Traducido para Rebelión y Tlaxcala por Germán Leyens
Jimmy Carter obsequió a Irán 52 rehenes. George Bush lo ha hecho mucho mejor, enviando 130.000 usamericanos a través del océano como garantías de buena conducta de su gobierno hacia la República Islámica. La semana pasada, Teherán nos recordó que puede hacer la vida aún más difícil a las fuerzas usamericanas en Iraq cuando recibió a Moqtada al Sadr para una visita de alto relieve, en la cual se comprometió amablemente a que su milicia, el ejército Mahdi, tomará represalias por cualquier ataque usamericano contra Irán. Su portavoz citó sus declaraciones ante sus anfitriones: «Si algún Estado islámico, especialmente la República Islámica de Irán, es atacado, el Ejército Mahdi combatirá dentro y fuera de Iraq.»
Hay que tomar en serio esta advertencia. El Jaish al Mahdi, la milicia de al Sadr, ha emergido como una fuerza formidable desde su formación en 2003. Hace quince meses, en noviembre de 2004, cuando estaba menos entrenada y equipada que en la actualidad, ese ejército resistió durante tres semanas un ataque decidido de los Marines de USA en Najaf.
Pero los intereses y la influencia iraníes en Iraq no se limitan de ninguna manera al clérigo radical chií y a sus combatientes. SCIRI, el principal partido en la dominante coalición chií que triunfó en las elecciones iraquíes, fue después de todo originalmente fundada y fomentada en Irán. Su primer líder fue el ayatolá Mahmood Hashemi-Shahroodi, que es actualmente jefe del poder judicial iraní. El brazo militar de SCIRI, el Ejército Badr, combatió del lado iraní en la guerra Irán-Iraq, y fue considerado durante mucho tiempo como el instrumento directo de la inteligencia iraní, Además, la inteligencia iraní puede contar con elementos como Abu Mehdi al-Mohandis–«el ingeniero»– residente en Najaf con responsabilidades dirigentes en la milicia de Sadr en esa localidad.
En el norte, dentro y alrededor del enclave kurdo, fuentes fiables aseguran que la inteligencia iraní ha estado suministrando un cierto apoyo a insurgentes suníes, incluyendo al grupo islámico suní militante Ansar al Islam. Por cierto, la docena de altos comandantes de la Guardia Revolucionaria Iraní (IRGC, por sus siglas en inglés] muertos en un accidente aéreo hace dos semanas, entre ellos posiblemente Mohammed Sulaimani, el principal oficial de los Guardias involucrado en los asuntos iraquíes, iban a Oroumieh en el noroeste de Irán, la principal base para las operaciones iraníes en el norte de Iraq.
Podría parecer inesperado que iraníes chiíes apoyen a grupos con una agenda anti-chií militante, pero el mismo régimen brindó refugio durante muchos años al líder fundamentalista suní afgano Gulbeddin Hekmatyar, a pesar de una profunda antipatía mutua.
Además, el poder en Irán es difuso. Iraq es una presa inmensa, y el control de ese factor, ofrecido a Irán de modo tan amable por George Bush cuando derrocó a Sadam Husein, es inevitablemente motivo de controversia entre poderosas facciones dentro del régimen. Es posible que los comandantes de la Guardia tengan una agenda diferente de «Etalaat», los servicios de inteligencia, o la oficina del Líder Supremo Khamanei, para no hablar del presidente Amahdinejad. Entre otros imperativos, esos diversos feudos tienen intereses financieros en juego en Iraq. Muchos de los comandantes de la IRGC, por ejemplo, son «Moawedun,» lo que quiere decir que son de ascendencia iraní pero nacidos en Iraq, que tienen intereses en propiedades en Iraq.
Después de la invasión de USA, la voz más influyente en la política iraní hacia Iraq fue la del presidente Hashemi Rafsanjani, que optó por una cooperación limitada con los ocupantes. A pesar de rumores alarmistas que circularon en Bagdad de que «un millón de iraníes han infiltrado Iraq con falsas tarjetas de identidad iraquíes,» la mayoría de los iraníes a la vista eran peregrinos pacíficos que acudían en masa a las ciudades santas de Najaf y Karbala. El consenso en Teherán parecía ser que Iraq debía ser mantenido en lo que los funcionarios llamaban «un caos controlado,» tanto para mantenerlo débil como para desalentar una prolongada ocupación usamericana mientras se evitaba la desintegración generalizada de Iraq hacia la anarquía.
Sin embargo, la derrota de Rafsanjani por Mahmoud Ahmadinejad en la elección presidencial y la continua escalada de la confrontación con USA por el programa nuclear de Irán han cambiado las reglas del juego. La posición de Ahmadinejad es muy cercana a la de algunos de los dirigentes más radicales de la IRGC y muestra poca tendencia a ceder ante las susceptibilidades usamericanas. Su desafío abierto a Occidente por el tema nuclear, para no mencionar sus observaciones sobre Israel, sólo han reforzado su posición política en el país, mientras que su capacidad de jugar la carta iraquí ciertamente dará que pensar a Washington. Como me dijo recientemente un cercano adjunto a uno de los líderes de SCIRI, que generalmente es considerado como menos violentamente radical que el grupo de Moqtada Sadr: «Si Usamérica ataca a Irán, puede ocurrir cualquier cosa.» ¿Quién necesita un arma nuclear con un disuasivo semejante a su disposición?
Andrew Cockburn es co-autor, con Patrick Cockburn, de «Out of the Ashes: the Resurrection of Saddam Hussein».
http://www.counterpunch.org/andrew01312006.html
Traducido del inglés al castellano por Germán Leyens, miembro del colectivo de traductores de Rebelión y asimismo de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística ([email protected]). Esta traducción es copyleft.