la economía mundial, amenazando la vida de decenas de miles de soldados estadounidenses. También son conscientes de que la perspectiva de miles de bajas estadounidenses no disuadirá de promover o provocar una guerra contra Irán a los 51 Presidentes de las Principales Organizaciones Judías Estadounidenses, a los congresistas estadounidenses controlados por el AIPAC, o a gente como el subsecretario del Tesoro, Stuart Levey. A los principales proisraelíes partidarios de la guerra contra Irán no les preocupan los millares de inevitables víctimas militares estadounidenses y los millones de empleos perdidos en Estados Unidos, con tal de promover en todo Oriente Medio la expansión y supremacía del «Gran Israel» en toda su arrogancia y gloria.  

Configuración del Poder Sionista: ¿Cómo osáis resistiros a la humillación?

¿Tiene algo de extraño que cuando los líderes estadounidenses de visita a Israel son insultados abiertamente por el régimen racista del primer ministro ‘Bibi’ Netanyahu los sionistas estadounidenses se pongan automáticamente del lado de Israel y condenen a quienes protestan en defensa de la dignidad de EEUU?

El Daily Alert, boletín de la Conferencia de Presidentes de las Principales Organizaciones Judías Estadounidenses, proporciona una útil recopilación de los artículos, editoriales y documentos gubernamentales en defensa de Israel y en contra de los esfuerzos del Gobierno de los EEUU para buscar soluciones diplomáticas. Del 15 al 19 de marzo del 2010 la apisonadora israelí de la CPS lanzó una notable ofensiva propagandística que dejó patente el inmenso poder de la Configuración del Poder Sionista en EEUU. Tan pronto como la Casa Blanca reprendió públicamente el Primer Ministro Netanyahu por insultar al vicepresidente Biden durante su visita oficial a Israel, la Configuración del Poder Sionista, proclamando hablar en nombre de todas las «comunidades judías», salió en defensa de Israel y atacó a la administración de Obama. Un aluvión de artículos, editoriales y conferencias de prensa se materializó de la noche a la mañana con el habitual desfile de portavoces zombies del Congreso repitiendo como loros la consigna sionista y aplicando presión directa sobre la Casa Blanca. Esta ofensiva sionista de múltiples frentes -ejecutada bajo la dirección de Netanyahu- tuvo éxito en su objetivo de persuadir a la Casa Blanca para que volviera a su habitual posición reptante: Clinton, Biden y el resto de la pandilla dieron marcha atrás y reafirmaron el compromiso de los EEUU con la «defensa incondicional de Israel«, decretaron «inexistente» la crisis y proclamaron la relación entre EEUU e Israel «sólida como una roca«. La cadena de mando es reveladora: el Estado de Israel ordena ponerse en marcha a la Configuración del Poder Sionista; los medios de comunicación propalan la consigna; el Congreso se pone a desfilar al paso que marcan los sionistas, y la Casa Blanca recula. Encantados con su éxito, los propagandistas sionistas despliegan sus propias encuestas, que proclaman el apoyo a Israel de la opinión pública estadounidense -una opinión pública ahíta de propaganda manufacturada en Israel y pregonada por los sionistas estadounidenses. Evidentemente, lo que esas «encuestas» realmente miden es la eficacia de una monolítica campaña de los medios de comunicación [prosionistas].

Las tácticas de propaganda utilizadas en esta blitzkrieg de los medios de comunicación consistían en echar la culpa a la víctima del insulto y atacar a «la Administración por haber provocado una crisis en toda regla» (Wall Street Journal, 14 de marzo del 2010). Lo siguiente fue denunciar a los funcionarios de la Administración de EEUU por «condenar» y «zarandear» a Israel (Washington Post, 15 a 19 marzo del 2010). Otras publicaciones acusaron al presidente Obama de «hacer el juego» a los extremistas árabes y de «azuzar las llamas» (Fox News y Christian Science Monitor, 18 de marzo del 2010). Fue el Presidente de los EEUU el que había «obstaculizado las conversaciones de paz» al dar oxígeno a la «intransigencia palestina«. Haaretz, el periódico liberal de Israel, que ha publicado artículos críticos contra la ocupación israelí, publicó una serie de textos, artículos de opinión y editoriales de «expertos» y «estrategas militares» acusando al Gobierno de los EEUU de «orquestar la crisis» (14 de marzo de 2010) y reclamando al gobierno israelí que no se «humillara» pidiendo excusas al vicepresidente de los EEUU (15 de marzo). La CBS afirmó que «Obama estaba forzando al límite la alianza israelo-estadounidense » (15 de marzo). Y el 17 de marzo el Boston Globe acusó a Obama de «agravar el error de Israel«. El AIPAC contactó metódicamente con sus habituales lacayos del Congreso para que denunciaran a la Casa Blanca por haber reprendido al gobierno israelí.

Para el 19 de marzo el Washington Post ya había publicado más de una docena de diatribas reclamando que los EEUU acepten la expansión de los asentamientos israelíes. Think tanks sionistas y grupos de fachada con nombres engañosos como la Fundación para la Defensa de las Democracias culparon a los palestinos desplazados de sabotear «el proceso de paz» por protestar contra la acelerada confiscación de tierras y asentamientos israelíes (Scripps-Howard y Fox News, 18 de marzo del 2010). Como era de esperar, el New York Times aportó al asunto una pátina levemente liberal haciendo un llamado a la reconciliación y al fin de la crisis pero sin mencionar jamás la humillación pública inflingida por Israel al vicepresidente Biden y sin considerar hasta qué punto la última confiscación israelí de tierras en los barrios palestinos de Jerusalén oriental podía llegar a poner en peligro la vidas e intereses de los estadounidenses. Times ignoró el testimonio del general Petraeus ante el Congreso y el informe -crítico con la política israelí- que presentó al jefe del Estado Mayor Conjunto, mientras que daba preeminencia a las «conversaciones de paz» de Netanyahu (18 de marzo del 2010).

En el monolítico bloque pro-israelí han aparecido unas cuantas fisuras: David Axelrod, principal asesor de Obama, condenó la provocación de Netanyahu tildándola de «insulto»; el columnista líder del New York Times, Thomas Friedman, describió a los dirigentes israelíes como «conductores borrachos«; y uno de los principales rabinos estadounidenses hizo un llamamiento para que se paralizara la construcción [de viviendas solo para judíos] en Jerusalén. Estos pocos sionistas críticos liberales se vieron desbordados por multitudes que repetían como loros los «argumentos» diseñados por la CPS: Bronner y Sanger, del New York Times; Walter Mead, de American (sic) Interest, y Goldberg, del The New Yorker, entre otros.

La cobarde capitulación encabezada por la Secretaria de Estado Hillary Clinton fue algo inevitable. El 16 de marzo la secretaria Clinton declaró que «nuestro compromiso con la seguridad de Israel es absoluto. Existe un estrecho e inquebrantable vínculo entre los Estados Unidos e Israel y entre los pueblos estadounidense e israelí«. Para demostrar su lealtad a los intereses israelíes y sionistas, Clinton se convirtió en destacada oradora de la Conferencia del AIPAC celebrada entre el 21 y el 26 de marzo del 2010, compartiendo estrado con un triunfal Bibi Netanyahu.

Conclusión

Israel tenía que humillar públicamente a EEUU para demostrar su poder. Habida cuenta del dominio estratégico de Israel sobre el sistema político de los EEUU y del control de la CPS sobre los medios de comunicación, así como su enorme riqueza, una administración controlada por el sionismo como la de Obama estaba abocada a capitular. La presión de los israelíes y de los sionistas estadounidenses obligó a los líderes estadounidenses a subordinar su imagen internacional y su autorrespeto nacional y a aceptar la expansión ilimitada de los asentamientos solo para judíos en Cisjordania y Jerusalén oriental, sin importarles el perjuicio que ello pudiera acarrear a la posición de EEUU en la región y el riesgo que pudiera entrañar para las tropas estadounidenses. Poniendo firmes a la Administración Obama a base de azotes, Israel ha definido el escenario para el lanzamiento de su máxima prioridad: forzar a los EEUU a una confrontación militar directa con Irán en nombre de los intereses estratégicos de Israel. Es evidente que toda la CPS se mantendrá fiel a Israel cuando este país promueva su agenda militarista contra Irán, indiferente a las consecuencias para los Estados Unidos.

Los recientes acontecimientos han demostrado sin lugar a dudas que la CPS tiene la última palabra en la Administración Obama, por encima de la opinión de altos funcionarios militares de EEUU y contra los intereses fundamentales del pueblo estadounidense. Dicho llanamente, somos un pueblo colonizado y dirigido por un «aliado» minúsculo, extremista y militarista que opera a través de intermediarios locales que en cualquier otra circunstancia serían denunciados directamente como traidores.

¿Se puede derrotar a la CPS? Se trata de «el grupo de presión más poderoso de Washington«, un colectivo ante el que Presidentes, funcionarios de la Administración, generales y congresistas deben inclinarse so pena de ver arruinada su carrera y ser expulsados de su cargo público. Mientras tanto, fuera de los Estados Unidos la comunidad internacional desprecia abiertamente a Israel como un Estado colonial brutal y racista, como criminal de guerra y crónico violador de los derechos humanos y del derecho internacional. El Cuarteto para Oriente Próximo, formado por los Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y las Naciones Unidas, ha condenado el plan de Israel para construir otras 1.600 viviendas solo para colonos extremistas judíos en el este árabe de Jerusalén. El Cuarteto exigió «la pronta creación de un Estado palestino y el fin a los actos de provocación«. Pero el Cuarteto es impotente para detener los planes israelíes. Los Presidentes de las Principales Organizaciones Judías Estadounidenses dicen a sus seguidores que lo que mueve al Cuarteto es el «antisemitismo» global. La enorme conferencia en alabanza de Israel organizada por el AIPAC en Washington DC a finales de marzo celebró el triunfo del expansionismo israelí sin restricciones.

Sin embargo, algunos israelíes han comenzado a expresar su descontento. Tras la euforia inicial por el cachete propinado por Netanyahu a Biden y por las palmaditas recibidas de Hillary Clinton, existe un creciente temor de que Israel sea «destetada» del Tesoro estadounidense y de que pierda su acceso irrestricto a la última tecnología militar estadounidense. Una encuesta publicada el 19 de marzo por Yedroth Ahronoth, uno de los principales diarios de Israel, reveló que el 46% de sus lectores había respondido que el gobierno debería congelar la construcción de asentamientos en Jerusalén oriental, para gran disgusto de los voceros de Israel en EEUU, que en otras circunstancias habrían tachado a esos judíos de antisemitas.

Comienzan a surgir fisuras en el monolítico bloque sionista. Y serán cada vez más profundas a medida que el público estadounidense se vaya dando cuenta de que la política de desposesión que Israel está practicando con los palestinos amenaza vidas e intereses estadounidenses en una parte vital del mundo poblada por 1.500 millones de musulmanes. A medida que vayan surgiendo nuevas cuestiones, llegará un momento en que, inevitablemente, será preciso elegir entre seguir la senda marcada por la CPS, proclamando fidelidad incondicional a Israel y soportando sus provocaciones y humillaciones, o alzarse por la dignidad, los intereses fundamentales y la integridad de EEUU. Aparecerán más fisuras, y el AIPAC y los demás miembros de la CPS serán vistos como lo que realmente son: arrogantes matones que actúan en nombre de una potencia extranjera.

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