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Katrina, los afectados atendidos por el neoliberalismo

Los sobrevivientes del Katrina deambulan en busca de comida, agua, ropa y medicamentos

Fuentes: La Jornada

La zona de «desastre» definida por el gobierno tras el paso de Katrina abarca unos 144 mil kilómetros cuadrados, aproximadamente el tamaño de Gran Bretaña, y hoy se supone que han muerto miles en Louisiana, decenas, tal vez cientos más en Mississippi y Alabama, pero son los sobrevivientes quienes sufren lo que uno de ellos […]

La zona de «desastre» definida por el gobierno tras el paso de Katrina abarca unos 144 mil kilómetros cuadrados, aproximadamente el tamaño de Gran Bretaña, y hoy se supone que han muerto miles en Louisiana, decenas, tal vez cientos más en Mississippi y Alabama, pero son los sobrevivientes quienes sufren lo que uno de ellos calificó de «un infierno en la tierra», y donde se intensifica un huracán de ira contra el gobierno federal que tres días después de la devastación aún no logra responder plenamente a la emergencia que afecta a cientos de miles de ciudadanos.

«Yo no trato a mi perro así», expresó Daniel Edwards, de 47 años, mientras señalaba a una mujer muerta en una silla de ruedas, cubierta por una sábana, reportó Univisión. «Enterré a mi perro», dijo. Y agregó, sumándose al coro de reprobación e ira contra la respuesta tardía e inepta del gobierno federal al desastre dejado por el huracán: «Uno puede hacer todo por otros países, pero no puede hacer nada por su propia gente. Uno puede ir al exterior con los militares, pero no puede traerlos aquí».

Casi aprobado, paquete de emergencia

El presidente George W. Bush afirmó nuevamente a la nación que se estaba haciendo todo lo posible en varios frentes para realizar «uno de los esfuerzos de asistencia más grandes en la historia de nuestra nación». Se reunió con Bill Clinton y su padre para anunciar que los dos ex presidentes encabezarían una campaña de recaudación de fondos para la asistencia, parecida a la que realizaron por el tsunami en Asia. La Casa Blanca anunció que el presidente viajará a la zona de desastre este viernes. Mientras, el Congreso estaba por aprobar un paquete de emergencia de unos 10 mil millones de dólares.

Pero a pesar de grandilocuentes pronunciamientos, afirmaciones de un esfuerzo coordinado nacional y anuncios de órdenes para un despliegue de recursos humanos y materiales a las zonas afectadas, el gobierno de George W. Bush no ha logrado establecer ni orden ni confianza en su respuesta a uno de los peores desastres de la historia estadunidense.

Esta tarde el alcalde de Nueva Orleáns emitió «un SOS desesperado», mientras su ciudad ingresaba con las horas a un caos generalizado con incendios, violencia -fueron reporados hasta balazos contra agentes de seguridad y helicópteros-, cadáveres al descubierto o flotando, y miles de víctimas atrapadas en la ciudad expresaron ira mayor al crecer el hambre, la sed, la desolación y la fatiga en espera de que alguien estableciera el orden y lograra evacuarlos de esta ciudad, por hoy, perdida.

Aunque empezaron a ingresar vehículos miliares y efectivos de la Guardia Nacional esta mañana, Nueva Orleáns está lejos de controlar el caótico éxodo de decenas de miles y son crecientes las quejas de que «parece que nadie está a cargo».

Para tratar de salir de la ciudad, algunos caminan por vías de trenes, otros por carretera, rogando por agua o comida a los automovilistas que pasan. Sólo unos cuantos cientos de los cerca de 25 mil refugiados en el estadio Superdome -que supuestamente serían evacuados al Astrodome de Houston, a más de 500 kilómetros de distancia-, habían sido evacuados ya que la violencia, incluso balazos en la zona, interfirieron con la evacuación, reportó el Washington Post.

De hecho, informó ABC News esta noche, empresas de ambulancias aéreas y terrestres suspendieron operaciones por las condiciones de violencia en las calles. Pero aún no hay comunicaciones efectivas entre autoridades, y es casi nula para mantener informada a la población.

Mientras, unos 20 mil refugiados acudieron al Centro de Convenciones, a unos dos kilómetros del Superdome, después de ser informados que ahí habría asistencia, pero al llegar no encontraron a nadie encargado de distribuir agua, alimentos o proporcionar información. Las calles alrededor se llenaron de gente, algunas con urgencia de atención médica, y se indicó que había varios cadáveres afuera. Ante la desesperación, algunos rompieron las puertas de un almacén para sacar agua y alimentos. Reporteros de varios de los medios nacionales llegaron al sitio para encontrar que nadie estaba a cargo, que al lado de dos cadáveres, y con gente enferma desmayándose, una sola enfermera, también refugiada, trataba de atender las emergencias. Cada vez que pasan las cámaras y reporteros se escucha a la gente pidiendo auxilio a gritos. Una diabética empieza a llorar: «no quiero morir así, no quiero morir así», suplica a la cámara mientras más gente exige medicamento.

En un hospital las enfermeras y asistentes lloraron al narrar cómo esperaron hasta esta mañana para que llegaran los helicópteros y evacuar a los pacientes. Una de ellas informa que 11 de ellos murieron, y menciona a otros dos que no lograrán sobrevivir.

Ante este caos, circularon versiones de que los helicópteros de rescate suspendieron sus vuelos por Nueva Orleáns después de que algunos fueron baleados, que los saqueos continuaban, incluyendo todas las armas de un Wal Mart, de autobuses que se fueron vacíos después de que sus choferes se espantaron cuando vieron la cantidad de gente desesperada.

Aunque fuerzas de seguridad, policía y tropas de la Guardia Nacional intentaban retomar el control de ciertas zonas de Nueva Orleáns, las historias de caos continuaron todo el día, además de las tragedias de familiares muertos, desaparecidos, de padres buscando alimento para niños deshidratados y hambrientos.

¿Por qué tardaron más de 3 días?

La pregunta se multiplica por todas partes, y hoy llegó hasta la Casa Blanca: ¿por qué el gobierno ha tardado más de tres días en responder a la emergencia de una de las grandes ciudades y las otras zonas devastadas del Golfo?

Aunque Bush interrumpió sus vacaciones ayer y regresó a Washington para «coordinar» la respuesta federal y ofrecer un mensaje a la nación, no apaciguó la ira de las víctimas. El propio New York Times en su editorial de hoy criticó al presidente al considerar que dio «uno de los peores discursos de su vida ayer, especialmente dado el nivel de tristeza nacional y la necesidad de palabras de consuelo y sabiduría».

Señaló que, en lo que parece volverse la costumbre de este gobierno, «el presidente se presentó un día más tarde de lo necesitado», ofreció una lista de lo que se estaba enviando a la zona, pidió al público contribuir con efectivo para la asistencia y «prometió que todo estaría bien al final». El periódico opinó que «nada del comportamiento del presidente ayer -que pareció tan informal al punto de negligencia- sugirió que entendía la profundidad de la crisis actual».

Una y otra vez la Casa Blanca, en palabras del presidente o sus secretarios de gabinete, intenta reafirmar qué tan enorme y eficaz es su respuesta. Sin embargo, en la conferencia de prensa en la Casa Blanca se preguntó varias veces por qué estaba tardando tanto la respuesta, y si no había suficientes recursos por la guerra en Irak. «Entendemos la frustración de la gente en el terreno; necesitan ayuda y continuaremos trabajando con ellos para hacer llegar la asistencia que requieren», respondió el vocero presidencial Scott McClellan. Pero al responder si la desviación de fondos para la guerra había reducido de manera peligrosa la inversión federal en proyectos de control de inundaciones en esa zona, el vocero trató de calificar eso como una crítica partidaria. «No es momento para el politiqueo, sino para que la nación se una y ayudar a aquellos en la región de la costa del Golfo… No es tiempo de acusaciones o de jugar a la política».

Afirmó que el control de inundaciones ha sido prioridad para «este gobierno» desde su inicio. Poco antes, Bush había comentado, en entrevista matutina con ABC News, que nadie había anticipado que los diques podrían fracturarse de esta manera.

Pero desde hace años autoridades locales y el propio Cuerpo de Ingenieros del Ejército habían advertido sobre esto. Además, en 2001 un informe federal señaló que un huracán golpeando a Nueva Orleáns era uno de los tres desastres más probables que amenazaban a este país (otro era un atentado terrorista contra Nueva York).

El gobierno federal redujo el financiamiento para fortalecer los diques el año pasado, provocando que el Cuerpo de Ingenieros lo calificara de «insuficiente». En 2002, el diario local de Nueva Orleáns, el Times-Picayune, en un reportaje de cinco partes pronosticó lo que acaba de ocurrir, y advirtió entonces: «no es asunto de si ocurrirá o no, sino de cuándo».

El reportero Sidney Blumenthal reportó en Salon.com que hace un año el gobierno de Bush canceló una propuesta de investigación del Cuerpo de Ingenieros para evaluar formas de proteger a Nueva Orleáns ante un huracán catastrófico. Informó que para 2003 fondos federales para control de inundaciones en esta zona fueron reducidos a casi nada por las necesidades de financiamiento de la guerra en Irak, mientras que en 2004 la Casa Blanca redujo 80 por ciento el financiamiento solicitado por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército para controlar las aguas de la zona. De hecho, hubo más recortes a principios de este año, y como resultado desde 2001, el presupuesto dedicado a esto fue reducido 44.2 por ciento en total.

Aunque se espera que el número de efectivos de la Guardia Nacional desplegados a la zona llegue a unos 30 mil para este fin de semana, pocos en el gobierno mencionan que hay unos 3 mil 700 soldados de la Guardia Nacional de Louisiana y otros 3 mil de la Guardia Nacional de Mississippi en Irak.

En tanto, los precios de gasolina y seguramente de otras necesidades se están elevando por toda la zona, y el país, generando protestas de robo por comerciantes y empresas en medio de una emergencia. El precio promedio de la gasolina llegó a 2.68 dólares el galón, aunque en Atlanta y otras ciudades del sur se registraron precios de entre cuatro y hasta seis dólares. Ahora la tragedia para algunas de las poblaciones más pobres de Estados Unidos tendrá repercusiones en los demás pobres del país, los cuales estarán obligados a pagar más por necesidades básicas como gasolina, mientras que los distribuidores, y ni hablar, las grandes empresas petroleras, continúan registrando ganancias multimillonarias.

Ante estas escenas casi apocalípticas, de serpientes y cadáveres flotando en las aguas, incendios, violencia, posibles plagas por la emergencia de salubridad, y el mismo huracán destruyendo casinos y otros centros del pecado, no es sorprendente que muchos hablen de Dios, que le presidente y los gobernadores insten a la gente a «rezar» por las víctimas, y que no pocos interpreten esto como un acto divino de castigo y advertencia.

A fin de cuentas, las encuestas demuestran que 40 por ciento de estadunidenses cree que el mundo se acabará como resultado de una intervención divina, y el mismo porcentaje cree que esto ocurrirá durante sus vidas.

Pero según una encuesta de CNN, 55 por ciento cree que el calentamiento global está causando el clima que se está observando en el mundo. O sea, una mayoría cree lo que la Casa Blanca sigue rechazando. Por eso el New York Times no espera que Bush sea alguien que en el largo plazo pueda resolver los problemas que provocaron que las consecuencias de este desastre fueran de estas dimensiones. «Ya que este gobierno no reconoce que existe el calentamiento global, las posibilidades de liderazgo parecen mínimas», concluyó.