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Los daños colaterales por el lockout estatal

Fuentes: Miradas al Sur

Desde Carolina del Norte Funciona el correo, que es un pilar de la comunicación y el comercio cotidianos. Los jubilados y pensionados del sistema de Seguro Social siguen cobrando sus haberes y los veteranos de guerra siguen percibiendo sus pagos y se pueden morir tranquilos pues se pagan sus entierros. La línea de trenes Amtrak […]

Desde Carolina del Norte

Funciona el correo, que es un pilar de la comunicación y el comercio cotidianos. Los jubilados y pensionados del sistema de Seguro Social siguen cobrando sus haberes y los veteranos de guerra siguen percibiendo sus pagos y se pueden morir tranquilos pues se pagan sus entierros. La línea de trenes Amtrak continúa rodando y los aeropuertos permanecen abiertos. Así las cosas, en un país descentralizado, con presupuestos por estado y por municipio (muchos de los cuales cobran impuestos propios), poco se nota el cierre del gobierno fuera del Distrito de Columbia. Sin embargo, además de los 800.000 empleados federales que quedaron suspendidos sin saber si cobrarán, existen daños directos e indirectos a la población.

Por ejemplo, caen muchos programas federales que se canalizan a nivel local. Es el caso de Ventaja Pre-Escolar, que en once estados ofrece contención y merienda a niños pobres; sólo en un condado de la Florida priva a 400 chicos de tres y cuatro años. También se suspendió la asistencia a las madres pobres con hijos pequeños: el WIC, Plan de Complemento Especial Nutricional, se quedó sin fondos para administrar la entrega de leche y el control de salud de los menores. Tan escandaloso fue este caso que el viernes, en su conferencia de prensa dirigida a mejorar su imagen deteriorada, los republicanos prometieron aprobar leyes parciales como la rehabilitación de FEMA, la agencia que responde a las catástrofes, y el WIC, además de otra que garantice a los empleados federales suspendidos que cobrarán. Hasta que eso suceda, la cadena de hamburguesas de Washington Z-Burger prometió por Twitter -donde las cuentas del gobierno se callaron el martes, aunque el presidente Barack Obama sigue tuiteando contra el cierre- una hamburguesa gratis para cada empleado federal. Ése es uno de los daños colaterales del cierre: el comercio. Una miríada de estaciones de servicio, restaurantes, cafés y negocios minoristas de toda índole que atienden a la población de las agencias federales se encontraron vacíos de un día para el otro.

El presidente Barack Obama recibe su salario de 400.000 dólares anuales, pero su staff bajó de 90 a 15 personas. Los congresistas no pierden ni un centavo de sus 174.000: una ley impide que no se les pague y otra que garantiza que no se les pueda reducir el sueldo. Su staff, en cambio, también se achicó. Los militares, como el correo, no cierran nunca. El Seguro Social que seguirá pagando jubilaciones y pensiones, funciona sólo para eso: quien pierda su tarjeta -que es como el DNI, el documento básico de los estadounidenses- y la quiera renovar, o quien quiera solicitar la suya por primera vez, no podrá hacerlo: no hay quien lo atienda. Los veteranos cobran y se pueden morir, pero todos los programas de estudio, pago de alquileres y hasta rehabilitación quedan suspendidos. Desde la crisis de 2008, refinanciar las deudas hipotecarias es el pan de cada día; cuando la aprobación dependa de la Administración Federal de la Vivienda, se demorará hasta el fin del cierre, con costos a cargo del que intenta refinanciar porque no puede pagar lo que ya debe… A la hora de pagar, la AFIP estadounidense, el IRS, no procesa la recepción de impuestos (lo cual pone en la ilegalidad a algunas empresas pequeñas o unipersonales) ni ofrece su servicio telefónico ni abre las oficinas para encontrar alternativas; los que pidieron una prórroga para su declaración anual, que vence el 15 de octubre, no tendrán un minuto más; en cambio, el IRS se tomará hasta el fin del cierre para emitir los cheques de reintegros.

El turismo y sus derivados son otras bajas del cierre. Los visitantes que acampaban en alguno de los 401 parques nacionales debieron abandonarlos en 48 horas. Los hoteles cercanos al Gran Cañón, el Parque Yosemite o los Everglades flexibilizaron sus políticas de devolución de reservas. Todos los museos gratuitos, incluidos el del Holocausto y el Instituto Smithsonian, se cerraron, y los monumentos abiertos se vallaron. El representante republicano Steven Palazzo se quejó del esfuerzo de poner barricadas alrededor de uno de ellos, el Memorial a los Caídos en la Segunda Guerra Mundial, que por primera vez visitaban unos veteranos. Él, desde luego, votó por cerrar el gobierno si no se privaba de fondos a la Ley de Salud Accesible. «Van a gastar dinero sólo para mantener a la gente fuera de los espacios abiertos», dijo. En efecto, el cierre del gobierno genera costos: 300 millones de dólares por día.

Veinticuatro parejas se iban a casar en monumentos nacionales como el de Lincoln; tuvieron la oportunidad de pensarlo más porque el cierre les revocó los permisos. La Campana de la Libertad -símbolo de la independencia y del fin de la esclavitud- quedó también vallada en Filadelfia. Turistas del mundo se quejaban de que el ferry a la Estatua de la Libertad (que devolvía los 17 dólares de costo) permaneciera ocioso: un cartel avisaba «Importante. El gobierno ha cerrado tanto la Estatua de la Libertad como Ellis Island». Los manteros de souvenirs se quedaron sin vender sus pequeñas Lady Liberty y sus vinchas con rayos. Los visitantes, al menos, podían disfrutar del resto de Nueva York; sin embargo, les convenía tener cuidado al elegir dónde comer porque el Departamento de Agricultura consideró que los inspectores de alimentos no eran imprescindibles.

No es un buen momento para perder el pasaporte o la visa, ya que las agencias federales que los emiten trabajarán parcialmente y hasta que se les terminen los fondos. Las páginas web de la mayoría de las agencias federales advierten: «Debido el cierre del Gobierno, la información en este sitio web puede no estar actualizada. Muchos servicios del Gobierno no estarán disponibles durante este cierre».

Otras están directamente en blanco, como las cámaras que mostraban los escasos movimientos del panda bebé del Zoo Nacional, una tontería con tantos fanáticos que sus quejas taparon las redes sociales.

Quizá el peor efecto del cierre del gobierno sobre el ciudadano común sea la cobertura noticiosa. No sólo las tres cuartas partes de la población repudia los hechos y le echa la culpa a los republicanos, sino que debe aguantar al presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, agitar The Wall Street Journal con cara de indignado y criticar el comentario de un vocero de la Casa Blanca, quien dijo «Vamos ganando», ya que los demócratas creen que los republicanos no dejarán que esta situación lleve al país al default en poco más de diez días y por ende creen que no tienen por qué negociar. «¡¡Esto no es ningún maldito juego!!», dijo Boehner. Una pena que lo hizo días después que se filtrara un diálogo entre dos de sus correligionarios, los senadores Mitch McConnell y Rand Paul, en el que Paul especuló sobre la batalla mediática: «No queríamos llegar a este punto, pero creo que vamos a ganar».

Fuente: http://sur.infonews.com/notas/los-danos-colaterales-por-el-lockout-estatal