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Los trastornos de la vida cotidiana de los palestinos y las prohibiciones no se ofrecen como "noticias", porque son rutinarias. Y esta rutina socava cualquier esperanza de un futuro humano.

Los súper-guardianes

Fuentes: Haaretz

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Hace dos semanas, en el día de las elecciones, a las 8 de la mañana, los conductores que querían salir de Tulkarem por la salida del este (hacia Anabta) descubrieron que sus pases no eran válidos. Un soldado en el checkpoint, que impedía el paso de los conductores, se disculpaba: hoy sólo se permite dejar la ciudad en coche a los residentes de los tres pueblos vecinos -Shufa, Safrin y Beit Lid-, explicó a los activistas de Machsom Watch. «Y, en general, esto no es un checkpoint [a través del cual se supone que los pases permiten el paso, nota de A.H], sino una barricada. Y aquí no hay pases; aquí hay trámites».

Los palestinos que viven bajo la ocupación israelí están prisioneros dentro de una maraña de barreras físicas, corpóreas, de todos los tipos y tamaños (checkpoints, controles de carretera, bloqueos, vallas, muros, puertas de acero, carreteras prohibidas al tráfico, terraplenes de basura, bloques de cemento), y por una amplia gama de prohibiciones y limitaciones que se actualizan con frecuencia. Hay prohibiciones permanentes, a las que completan diferentes prohibiciones periódicas, como la antes mencionada de viajar a Anabta. Incluso sin las frecuentes redadas nocturnas por parte del ejército para arrestar a hombres a los que buscan, incluso sin los bombardeos que no consiguen parar el lanzamiento de misiles Qassam, la vida está completamente trastocada.

Los trastornos de la vida cotidiana y las prohibiciones no se ofrecen como «noticias», porque son rutinarias. Y esta rutina socava cualquier esperanza de un futuro humano.

A los oriundos de Gazan no se les permite estar en Cisjordania. A los palestinos, incluyendo los residentes de Jericó, no se les permite estar en el valle del Jordán (excepto aquellos que tienen direcciones oficiales ahí). Está prohibido pasar en un coche particular por el checkpoint de Abu Dis (que divide la parte norte y sur de Cisjordania). Está prohibido entrar en Nablus en coche. A los palestinos que viven en Jerusalén este les está prohibido entrar en las ciudades de Cisjordania (excepto Ramala). A los ciudadanos de países árabes casados con palestinos les está prohibido entrar en Cisjordania.

El soldado que está en el checkpoint o detrás de la ventanilla de la administración civil es el ultimo, el menos importante, eslabón en la maraña de restricciones y limitaciones. Los soldados no cuestionan las órdenes y prohibiciones, pero no las han inventado. Son carceleros de bajo rango y tras ellos hay una batería sin rostro de burócratas que promulgan normas sin parar de rebuscar constantemente métodos de encarcelamiento y proscripción.

Los cancerberos israelíes parecen tener una afición especial a entrometerse en la vida familiar palestina y no sólo cuando uno de los cónyuges es ciudadano israelí. Por ejemplo, sus agentes en la administración civil prohíben entrar en Cisjordania (no Israel) a la mujer turca de un residente palestino; a un individuo cuyo pariente había muerto («porque el pariente no era un pariente en primer grado»); a una mujer cuyo suegro había muerto (una relación que no es considerada de primer grado); a un padre cuyo hijo se ha puesto enfermo (con la excusa de que otros miembros de la familia habían entrado en Cisjordania con visado turístico y, según los registros, no habían salido de Cisjordania cuando expiraron sus visados).

Los oriundos de Gaza que viven en Cisjordania están a 70 kilómetros de sus padres y hermanos en Gaza; algunos no se han visto desde hace entre cinco y ocho años porque no han conseguido permisos de tránsito por el Israel. Los residentes en el valle del Jordán pueden tener familiares que viven a 10 kilómetros a los que no se les permite visitar.

Los planificadores del muro de separación han mostrado debilidad no sólo por las tierras disponibles de los palestinos sino también por separar familiar. Si se aprueba la carretera del muro que se ha propuesto ahora, se espera que aproximadamente 570.000 dunams (140.000 acres) de tierra palestina (aproximadamente el 10% del área de Cisjordania) se quede como una cuña entre el muro de separación y la Línea Verde: en otras palabras, será esencialmente anexionada a Israel. Los residentes en los pueblos aprisionados detrás del muro de separación tienen parientes en los pueblos cercanos.

Por ejemplo, un padre del pueblo de Azoun Atma cuenta que su hija en Saniria, un pueblo vecino que está a unos minutos a pie, no obtiene el permiso para visitarlo. Los jóvenes cuyas familias poseen huertos al otro lado del muro no obtienen los permisos para entrar a ellos por las puertas del muro y ayudar a sus ancianos abuelos en el trabajo. Gracias a las iniciativas de los uber-wardens israelíes las bodas, funerales, la recogida de las aceitunas o los acontecimientos familiares se celebran vía telefónica, por correo electrónico o video, quienes disponen de ellos.

Uno solo puede preguntarse qué es lo que pretenden lograr los planificadores de estas separaciones prohibiendo a un nieto ayudar a sus abuelos a trabajar sus tierras o a una mujer vivir con su marido, y decretando que pueblos enteros pierdan sus tierras, esto es, su futuro. Están respaldados por un apoyo casi general a cualquier medida que tomen, aparentemente en nombre de la seguridad.

Siguen inventando prohibiciones porque no hay una sola voz que se alce en contra. Y no sólo son responsables de trastornar gravemente la vida de los palestinos sino también de implantar una mentalidad de carcelero en miles de jóvenes israelíes, soldados, oficinistas y policías; la intoxicada mentalidad de aquellos que tratan con impunidad a quienes son más débiles que ellos.

[El título original del artículo es The uber-wardens; este sustantivo, uber-wardens, es una mezcla intraducible de la palabra alemana über, «sobre», y la inglesa, warden, guardián. N. de la t.]