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[Crónicas sabatinas] ¡Fraternidad, proximidad, comprensión, demos común, apoyo mutuo! ¡Feliz 2020!

Lo que más duele

Fuentes: Rebelión

  [De Charo Fernández Buey] Para ustedes: Jon Maia, «Munduan leku bat» https://youtu.be/3m7NIFHVz0E; «El cuento de Navidad de Auggie Wren» de Paul Auster https://www.youtube.com/watch?v=V_nQHfoB-wQ (Tom Waits, https://www.youtube.com/watch?v=61pp51kxvVM) Para Miguel Moreno (Barcelona, 1953), ex trabajador de Macosa (Materiales y Construcciones, SA). Por su tenacidad, por su ejemplo, por su lucha contra la conspiración de silencio de […]

 

[De Charo Fernández Buey]

Para ustedes: Jon Maia, «Munduan leku bat» https://youtu.be/3m7NIFHVz0E; «El cuento de Navidad de Auggie Wren» de Paul Auster https://www.youtube.com/watch?v=V_nQHfoB-wQ (Tom Waits, https://www.youtube.com/watch?v=61pp51kxvVM)


Para Miguel Moreno (Barcelona, 1953), ex trabajador de Macosa (Materiales y Construcciones, SA). Por su tenacidad, por su ejemplo, por su lucha contra la conspiración de silencio de una industria criminal y antiobrera. https://cronicaglobal.elespanol.com/vida/miguel-20-anos-lucha-afectados-amianto_303074_102.html

 

Para Vicente Verdejo Sánchez (fusilado en Valdepeñas en octubre de 1940), in memoriam. «Carmen, cojo el lapicero para despedirme de ti y de nuestros hijos, mi Gregorio [seis años] y mi Vicentita [dos años y medio]. Muero acordándome de ti. Has sido muy buena, no te mereces lo que estás sufriendo. Ten resignación y paciencia. Recibe todo el cariño de este que hasta la muerte te está querido» (29.10.1940, en una cajetilla de tabaco).

 

En fin, no sé si es a esta izquierda a la que se refería el secretario general de la UGT. En Cataluña, sin duda, hay otra izquierda, la de los trabajadores, obreros, empleados, pertenecientes a las clases modestas, muchos de ellos o sus padres emigrantes hace años desde otras partes de España buscando trabajo y una vida mejor. Pero en buena medida esa clase ha quedado secuestrada por la izquierda caviar, que ha ocupado las cúpulas de las formaciones políticas de izquierdas. A esa izquierda de trabajadores se le ha hecho creer que el origen de sus problemas se encuentra fuera de Cataluña, en un Estado español que oprime a los catalanes. Se le ha inculcado que la lucha, la contienda, no tiene que plantearse en términos de clases o de grupos sociales, sino de territorios. Izquierda y nacionalismo,  contradictio in terminis.

 Juan Francisco Martín Seco (2019)

Es la conclusión de Miley sobre el nacionalismo catalán en 2007. Hay dos grupos humanos determinados por la lengua materna que opinan muy diferente sobre el tema, y tienen una percepción de sentimientos e identificación nacional, en general, sobre el secesionismo, muy diferentes. Segmentos poblacionales de carácter estructural, étnicos en sentido cultural. Ambos son constitutivos de Cataluña, aunque casi todo el poder autonómico radica en uno de ellos. Eso viene de bastante antiguo. El proceso quizás empieza en 2011 o 2012, pero desde el punto de vista del nacionalismo catalán se trabaja muy pronto en la dirección de la construcción nacional, como se ve en el Programa 2000 de Convergència. Ya en 1981, vale la pena leer la carta de Tarradellas en La Vanguardia [16.04.1981, https://dedona.wordpress.com/2017/10/16/josep-tarradellas-carta-al-director-de-la-vanguardia-horacio-saenz-guerrero-16-de-abril-de-1981/] porque, en algunos aspectos, sus sospechas cuadran con lo que ha pasado. 

Josep M. Oller (2019)

[Para una versión ampliada: http://slopezarnal.com/lo-que-mas-nos-duele/#more-817. Aquí encontrarán una selección de enlaces sobre la sentencia del TJUE y un documentado comentario de un lector de rebelión.]

Con buenas o malas razones (las segundas abundan más), no se ha cesado de criticar la judicialización de la política. Pero poco o apenas nada se dice de la interesada y sesgada politización (¡todo vale!, ¡hay que liarla siempre que se pueda!) de las sentencias judiciales. La reacción de los diputados secesionistas del Parlamento de Cataluña tras la sentencia TJUE es un buen ejemplo de ello.

Por lo demás, ¿de verdad que como ha señalado Alberto Garzón la sentencia del TJUE de muestra el ciego ultranacionalismo del Tribunal Supremo? ¿Es   sensato que, comentándola, Jaume Asens hable de la libertad de todos los «presos políticos», de «una victoria europea» (¿contra España?) y que felicite a Oriol Junqueras?  

Pero no han podido conseguir el premio mayor. Lo mejor de lo mejor (definitivamente: el mejor chiste del año) ha sido la observación de don Carles Puigdemont: «¡Es que hay que cumplir las leyes!». ¡Cumplir las leyes, dice el «Gran Incumplidor»! Quina cara, quina cara!

Me da que las dos citas serán de su interés. El Roto, como siempre, da en el clavo y recoge el sentimiento de muchos (el mío incluido). Quien dice paisajes, dice… Nuestro asunto de hoy:

Hemos visto y oído cosas que no podíamos imaginar ni siquiera en nuestras peores pesadillas…

Nos han contado todos los cuentos, nos han querido mecer con ellos. Todos les vale… pero no todo vale.

Han hecho lo indecible para que nos enfrentemos entre nosotros y para que la aspiración a la unión de las clases trabajadores españolas suene a aspiración estúpida, retrógrada, sin sentido, a carcundia españolista.

Nos han llamado bestias con rostro humano. También murcianos y andaluces, hombres (o mujeres) a medio hacer.

Siguen hablando de xarnegos y, cuando no les oímos y hablan en su intimidad, de catalanes de segunda o tercera. O, ras i curt, de no catalanes. Plagiando a Luis XIV: Cataluña son ellos, sólo ellos.

Han tildado a nuestro padres de colonizadores lingüísticos.

Han pretendido que nos avergonzáramos de nosotros mismos. De nuestra lengua materna, de nuestros orígenes, incluso de nuestros nombres y apellidos.

Han intentado que poetas nuestros, poetas catalanes de lengua catalana, se alejen de nosotros. Propiedad (excluyente) de ellos; suyos, no nuestros.

Han llegado a decir que otros poetas, poetas también de todos, Antonio Machado por ejemplo, eran poetas extranjeros, de otra cultura, una cultura colonizadora, extraña a la suya, a la verdadera cultura catalana.

Hablan, si hablan, de la diversidad de España (para ellos: estado español o Madrid) pero apenas nunca de la diversidad de Cataluña.

Han tratado y siguen tratando al castellano (casi) como una lengua extranjera, impropia, algo así como el inglés (peor en ocasiones). Y no sólo la Generalitat, también muchos consistorios.

Las calles, han dicho y han gritado, son suyas, sólo suyas. Y han obrado en consecuencia: han levantado barricadas nacional-secesionistas, han quemado plazas y calles, han atemorizado a la ciudadanía no nacionalista. Han hecho lo que han querido porque son (lo dicen en sus reuniones) los «putos» amos.

Han sacado, han querido sacar de ellos mismos su peor yo.

Para ellos, para muchos de ellos, somos un cero a la izquierda. ¡Que nos vayamos!, dicen en ocasiones.

Nos expulsaron del ágora ciudadana en septiembre y octubre de 2017. No ha sido la única vez. Pretenden que seamos mero adorno, que no contemos para nada.

Octubre de 2017 fue un mes de completa soledad para todos nosotros. Apenas nadie nos apoyó, casi nadie estuvo a la altura de nuestras difíciles circunstancias.

Han mentido -con alevosía y conocimiento de causa- sobre las balances fiscales y el expolio al que les somete España, a ellos, a su Cataluña, una de las comunidades con mayor renta media per cápita y, a un tiempo, con más desigualdades sociales (observen los apellidos de los más desfavorecidos… y de los más favorecidos).

El «agresor» del pueblo, el Síndic de Greuges, uno de los suyos, formuló hace pocos días una de las afirmaciones hispanofóbicas a las que ya nos tienen acostumbrados sin que la izquierda (en sentido amplio) haya pedido ni siquiera su dimisión. ¿Se imaginan, nos imaginamos, al Defensor del Pueblo español, o de cualquier otra comunidad española, hablando, en los términos en que habló don R. R., de los ciudadanos catalanes y del robo a su sanidad?

Uno de los nuestros, un gran intelectual e historiador, inauguró (¿engañado, confundido?) unas jornadas «científicas» que tuvieron como lema «España contra Cataluña (1714-2014). No han rectificado. Siguen por la misma senda y hablan ahora de la opresión al catalán… ¡hasta 2019!

Han hablado de ADN’s especiales o de la incapacidad española para comprender determinadas reflexiones político-históricas por su «densidad democrática».

Han permitido, eufóricos y felices de haberse conocido (y con la complicidad de partidos que se dicen de izquierda), que personajes de la talla (bajura) poliética de Artur Mas, Carles Puigmonet o Quim Torra degradasen la presidencia de la Generalitat de Catalunya, como Aguirre o Camps, por ejemplo, degradaron la presidencia de la Comunidad de Madrid o de la Comunidad valenciana.

Se han inventado la construcción nacional identitaria de los Países Catalanes.

Han arrojado toneladas de porquería (algunas de ellas, con razón y documentación) sobre la historia de España, mientras son incapaces de formular la mínima crítica sobre su propia historia, siempre pensada en términos de un país avanzado y milenario, de derechos sociales, progreso, igualdad, justicia y democracia.

El comercio de esclavos no es cosa suya… pero fue cosa suya.

Han querido y siguen queriendo convertir la guerra civil española en una guerra de España contra Cataluña.

Han sacado pecho, llegaron a hablar del gobierno de los mejores, por ser los «avanzados» en recortes sociales, en la destrucción del Estado asistencial (enseñanza, sanidad) y en la ofensiva contra los sectores más desfavorecidos e indefensos. De eso alardearon.

Descalificaron al movimiento del 15M diciendo que ensuciaban las calles de la ciudad y que se fueran a orinar a Madrid, mientras usaban su policía, los Mossos, para desalojar salvajemente y sin miramientos (esta vez sí) la plaza de los indignados, la plaza de Cataluña.

Convirtieron su derrota electoral (Antonio Baños dixit) del 27S de 2015 en una victoria que les permitiera usar la parte del Estado que han gestionado (siempre de hecho) en defensa de sus intereses particulares y para lo que les viniera en gana.

Se niegan a discutir (civilizadamente) sobre un tema tabú que consideran siempre asunto «indiscutible»: la inmersión lingüística obligada, un atropello a los derechos de niños y niñas y de sus familias castellanohablantes, prueba -para quien quiera verlo- de que su verdadero objetivo no es el bilingüismo.

Han querido engañarnos con el dret a decidir, que no era sino una formulación filistea del derecho de autodeterminación y, sobre todo, de su secesionismo nacionalista de ricos.

Piensan, casi por «derecho natural», que la Generalitat es suya y que los demás somos intrusos, gentes de otro país, que no merecemos sus instituciones, sus ayuntamientos, sus delegaciones.

Han dividido, con toda conciencia, al país por la mitad y han discutido o negado su responsabilidad en esa división que a veces niegan.

Han conseguido manipular la consciencia de gentes trabajadoras con lemas y proclamas sobre el verdadero «amor al país», sobre la «terra» que hay que defender, y sobre la opresión que España, toda ella, ha ejercido desde siempre sobre el sufrido pueblo catalán, víctima explotada del estado opresor.

Trasforman los medios de información pública en permanentes centros de agitación y cultura secesionista.

Aspiran a separarse del resto de España (a la que a veces consideran, despectivamente, africana) pero jamás postularían esa finalidad si el resto de España fuera Alemania, Holanda, Dinamarca o Austria.

Han tenido la peligrosa irresponsabilidad de contarnos ideas-cuentos sobre la desmembración de la antigua Yugoslavia o la independencia de los países bálticos. Lo mismo sobre Canadá, Checoslovaquia o sobre el referéndum escocés.

No tienen ningún pudor en usar escuelas e institutos (también la Universidad cuando les es posible) al servicio de su cosmovisión nacionalista y separatista.

Achacan de catalanofia al resto de España (afirmación que sigue distante, en términos generales, de cualquier descripción verdadera) al tiempo que cultivan sin reparo una hispanofobia sistemática.

Han querido, quieren romper, un demos común.

Han situado la «identidad nacional» en clave unitaria y exclusivista, como si fuera algo decisivo, el rasgo esencial de nuestro Ser-en-el-mundo.

Han seguido abonando, digan lo que digan cuando se ponen modernos o posmodernos, un catolicismo conservador que tienen en la benedictina Montserrat un referente sagrado e indiscutible. Cor (corazón) del país, afirman.

No han sido capaces de comprender, no han querido comprender lo que para millones y millones de personas significó la emigración no voluntaria, el destierro, el dejar a los suyos, sus oficios y sus tradiciones, y llegar a una tierra de la que apenas sabían nada y en la que han trabajado como nadie.

Convirtieron al gran manipulador y defraudador en un molt honorable idolatrado, en un referente indiscutible, venerado y adorado por todo el país, por el verdadero país. Estatuas y calles llevan su nombre.

Han generado un movimiento cuyo objetivo máximo no sólo supone la construcción de un nuevo muro-estado sino la hegemonía de unas clases y grupos políticos siglos-luz alejados de cualquier valor relacionado con la izquierda o con los movimientos socialistas.

Nos han llamado unionistas, conscientes de la descalificación política del término, ocultando que los verdaderos unionistas sin atisbo de diversidad son ellos.

No les han importado (lo han alimentado más bien) que la extrema derecha franquista alcanzara los mejores resultados en las últimas elecciones del 10N, inimaginables para cualquier analista o comentarista informado hace 5 o 10 años.

Han intentado penetrar en barrios y ciudades obreras con cuentos e historias sesgadas, intentando romper las raíces sociales y familiares de muchos ciudadanos.

Todo lo anterior, todo lo apuntado (me olvido de mil cosas, ustedes las conocen) nos ha dolido, nos ha dolido mucho.

Pero hay algo que duele más, mucho más: la manifiesta y permanente incomprensión de la izquierda, de la española (en su conjunto) y de la catalana (en particular). No quieren oírnos, no se paran a escuchar nuestras razones. Repiten consignas, lemas y argumentos gastados. Confunden conjeturas con axiomas, principios con losas, la revolución del 17 con la revolució dels somriures y de la exclusión. No están dispuestos a revisar sus posiciones, no quieren pensar con su propia cabeza. Lo peor tal vez: también para ellos somos en ocasiones unos españolistas de m. Parecen estar más cerca de «nuestros nacionalistas», o incluso de Junqueras, que de nosotros. Actúan muchas veces como si no fuéramos de los suyos. Les molestamos, se avergüenzan en ocasiones de nosotros.

¿Alguna derivada positiva en lo que ha sucedido, en lo que sigue sucediendo? Tal vez sí. En palabras de Josep M. Oller, nada sospechoso de anticatalinista o de nacionalista español:

Efectivamente, no ha sido nada positivo para la convivencia. Ni siquiera nos ponemos de acuerdo sobre si estamos divididos o no. Los secesionistas tienden a minimizarlo. Son los que se sienten más libres de expresar su opinión. Pero hay otro grupo que calla. De entrada, es consciente de que es considerado casi un cero a la izquierda por la Generalitat, y a veces se siente abandonado incluso por el gobierno español. Por lo tanto, aquí tenemos un problema importante que se resolvería en falso si no hay cambios en el sentido de empoderamiento de este grupo. Todo puede acabar con una especie de pacto entre élites Madrid-Barcelona, pero este grupo continuará siendo consciente de que está marginado desde un punto de vista político. Puede ser que se desmovilice; sería una lástima porque una de las pocas cosas positivas que puede tener el procés es, precisamente, despertar el querer implicarse en la política local en mucha gente que quizás se ha despreocupado. Se tendría que tratar de hacer, como dice el refrán, de la necesidad, virtud, y lograr este empoderamiento, cosa que chocará con el establishment político actual catalán [la cursiva es mía]

Hemos despertado y hemos comprobado una vez más, por si tuviéramos alguna duda, que el dinosaurio nacionalista todavía seguía allí y que se sentía más poderoso y cómodo que nunca. No volveremos a despreocuparnos ni a dejarles hacer lo que les venga en nada. Ni las calles son suyas ni el país en el que sueñan (una pesadilla para nosotros y para cualquier demócrata socialista) es nuestro país, un país de todos (también de ellos por supuesto) movido y regido por la justicia, la solidaridad, la igualdad, la fraternidad, el republicanismo auténtico y el apoyo a los más débiles, a los más desfavorecidos.

PS: Sobre lo que hablamos: Emigraziotik Bertsolaritzara – Jon Maia (Hitzaldia Aniztasunaldia) – https://www.youtube.com/watch?v=MiuzZ5UojFM Emociona, conmueve, toca, no les dejará indiferentes.

¡Feliz 2020! ¡Que les vaya fraternal, solidario, bonito, afable, feminista y ecosocialista (y en serio)! ¡Hasta el 11!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.