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Las Vegas

Fuentes: Rebelión

Antes y después de New York, Las Vegas, tenía que ser el escenario para el acto propiciatorio de la matanza, al estilo del hombre blanco. Si no fue por el terrorismo, fue, por el terror: los heridos y los muertos, los balaceados y los ejecutados, a mansalva, con un arsenal de armas y un hombre […]

Antes y después de New York, Las Vegas, tenía que ser el escenario para el acto propiciatorio de la matanza, al estilo del hombre blanco. Si no fue por el terrorismo, fue, por el terror: los heridos y los muertos, los balaceados y los ejecutados, a mansalva, con un arsenal de armas y un hombre blanco, solo. Ni siquiera un lobo solitario. ¿Un hombre, normalmente, enloquecido por las armas y las masas?: la gente y los demás, corriendo y arrastrándose por sus vidas. Cuando el hombre blanco enloquece en su pulcritud supremacista de raza blanca, mata a los de su raza porque cree que de la raza blanca, el hombre blanco, se ha contaminado de algo y de alguien, ¿del mal o de los malos? Entonces, empieza a escuchar voces ancestrales, diciéndole que elimine a los elementos contaminados e indeseables para la antigua raza blanca, no habiendo ningún misterio biogenético y político cuando el entrecruce con la raza aria, en la hibridación de la pulcritud y la blancura, de la poderosa imaginación supremacista, el mal y la locura, se gestan, se alimentan y se paren en cada parto o en cada aborto con el sabelotodo de la estúpida ignorancia moderna, donde Dios no ha sido necesario y sí Los Padres Fundadores, tampoco Thoreau y Whitman.

El hombre blanco, el de los generales Grant, Pershing y Patton es individualista, poseso, obseso, cabeza de una familia disfuncional por motivos e instintos egoístas, de aquí que al multifrancotirador-un solo hombre blanco le fue suficiente y autosuficiente parapetarse y pertrecharse para tirar a diestra y siniestramente y dejar de disparar hasta que se disparó a sí mismo y a la decadente y boqueante cultura del hombre blanco.
Esa, Mi Lucha, la interna del hombre blanco, fue la del hombre blanco disparando desde una ventana rota del hotel Mandalay Bay, a la gente y los demás en la explanada escuchando música country; un género musical propio y tradicional en la cultura de la raza blanca americana.

Desde el mundo de arriba del hombre blanco se baja a través de en medio del cielo hasta abajo de la tierra, viéndolo el hombre café, amarillo, negro, albino y cetrino a todo color con ese andar marcial derrotado en todos los campos de batallas, habidos y por haber-a ver, de aquí a la próxima concentración para el exterminio humano.

La voluntad ética y moral en el estado actual mental del hombre blanco americano, desde Vietnam a Irak-Siria, ha sido la frustración ante la derrota, y por eso lo de Trump de rehacer una America-Made in USA más grande y fuerte, teniendo abajo a México, en frente a Cuba, y del otro lado, a Corea del Norte.

El hombre blanco en el hotel Mandalay Bay, no era siquiera los hombres del poema Aullido, tal vez sí/quizás no, de Ginsberg como sí de los hombres-personajes en las novelas, cuentos y poemas de Bukowski: el hombre blanco disparando a través de una ventana rota, fue un hombre armado, desalmado y cruelmente cobarde, asesino sumario y serial en un solo acto, porque ni héroe ni antihéroe para la cultura oficial y la contracultura popular, porque su soledad en el aislacionismo y en el nacionalismo progringos es un fascismo «armado hasta los dientes» e incapaz de superar cualquier derrota militar y desplegar ante cualquier amenaza su complejo psiquiátrico e industrial militar.
Los hombres blancos del Rifle, tan respetables como tan detestables, no solamente han cazado seres animales porque están cazando seres humanos como ir a un día de prácticas al tiro al blanco, al café, al negro, al amarillo, al albino, al mal del pinto y al cetrino imaginándose colgando-posteando las pieles, los colores y los sexos en el Facebook junto a la bandera de las barras y las estrellas, recibiendo del Presidente un encubierto y cómplice Twitter, por omisión e inacción, temprano por la mañana.

En alguna parte, Adam Smith, escribió:
«El hombre que dedica su vida a realizar una cuants operaciones sencillas, cuyos efectos son, tal vez, siempre o casi los mismos, no tienen ocasión de ejercitar su inteligencia…y, en general, se vuelve tan estúpido e ignorante como puede volverse una criatura humana.»

El rasero racial, antropológico, social y cultural del hombre blanco es tal y para cual en el capitalismo de enajenación y consumo, y nunca ha sido la tal inocencia americana, concebida y perdida, en sus relaciones humanas, familiares, amistosas e inamistosas, siendo más proclive y proactivo a ganarse enemigos en el mundo de arriba, en el cielo de en medio y en la tierra de abajo: el hombre blanco es revulsivo y repelente (de y en) sí mismo, plástico, desechable y contaminante. Es el Trashman-Trashuman, lesivo y agresivo, al ser humano y a la condición humana.

De las matanzas y las masacres que viene el hombre blanco, no han sido de película hollywoodesca, y la que se ha ejecutado en Las Vegas, ciudad ficticia y real para el juego y el dinero, espejismo que aparece y desaparece en el desierto arriba en el mundo, en medio de cielo y abajo en la tierra, a la vista de las manos y en los trasmanos de la jugada maestra: el engaño, en el cual todos ponen, pierden y ganan, no contaban con un jugador fuera de lugar y de sí mismo, el multifrancotirador, que habiendo planeado con una lectura visual lo que Jean Baudrillard escribió:
«Por todas partes la supervivencia está a la orden del día, al parecer debido a una oscura náusea de la vida o un deseo colectivo de catástrofe (pero no hay que tomárselo demasiado en serio: existe también un juego de catástrofe.»)

Las Vegas, utopía y distopía al mismo tiempo y en el mismo espacio de la lúdica hiperrealidad que con las miles de cámaras de seguridad captaron las luces intermitentes metálicas de fuego y pólvora en cada bala disparada con un excesividad de locura americana, siendo y haciéndose el exceso tan ajeno y tan deseable para la propia cultura americana del hombre blanco que, invade y ocupa, con sus bases militares, otros países y otras culturales con la indiferencia y la indolencia del complejo industrial militar, a nombre de la democracia y la Pax americana.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.