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Las razones ocultas de Sánchez

Fuentes: Rebelión

Después de un recorrido esperpéntico no tenemos gobierno. Sin lugar a dudas la responsabilidad principal y casi única es de quien estaba llamado a negociar para lograrlo. No es que haya intentado sólo someter a Podemos sino que además a ninguneado a otros partidos dispuestos a facilitar su investidura. ¿Hay una posibilidad en septiembre? Me […]

Después de un recorrido esperpéntico no tenemos gobierno. Sin lugar a dudas la responsabilidad principal y casi única es de quien estaba llamado a negociar para lograrlo. No es que haya intentado sólo someter a Podemos sino que además a ninguneado a otros partidos dispuestos a facilitar su investidura. ¿Hay una posibilidad en septiembre? Me temo que para entonces se complicarán las cosas, con la sentencia al process, la Diada 2019, y unas posibles elecciones en Catalunya para finales de año. Y, en ese contexto, arriesgarlo todo a nuevas elecciones es un riesgo enorme para las izquierdas que apenas podrá impedir el aumento de la abstención entre sus electorados.
Las derechas están felices con su segunda oportunidad. Una vez más las izquierdas han enfermado de infantilismo. Humildemente creo que Podemos ha podido equivocarse en su decisión final. Desde luego la razón moral y la razón política están de su parte al exigir su participación en proporción a los votos conseguidos. Sin embargo Aitor Esteba ha tenido razón al decir que para conquistar el cielo hay que ir nube a nube. Recuerdo que Antonio Gramsci ya escribió que la izquierda ha de ir ganando terreno avanzando de casamata en casamata. Ibarretxe pone el ejemplo del ascenso de una gran montaña, escalando de campamento en campamento. El todo o nada es poco pragmático, muy épico pero casi siempre poco práctico. Creo que hubiera sido un golpe a Sánchez responder afirmativamente a su última oferta. Rufián tiene razón. Podemos, aunque fuera desde ministerios secundarios podía haber encontrado espacios para hacer política con sello propio. Tras su caída electoral en mayo tenía la oportunidad de difundir desde el gobierno laidea de que votarle es útil. Hubiera ganado en visibilidad y en hacer valer un modo de gestión pública ejemplar e inédita.

Pero regreso a mi tesis: Pedro Sánchez no ha querido en ningún momento un gobierno de coalición. Su apuesta ha sido, o gobierno de partido único o elecciones. Hagamos una recapitulación, ahora que la batalla de los relatos ya ha comenzado.

Cuando Pablo Iglesias se echó a un lado, renunciando a ser parte del gobierno de coalición, dio a Pedro Sánchez un jaque mate inesperado. El golpe lo sufrió un PSOE enredado en su laberinto. De pronto, muchos pasamos de la idea de que el acuerdo no era posible a un optimismo fundado en la enorme dificultad del PSOE de seguir negando lo que una mayoría social quiere según las encuestas. Iglesias, el que puede sacarle los colores a Sanchez por su mayor preparación intelectual y quitarle protagonismo por su mejor capacidad de comunicación con la gente, en un momento quedaba fuera del debate y ponía fin a la excusa más utilizada en las últimas semanas por los socialistas.

Quienes tienen buenas conexiones con el PSOE certificaron enseguida que el partido estaba perplejo, víctima de sus propios argumentos. Todo parecía indicar que ya la vía estaba expedita para un acuerdo. Pero no, todavía Sánchez intentó construir un nuevo relato que justificara la marcha hacia unas nuevas elecciones. Él no ha querido el gobierno de coalición en ningún momento. Reiterando desde la tribuna del Congreso nuevas dificultades insalvables e ignorando de manera ridícula y patética a Podemos, dedicó la mayor parte de su tiempo a convencer a las derechas para que se abstuvieran a fin de lograr el único gobierno que aceptaba de buen grado, el de partido único.

Sólo su grupo más íntimo de leales sabía de qué iba la nueva película. El espectáculo que dio Sánchez en el Congreso fue lamentable. Quienes esperábamos que su comparecencia fuera para presentar el programa de un acuerdo logrado con Podemos, no dimos crédito cuando comprobamos que atrapado en su locura, ignorando que con 123 votos no puede ser gobierno, dedicó su tiempo a conquistar a la derecha para la abstención, ignorando a la fuerza política con la que se supone que estaba negociando. El propio PNV estaba desconcertado y no encontraba una explicación lógica. Así que Aitor Esteban le lanzó una pregunta, la más obvia de todas las posibles: ¿Sabe usted lo que quiere, se da cuenta usted que sólo cuenta con 123 votos? Pregunta que pareciera estar dedicada a descubrir si Sánchez estaba en este mundo o en su burbuja. EHBildu tampoco entendía nada.

Sin embargo, empecinado y tal vez ignorando las presiones de quienes no quieren elecciones -sectores de su propio partido-, Sánchez hizo de la sesión de investidura un escenario de casi ruptura de las negociaciones mientras, más patético todavía, las derechas seguían negándole su abstención, humillando al candidato. Pero Sánchez, erre que erre siguió con su plan político -aconsejado por Iván Redondo-: Ir a nuevas elecciones con el sueño de sumar más escaños y dejar a Podemos en precariedad electoral.

Pero, ¿por qué no ha querido Sánchez un gobierno de coalición? Primer motivo. Entre los dirigentes -sobre todo estatales- del PSOE hay un grupo que, conectado políticamente con los llamados barones, tiene como objetivo a medio plazo reducir a Podemos a la mínima expresión, en la medida en que sus posicionamientos sociales y políticos ponen en entredicho y cuestionan a un socialismo cada vez más social-liberal. No están por dar aire a un Podemos necesitado de revertir sus últimos malos resultados, con un premio significativo como es dirigir y gestionar algún ministerio en un gobierno de coalición, además de ostentar la Vicepresidencia.

Segundo motivo. Sánchez ganó las elecciones con un discurso y pretende gobernar con otro. Aunque reitera que su aliado preferente es Podemos – afirmación verbal retórica para contentar a quienes gritaron ¡con Rivera no!- en realidad ha buscado y seguirá buscando espacios de colaboración con las derechas, Partido Popular y Ciudadanos, partidos con los que sería fácil llegar a acuerdos económicos bien valorados por el IBEX 35. Esta posición ha llevado a un sector poderoso del PSOE a retorcer el deseo de las bases transformando el ¡con Rivera no! por ¡con Iglesias no!Tercer motivo. La personalidad de Pedro Sánchez tiene de positivo su espíritu de lucha y tenacidad que le dio la victoria frente a Susana Díaz.

Pero entre sus virtudes no está la inclusión de sus opositores. En cuanto ha podido se ha vengado de quienes le ningunearon en el seno de su partido. La venganza se sirve en plato frío, como bien sabe Susana Díaz Sánchez no olvida. El portazo que en su día le diera Pablo Iglesias, echando por tierra su gobierno con Ciudadanos, firmado con una solemnidad de reyes, encuentra ahora una respuesta de Sánchez que busca el fracaso personal de Iglesias. Podemos buscó el sorpasso que no consiguió y ahora es él, Sánchez, quien se lo quiere dar a Iglesias.

Cuarto motivo. Los poderes fácticos españoles no se fían de Podemos, estando en Catalunya nuevas batallas por llegar. Estos poderes visualizan un más que posible disenso de Podemos con la sentencia que emita el Tribunal Supremo, lo que dejaría cuestionado -a pesar de su mayoría socialista- la credibilidad del Gobierno a la hora de defender la sagrada unidad de España.

Estos y otros motivos explican la negativa del PSOE a un gobierno de coalición con Podemos bajo el pretexto de que ello daría un argumentario poderoso a las derechas, justificando su oposición radical. Pero lo cierto es que por detrás lo que hay es un PSOE que ha difuminado su dimensión de izquierda mientras sigue su viaje social-liberal. En este proceso el PSOE no quiere a su lado a un partido que puede recordarle qué es ser de izquierda en el tiempo que vivimos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.