Recomiendo:
0

Cincuenta años de rupturas en la alternativa económica de Nyerere y el Ujamaa

Lo que quedó por el camino

Fuentes: Revista Pueblos

Jakaya Mrisho Kikwete, actual presidente de Tanzania, fue invitado en 2006 a entrar en directo en el programa Morning Call, de la cadena estadounidense CNBC. Kikwete realizaba una gira por Estados Unidos en aquella primavera y su participación en el programa se hacía desde la Nasdaq, la bolsa de valores que negocia acciones relacionadas con […]

Jakaya Mrisho Kikwete, actual presidente de Tanzania, fue invitado en 2006 a entrar en directo en el programa Morning Call, de la cadena estadounidense CNBC. Kikwete realizaba una gira por Estados Unidos en aquella primavera y su participación en el programa se hacía desde la Nasdaq, la bolsa de valores que negocia acciones relacionadas con el mundo de la informática, comunicaciones y tecnología. «He venido a atraer negocios para Tanzania», respondería a la primera pregunta.

La entrevista que sucede es una clara propaganda de la riqueza del país y viene acompañada de una vehemente garantía de estabilidad y seguridad para los inversores: el sector minero, la agricultura, la explotación de petróleo, las actividades comerciales y turísticas: todo hace parte del menú que se vende en plena mañana en el mercado especulativo norteamericano. Ignorando las razones de la presentadora, que le pregunta sobre el futuro de las inversiones en un país que en aquel entonces pasaba por más de una crisis humanitaria, el presidente disimula: «Tanzania es miembro de dos agrupaciones regionales. Quien invertir en Tanzania tendrá acceso a ese increíble mercado.»

La visita a Estados Unidos formaba parte del protocolo y coincidía con la nueva cara que el país africano quería mostrar a las instituciones financieras internacionales, especialmente al Fondo Monetario Internacional, que le clasifica como caso ejemplar en la aplicación de los planes de ajuste estructural en África Subsahariana. Los índices macroeconómicos no dejan dudas: los 41 millones de habitantes de Tanzania vieron en los últimos tres años un crecimiento medio del siete por ciento y una reducción significativa en los niveles de inflación. [1]

Teniendo en cuenta que el objetivo principal para Tanzania, planteado desde las instituciones de Breton Woods, es «sostener altos índices de crecimiento», cuestiones como la reducción de las desigualdades internas (el índice de desarrollo humano en Dar es Salaam es de 0,734 y el de regiones como Rukua alcanzan apenas el 0,390) [2], la destrucción del medio ambiente o el acceso al agua potable se quedaron en un segundo plano. El país que Kikwete ofrecía para la audiencia estadounidense continuaba en el puesto 151 en el IDH (por detrás de países como Haití y Mianmar) y había dejado atrás las expectativas de desarrollo autocentrado que se escuchaban en Dar es Salaam en los años sesenta.

A punto de cumplir su cincuentenario de independencia, ¿qué guarda Tanzania de aquello que Joel Samoff denomina «esperanza liberal» que inspiró a tantos otros países del Sur? ¿Qué nos cuentan las transformaciones económicas sobre la realidad social y política de lo que por mucho tiempo fue la alternativa africana para el desarrollo? Las respuestas, claro está, no se encuentran fácilmente al alcance. Pero sí hay claves que nos pueden ayudar a entender qué se ha quedado por el camino.

Ujamaa: una actitud de conciencia

Tras conseguir la independencia, el partido de Nyerere [3] tenía la dura tarea de gestionar las divisiones internas y mantener la estabilidad del país. La política desarrollista de ese período fue fruto de necesarias concesiones y duró hasta 1967, cuando la Declaración de Arusha concretó las bases de lo que sería el modelo de socialismo africano y de desarrollo autocentrado (plasmados en la idea del Ujamaa y de la comunidad como núcleo productivo y organizativo). Aunque Tanzania tuviese el apoyo de diversos países y líderes africanos, fue el único en transformar la idea del socialismo africano en un proyecto de gobierno.

Muchos pilares de la propuesta tanzana encontraron cabida en la Declaración de Arusha, como la nacionalización [4] y la búsqueda de igualdad entre los ciudadanos, pero el acento (y, de hecho, la base de todo el proyecto) se situaba en el desarrollo rural y la necesidad de dar respuestas al 80 por ciento de la población que vivía en el campo y que sentía más profundamente los efectos de la incorporación periférica y desigual del país al sistema internacional. Es cierto que alguna parcela de la población se benefició de la apertura comercial, pero se puede decir que el modelo agroexportador limitaba las posibilidades de desarrollo de Tanzania a las leyes de mercado, profundizaba su dependencia y condenaba al fracaso a la incipiente industria.

«The development of a country is brought about by people, not by money. Money and the wealth it represents is the result not the basis of development». [5] La frase de Nyerere ilustra bien su ideario, pero deja de lado un aspecto importante para que entendamos el socialismo tanzano y su relación con una coyuntura muy concreta: Tanzania era un país capitalista y, más que eso, un país que dependía del capitalismo mundial para sobrevivir.

La autosuficiencia que se pretendía alcanzar nunca llegó y, aunque en diferentes grados, la dependencia siempre fue un factor preponderante en su economía. Además, como subraya Samoff (1981), el socialismo es una construcción contingente que pasa, invariablemente, por diferentes etapas de lucha.

Como explica Lofchie (1976), esa transformación gradual de la «producción, del poder, de las relaciones sociales y de las ideas» era propia de Nyerere, que rechazaba tanto los acercamientos marxistasleninistas como los de corte liberalcapitalista para circunscribir la experiencia tanzana a una lógica africana ancestral, basada en los lazos familiares y en el comunitarismo. El reasentamiento de familias en villas y cooperativas a partir de la idea del Ujamaa intentaba recoger esas características y proporcionar, a la vez, la distribución y producción necesarias.

Éxito o fracaso

Hay una discusión siempre en boga cuando se intenta valorar lo que sucedió en Tanzania: ¿el proyecto tuvo éxito o fracasó? Es cierto que la crisis de producción y abastecimiento golpeó duramente a la población tanzana en los años setenta, pero hay que ir más allá antes de rechazar lo que sí representó en términos de acercamiento a la idea de desarrollo. En este sentido, autores como Schneider (2004) ven en los pensamientos de Nyerere la aplicación de conceptos hoy tan fundamentales como «desarrollo autocentrado», «empoderamiento» y «control popular», con un claro reflejo en teorías como la de Amartya Sen acerca del desarrollo como libertad.

Las casi siete mil villas de Ujamaa que el gobierno logró conformar hasta 1975 no pudieron responder a la demanda de alimentos y las exportaciones seguían dependiendo de media docena de productos básicos (sisal, café, algodón, castañas, té y tabaco). Así mismo, tal como señala Nursey-Bray (1980), el 53 por ciento del gasto en importaciones se destinaban a la compra de granos. En aquella época la producción industrial era mínima y la mayor parte de los manufacturados también tenían que ser importados. En pocas palabras: no se podía recusar la participación del capital internacional y su penetración (en especial a través del Banco Mundial y de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID) fue responsable por moldear las últimas etapas del programa de desarrollo rural, convirtiéndolo en un experimento de corte cada vez más individualista y especializado.

Por ello, podemos inferir que parte del deterioro del proyecto político de Nyerere tiene que ver con el propio agotamiento del Ujamaa y con fallos estratégicos que el mismo presidente admitiría en 1979, tras diez años de la Declaración de Arusha. No obstante, es necesario subrayar que, en ese momento de crisis, son preponderantes los factores externos. Teniendo en cuenta la coyuntura y las presiones sufridas por el país, muchos autores cuestionan el presumido fracaso del Ujamaa.

Entre esos aspectos externos, Ajit Singh (1986) destaca que la caída del precio de las commodities y el deterioro de los términos de intercambio [6]afectó especialmente a los países africanos. Además, Tanzania fue perjudicada por la fragmentación de la Comunidad Africana del Este, por la guerra con Idi Amin de Uganda y por una terrible sequía. El autor explica también que la situación no era de total bancarrota, como llegaron a predecir. En realidad, las visiones más pesimistas eran las mismas que rogaban por un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), sin el que, en su opinión, el país se hundiría.

Esas voces ignoraban que la inflación en el país no llegó a los niveles de Latinoamérica y que la moneda aún tenía relativa fuerza. Incluso, aunque la industria perdía impulso sobre todo por el difícil contexto internacional, la agricultura creció en 1980. En 1983 y 1984, el Producto Interior Bruto (PIB) del país daba señales de recuperación, con un crecimiento del 1,5 y 2,3 por ciento, respectivamente. Como argumenta Singh, el desempeño económico a largo plazo, tanto en términos de crecimiento como de satisfacción de las necesidades básicas, era hasta 1979 bastante satisfactorio en comparación con los estándares internacionales. Los argumentos utilizados por el FMI se centraban en las críticas al proyecto político, pero la situación tenía muchos más matices. Hay apenas referencias a los fallos del sistema monetario y comercial internacional, ambos bajo responsabilidad del propio FMI.

Camino abierto para el liberalismo

En ese contexto empiezan las negociaciones con las instituciones financieras internacionales, aunque el primer acuerdo se firma en 1986, cuando Nyerere deja la presidencia. La cautela del gobierno residía en las graves inestabilidades que la aplicación de los planes de ajuste estructural podrían generar a nivel político y social. Tanzania fue el último país africano en aceptarlos.

La continuidad y la estabilidad política (uno de los reconocidos logros de Nyerere fue el crear una cohesión sin parangón en la realidad africana) han permitido la manutención de la orientación económica liberal. Tras 25 años, el porcentaje de la población viviendo por debajo de la línea nacional de las necesidades básicas ha disminuido menos de seis puntos porcentuales desde 1990. Se mantiene en el 33,6 por ciento, muy lejos del 19,5 previsto en los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

En los años 90 Tanzania pasó a beneficiarse de las iniciativas HIPC (Heavly Indebted Poor Contries) y MDRI (Multilateral Debt Relief Initiative). En 2001 fue una de las primeras naciones en completar el proceso de condonación bajo la HIPC (una deuda de dos billones de dólares) y, en 2007, se «perdonaron» otros 336 millones bajo la MDRI. [7] El país elaboró en 2001 un programa estratégico de reducción de la pobreza (PRSP) preliminar y, en 2005, lanzó los planes MKUKUTA y MKUZA (el primero para el continente y el segundo para Zanzíbar), que dibujan las líneas de desarrollo en el país hasta 2025.

El giro que se produjo en Tanzania sirvió para convertirle en uno de los pupilos del Banco Mundial y abrió paso para que se pudiese consolidar lo que Harrison (2001) llama «régimen de post-condicionalidad». Para el autor, los intereses internos y externos se confunden en el país en una perniciosa relación de dependencia mutua (aunque desigual), enraizada en las instituciones y en los presupuestos, donde los donantes asumen un papel «menos visible pero quizás más poderoso».

El ejemplo de Tanzania podría servirnos para ratificar la idea de que nada puede contra el mercado, como muchos prefieren ver, o como un claro ejemplo de mala gestión e ineficiencia. Pero que un país recién descolonizado empeñe todos sus esfuerzos en la construcción del socialismo desde la base del desarrollo rural, defendiendo genuinamente una mayor equidad social y contando, para ello, con poco más que el trabajo de su población, parece bastante inspirador. Quizás sea importante recordar que apenas 43 años nos separan de la Declaración de Arusha y traer al presente unas palabras pronunciadas por Nyerere en 1977: «There is a time for planting and a time for harvesting. I am afraid for us is still a time for planting». [8]

Laura Daudén forma parte del Consejo de Redacción de Pueblos.

 

Este artículo ha sido publicado en el nº 44 de la Revista Pueblos, septiembre de 2010.

Notas

[1] World Bank – Country Brief. Noviembre, 2009.

[2] Geographic Diversity of Poverty Presentation. ESRF (PPW 2002).

[3] Tanganyika African National Union (TANU).

[4] Para lograr dicho objetivo el gobierno llevó a cabo una serie de nacionalizaciones de bancos, aseguradoras, empresas exportadoras e industrias, de tal forma que sólo el 16 por ciento del total de la inversión industrial quedase en manos del sector privado. La intervención privada quedaría reducida a las operaciones a pequeña escala (Bienen, 1970).

[5] «El desarrollo de un país lo generan las personas, no el dinero. El dinero y la prosperidad que él representa son el resultado, no la base del desarrollo.» (Traducción libre). Nyerere, Julius. «Education for Self-Reliance», en Freedom and Socialism: Uhuru na Ujamaa, Oxford University Press, Dar es Salaam, 1968.

[6] Los términos de intercambio miden la evolución de los precios de los productos que un país exporta en relación al precio de los que importa.

[7] El panorama macroeconómico estable y los incentivos del FMI, por otro lado, llevaron el país a contraer nuevas deudas desde 2003.

[8] «Hay un tiempo para el plantío y un tiempo para la cosecha. Supongo que para nosotros todavía sea tiempo de plantío.» (Traducción libre). Nyerere, Julius. The Arusha Declaration ten years after, Gobierno de Tanzania, Dar es Salaam, 1977.