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Editorial del New York TImes

Los desempleados son rehenes, otra vez

Fuentes: Progreso Semanal

Es difícil creer, a medida que las fiestas se acercan una vez más en medio de tiempos económicos duros, pero parece que el Congreso va a permitir que los beneficios federales de desempleo caduquen por cuarta vez este año. A los legisladores no reelegidos solo les queda un día cuando regresen a trabajar el lunes […]

Es difícil creer, a medida que las fiestas se acercan una vez más en medio de tiempos económicos duros, pero parece que el Congreso va a permitir que los beneficios federales de desempleo caduquen por cuarta vez este año.

A los legisladores no reelegidos solo les queda un día cuando regresen a trabajar el lunes para renovar los agonizantes beneficios. Si no lo hacen, dos millones de personas se verán afectadas solo en diciembre. Esta falta de interés por los norteamericanos que trabajan es escandalosa. El verano pasado, los beneficios estuvieron bloqueados durante 51 días, mientras los senadores de ambos partidos se dedicaban a preservar reducciones de impuestos para los ricos administradores del dinero y otros electores acaudalados.

En esta oportunidad, las reducciones de impuestos para los ricos posiblemente distorsionen nuevamente el debate. Casi seguro republicanos y demócratas vincularán la renovación de los beneficios de desempleo a una prórroga de las reducciones de impuestos para los ricos, aprobados en la era de Bush. Eso sería una farsa. No existe un buen argumento para permitir que caduquen los beneficios a desempleados, o para prorrogar esas reducciones.

La recesión que comenzó en 2007 ha provocado el peor desempleo en casi 30 años. Tenemos niveles records de desempleo a largo plazo. La tasa de desempleo, de 9,6 por ciento, ha estado esencialmente sin cambiar desde mayo, y casi 32 por ciento de los 14,8 millones de trabajadores in empleo han estado en esa situación durante seis meses o más.

Algunos opositores a los beneficios de desempleo -casi todos republicanos, pero también algunos demócratas–, quieren hacernos creer que esas cifras son evidencia de holgazanería, permitida por generosos beneficios. Ignoran de manera conveniente tres hechos. Uno, por cada empleo desocupado, hay cinco desempleados -una profunda escasez de puestos de trabajo. Dos, los beneficios federales tienen un promedio de $290 dólares a la semana, más o menos la mitad de lo que una familia típica gasta en productos básicos, y apenas suficiente para disuadir a alguien de trabajar. Tres, como el desempleo ha aumentado, los beneficios son ahora menos generosos. A principios de este año, los legisladores terminaron con un subsidio que ayudaba a los trabajadores desempleados a pagar el seguro médico y descontó $25 a la semana que habían sido agregados a los beneficios por medio de la ley de estímulo del año pasado.

Otros opositores quieren hacernos creer que la nación no puede seguir pagando beneficios de desempleo: una prórroga de un año costaría unos $60 mil millones. Lo cierto es que no podemos darnos el lujo de no pagarlo. La nación nunca ha terminado los beneficios federales cuando el desempleo ha sido tan alto como ahora, y con razón. Sin empleos, el gasto de esos desempleados es inadecuado, y eso significa menos puestos de trabajo. Una amplia gama de estudios privados y gubernamentales muestran que los beneficios de desempleo combaten ese círculo vicioso al garantizar que las familias puedan comprar lo básico.

Y tampoco los beneficios de desempleo afectan el presupuesto. Todo lo contrario. No aumentan el peligroso déficit a largo plazo porque el gasto es temporal. Y debido a que apoyan las compras y los empleos, contribuyen poderosamente al crecimiento económico que es vital para un presupuesto sano. Prorrogar las reducciones de impuestos a los ricos de Bush destrozaría el presupuesto, porque probablemente duren mucho, lo que agregaría $700 mil millones al déficit en un plazo de 10 años. Las reducciones de impuestos para los ricos prácticamente no brindan estímulo económico, porque la gente acaudalada tiende a guardar su botín.

Ignorando los hechos y la lógica, varios republicanos dijeron que cualquier prórroga de los beneficios debe ser pagada con reducciones de otros gastos. Esto en realidad sería desvestir a un santo para vestir a otro. No solo es cruel, sino tonto, porque reduciría el impulso económico que los beneficios permitirían.

El presidente Obama debe dar puñetazos en la mesa en busca de una extensión limpia y de un año de los beneficios de desempleo, y debe denunciar con fuerza a los falsos halcones del déficit -en ambos partidos- que dicen que los beneficios de desempleo son demasiado costosos, a pesar de que aprueban reducciones más costosas de impuestos para los ricos.

Fuente:  http://progreso-semanal.com/4/index.php?option=com_content&view=article&id=2897:los-desempleados-son-rehenes-otra-vez&catid=3:en-los-estados-unidos&Itemid=4

http://www.nytimes.com/2010/11/28/opinion/28sun1.html?_r=1&emc=eta1