El hecho de que más de la mitad de la población de Estados Unidos apoye los ataques aéreos contra el Estado Islámico, según las más recientes encuestas, dice que la propaganda guerrerista ha venido logrando significativos avances en los sentimientos de los ciudadanos estadounidenses. En 2006, cuando una mayoría de la ciudadanía se pronunció por […]
El hecho de que más de la mitad de la población de Estados Unidos apoye los ataques aéreos contra el Estado Islámico, según las más recientes encuestas, dice que la propaganda guerrerista ha venido logrando significativos avances en los sentimientos de los ciudadanos estadounidenses.
En 2006, cuando una mayoría de la ciudadanía se pronunció por vez primera en una encuesta de Gallup por calificar la guerra de Iraq como un «error», el sentimiento de paz fue un factor poderoso en las elecciones parlamentarias de 2006 y en las dos elecciones de Barack Obama como Presidente.
«Pero eso ya no es así, afirma Tom Hayden, activista político demócrata progresista, periodista y escritor, en un artículo que publicó el 25 de agosto último con título de Peace Movement a Minority Again (Movimiento por la Paz de nuevo minoría), en su sitio digital The Democracy Journal.
«Hace menos de un mes trescientos miembros del Congreso aprobaron una resolución exigiendo que cualquier elección militar sobre Iraq deba ser debatida y autorizada. Seguidamente, tanto el Congreso como el Presidente se fueron de vacaciones y, como si por plan, el Pentágono amplió su personal sobre el terreno a por lo menos 1.200 efectivos y comenzó a hostigar con ataques aéreos posiciones del Califato Estado Islámico (EI), que Hayden prefiere identificar como ISIS (Islamic State in Iraq and Syria) «.
Los daños infligidos desde el aire dejan víctimas civiles, aterran a los pobladores locales, degradan el armamento y complican las maniobras de las fuerzas del gobierno contra el cual se combate. Pero no se puede ganar una guerra sin fuerzas terrestres capaces de dominar el terreno. Por eso la promesa de Obama de que Estados Unidos no bombardearía en Siria y que no enviaría tropas de tierra generará preguntas que tendrá que responder ante el Congreso, opina Hayden.
Dejando a un lado la retórica cambiante de Washington, el escenario desplegado incluye a un Estados Unidos bombardeando por aire y asesorando la guerra sobre el terreno contra ISIS en Iraq y Siria. La campaña de bombardeos pretende apuntalar las fuerzas kurdas alrededor de estratégicas presas y campos petroleros, pero no puede impedir el desmoronamiento del ejército dominado por los chiíes en las provincias del norte de Iraq. En cualquier caso, Estados Unidos está desempeñando el papel de «Fuerza Aérea Chiíta o Kurda», un papel que hasta hace poco rechazó.
«Si se enviaran más tropas estadounidenses, la emergencia siguiente sería la demanda de cronogramas para su retirada y los clamores de pasadas controversias se volverían a oír mientras la nación se sigue hundiendo por el hueco de un conejo».
«¿Acaso no tenemos quemantes urgencias de asuntos raciales, clases sociales y religiosos que resolver en casa? ¿Es Ferguson, Missouri, un modelo que podamos mostrar orgullosamente al mundo?
Miodrag Soric, recién designado representante de la cadena alemana en ‘Deutsche Welle’ en Washington, recuerda que en 2008 Barack Obama fue electo presidente porque prometió la paz a los estadounidenses: acabar la guerra en Iraq y retirar las tropas de Afganistán.
«En aquel entonces -como ahora- Estados Unidos disponía del ejército más moderno y potente del mundo. Pero incluso el mejor ejército sobrepasa sus límites si se ve obligado a luchar en varios lugares del planeta. Hasta los partidarios de la guerra fría en el Congreso
empiezan a darse cuenta de que hay problemas que no se pueden resolver por medio de la fuerza, ni siquiera EE.UU. lo puede hacer».
El general retirado de EE.UU. Charles Wald, quien dirigió la campaña de bombardeo aéreo en Afganistán en 2001, ha declarado que Estados Unidos está ante una era de guerras interminables. Y, según Soric, «algunos otros generales comparten esta visión y opinan que esta generación de estadounidenses casi no sabe lo qué es la paz».
Ningún país, ni siquiera una potencia mundial como Estados Unidos, puede ni quiere estar constantemente en estado de guerra. Al final, cualquier lucha cansa, agota, quebranta. A pesar de que la mayoría de los estadounidenses apoyan la operación contra el EI en la región fronteriza entre Siria e Iraq, ya están cansados de guerras. «Si se dilata la lucha contra el EI, la actitud de los ciudadanos puede cambiar repentinamente», advierte Soric.
En tiempos como estos -escribe Hayden- uno desearía poder contar con un Dr. Martin Luther King Jr, un Robert Kennedy o un George Mc Govern, cuyas voces no podían ser apagadas por los medios corporativos de comunicación. Cuando con más urgencia se necesita un inmenso movimiento estadounidense por la paz, el que tenemos está volviendo a la situación de minoría profética que antes tenía.