Algunos medios han destacado la sensibilidad mostrada por George Bush en la tradicional cena de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca, celebrada recientemente en Washington, «renunciando a hacer bromas en deferencia a la matanza ocurrida en la universidad de Virginia Tech». Y la verdad es que no sé qué me asombra más, si […]
Algunos medios han destacado la sensibilidad mostrada por George Bush en la tradicional cena de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca, celebrada recientemente en Washington, «renunciando a hacer bromas en deferencia a la matanza ocurrida en la universidad de Virginia Tech».
Y la verdad es que no sé qué me asombra más, si el detalle del presidente para no incurrir en payasadas o el esmero de los cronistas para no abundar en detalles.
Detalles como, por ejemplo, que los asistentes a la cena, entre ministros, dignatarios extranjeros y celebridades de Hollywood, además del presidente y los periodistas, disfrutaran de entrada, junto a los habituales canapés y otras viandas que supongo exquisitas, un vídeo presentado por la estrella de la televisión David Letterman con los 10 momentos más cómicos del presidente durante el pasado año.
No parece el vídeo más oportuno, dadas las circunstancias y el deseo manifestado por el presidente, como tampoco fue un detalle de buen gusto que, antes de que los invitados terminaran canapés y carcajadas, hiciera su aparición el maestro de ceremonias, el comediante e imitador Rich Little, aportando más y nuevos motivos para la risa entre el trasiego de camareros, bandejas y vinos espumosos.
Los chistes se fueron sucediendo a golpes de feliz quijada hasta que ya con los asistentes satisfechos y colmadas todas sus gracias y apetitos, el presidente que se relaja, se ajusta los pantalones y, frente al micrófono, advierte: «aunque estaba ansioso por hacer bromas sobre mí mismo, ante esta tragedia en el Virginia Tech decidí no hacerlo».
Los medios no cuentan, detalles que faltan, si el auditorio prorrumpió en otra nueva carcajada tras el comentario del presidente; o si los asistentes, en correspondencia con el presidente, se abstuvieron de eructar luego de la ingesta; o si alguno hizo causa común y renunció, incluso, a repetir el postre. Tampoco explican si George Bush, concluido su breve minuto de silencio, volvió a gozar con las ocurrencias de Rich Little o de Letterman o si va a seguir manteniendo ese tono discreto y comedido en el futuro, en señal de duelo por los miles de estadounidenses que ya han muerto en Iraq.
Lo que es seguro es que uno y otros, seguirán regalándonos, desde gobierno y redacciones, esos reveladores detalles de cómo se hace política y periodismo.