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Los predicadores de la genética extrema

Fuentes: blog.mondediplo.net

Traducido para Rebelión por Rocío Anguiano

Nuestro último artículo sobre la biología sintética (véase «La boîte de Pandore de la biologie synthétique») se atrajo las iras del genetista Philippe Marlière (véase, en el sitio web de Vivagora, «Prométhée, Pandore et Petri»). Para él, sería de desear que la biología tomara hoy el camino «demiúrgico» de la construcción de nuevas formas de vida. Analizamos ese discurso profético que, desautorizando de un manotazo las opiniones críticas, pretende mostrar a los gobernantes políticos que la única opción es apoyar esta investigación extremista.

La geoingeniería, la genética extrema, la manipulación de la materia a escala nanométrica, las tecnologías informáticas y cognitivistas contribuyen en distinto grado a la explosión de un nuevo modelo de investigación científica. En el origen de este modelo suele estar la voluntad de definir los grandes problemas a los que las sociedades, y concretamente los políticos, serían incapaces de responder. Así, los anhelos de bienestar, seguridad, una larga vida tranquilamente instalado al lado del cuerno de la abundancia, deben encontrar respuesta no en la organización del mundo y la decisión democrática, lo que quizá llevaría a renunciar a la depredación de la naturaleza, sino en las tecnologías de nuestros demiurgos; en su «plan B». Sin que se pregunten nunca por las presuposiciones de los anhelos así definidos, que en el fondo solo reflejan la visión ombliguista de la humanidad rica y dominante. Sin plantearse tampoco nunca que podrían darse fracasos técnicos, cuyas consecuencias pagaríamos todos. Para nuestros Prometeos de bata blanca, solo está abierta la vía del brillante éxito. Además, sus productos se venden incluso antes de tenerlos totalmente acabados, sus tecnologías se patentan antes de salir de los laboratorios, y los nuevos mercados especulativos, como el mercado del carbono, son actualmente el principal motor de sus actividades.

Lo que resulta interesante de la situación actual es que estos artífices ideológicos, estos charlatanes de feria y estos bravucones de la filosofía televisual salgan a la luz. Ahí están, alentados de un lado por la lentitud de las regulaciones internacionales, véase el caso de la Cumbre de Copenague y, de otro, por la mistificación por parte de la gente de la «ciencia», que resultaría en esencia salvadora. En épocas de crisis, las soluciones simplificadoras suelen captar la atención de la gente y se ven recompensadas con el dinero de los gobernantes. Lo que justifica las múltiples estrategias propiamente mediáticas a las que se recurre.

Philippe Marlière, director de la sociedad Isthmus, situada en el Génoscope de Evry, investigador y asesor en biología sintética, ha asumido así un papel que transcribe negro sobre blanco el breviario de este opción ideológica. Al intentar responder a las críticas de la experiencia de Craig Venter, un colectivo al que tengo el honor de pertenecer, Philippe Marlière desvela en realidad la estructura misma del discurso de los genetistas extremos. Les recomiendo que lean la totalidad de su artículo «Prométhée, Pandore et Petri», publicado en el sitio web de Vivagora. Recojo muchos fragmentos de ese artículo en estas líneas. Empezando por este anuncio, pronunciado con el tono profético que caracteriza al conjunto de su prosa: «Los poderes políticos tendrán que tomar conciencia de la extraordinaria capacidad de intervención que proporciona la síntesis química del material hereditario, el ADN, y de su potencial para modelar el mundo«. El mensaje no va destinado a sus colegas, sino a los gobernantes… a los que  pone entre la espada y la pared: «como si el hecho prometeico de encarnación genómica fuera reversible y su proceso de realización pudiera ser olvidado deliberadamente en el futuro«.

A toda velocidad hacia la «singularidad»

Ya no es tiempo de preguntas, la «singularidad» ha llegado. Aleluya. Además, atreverse a plantear cualquier duda supone automáticamente la inclusión en el campo de los «flagelantes», interesante imagen que remite, en la mitología de este grupo, a una doble condena: el momento histórico medieval y la voluntad de considerar a aquellos que no quieren ser víctimas de sus promesas como tristes señores. La dicha estaría con ellos. «La falla epistemológica que se abre se mide por el mutismo de nuestros bardos y druidas, Bioetix et Deontologix, normalmente tan prontos y dispuestos a apelar a la inteligencia colectiva de nuestro pueblo hexagonal cuando se trata de clonado, madres portadoras o calentamiento climático«. Una vez más, el uso de la lengua de Asterix contribuye a poner los puntos sobre las íes: querer regular y llamar a la reflexión sería pura y simplemente folclore anticuado. Por lo demás, José Bovix no andaba errado: «Sin embargo, en la química orgánica la tendencia constructivista prevalece desde hace más de un siglo. Por desgracia, a la gente no le gustan ni los OGM ni la química, que se percibe como contranatura a pesar del consumo masivo y benéfico de sus productos. Con el advenimiento de la biología sintética, las tendencias constructivas de la química se imponen a la biología deductivista para hacerla progresar en una dirección y a un ritmo hasta ahora nunca vistos». La afirmación gratuita sobre los «beneficios» de la química olvida el gran incremento de los cánceres medioambientales, el descenso de la fecundidad, las amenazas a las abejas,… a no ser que se fundamente en los beneficios económicos de la industria química.

Porque, en el fondo, cualquier manifestación mediática de este grupo de ingenieros solo tiene un objetivo: darle a la sociedad el hecho consumado, para que sea más fácil rechazar cualquier regulación, jugando con el mensaje subliminal de que «regulación» es igual a «retrógrado» y que truncaría las «esperanzas» que sus métodos demiúrgicos proponen… «Eso es precisamente lo que convierte a la biología sintética en una ciencia, en el sentido moralmente más elevado e intelectualmente más arriesgado del término. Ya nadie puede saber lo que va a suceder en las biociencias y las biotecnologías, ni siquiera Craig Venter». No solo «la suerte ya está echada» sino que además los métodos de razonamiento que se utilizan en la ciencia serían incapaces de adaptarse a este nuevo mundo: «Ha sido precisamente una crisis del método analítico lo que ha implantado la demiurgia genómica». Porque si los «beneficios» son, sin lugar a dudas, el final del camino, el camino es imprevisible. «En efecto, la asamblea plenaria de todos los expertos del mundo sería, según sus propias y consensuadas declaraciones, incapaz de predecir qué texto genómico viable garantizaría la colonización de un medio dado por un organismo propagándolo, o provocaría su extinción en ese medio. La biología sintética hace un planteamiento totalmente distinto: comprender construyendo, inferir para construir, construir para comprender». Y si el camino es imprevisible, hay que adentrarse y aceptarlo, como en cualquier discurso carismático: «Todos debemos hacernos a la idea de que la biosfera va a tener que convivir a partir de ahora con una biodiversidad artificial».

Philippe Marlière no es el único que defiende este discurso intrincado. Los defensores de la biología sintética están tan orgullos de su postura demiúrgica que ellos mismos explican sus objetivos con una candidez que llega a asustar. Este es el caso de Markus Schmidt, coordinador del Programa de Investigación Europeo Synbiosafe (Safety and Ethical Aspects of Synthetic Biology) en el que participa Philippe Marlière. En su artículo «Xenobiology» dice:  «a new form of life as the ultimate biosafety tool», al final de una introducción en la que cita las especialidades que abordan las formas de vida «no convencionales», es decir la investigación de los orígenes de la vida, la astrobiología, la química de sistemas y la biología sintética, y añade: «Sin embargo, la principal diferencia entre estas especialidades se basa en el hecho de que la comunidad de investigadores sobre el origen de la vida y sobre la astrobiología se centra en la comprensión del fenómeno de la evolución y de la vida, mientras que la mayor parte de los defensores de la biología de síntesis quiere ‘aplicar’ los principios de la ingeniería genética para crear formas inhabituales de vida, que tendrían usos interesantes«. Hay que precisar que el artículo se posiciona desde el principio mediante una cita de Peter Drucker, el principal teórico estadounidense de la gestión empresarial: «La mejor forma de predecir el futuro es creándolo».

¡Los nuevos Galileo… dicen!

Tras definir la ortogonalidad como un componente esencial de la ingeniería industrial, que permite modificar un elemento de un sistema complejo sin que esto repercuta sobre los otros componentes, Markus Schmidt decidió convertirla en el eje central de la biología sintética. Cuando todos podemos constatar, sobre todo tras la proliferación de los sistemas informáticos, que los «efectos colaterales», consecuencias imprevistas de la modificación de una parte de un sistema, están intrínsecamente unidos al propio funcionamiento de las máquinas complejas, la aplicación de la ortogonalidad en sistemas biológicos, autorreproducibles por definición, estaría al alcance de la mano de nuestros ingeniosos bioingenieros. ¿Cómo? Realizando, gracias a los sintetizadores de ADN, como los que utiliza Craig Venter, un AXN (ácido xenonucleico), que utilizaría otras bases y sería «en teoría» incapaz de interactuar con el ADN biológico. Un método que haría de la biología sintética el último «cortafuegos biológico» capaz de garantizar la bioseguridad de los experimentos de genética extrema. Un giro excepcional… que no se basa, claro está, en ninguna verificación, como es la tendencia en la nueva «ciencia de promesas». Y se dictan diez reglas para una biología sintética totalmente segura, llenas de «should» (debería) y de «must» («debe»)… de las que el propio artículo acaba dudando, cuando deja caer la posibilidad de que las reglas de xenobiología no se apliquen correctamente o que algunos las utilicen para crear armas nuevas. Pero nada de todo esto debe empañar el optimismo neoreligioso de rigor. Ni siquiera la aparición de una red de biohackers que utiliza los componentes biológicos para llevar a cabo experimentos de salón… según sus propias afirmaciones, con total bioseguridad ética y social, claro.

Además no debemos olvidar la colaboración entre Philippe Marlière y Markus Schmidt en el programa Synbiosafe, que sería el «primer proyecto europeo de investigación sobre la seguridad y los aspectos éticos de la biología sintética». Por un lado, alguien que se burla de toda voluntad Ethix y, por otro, alguien que utiliza los términos «societal» o «ética» en los títulos de sus artículos. Su vinculación pone en evidencia la operación mediática necesaria para que se desarrolle su proyecto tecnomitológico y que pueda continuar la saga demiúrgica: hay que acallar a los gobernantes para tener vía libre. Los métodos son simples y conocidos: El «poli malo» se sitúa a la derecha del gobernante al que se habrá colocado juiciosamente bajo la lampara mediática de la sala de interrogatorios. Le explica que es demasiado tarde para reflexionar, que ya no se puede hacer nada y que la suerte está echada. Además: «No va a encontrar, en el arsenal del Venter Institute, ningún aparato, ni molécula, ni célula que la práctica habitual de las biotecnologías rechace o exija que se controle de forma draconiana. Cada una de las operaciones que su equipo y sus proveedores llevan a cabo se realiza de forma aislada en miles de laboratorios, especialmente la síntesis química del ADN, la PCR, el clonado en cromosomas artificiales de levadura» (artículo de Philippe Marlière). No hay arma del crimen, así que no puede haber investigación… Después interviene el «poli bueno» que agarrará al gobernante por los sentimientos, sacando a relucir el biocontainment que no solo va a garantizar que no se produzca ninguna interacción entre la xenobiología y el mundo biológico real, sino que además va a cerrar el pico de los opositores a las manipulaciones genéticas en plena naturaleza. Porque el «poli bueno» sabe engatusar al gobernante sospechoso de regulacionismo: «La xenobiología va a desencadenar un nuevo paradigma y a cambiar nuestro concepto de la naturaleza y la vida… Igual que cuando la Tierra dejó de ser el centro del Universo» (artículo de Markus Schmidt). Una vez más, un método de marketing garantizado, la capacidad de aludir a grandes momentos históricos, de todos conocidos… y da igual si no tienen nada que ver con lo que se está tratando. Aunque huela claramente a su servicio de relaciones públicas, Philippe Marlière se sirve también de la técnica manipuladora para que el «neolítico» dé el primer paso de la biología sintética en la tierra. En cuanto a ustedes, gobernantes, periodistas, responsables, ciudadanos/as, no van a ponerse de todas formas a regular lo que ya es el nuevo paradigma en marcha. La historia les miraría mal y no querrán quemar a Galileo de nuevo ¿verdad?

La necesidad de profundizar en la reflexión sobre las ciencias prometeicas va más allá de los riesgos biológicos y medioambientales, que sin embargo soy muy grandes. Lo que hay que preservar es la alianza entre la ciencia y la razón, la experimentación, la falsabilidad… todos los criterios que existen para que unos iluminados no puedan presumir ante la opinión pública y encontrar financiación, apoyos, absolución y gloria independientemente de su labor real, independientemente de cualquier hipotética realización y, lo que es más grave, de las repercusiones «positivas» para la sociedad. El juego intelectual de la biología sintética, como de otras técnicas de ruptura, es sin duda atractivo. Quizá incluso podría dar a conocer funcionamientos desconocidos de la maquinaría biológica. Pero la forma en que se promueve ese paradigma, impuesto por la coacción, la forma en que controla la credibilidad evitando cualquier posibilidad de crítica, de cuestionamiento y de regulación, la forma en que asocia el peor discurso positivista a sus trabajos, son suficientes razones para convertirlo ante todo en un tema político. Retiremos el carburante de los mercados especulativos (patentes, mercados de carbono, financiación de promesas) y volvamos al debate científico, a las controversias basadas en razonamientos. Veremos como somos capaces de hacer algo útil.

Tenemos tiempo para reflexionar de forma colectiva. Eso es la democracia, aunque no le guste a nuestros neorreligiosos demiúrgicos.

Fuente: http://blog.mondediplo.net/2010-06-17-Les-predicateurs-de-la-genetique-extreme

rJV