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Entrevista con el profesor de filosofía del derecho José Luis Gordillo sobre el 11-S

«Lo más prudente es pedir una nueva investigación, pero la hipótesis más plausible es la del golpe de Estado»

Fuentes: CIP ECOSOCIAL-Boletín ECOS, nº 8

José Luis Gordillo es profesor de filosofía del derecho en la Universidad de Barcelona y miembro del consejo de redacción de mientras tanto. Entre sus publicaciones más recientes cabe destacar Nostalgia de otro futuro. La lucha por la paz en la posguerra fría (Trotta, Madrid, 2008).

En una nota editorial, magnífica en mi opinión, publicada en el número 110-111 de mientras tanto, informabas que en la revista The Open Chemical Physics Journal, se había publicado en abril de 2009 un artículo titulado: «Active Thermitic Material Discovered in Dust from the 9/11 World Trade Center Castastrophe» («Material de termita activa descubierto en el polvo de la catástrofe del WTC del 11-S»). ¿Qué nuevas informaciones de interés contenía este artículo?

Básicamente, como el mismo título indica, que se han encontrado restos de un explosivo denominado «nano-thermite» en el polvo generado por el hundimiento de los edificios del World Trade Center. Más en concreto, el artículo concluye diciendo: «Basándonos en estas observaciones, llegamos a la conclusión de que las capas rojas de las esquirlas rojo/gris que hemos descubierto en el polvo generado en el WTC es material termítico activo sin reaccionar que incorpora tecnología nanotermítica y se trata de un material altamente energético, pirotécnico o explosivo.» El artículo incluye fotografías de esos restos. La «termita» es un explosivo que se utiliza para la demolición controlada de edificios. Ese hallazgo corrobora la principal tesis defendida por la asociación norteamericana «Arquitectos e ingenieros por la verdad sobre el 11-S» (que ya tiene más de 700 miembros), según la cual la forma en que se derrumbaron la Torre Norte, la Torre Sur y el Edificio nº 7 (un edificio con estructura de acero contra el que no se estrelló ningún avión y que se derrumbó a las 17’20h. en 6’60 segundos de manera totalmente simétrica), sólo pudo ocurrir como resultado de una serie de explosiones en secuencia. Richard Gage, arquitecto y presidente de dicha asociación, lo explicó con mucho detalle en una conferencia de tres horas pronunciada en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, el 7 de noviembre del año pasado. Tele 5 ofreció un breve pero fiel resumen de su contenido en el telediario del mediodía del día posterior (ver http://www.youtube.com/watch?v=Ngw1YWvzjgc).

¿Quién o quiénes firmaban el artículo, un trabajo que, según apuntas en tu nota, fue entregado en mano por un activista estadounidense a Biden, el vicepresidente de Estados Unidos?

La referencia del artículo es «Active Thermitic Material Discovered in Dust from the 9/11 World Trade Center», The Open Chemical Physics Journal, 2009; 2:7-31. doi: 10.2174/1874412500902010007. Esta revista es de libre acceso, se publica online, utiliza revisores por pares (peer reviewed Journal) e incluye artículos originales sobre todas las áreas de la físico-química.

Los autores del artículo son: Niels H. Harrit, profesor del Departamento de Química de la Universidad de Copenhague; Jeffrey Farrer, profesor del Departamento de Física y Astronomía de la Brigham Young University de EE.UU; Steve Jones, físico y antiguo profesor de la universidad citada anteriormente; Kevin R. Ryan, ingeniero estadounidense y antiguo empleado de la empresa Underwriters Laboratories a la que se pidió que colaborara con la investigación oficial sobre las causas del derrumbe de las torres del WTC (Ryan fue despedido cuando denunció que esa investigación no se fundamentaba en datos contrastados); Frank M. Legge, químico empleado en la empresa australiana Logical Systems Consulting; Daniel Farnsworth, profesor del Departamento de Física y Astronomía de la Brigham Young University; Gregg Roberts, psicólogo y colaborador de «Arquitectos e Ingenieros por la verdad sobre el 11-S»; James R. Gourley, ingeniero químico y colaborador del International Center for 9/11 Studies de Dallas; y Bradley R. Larsen, colaborador de «científicos por la verdad y por la justicia sobre el 11-S(ver www.911truth.org).

El artículo fue entregado efectivamente a Joseph Biden por activistas del grupo We Are Change (Somos el cambio). El mismo grupo repitió la misma operación con varios congresistas norteamericanos hacia mediados de julio. Existe una grabación de la acción muy divertida que se puede encontrar en la web de «investigar11-S» (www.investigar11s.org/). Los activistas de We Are Change persiguen por los pasillos del Congreso a todos los congresistas que encuentran y les entregan una copia del artículo de manera muy educada. En España, activistas de «investigar11-S» se fueron a la redacción de El País y entregaron una nota de prensa, con registro de entrada, en la que se informaba que Niels H. Harrit pronunciaría una conferencia sobre el contenido del artículo el 21 de julio pasado en el Ateneo de Madrid. Si el diario más leído de España no ha dicho ni una sola palabra sobre dicha conferencia o sobre el artículo, está claro que no ha sido por ignorancia, sino por decisión de sus jefes de redacción.

¿Cómo hay que interpretar que el director del equipo científico investigador trabaje en una Universidad danesa?

No hay que darle un significado especial. Como sabes, los científicos se relacionan entre sí a nivel internacional. A Niels H. Harrit, como buen científico, lo que le interesa es la verdad sobre el 11-S. Harrit explicó por televisión (ver: http://www.youtube.com/watch?v=pgcvZQcMSdM) que cuando vio el hundimiento del Edificio nº 7 (un hecho que el informe de la Comisión ni siquiera menciona) se quedó boquiabierto y pensó que el 11 de septiembre de 2001 habían sucedido cosas muy extrañas en EE.UU que convenía estudiar. A Harrit le sucedió lo que a muchos otros a lo largo y ancho del mundo: que a poco de interesarse por la cuestión, descubren que la versión oficial es una tomadura de pelo del tamaño de la Catedral de Burgos. Eso sí: hay que meterse en el asunto, leer, estudiar y buscar información por canales alternativos. Una vez que lo has hecho es muy fácil, por cierto, saber quién se ha metido en el asunto y quién no: basta con preguntar cuántos edificios del WTC se hundieron el 11-S en cuestión de segundos. Si la respuesta es «las Torres Gemelas», ya sabes que se trata de alguien que del 11-S no sabe casi nada.

¿Ha habido hasta la fecha alguna reacción de la nueva administración usamericana ante estas nuevas investigaciones?

Ninguna que yo sepa. Para el gobierno de EE.UU el 11-S es tabú, no se habla ni se discute sobre él. Obama ha dado por buena y ha repetido como un loro la versión sobre su autoría difundida por Bush, Cheney, Rumsfeld y compañía tres días después de los atentados, ¡cómo si en tres días fuera posible investigar en serio unos atentados de esa magnitud! La versión oficial del 11-S es cuestión de fe (en última instancia, de fe en el poder norteamericano), no de raciocinio. En nombre del 11-S se han justificado guerras, como la de Iraq, en las que están en juego grandes intereses que tienen que ver, directa o indirectamente, con el aprovisionamiento energético de las sociedades occidentales. Si dudas sobre la versión oficial del 11-S estás cuestionando también la guerra de Afganistán y, más en general, la penetración occidental en Asia Central que tiene como objetivo prioritario controlar las reservas y las rutas de transporte del petróleo y el gas del Mar Caspio. Y recuerda que la era del petróleo abundante y barato está dando sus últimas boqueadas.

Señalas en tu nota que el resultado de la investigación «supone una bofetada monumental al informe del gubernamental NIST (Instituto Nacional sobre Estándares y Tecnología) que atribuyó el hundimiento de las tres torres del WTC al efecto combinado del impacto de los aviones y los incendios consiguientes». ¿Por qué? ¿Quieres decir con ello que lo que se nos ha contado una y mil veces oficialmente en mentira, una mentira diseñada con todo detalle y con malévola intención?

Hay muchos elementos para pensar que así es. El NIST -una institución cuyos directivos son designados por el gobierno- afirmó que el impacto de los aviones provocó un incendio pavoroso que fundió y/o debilitó las vigas de acero de los pisos afectados por el choque, provocando después un derrumbe en cadena de los pisos inferiores. Pero ni antes ni después del 11-S se han hundido edificios con estructura de acero como consecuencia de un incendio en unos pocos segundos, de forma perpendicular, simétrica y sobre sus propios cimientos (la Torre Norte y la Torre Sur se hundieron en 10 segundos, el Edificio 7 en 6’60 segundos como ya se ha dicho). La increíble afirmación del gubernamental NIST llamó la atención, para decirlo de forma suave, de científicos de varios países. Lo cual es bastante lógico, porque si fuese cierto que un edificio con un esqueleto de vigas de acero puede colapsar en cuestión de segundos a causa de un incendio, las empresas que se dedican a la demolición controlada de edificios deberían echar el cierre y los arquitectos e ingenieros de todo el mundo deberían celebrar un congreso internacional para revisar las reglas de construcción de rascacielos, algo que no ha sucedido que yo sepa.

La mala intención fue notoria cuando la Administración Bush intentó convencer al mundo de que Sadam Husein era uno de los conspiradores del 11-S. Hay un video en youtube (titulado: «bush wmd lies») que denuncia de forma magistral las mentiras de la guerra de Iraq, incluidas las que hacían referencia a Al Qaeda. Para la propaganda bélica occidental, el 11-S, el 7-J, el 11-M y otros atentados similares -con independencia de su real o supuesta autoría- se han convertido en «atentados multiusos» que igual sirven para un fregado que para un barrido; igual sirven para justificar la invasión de Iraq que el envío de más soldados a Afganistán; igual para justificar la aprobación de un montón de nuevas leyes antiterroristas que una tanda de bombardeos en Somalia. Después de los atentados de Nueva York y Washington, el gobierno estadounidense hizo pública una lista en la que se nombraban decenas de organizaciones «terroristas» muy bien repartidas por el mundo. A continuación, Bush y sus cómplices dijeron que esas organizaciones eran los objetivos a abatir en la «guerra contra el terrorismo». El problema era que el 99’9% de ellas no tenía nada que ver con el 11-S: ni ETA, ni el Partido Comunista de las Filipinas, ni los paramilitares colombianos, ni los lealistas irlandeses, ni Sendero Luminoso, ni Hamas, ni Hezbolá, para citar sólo algunas que se mencionaban en la lista, tenían relación alguna con el 11-S. Ningún gobernante europeo alzó la voz para denunciar una manipulación tan grosera y escandalosa. Todos dijeron amén. Y no sólo los gobernantes. Rodríguez Zapatero, entonces en la oposición, llegó a decir que la sociedad norteamericana había dado una lección de «patriotismo constitucional» después del 11-S. Josep Piqué, por entonces ministro de asuntos exteriores, literalmente dijo: «cualquier acción de EE.UU tendrá su justificación». Más recientemente Obama ha dicho, con motivo del sesenta aniversario de la fundación de la OTAN, que los Estados europeos debían enviar más soldados a Afganistán porque Al Qaeda podía volver a atentar y lo haría seguramente en Europa. Eso fue, como diría Al Gore, «política del miedo» (incluso sonaba como una amenaza). Los dirigentes occidentales no tienen buena opinión sobre las poblaciones que gobiernan: piensan que son como niños atontados a quienes hay que asustar para obtener su sumisión y obediencia. Sí, los gobernantes occidentales mienten como bellacos y también lo han hecho en relación con el 11-S.

¿Hay que creer entonces la hipótesis, a la que haces también referencia, apuntada por testimonios de centenares de personas que afirmaron haber oído y/o padecidos explosiones antes y mientras se hundían los edificios? ¿Los tres rascacielos fueron destruidos mediante una demolición controlada?

No es cuestión de creencias, sino de hechos, pruebas y leyes científicas. Como dicen los arquitectos por la verdad sobre el 11-S, no hay muchas más opciones de acuerdo con las leyes de la física y las reglas de la ingeniería y de la arquitectura. Además de la investigación dirigida por Niels Harrit, existen efectivamente los testimonios de cientos de personas entrevistadas en vivo y en directo inmediatamente después de los colapsos. Uno de ellos es el de William Rodríguez, un portero de la Torres Gemelas que padeció -y no sólo escuchó- una explosión en los sótanos de la Torre Norte momentos antes de que se estrellara el primer avión. Un compañero suyo, llamado Felipe David, resultó gravemente herido, con quemaduras en su cara y en sus brazos. Rodríguez ayudó después a salir del edificio a decenas de personas. Fue recibido por Bush en la Casa Blanca y alcanzó cierta notoriedad porque los medios le bautizaron como uno de los «héroes del 11-S». Fue llamado a declarar ante la Comisión y explicó lo de la explosión en los sótanos previa al impacto del primer avión. Mientras la declaración de otros testimonios fue televisada, la suya fue a puerta cerrada. En el Informe final, su testimonio y su nombre no aparecen por ninguna parte.

Pero hay más datos que apuntan en la misma dirección: en un documental muy interesante de Massimo Mazzucco, titulado Engaño global, se pueden ver el hundimiento de las Torres Gemelas a cámara lenta (ver: http://www.nodo50.org/rebeldemule/foro/viewtopic.php?f=4&t=5244). En esas imágenes se ven claramente estelas del humo horizontales procedentes de explosiones. A esto hay que añadir los charcos enormes de metal fundido que se formaron en los cimientos tras los derrumbes. Ante la estupefacción general, semanas después del 11-S todavía persistían esos charcos con el metal al rojo vivo. El físico Steve E. Jones, mencionado más arriba, se planteó la cuestión en su artículo «¿Por qué se derrumbaron realmente los edificios del WTC?», que se puede consultar en la web www.journalof911studies.com, donde ya se apuntaba que la respuesta más probable a ese fenómeno tenía que ver con el uso de la termita, un explosivo que permite cortar y fundir fácilmente el acero.

¿Una conjetura así no olvida los otros aviones y las otras explosiones, algunas de ellas no exitosas desde el punto de vista de su aparente finalidad?

No, porque lo uno no es incompatible con lo otro. Dos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas y provocaron daños graves, así como unos incendios que al cabo de quince minutos ya emitían humo grisáceo, lo que era indicativo de que al fuego le faltaba oxígeno y por tanto que no eran unos incendios pavorosos. Con todo lo terribles que pudieron ser para quienes se vieron atrapados en ellos, no fueron unos grandes incendios que consiguieran fundir los cientos de vigas de acero.

El avión del Pentágono resultó ser un avión muy extraño: no dejó rastros visibles de su existencia después de chocar contra la fachada del edificio más vigilado del mundo. En la primera versión oficial que se dio del incidente se dijo literalmentee que el avión se había evaporado o «gasificado». Había 86 cámaras de video que filmaron la escena del impacto, pero esas filmaciones fueron requisadas por el FBI inmediatamente después del ataque. En 2006, el Pentágono accedió a hacer públicas algunas imágenes de vídeo para intentar acallar la polémica. Pero éstas tuvieron el efecto contrario, ya que en esas imágenes (que, repito, son las imágenes «oficiales», dadas por buenas por el gobierno de Bush) no se ve por ningún lado un Boeing 757, que es un armatoste considerable. Únicamente se ve una explosión, pero no lo que la provoca.

El avión de Pensilvania dejó restos en un radio de 15 kilómetros, lo que sugiere que estalló a gran altura y no que se estrelló contra el suelo. Y aún hay más cosas de una larga lista de temas muy poco claros: el mismo FBI, por ejemplo, ha reconocido que en 2001 no se había comercializado todavía la tecnología que hubiera permitido hacer o recibir llamadas con teléfonos móviles desde los aviones de pasajeros cuando éstos estaban volando.

Cuando uno cuenta estas cosas, siempre hay quien pregunta por el verdadero destino del avión del Pentágono o por quién o qué pudo hacer estallar el avión de Pensilvania. También yo me lo pregunto porque, la verdad, no conozco ninguna versión alternativa a la oficial completa, redonda y creíble que dé razón de todo lo ocurrido el 11-S. Pero sí conozco muchos asuntos oscuros de ese acontecimiento que merecerían ser investigados a fondo por periodistas que sean críticos y no acepten una versión oficial tan poco verosímil. Les animo a hacerlo. Después de todo, se supone que eso forma parte de su trabajo.

¿Hay que desechar entonces a Al Qaeda, una organización que se movía en la clandestinidad en el país más vigilado del mundo, según tú mismo recuerdas, como autora del atentado?

No necesariamente, pero conviene reflexionar sobre lo que sabemos de Al Qaeda y Osama Bin Laden. Sabemos que Al Qaeda fue fundada por la CIA al final de la invasión soviética de Afganistán. Como es notorio, la guerra contó con abundante apoyo financiero y militar de Estados Unidos y Arabia Saudí con el reclutamiento de miles de voluntarios islámicos, con fuerte presencia de egipcios, saudíes, pakistaníes y yemeníes (como el propio Bin Landen, hijo de un multimillonario constructor saudita de origen yemení) y el apoyo logístico de Pakistán. Algunos miembros de Al Qaeda reaparecieron en la guerra de los Balcanes contratados por la compañía privada de seguridad MPRI (Military Profesional Resources Incorporated), que es una empresa subcontratista del Pentágono. Por el testimonio de Michael Springman, empleado del cuerpo diplomático de EE.UU, sabemos que muchos de los secuestradores suicidas entraron en EE.UU gracias a unas visas expedidas por la oficina consular estadounidense de Jeddah, en Arabia Saudí, gracias a un plan organizado por la CIA que Springman denomina «visados para terroristas». Springman es un testigo muy importante porque cuando eso ocurría él estaba trabajando en el consulado de Jeddah. Sabemos que el FBI dice que no tiene pruebas para inculpar a Osama Bin Laden, antiguo colaborador de la CIA, como responsable del 11-S y que por eso no lo acusa en su página web (ver: www.fbi.gov/wanted/terrorists/terbinladen.htm) de ser responsable de esos atentados, pero sí en cambio de los de Kenia y Tanzania de 1998, pues sobre esos atentados sí dispone de pruebas.

Es posible que Bin Laden y personas vinculadas a Al Qaeda tuvieron algo que ver con el 11-S, pero no sabemos en calidad de qué. Pudo ser en calidad de tontos útiles, de figurantes o de chivos expiatorios. En Madrid he visto pintadas que dicen «Al Qaeda=CIA». ¿Nos atrevemos a pensar sobre ello? Por lo demás, la Al Qaeda de la que hablan los medios de comunicación es una cosa muy rara. De entrada posee el don de la ubicuidad, como el dios de los católicos. Si nos hemos de creer todo lo que dicen los medios, Al Qaeda está en todas partes: en Afganistán, en Iraq, en Indonesia, en las islas Filipinas, en Balí, en Argelia, en Marruecos, en Somalia, en la China, en Pakistán, en Arabia Saudí, en Líbano, en EE.UU., en Barcelona, en Madrid, en Santa Coloma de Gramenet … Para los medios de comunicación occidentales, todo grupo islámico que practica la violencia política es Al Qaeda, está relacionado con Al Qaeda o hay alguien de ese grupo que tiene un primo que conoce a uno que es de Al Qaeda. Por cierto, si alguien quiere videos de Al Qaeda puede entrar en la página web de la empresa «IntelCenter» (www.intelcenter.com/audio-video/index.html) y comprarlos a un precio asequible.

Los historiadores del futuro, cuando analicen la política occidental de la primera década del siglo XXI, señalas en tu nota, deberán optar como mínimo entre tres líneas de interpretación. ¿Qué líneas interpretativas son esas? ¿Por qué como mínimo? ¿Tienes en mente alguna más o es simple precaución intelectual?

Es precaución intelectual, como muy bien dices, pero también recurso retórico, para dar perspectiva al lector, y un poco de ironía amarga, sobre todo lo de «los historiadores de dentro de 50 años»: dado el conformismo generalizado, la verdad sobre 11-S es probable que se conozca en un tiempo superior al que hemos tardado en saber que no hubo «incidente de Tonkin», el hecho que fue invocado para justificar el envío masivo de tropas norteamericanas a la guerra de Vietnam. Lo de las tres líneas de interpretación es otra manera de hablar de la versión de los gobiernos (todo se explica como una reacción al 11-S, siendo éste un ataque externo), la percepción mayoritaria que tiene ahora la opinión pública europea (reacción al 11-S como ataque externo más aplicación de una agenda política decidida con anterioridad) y el 11-S como acto decisivo de un plan golpista, como ha defendido con mucho coraje el movimiento norteamericano por la verdad sobre el 11-S y es convicción muy extendida en los países musulmanes, en Rusia y en la América Latina «bolivariana». 

¿Qué aspectos te parecen más débiles en la primera línea que propones?

El más débil es algo en lo que no pongo suficiente énfasis en la nota y debería haberlo hecho: la absoluta falta de fundamentación empírica de la afirmación de que el 11-S fue un ataque externo. La versión oficial no se sostiene en pruebas creíbles. Cinco o seis de los diecinueve secuestradores «suicidas», por ejemplo, están vivitos y coleando, como informaron The Independent, el 17 de septiembre de 2001, The Daily Telegraph, el 23 de septiembre de 2001 y la CBS el 27 de septiembre del mismo año. Tras el ataque a Pearl Harbour, se llevaron a cabo ocho investigaciones para determinar responsabilidades. A consecuencia de ellas, dimitieron o fueron depuestos varios generales y responsables políticos. Respecto al 11-S, sólo ha habido una investigación que, si se caracteriza por algo, es por sus muchas omisiones y por los muchos misterios que deja sin resolver. De ella han renegado hasta sus principales responsables: Thomas Kean y Lee Hamilton, presidente y vicepresidente de la Comisión del 11-S. Estos dos políticos publicaron un artículo en el The New York Times, el 2 de enero de 2008, en el que acusaban a la Administración Bush de haber obstaculizado las investigaciones sobre los atentados. Si Bush y los suyos hicieron eso, entonces toda la investigación es una tomadura de pelo monumental porque no puede contestar, con datos fiables, a una de las preguntas más importantes que siempre hay que hacer en relación con el 11-S: ¿por qué durante dos horas se mostró tan ineficaz el rigidísimo sistema de protección del espacio aéreo de los EE.UU? Vale la pena recordar que si un avión entra en el espacio aéreo de EE.UU y se desvía de su ruta o desconecta el transponder -la emisora de radar que le mantiene permanentemente localizable-, en diez minutos como máximo se va a encontrar escoltado por dos cazas que tienen la potestad autónoma de pegarle un pepinazo si no obedece las órdenes de los pilotos militares. Durante el 11-S, cuatro aviones se desviaron de su ruta y apagaron los transponders pero ninguno fue interceptado. Nadie dimitió o fue destituido por ello. Es más: algunos de los principales responsables militares fueron ascendidos. Cada vez que un responsable político occidental invoca el 11-S para justificar una barbaridad, pongamos por caso enviar más soldados a la guerra de Afganistán, los parlamentarios que se tienen por personas decentes le deberían preguntar a ese responsable quién cree que llevó a cabo el 11-S y qué pruebas tiene de ello. Si el debate fuera serio y riguroso, todos los responsables políticos occidentales sudarían la gota gorda para contestar a esa y a otras muchas preguntas.

La segunda línea de interpretación, señalas, debería resolver «la escasa preocupación por la seguridad nacional que mostró el gobierno de Bush después de haber padecido una agresión tan brutal». ¿Por qué la precaución fue tan escasa? ¿No se tomaron medidas, numerosas medidas, en ese sentido?

Si te refieres a las medidas internas, se puede pensar que fue así, pero si piensas en las decisiones referidas al ámbito internacional, la cosa no hay por donde cogerla. ¿Cómo puede ser que el día siguiente a lo que se supone fue la peor agresión padecida por EE.UU, el presidente y sus principales consejeros estuvieran discutiendo sobre los planes de ataque a Iraq sin tener una sola prueba que relacionase a este país con los atentados? Eso muestra que el gobierno de los EE.UU estaba pensando en otras cosas, no en la protección de su país, repito: ¡el día siguiente!, ¡sin haber transcurrido ni 24 horas desde los atentados!

La tercera opción, ¿no nos remite a la teoría conspirativa o conspiranoica de la historia? ¿Admitirías una adjetivación así?

No, porque la teoría conspirativa de la historia es otra cosa, al menos para quienes hemos leído a Marx: es el absurdo de presentar, por ejemplo, la transición del feudalismo al capitalismo como el resultado de un complot. Aquí estamos hablando de cosas más concretas y más limitadas en el tiempo: de decisiones adoptadas tras unos atentados que no se pudieron perpetrar sin preparación y planificación previas. Si sus autores fueron Bin Laden y los 19 suicidas, también tuvieron que prepararlos con mucha antelación. Dicho con otras palabras: sin conspiración no hay atentados del 11-S, sean quienes sean sus autores. La versión oficial es también una teoría de la conspiración. No puede ser de otra manera. En ese sentido, todos los que se la creen son también «conspiranoicos». Lo que ocurre es que la expresión «conspiración» se usa para deslegitimar, para ridiculizar, para quitar importancia a un tema, para hacer creer que se produjeron un conjunto de actos de forma casi automática. Pero si los edificios del WTC fueron demolidos, como cabe deducir de la investigación de Harrit y sus colegas, eso sólo se pudo hacer con la complicidad de los responsables de seguridad de los edificios y, en última instancia, de las autoridades. Harrit ha declarado en la televisión danesa que se debieron necesitar varias toneladas de explosivos para destruir los edificios. En el Edificio nº7 había oficinas de la CIA. ¿Colocó Al Qaeda explosivos en las columnas de ese edificio sin que los agentes de la CIA se dieran cuenta? Si fuera así, esos agentes serían más ineptos que Mortadelo y Filemón, los famosos agentes de la TIA.

Hablas en tu nota, al dar cuenta de esta tercera opción, de «golpe de Estado» que había dado paso a un régimen político autoritario. ¿Podrías precisar esta afirmación?

Tras el 11-S se aprobó, entre otras cosas, la Patriot Act, con el voto favorable de los dos partidos. En 2006 se renovó su vigencia con el voto favorable nuevamente de los dos partidos o de las dos corrientes principales del partido único que gobierna EE.UU desde hace más de un siglo, como prefieras. Esa ley viola derechos tan fundamentales como el derecho a no ser detenido arbitrariamente por la policía o el derecho al habeas corpus. En virtud de la Patriot Act, en EE.UU cualquiera puede ser detenido y encarcelado por tiempo indefinido por decisión del gobierno, sin que se le hagan acusaciones concretas y sin que un juez pueda revisar su caso. Cuando un Estado hace eso, no hay que dudar: se está ante alguna clase de despotismo.

Tal como lo veo, las medidas legales que toma la junta de Bush tienen un «carácter preventivo»: se trataba de aprobar toda una serie de medidas con las que poder afrontar las tensiones sociales generadas por el final de la era de petróleo abundante y barato. Un autor norteamericano, Michael Ruppert, lo ha expuesto con mucha lucidez en su libro: Crossing the Rubicon: The Decline of the American Empire at the End of the Age of Oil, (Gabriola Island, Canada, New Society Publisher, 2004). Entre las medidas legales a las que aludía se encuentra la National Security Presidencial Directive 51, promulgada el 9 de mayo de 2007, en virtud de la cual el Presidente se arroga la potestad de «coordinar» la dirección de los tres poderes del Estado en caso de «emergencia catastrófica», siendo ésta: «un incidente, sin importar su ubicación geográfica, que produzca niveles extraordinarios de desastre masivo, daño o perturbación que afecten severamente a la población de EEUU, su infraestructura, medio ambiente, economía o funciones de gobierno». La competencia para determinar si se está o no ante un supuesto de «emergencia catastrófica» es del propio presidente. La directiva, además, tiene unos anexos secretos. Cuando el poder ejecutivo se prepara para asumir el control de los otros dos poderes del Estado, tampoco hay que dudar: se está a las puertas de una dictadura pura y dura, en el sentido más clásico de la palabra.

¿Cuál de las tres posibilidades señaladas te parece más plausible? ¿Crees que tenemos elementos de juicio suficientes en la actualidad para apostar por ella?

Lo más prudente y sensato es pedir una nueva investigación sobre el 11-S, como lo están haciendo decenas de miles de ciudadanos de Nueva York en este momento (por cierto, ¿dónde están, para apoyarles, todos aquellos que en 2001 gritaban «Todos somos americanos» dándose muchos golpes en el pecho?). Pero si me preguntas por mis intuiciones racionales (si es que se puede hablar en estos términos), desde que en 2005 escuché al profesor Mariano Marzo explicar el problema del pico del petróleo, considero la hipótesis del golpe de estado como la más plausible. Y de datos para apoyarla hay muchos. Volviendo, por ejemplo, a la pregunta que hacía más arriba sobre la protección del espacio aéreo de EE.UU. ¿Por qué no funcionó? Por el documental de Michael Moore, Fahrenheit 9/11, sabemos que Bush, el Comandante en Jefe del ejército de EE.UU, estuvo más de veinte minutos leyendo un cuento a los niños de una escuela después de que le comunicaran que un segundo avión se había estrellado contra la Torre Sur. No se levantó inmediatamente y dijo algo así como: «¡venga, vamos a defender a este país!». Siguió leyendo un rato más, y eso que su propia vida se suponía que también estaba en peligro. El vicepresidente Cheney estuvo metido en un bunker junto a Norman Mineta, el que entonces era secretario de transporte. Por el testimonio de éste, expuesto ante la Comisión del 11-S, sabemos que Cheney se negó a interceptar el vuelo 77 que supuestamente se dirigía hacia Washington D.C, la ciudad donde se encontraba el propio Cheney. Donald Rumsfeld, el secretario de defensa, estuvo ilocalizable hasta después de que se estrellara el último avión. ¿Por qué no funcionó el sistema de protección del espacio aéreo de EE.UU.? Verde y con asas, alcarraza: porque los principales responsables políticos de ponerlo en marcha no lo pusieron en marcha, así de claro. Todo eso lo sabe mucha gente, pero hay un miedo irracional a hablar de ello y a extraer las oportunas conclusiones.

Apuntas en tu nota, por otra parte, dos problemas en la tercera interpretación: señalar los hechos y pruebas que fundamenten la afirmación de que el 11-S fue un acto criminal realizado por redes estatales y/o paraestatales y hacer frente al ambiente inquisitorial que demoniza todo cuestionamiento de la versión oficial del 11-S. ¿No son demasiados problemas para que sean superados por una posición crítica señalada con dedos, manos y órganos represivos?

Quienes seguimos la actividad de los arquitectos e ingenieros por la verdad sobre el 11-S o la de los científicos por el mismo objetivo, sentimos una gran admiración por todos ellos y estamos gratamente sorprendidos por la eficacia de su trabajo. Con todo, acepto que investigar crímenes de Estado es algo muy difícil. Nosotros todavía estamos desenterrando a los republicanos asesinados tras el golpe de estado del 18 de julio de 1936. Es posible que lo más realista sea, para el corto plazo, denunciar las mentiras sobre el 11-S para conseguir de esta manera que, al menos, dejen de invocarlo como pretexto para intentar justificar más destrucción y muerte. En cualquier caso, las familias de las víctimas del 11-S exigen simplemente la verdad y hay que apoyarles por una cuestión de principio. Ahora bien, la verdad no se impone por sí sola, necesita de agentes que la defiendan y que la den a conocer. La actividad de los científicos no es suficiente. Se necesita de un amplio movimiento sociopolítico de alcance planetario que exija aclaraciones y responsabilidades a la Administración norteamericana. Recuerda que en la Torres Gemelas murieron miles de personas de nacionalidades diferentes. Los gobiernos de cada una de ellas tienen la obligación de averiguar quiénes asesinaron a sus ciudadanos. Richard Falk, profesor de Derecho Internacional en la Universidad de Princenton y relator especial de la ONU, ha propuesto la formación de una Comisión Internacional que lleve a cabo una nueva investigación sobre el 11-S similar a la que se formó para investigar el asesinato de Rafik Hariri, el que fuera primer ministro del Líbano.

¿Por qué el artículo, el trabajo que citas en tu nota, no ha merecido, como tú mismo recuerdas, ni una sola línea en ningún gran medio de comunicación, europeo o usamericano?

Habría que preguntárselo a los responsables de esos medios de comunicación. Es posible que si pudiéramos hablar a solas con el más cínico de ellos, nos diría que las dudas sobre la autoría del 11-S son razonables, pero que no conviene hablar sobre estos asuntos porque podría afectar a la fortaleza del dólar, la moneda del comercio internacional, y que eso podría agravar la crisis económica mundial. Así que hay que apechugar con las mentiras y los muertos y confiar en que Obama vaya desactivando los aspectos más escandalosos de las políticas adoptadas tras el 11-S. Pero seguramente nos diría algo parecido si le preguntásemos sobre el carácter catastrófico de algunas de las consecuencias del 11-S, como por ejemplo las guerras de Iraq y Afganistán. Seguramente nos diría que sí, que estas guerras son una catástrofe, pero que no hay que crearle problemas a Obama porque es un tipo simpático y porque sin un papel activo de EE.UU no va a haber recuperación económica a nivel mundial. Personalmente estimo que no hay solución buena a ninguno de los grandes problemas que afronta la humanidad (el hambre, la pobreza, el desempleo, el cambio climático y la crisis ecológica, el cambio de modelo energético, la crisis financiera, la militarización del mundo, etc.) que no pase por la pérdida de poder e influencia de EE.UU y sus aliados. El 11-S ha sido la gran excusa para intentar imponer el unilateralismo de los EE.UU, pero también es el principal talón de Aquiles de ese proyecto.

El filósofo estadounidense David Ray Griffin, recuerdas tú mismo, ha sostenido que la única verdad que podemos afirmar ahora sobre el 11-S es que la versión oficial sobre su autoría es mentira. ¿Estás de acuerdo con esta consideración?

Sí, totalmente. Por eso he traducido al castellano, junto con mi amigo Toni Giménez, la lista de diálogos del documental ZEROInvestigación sobre el 11-S, en el que participan Dario Fo y Gore Vidal y que ilustra con mucho detalle esa afirmación.

Perdona, José Luis. ¿Puede darnos la referencia de esa traducción?

La versión castellana de ese documental italiano todavía no ha sido comercializada en España, así que no te puedo dar las referencias. Hicimos la traducción de la lista de diálogos gratia et amore y encargamos al servicio de audiovisuales de la Universidad de Barcelona la versión doblada al castellano. Pensamos que sería una buena contribución a la transmisión de conocimiento de la universidad a la sociedad, ese objetivo por el que tanto suspiran los rectores de nuestras universidades. Pero ZERO todavía está buscando un distribuidor en España y no lo encuentra. Hemos hablado con algunas empresas productoras y distribuidoras de documentales y nos han dicho que el tema «no encajaba en su línea» y cosas así. Hemos enviado copias a responsables de programación de cines muy conocidos de Barcelona y, salvo en un solo caso, ni siquiera nos han respondido. El documental lo ha visto un productor de programas de televisión y tampoco le ha parecido «programable» en TV. Por eso, junto con los compañeros de «Barcelona 11-S» e «investigar 11-S», hemos organizado diversos pases gratuitos de ese documental en cines, Facultades, Escuelas de Ingenieros y centros cívicos.

Prosigue por favor. Te preguntaba por las declaraciones de David Ray Griffin.

Decía que estoy tan de acuerdo con ellas que también he aceptado formar parte de la lista de profesores que cuestionan la versión oficial del 11-S. Somos unos 400 Professors Question 9/11 (a sumar a los más de 200 militares, agentes de inteligencia o altos funcionarios; 200 pilotos y aviadores profesionales; 230 supervivientes y familiares de víctimas; 200 artistas y profesionales de los medios de comunicación; así como los 700 arquitectos e ingenieros de los que hablaba más arriba). No estoy en mala compañía: Gianni Vattimo, Francis Boyle, Richard Falk, Daniel Berrigan, Michel Chossudovsky o Jean Bricmont también están en la lista. Por ahora, soy el único profesor universitario español que aparece en ella. Como, por lo que parece, eso no está bien visto y tampoco está de moda, estoy muy orgulloso de ello.

No, no estás en mala compañía, en absoluto. ¿Y por qué crees que no se han sumado más profesores universitarios españoles a esa lista de personas críticas y razonables? Estoy pensando en muchos amigos y amigas que se adherirían con gusto y con ganas.

Me olvidaba mencionar que para estar en ella hay que haber expresado en público, en una entrevista o en un artículo por ejemplo, dudas razonadas sobre la versión oficial del 11-S. Estoy seguro que muchos amigos y conocidos nuestros harán eso cuando estén seguros de que hay buenas razones para formular esas dudas. Para lo cual hay que proporcionarles buena información. Yo lo intento hacer con los que tengo más cerca y ya he conseguido que, al menos, me tomen en serio. Vamos lentos pero seguros.

¿Qué nuevas investigaciones podían realizarse, en tu opinión, para esclarecer lo sucedido?

Los diferentes aspectos que deberían ser considerados en una investigación seria sobre el 11-S están muy bien explicados en diferentes artículos publicados en la revista electrónica Journal of 911 Studies (ver http://www.journalof911studies.com/), y a ellos me remito. Lo que sí creo que se debería hacer es divulgar los hechos, pruebas y testimonios que ya se conocen. Para lo cual se podría organizar un «Tribunal Russell» sobre el 11-S con un jurado compuesto por intelectuales y científicos de prestigio, e invitar a declarar a Niels Harrit y sus colegas, así como a todas las personas que escucharon y/o padecieron las explosiones en los edificios del WTC. Te aseguro que sólo con eso unos cuantos se pondrían muy nerviosos.

Por lo demás, señalas también que las teorías oficiales sirven para intentar justificar lo injustificable, como, por ejemplo, el envío de más soldados españoles a la guerra de Afganistán. ¿Qué petición o exigencia debería realizarse al gobierno español en este sentido? ¿Debería dejarse Afganistán en manos de los talibanes?

Al gobierno español hay que exigirle que retire las tropas españolas de Afganistán y que deje de intentar legitimar con mentiras esa desdichada aventura neocolonial. La ministra Chacón ha dicho que las tropas españolas deben estar ahí para evitar otro 11-S y otro 11-M. Con ello ha sugerido que hubo una relación entre el 11-M y Afganistán, cuando es notorio que en marzo de 2004 hacía casi tres años que ese país había sido «liberado» por las tropas de la OTAN y muchos columnistas celebraban, a bombo y platillo, la «llegada de la democracia» a ese desgraciado país. Por otra parte, los jueces de la Audiencia Nacional dijeron en su sentencia que los atentados del 11-M fueron perpetrados por un grupo local sin conexión orgánica con Al Qaeda. ¿Qué relación hay, pues, entre el 11-M y Afganistán? Ninguna, según los jueces de la Audiencia Nacional. A la ministra Chacón, por lo tanto, le está empezando a crecer la nariz como a Pinocho. Y sobre el 11-S, el gobierno español, antes de repetir el dogma de que Afganistán fue la cuna del «terrorismo internacional», debería exigir a Obama que lleve a cabo una nueva investigación sobre el 11-S en la que, entre otras cosas, se pregunte a Bush, Cheney y Rumsfeld por qué no funcionó el sistema de protección del espacio aéreo aquel día.

En Afganistán existe una guerra civil desde hace treinta años. La intervención occidental de 2001 consistió en apoyar a un bando de esa guerra civil en contra del otro por razones puramente geoestratégicas. Si eso es una «misión humanitaria y de paz», que baje dios y lo vea. Karzai y los «señores de la guerra» que le apoyan son igual de bestias, brutales, corruptos, fundamentalistas y misóginos que los talibanes. Los dos bandos sacan provecho del cultivo y el tráfico de opio. Como ha escrito Tariq Ali, lo mejor que se podría hacer es retirar todas las tropas de la OTAN y convocar una conferencia regional en la que estuvieran presentes todos los vecinos de Afganistán, para lograr de ellos el compromiso de no seguir armando a los grupos afganos afines a sus intereses. Sin armas no se puede continuar la guerra. Y si hicieran falta fuerzas de interposición durante un tiempo limitado, que envíen tropas países como Bolivia, Ecuador, Túnez, Siria, Cuba, Venezuela o Sudáfrica, esto es, países que no tienen ningún interés geoestratégico en Afganistán.

No es una mala idea; gracias por tus respuestas, José Luis. ¿Quieres añadir algo más? Si no fuera así, y no te pareciese un error, además de agradecer la ayuda de Joan Benach, podríamos dedicar la conversación a las víctimas del 11 de septiembre neoyorquino y a las otras víctimas de aquel 11 de septiembre de 1973 en que tanto tuvo que ver los deseos y finalidades de un imperio siempre insaciable.

Gracias a ti por la entrevista y a Joan Benach por sus comentarios a la misma. Me parece una idea fantástica lo de acabar esta conversación invocando el recuerdo de las víctimas de los dos 11 de septiembre. Al final, a lo mejor, va a resultar que tienen más cosas en común que lo que parecía hace ocho años.