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Entrevista a J. Fajardo, diputado de Alternativa Galega de Esquerda - Galicia sobre el etiquetado de los productos del mar

«Los trabajadores de otros países no son enemigos, sino compañeros de clase»

Fuentes: Rebelión

Juan Fajardo es diputado de Alternativa Galega de Esquerda en el Parlamento de Galicia. Dentro de esta coalición de partidos de izquierda se encarga, entre otras temáticas, de los asuntos laborales y económicos relacionados con los trabajos del mar, un sector fundamental de la economía y la cultura de su país. *** Cuando hablamos del […]

Juan Fajardo es diputado de Alternativa Galega de Esquerda en el Parlamento de Galicia. Dentro de esta coalición de partidos de izquierda se encarga, entre otras temáticas, de los asuntos laborales y económicos relacionados con los trabajos del mar, un sector fundamental de la economía y la cultura de su país.

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Cuando hablamos del etiquetado de los productos del mar, ¿de qué estamos hablando exactamente?

En el caso que nos ocupa y preocupa, hablamos de aquellos productos preparados o en conserva (pescados y mariscos) procedentes de la pesca o la acuicultura. Técnicamente nos referimos a las partidas arancelarias 1604 y 1605 de la nomenclatura combinada de la UE.

-Productos del mar… ¿qué productos por ejemplo?

-Para ser claros, mejillón, atún, berberecho, zamburiña, etcétera.

-¿Es importante este sector en la economía gallega? ¿Podría hablarse de un sector productivo básico?

-Es un sector productivo fundamental para Galicia, por las cantidades que produce -los últimos datos oficiales hablan de un valor en primera venta superior a 1.100.000.000€ de pescado fresco- porque da trabajo a más de 21.000 personas de forma directa -unas 2.300 en el marisqueo, muy abrumadoramente mujeres-. El sector del mar, más allá de las implicaciones culturales y políticas tan profundas que tiene en nuestro país, genera más de 120.000 empleos. Se trata, por lo tanto, de un sector fundamental y estratégico. De su existencia depende buena parte de la población del litoral gallego y su estrangulamiento supondría que la costa siguiese el rumbo del rural: despoblación. La pesca y el marisqueo, y sus industrias derivadas, hacen posible que la gente pueda vivir en lugares que, sin ese sector productivo, quedarían desiertos.

Pero justamente el avance de las políticas de acumulación de capital procedentes de la Unión Europea desde hace ya décadas -aceleradas ahora por la troika- y que el actual Gobierno gallego aplica como fiel lacayo trabajan en esa dirección. La de condenar a muerte la economía pesquera, marisquera y conservera y, por lo tanto, a los trabajadores y trabajadoras que a ella sus manos prestan a cambio de salario.

-¿Por qué se afirma que está en peligro de muerte, herido gravemente cuanto menos, tras la globalización y la Unión Eiropea? ¿Qué política inadecuada se promociona desde instancias de la UE?

-Las élites económicas han decidido que los beneficios económicos deben acumularse en aún menos manos. Las grandes empresas, las dedicadas a la denominada pesca industrial, pretenden acaparar el mayor pedazo de tarta de los beneficios posible.

Igualmente, la acuicultura intensiva se apropia del territorio costero gallego para hacer efectivo su insostenible -social y medioambientalmente- modelo de producción. Después de la catástrofe nuclear de Fukushima, una gran zona del continente asiático ha quedado inutilizable para la acuicultura. Esa es una de las razones para que ciertas multinacionales con voz y voto en Bruselas consideren la opción gallega -cuya enorme y sinuosa costa es propicia para la tarea- como prioritaria para la acuicultura intensiva. Estos planes incluyen el cierre del ciclo de la alimentación de las especies producidas a través del mejillón gallego, que cumpliría así la doble función de alimento para las especies carnívoras de la acuicultura y de depuradora de residuos de las granjas marinas. El mejillón gallego apenas se comercializa debido a la introducción del llamado chorito de Chile.

El principal obstáculo para la implantación total de este modelo son los pescadores y mariscadores tradicionales. Su expulsión es objetivo prioritario para las multinacionales del ramo, tan bien asesoradas por la Xunta de Feijóo. La bajada de ingresos y el consiguiente deterioro de su nivel de vida la explican gráficamente datos del propio Gobierno gallego: las mariscadoras gallegas, por ejemplo, tuvieron una media mensual de ingresos de 398 euros a lo largo de 2013.

-Le pongo un ejemplo concreto, el atún, sobre esto que estamos hablando. ¿Cómo llega, cuando llega, el atún a nuestras casas, a las tiendas donde lo solemos adquirir?

-La mayoría del atún que consumimos se pesca en latitudes muy alejadas de nuestra costa e incluso de Europa, a menudo a través de procesos industriales poco respetuosos con el medio ambiente y no pocas veces mediante procedimientos de pesca ilegales. En la actualidad, la industria conservera gallega apenas se dedica a nada más que a empaquetar atún de terceros países, de donde llega congelado y elaborado en condiciones que rozan la esclavitud. La reciente negociacion de un acuerdo entre la UE y Tailandia pretende la libre entrada de atún elaborado sin los controles sanitarios exigidos hasta ahora en Europa y, sobre todo, en condiciones laborales atroces.

Debemos recordar que el proceso por el que obtienen los lomos de atún suponen el 80% del proceso total de elaboración de la conserva. Al producirse en otros países, el ahorro para el empresario en costes laborales es enorme, pero indecente en términos de justicia social y territorial.

-Una enmienda del Partido Popular en el Parlamento europeo, defendida si no ando errado por la hija de Fraga Iribarne, corríjame si me equivoco, acaba de eliminar la obligatoriedad de que en las latas figure la procedencia del producto. ¿Qué hay detrás de esta «iniciativa emprendedora»?

-Esa iniciativa pretende vender como gallego producto que nada tiene que ver con nuestras costas. Es decir, a través de esa argucia, la industria conservera puede colocar en las tiendas presunto producto gallego -con las connotaciones positivas que esta marca pueda tener en cuanto a materia y condiciones de producción- que, en realidad, solo en una pequeña parte se elaboró en nuestro país. O sea, en una lata puede figurar la leyenda «hecha en Galicia» y contener 100% de mejillón cultivado en Chile.

Para luchar contra estas prácticas son fundamentales las denominaciones de origen protegidas y la recuperación de la obligatoriedad -abrogada por la iniciativa de Carmen Fraga- de indicar la procedencia y la denominación científica del producto. En el caso del mejillón en concreto es importante que el consumidor compruebe que la lata cuenta con el sello de la denominación de origen protegida.

-Déjeme insistir. ¿Y por qué eso es tan importante? No figura, de acuerdo, ¿y qué? ¿Qué importa que figure el lugar de procedencia del producto?

-Aunque en parte ya respondí en la pregunta anterior, es importante que la información sobre el producto figure en las latas de forma clara. El consumidor tiene derecho a saber si consume producto foráneo -de menor calidad, peores condiciones laborales de producción y menor sostenibilidad medioambiental ya solo por el mero hecho de ser transportado miles de kilómetros- o interno. La información es democracia. No puede legalizarse el engaño masivo al consumidor.

Por otro lado, la medida defendida por el Partido Popular Europeo confirma que los conservadores y reaccionarios se limitan a legislar según las necesidades de las empresas multinacionales y las grandes corporaciones, las grandes beneficiadas por la retirada de la procedencia del etiquetado de la conserva. La otra cara de la moneda, las víctimas de los que mandan en Europa, se llaman productores de base, marineros, mariscadoras o mejilloneros autóctonos.

-Se habla a veces también de la marca de calidad gallega. ¿De qué se habla exactamente? ¿Es importante económica, socialmente?

-Nuestras costas poseen características orográficas y climatológicas que las convierten en únicas y uno de los lugares del mundo -no exagero- más aptos para el marisqueo. Además de una remota tradición laboral en esos menesteres. El fraude en el etiquetaje va en contra de nuestro sello de calidad y de nuestro país. No se pueden vender como gallegos productos que no lo son. Pero no menos grave es que esta situación provoca desempleo y reducción de la calidad de vida de nuestras gentes.

-Un ejemplo.

-Le pongo un ejemplo: desde la introducción de lomos de atún elaborados y del mejillón foráneo, en mi pueblo -Vilagarcía de Arousa, unos 36.000 habitantes- hemos pasado de contar con cuatro grandes fábricas de referencia mundial en la conserva a no tener ninguna. En apenas cuatro años, hemos perdido 500 puestos de trabajo en el sector. Hablamos de una parte fundamental de nuestra economía y de nosotros mismos, de nuestra manera de habitar el territorio gallego. Por no mencionar que el empleo, en la conserva, es fundamentalmente femenino y esa circunstancia ha contribuido, desde hace décadas, a la emancipación e independencia de las mujeres.

-Perdone mi ignorancia, sé que la pregunta es muy general. ¿Nos puede describir sucintamente la situación de los trabajadores gallegos del mar?

-Le voy a dar un par de ejemplos para que entienda la gravedad de la situación. Las rederas y las mariscadoras, dos subsectores de mano de obra femenina, tienen salarios que apenas alcanzan los 400 euros mensuales. Los pescadores artesanales y los mejilloneros, por su parte, han reducido drásticamente los puestos de trabajo de las embarcaciones. Solo en 2013 hemos perdido 784 empleos en el régimen especial del mar de la Seguridad Social, un 4,5% , perdida que se acumula al ataque queha sufrudo durante décadas . La política pesquera de la UE, el aumento de costes fijos como los carburantes, el incremento de la carga impositiva o las dificultades administrativas impuestas por la Xunta de Galicia pesan en la balanza contra la pesca tradicional y a favor de la concentración de capital.

-¿Es mejor o peor que la de otros trabajadores del sector de España?

-En comparación con otros puntos del Estado español, sobre todo del norte, es sin duda peor en términos de recursos y renta, pero también de desprotección y de falta de diálogo por parte de la propia Administración autonómica. Tal vez este dato ayude a comprenderlo: Galicia es la «región» más dependiente de su sector pesquero del conjunto de Europa.

-¿Qué iniciativas ha tomado Alternativa Galega de Esquerda en contra de las prácticas de la explotación en este ámbito?

-Para Alternativa Galega de Esquerda es fundamental priorizar la pesca artesanal sobre la industrial. La pesca artesanal genera más puestos de trabajo, mayor valor añadido y, sobre todo, es más respetuosa con el medio ambiente. Proponemos su tratamiento diferenciado en la política pesquera de la UE. También defendemos la ampliación de los campos de cogestión, es decir, que el sector se implique en la gestión y mantenimiento del entorno.

Otro asunto que nos preocupa y contra el que hemos actuado institucional y socialmente es el plan de acuicultura de Galicia, que literalmente permite la instalación de plantas de acuicultura intensiva en el 100% de la costa y de la lámina de agua de Galicia. Este proyecto puede suponer la definitiva destrucción de nuestro paisaje y medio ambiente y de la pesca artesanal. En definitiva, contribuirá a la desaparición del país que conocemos y a su transformación en un gran polígono alimentario dominado por súper corporaciones asiáticas.

-¿Consiguen apoyos entre los sindicatos del sector? ¿Entre qué sindicatos concretamente? ¿Qué soluciones defienden?

-Es evidente, según nuestra opinión, que el sector necesita urgentemente una reformulación de sus mecanismos de representación. Sobre todo porque marineros y tripulantes apenas tienen voz y voto en las mesas donde se toman las decisiones que les afectan, dominadas por los armadores. En el ámbito de la pesca tradicional, por otro lado, el autoempleo alcanza el 90%. Es también urgente democratizar al máximo las cofradías de pescadores y las organizaciones productivas de base, que deben pasar a tomar sus decisiones desde un punto de vista de cogestión.

-Una pregunta que me causa un poco de rubor hacérsela: si se apoya a los trabajadores de aquí, ¿no estamos despreocupándonos de la situación de los trabajadores de otros países? ¿No comulga esto peor que mal con la izquierda y el internacionalismo?

-Precisamente lo que trataba de explicar antes está relacionado con su pregunta. El consumidor gallego o europeo debe conocer en qué condiciones se pesca y se produce en otros lugares del mundo y, a partir de ese conocimiento, tomar decisiones solidarias en la compra, no favorecer países que permiten la explotación humana en las pesquerías y luchar porque la legislación internacional persiga esas prácticas. Conviene no olvidar, tampoco, el orientarnos hacia la soberanía alimentaria y el consumo de proximidad. Por el bien del medio ambiente del mundo y de nuestro futuro como especie.

-Hace poco leí una información sobre los sindicatos ingleses: reclamaban que se etiquetasen las gambas provenientes del trabajo casi esclavo -o sin el casi si usted lo estima- en Tailandia (la referencia: http://www.theguardian.com/world/2014/jun/11/slavery-prawn-shoppers-boycott-unethical-seafood-greenpeace?CMP=EMCNEWEML6619I2 ). ¿Es razonable esta vindicación? Incluso más: según parece, el gobierno tailandés persigue a las empresas que pescan gambas porque utilizan «mano de obra esclava» de Birmania y Camboya, «mano de obra» que trabaja en los barcos sin dejarla bajar a tierra y en condiciones de exploración infame.

-La Unión Europea trata de propiciar un acuerdo con el Estado tailandés que, como explicaba más arriba, permite utilizar productos obtenidos con prácticas criminales como si estuviesen adaptados a los estándares europeos, estatales o gallegos. Porque el origen del producto que figurará en las latas es el de punto de entrada a la UE, no el de país real de origen. O sea, que ese acuerdo permite la explotación laboral extrema en terceros países y comercia con ella sin que el consumidor europeo sea consciente. Para nosotros, sin embargo, es obligado luchar por avanzar hacia una internacionalización de los derechos laborales. Los trabajadores de otros países no son enemigos, sino compañeros de clase, y nuestro deber es ayudarlos y reforzar su lucha y recordar esto una y otra vez. Tampoco debemos olvidar que parte del bienestar de este, el llamado primer mundo, se construyó sobre la explotación de otros pueblos. Peleemos por la solidaridad y la fraternidad, y parte de esa pelea consiste en tumbar los mecanismos terribles que suceden en la pesca. Pero también el sector textil o, en general, en la industria. Es más necesaria que nunca una política internacional contra la competencia en base a los costes salariales. Aunque esto es otro debate, el que nos conduce a la imperiosa necesidad de acabar con el capitalismo.

-¿Qué mundo económico, social, se dibuja o esconde tras estas prácticas?

-El capitalismo salvaje y sobre explotador de recursos está condenando esta sociedad y al propio planeta a la desaparición. Todo es mercancía vendible y comprable y por lo tanto susceptible de producir beneficio económico del que se apropiará una minoría. En este contexto, las proteínas de origen marino son fundamentales para la alimentación del planeta y sin ellas sería imposible mantener a la población Mundial. Por esta razón, entre otras de las que hemos ido hablando en la entrevista, no podemos permitir que su explotación caiga en unas pocas manos. Se trata de un proceso similar al de la acaparamiento de patentes de semillas en la agricultura: en ambos casos, unas cuantas corporaciones quieren hacerse con todo el mercado mundial. Donde, como es el caso de Galicia, existe población que vive de la pesca tradicional, el plan consiste en el exterminio y en su sustitución por grandes explotaciones acuícolas.

-¿Quiere añadir algo más?

-Simplemente quiero enmarcar esta dramática situación dentro de la geopolítica mundial, aunque suene tremebundo. En ella, el dominio de las pesquerías mundiales supone un nuevo campo de batalla. Las potencias que se hagan con el control de este sector tendrán el control de un porcentaje muy importante de la alimentación mundial y, por lo tanto, de la explotación de las personas. Las consecuencias catastróficas de la realización total de estos planes resultan una evidencia. 

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