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Los destinos cruzados de Burkina Faso y Costa de Marfil

Fuentes: Jeune Afrique

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Septiembre de 2015, unos días después del anuncio del golpe de Estado del general Gilbert Diendéré en Uagadugú. El país está conmocionado. Quienes se oponen al golpe, sobre todo una parte del ejército, temen que un apoyo en mercenarios y armas refuerce a los hombres de Diendéré desde Costa de Marfil, donde el que fuera la mano derecha de Blaise Compaoré (1) cuenta con muchos apoyos. En la capital son sospechosas las matriculas de Costa de Marfil, aunque cruzar la frontera entre Kauara y Niangoloko sea cosa de niños. En el lado de Burkina hay algunos incordios, unos gendarmes verifican durante más tiempo del acostumbrado los carnés de identidad en un ambiente apacible. En el lado de Costa de Marfil no hay control alguno, ni siquiera un hombre para sellar los pasaportes…

Esto suele ocurrir con estos dos países cuya frontera común, de 584 km, solo tiene sentido en caso de aviso de una fuerte tormenta política y solo es real en el mapa. Hace casi un siglo que los destinos de Burkina Faso (antes Alto Volta) y de Costa de Marfil se mezclan como los de los gemelos que no se parecen, que confabulan el uno contra el otro y se detestan a veces pero que en lo más profundo de sus entrañas sienten las mismas cosas y se saben condenados a vivir juntos. «Estamos íntimamente unidos, nada podrá separarnos», constata un hombre de negocios que hizo fortuna en Burkina antes de invertir en Costa de Marfil.

Una historia colonial

Esta historia tan peculiar se debe a la colonización francesa. El pueblo mossi, en torno al cual se construyó Alto Volta, una colonia fundada 1919, mira naturalmente hacia la tierra de sus ancestros, a la que los colonos británicos llaman Gold Coast (la futura Ghana). Ahí la presión colonial y los impuestos son menores y las condiciones de trabajo más atractivas. En 1925 de cada cuatro habitantes de Alto Volta que emigran tres lo hacen en esa dirección.

Ahora bien, para Francia El Dorado es Costa de Marfil. Necesita brazos. Muy rápido se impone a los administradores coloniales la idea de utilizar a los habitantes de Alto Volta, que son muchos, como fuerza de trabajo en las plantaciones y en el ferrocarril de Costa de Marfil. Bajo la presión de los grupos económicos de Costa de Marfil (que ven un ello una manera de reclutar a mansalva) pero también porque en París los anticlericales desconfían de este territorio fuertemente influenciado por monseñor Joanny Thévenoud (un obispo amigo de los mossi), en septiembre de 1932 se disuelve Alto Volta y se reparte entre Sudán Occidental (futuro Mali), Níger y Costa de Marfil.

Este último se queda con la parte más grande, ve cómo su población se duplica de golpe y su frontera retrocede más allá de Uagadugú. Toda una parte de Alto Volta se denomina a partir de entonces Alto Costa de Marfil. El objetivo de ello es claro, como resume entonces el ministro [francés] de las Colonias: «Pone a disposición de Costa de Marfil una mano de obra abundante y disciplinada que es lo único que le falta para insuflar un vigor prometedor». Como el reclutamiento era obligado, los habitantes de Alto Volta ni tienen más opción que tomar el camino del sudoeste en vez del camino del sudeste. Afluyen en masa a Costa de Marfil donde despectivamente son tratados de kanga («esclavos»), sobre todo cuando su rostro mellado por las escarificaciones tradicionales refleja su pertenencia al pueblo mossi.

El papel de Félix Houphouët-Boigny

Las tornas van a cambiar después de la Segunda Guerra Mundial, en el curso de la cual los habitantes de Alto Volta demostraron su lealtad a la «Francia libre» a la que se unió el Mogho Naba (rey de los mossi) desde junio de 1940. En abril de 1946 se suprime el trabajo forzado, a pesar de lo cual no disminuye el flujo de emigrantes entre Alta Costa de Marfil y Baja Costa de Marfil. Más tarde, en septiembre de 1947, se reconstruye Alto Volta. Para París no se trata únicamente de recompensar su lealtad. El cálculo es mucho más cínico: hay que contener la influencia del partido Rassemblement démocratique africain (RDA), el partido de Féliz Houphouët-Boigny (2) que entonces es de obediencia comunista. Su base se sitúa en Costa de Marfil pero amenaza con extenderse a toda África Occidental Francesa (AOF) vía Alto Volta. Un gobernador que en Uagadugú «metiera en vereda las tendencias RDA sería muy útil al sistema», escribía el ex embajador Frédéric Guirma en un ensayo sobre Maurice Yaméogo publicado en 1991.

Los políticos de ambas tierras han aprendido a conocerse. Además, Houphouët debe su avance a un habitante de Alto Volta: Ouezzin Coulibaly. Costa de Marfil solo cuenta con un escaño en la asamblea nacional constituyente que nace tras la guerra en Francia: renunciando en favor de su primogénito, opuesto a un dignatario mossi, y aportándole los votos de la región de Bobo-Dioulasso, Ouezzin ayudó a Houphouët, el cual sin duda no lo habría conseguido sin ese apoyo.

Las relaciones entre Houphouët y Yaméogo (3), que se impuso como la principal figura política de Alto Volta antes de las independencias, son a imagen y semejanza de las relaciones entre ambos territorios, accidentadas. Jacques Foccat, el «Señor África» de Charles de Gaulle, las resume así: «Había percances, pero Houphouët era el jefe […]». Yaméogo se alía al RDA, después flirtea con Léopold Sédar Senghor antes de adherirse al proyecto de Unión Sahel-Benin (el futuro Consejo de la Entente) defendido por Houphouët. Como marfileño, Yaméogo no es favorable a una independencia inmediata. Como marfileño, tendrá que seguir la voluntad popular. Ambos países festejan la independencia al mismo tiempo, el 5 de agosto de 1960 en el caso de Alto Volta y el 7 de agosto en el de Costa de Marfil.

En los años siguientes Yaméogo y Houphouët multiplican los encuentros. Las relaciones se deterioran mucho en 1961, cuando el presidente de Alto Volta visita al enemigo de Houphouët, el ghanés Kwame Nkrumah, y cuando se suprimen las barreras aduaneras entre ambos. En aquella época Yaméogo se complace en ridiculizar a los ministros marfileños de paso en Uagadugú, a los que ante la muchedumbre califica en idioma mossi (el mooré) de «gang’ninsé desnudos bajo sus ropas de gala». Eso complace a los hombres y mujeres que a menudo son considerados menos que nada del otro lado de la frontera. Pero Yaméogo vuelve enseguida al redil y se convierte en uno de los más fieles aliados de Houphouët.

Este último conservará toda su amistad por Yaméogo después de su caída en 1966. Le enviará dinero y no le desanimará cuando trame la caída de su sucesor, el general Sangoulé Lamizana. Finalmente Houphouët acogerá a Yaméogo cuando se vea obligado a exiliarse. Antes de su muerte Jacques Foccart reconoció la injerencia de Houphouët en los asuntos burkineses y su rechazo de Lamizana: «Houphouët le manifestó esta hostilidad más tiempo que respecto a Eyadéma, pero se entendió extremadamente bien con Yaméogo. Consideraba que los mossi debían dirigir Alto Volta».

Cuando los burkineses suponían un problema

A medida que se van sucediendo los jefes de Estado en Uagadugú (todos ellos militares, lo que tiene el don de desmotivar al marfileño) se van normalizando las relaciones entre ambos vecinos. Los burkineses desconfían de Houphouët, al que acusan de querer «avasallarlos», aunque tienen que estar a bien con él. Después la situación se tensa con la llegada al poder de una pandilla de oficiales jóvenes y revolucionarios en 1983. Es el fin de una época. Alto Volta se convierte en Burkina Faso y con ello acaba la dependencia política respecto al «hermano mayor» marfileño. Solo la muerte de Thomas Sankara en 1987, que se sospecha urdida por Houphouët, podía reconciliar al presidente marfileño con el antiguo Alto Volta. Con Blaise Compaoré, que se había casado con una mujer cercana al presidente marfileño, el eje Abidjan-Uadadugú vuelve a ser imprescindible.

Pero los tiempos han cambiado. A principios de la década de 1990, el «Viejo» [Houphouët] está próximo a su fin, su sucesión se anuncia feroz y el «milagro marfileño» pertenece al pasado. Las relaciones entre ambos países son más estrechas que nunca en ese momento. En las décadas de 1950, 1960 y 1970 cada vez más habitantes de Alto Volta quieren beneficiarse de ese famoso «milagro» para el que hacen falta brazos. En 1951 se crea un sindicato de reclutadores construido en torno a los poderosos dueños de plantaciones. Los recién llegados se instalan ahí donde hay plantaciones, primero en calidad de peones y luego como plantadores. Este flujo de personas no supone problema alguno durante años, incluso es fomentado por una política liberal de acceso a la tierra que Houphouët había resumido de la siguiente manera en 1963: «La tierra pertenece a quien saca provecho de ella». En 1998 Costa de Marfil cuenta con 15 millones de habitantes, de los cuales entre 2 y 3 millones (según las fuentes) son originarios de Burkina. En algunas regiones un 80 % de los campesinos «burkineses».

En esa época un veneno ya ha intoxicado el país, el concepto de «marfileñidad». La crisis económica, que afecta a Costa de Marfil a finales de la década de 1970, lleva a una recomposición de las jerarquías a favor de los inmigrados burkineses en el medio rural (tienen al tierra puesto que la trabajan) y a unos rencores y frustraciones que pronto van a explotar los actores de la guerra de sucesión que estallará después de la muerte de Houphouët en diciembre de 1993. A partir de entonces se considera un problema a los extranjeros, esto es, a los burkineses.

Los tres sucesores de Houphouët, Henri Konan Bédié (que nunca se entendió con Compaoré), a continuación el general Robert Gueï y por último Laurent Gbagbo (al que mucho tiempo apoyó Compaoré cuando estaba en la oposición y una vez elegido el marfileño suscitó la desconfianza del burkinés) explotarán este filón para contrarrestar las ambiciones de Alassane Ouattara, el ultimo primer ministro de Houphouët, al que se presenta como burkinés. En 1998 una nueva ley prohíbe a los no marfileños ser propietarios de tierras. A continuación se instaura un permiso de residencia, acaba el derecho a voto de los extranjeros y se prohíbe acceder a la magistratura suprema si el padre, el abuelo y el bisabuelo no son marfileños «de origen»…

En septiembre de 1999 en Tabou, situado en el oeste de Costa de Marfil, una discusión de tierras entre una persona autóctona y el dueño de una plantación de origen burkinés degenera y acaba en unas expediciones punitivas alentadas por las elites locales. El balance permanecerá en el recuerdo: un centenar de muertos entre los «burkineses» y 12.000 expulsados. Se ha consumado el divorcio. El proyecto de doble nacionalidad automática para los ciudadanos de ambos países que se había concebido en tiempos de Houphouët y de Yaméogo, aunque se abandonó rápidamente, ya no es sino un recuerdo lejano. Y la elección de Gbagbo en 2000 no cambia nada. La entente nunca fue tan poco cordial.

En enero de 2001 Abidjan sospecha que Uagadugú ha proyectado un golpe de Estado. En agosto de 2002 Uagadugú acusa a su vez a Abidjan de haber ordenado el asesinato de Balla Keïta, un diputado marfileño refugiado en Burkina. En 2003 se censa a 200.000 refugiados en Burkina. Algunos de ellos, a los que se llama los «diaspos», se instalarán ahí definitivamente y modificarán sensiblemente la sociología del país (sobre todo en la capital).

En aquel momento en Uagadugú se multiplican los llamamientos al patriotismo. Ante la amenaza de ver afluir a cientos de miles de ciudadanos Blaise Compaoré, muy discutido en ese momento, no se queda con los brazos cruzados. Sin hacerse ninguna ilusión sobre las intenciones de Gbagbo (el cual acortó su visita oficial en diciembre de 2001 de dos días a seis horas), a principios de la década de 2000 apoyará una rebelión fomentada por militares marfileños exiliados en la capital burkinesa tras haber sido víctimas de una purga en el seno del ejército por ser «nordistas». Ente ellos están Ibrahim Coulibaly, Tuo Fozié y Cherif Ousmane, a los que pronto se unirá Guillaume Soro.

La crisis marfileña

Lo que sigue se ha contado muchas veces . La crisis marfileña se convierte también en una crisis burkinesa. Afecta a todos los sectores: político, social, económico (el puerto de Abidjan es en ese momento el «pulmón económico» de Burkina). Compaoré pone a todos sus hombres de confianza al servicio de la rebelión: su jefe de Estado Mayor particular Gilbert Diendéré, su ministro de Seguridad Djibrill Bassolé, su hombre de las misiones secretas Salif Diallo, etc. Cuando los rebeldes llegan a Uagadugú (su base de retaguardia tras el inicio de los combates en septiembre de 2002) son alojados por los barones del régimen; por otra parte, hasta hace poco siempre eran bienvenidos ahí.

El burkinés los arma y proporciona mercenarios, consejos operativos y apoyo diplomático. En enero de 2003 Compaoré compara en una entrevista concedida al diario francés Le Parisien a Gbagbo con el serbio Slobodan Miloševic. «A largo plazo la única solución es que se vaya», afirma. Su nombramiento como mediador unos años más tarde no solucionará nada: ambos hombres serán irreconciliables, tanto más cuanto que Compaoré juega la carta Ouattara desde el principio.

La elección de Ouattara en 2010 y después su toma de posesión en 2011 tras combates mortíferos marcó una nueva etapa en la historia de las relaciones entre ambos países, aunque las tensiones vinculadas a la tierra permanezcan en los campos marfileños, sobre todo en el oeste, y aunque en Abidjan no haya desaparecido el discurso sobre la «marfileñidad. Durante su primera visita a Uagadugú en 2011 el presidente marfileño afirmó que era «urgente seguir reforzando el eje Uagadugú-Abidjan» y entonó la cantinela de Houphouët al declarar que «en Burkina cada marfileño está en su casa» y que «cada burkinés está en su casa en Costa de Marfil «. Sin duda no imaginaba entonces que uno de ellos sería el propio Campoaré, expulsado del poder en 2014.

«Hay demasiados vínculos entre las clases políticas de ambos países como para que volvamos a caer en las trampas del pasado «, afirma el hombre de negocios citado al principio de este artículo, el cual recuerda que la mayoría de los «burkineses» de Costa de Marfil permanecieron ahí, incluso en los peores momentos de la crisis. Sin embargo, el intento de golpe de Estado de septiembre, a raíz del cual las autoridades burkinesas mencionaron la implicación del presidente de la Asamblea Nacional marfileña Guillaume Soro y que sacó a la luz las relaciones entre algunos golpistas y ex rebeldes marfileños, ha demostrado que nada de lo que ocurre en Uagadugú es ajeno a Abidjan y viceversa.

Notas de la traductora:

(1) Blaise Compaoré fue dictador de Burkina Faso hasta el 31 de octubre de 2014 y desde el golpe de Estado del 15 de octubre de 1987 en el que fue asesinado su predecesor Thomas Sankara (sobre este último, véase «Burkina Faso el «país de un hombre íntegro», Thomas Isidore Noël Sankara, y la continuidad del invierno político», http://www.rebelion.org/noticia.php?id=207239).

(2) Félix Houphouët-Boigny es el «padre» de la independencia de Costa de Marfil y una figura fundamental de la política africana del siglo XX. Véase su biografía en https://es.wikipedia.org/wiki/F%C3%A9lix_Houphou%C3%ABt-Boigny

(3) Maurice Yaméogo fue el primer presidente Alto Volta. Intentó sin éxito crear una unión entre Costa de Marfil y Alto Volta.

Fuente: http://www.jeuneafrique.com/mag/288066/politique/burkina-cote-divoire-destins-croises/