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«Los votantes estadounidenses repudian la extrema derecha, pero aún se enfrentan al capitalismo de austeridad bajo Obama»

Fuentes: Marxismo Crítico

El mutado electorado estadounidense rechaza la agenda económica y social de la extrema derecha y sus políticas racistas, sexistas y xenófobas. Sin embargo, las políticas de austeridad continuarán con Obama, salvo que se produzcan protestas sociales a gran escala. Traducido por Jose D. Pérez-Ardá

Un electorado multicultural y multiétnico ha rechazado rotundamente la agenda de extrema derecha republicana en las elecciones estadounidenses de noviembre.

Barack Obama logró una victoria por un margen mayor del que habían predicho incluso los encuestadores más afines. Los votantes rechazaron las políticas de la derecha, no solo en el terreno económico, sino también en el campo de género, sexualidad, raza, inmigración, sistema de salud, «guerra contra la droga» y militarismo.

Al mismo tiempo el ligero giro hacia la izquierda de Obama durante la campaña no es en absoluto un indicador de a dónde intentará llevar el país durante su segundo mandato. Los ataques que Obama hizo a Mitt Romney acerca de sus lazos con el capital financiero «depredador», contra su actitud arrogante hacia la gente trabajadora como expresada en su impopular comentario sobre el «47%»[i] y contra su programa de bajada de impuestos a los ciudadanos más enriquecidos como una manera de creación de trabajo, constituyó un eco -aunque muy débil- del movimiento Occupy. No obstante sin una fuerte extensión de tal movimiento, poco cambio se puede esperar del segundo mandato de Obama, que continuará con las políticas de «austeridad», pese a que de una manera un poco más amable de lo que lo hubiese hecho Romney. Aunque ahora podrá sobrevivir el tímido plan de sanidad de Obama, el presidente ya está negociando con los republicanos fuertes recortes en programas sociales, pensiones y educación, a cambio de un pequeño aumento de los impuestos a los ricos.

Un giro a la izquierda, apuntalado por cambios demográficos

Como la mayoría de los comentaristas han recalcado, la cambiante composición étnica de los Estados Unidos ha jugado un rol decisivo en el resultado. Esto se ha visto más claramente en el rápido incremento de votantes latinos, que formaba ya un 10% del electorado en 2012, casi doblando su presencia del año 2000 (6%). Espoleados por los ataques republicanos a los inmigrantes, que incluían intentos de obstruir o intimidar a muchos ciudadanos para lograr que no votasen, los latinos y latinas se movilizaron en gran número y dieron a Obama el 71% de sus votos.

El porcentaje del electorado afroamericano también aumentó al 13% del electorado total, a pesar del hecho de que votantes negros fueron también víctimas de trabas para votar, dirigidas a disminuir su participación en las elecciones. Ellos apoyaron en un 93% a Obama. El electorado asiático-americano, que aumentó del 2% al 3%, también se decantó por Obama en un 73%.

Este cambio étnico ha implicado que este año, por primera vez en la historia, solo el 73% del electorado fuera blanco. Por tanto, aunque Romney mantuvo una ventaja del 9 % entre los votantes blancos (y pese a que el 41% de los votantes blancos, muchos de ellos de las clases trabajadoras, se decantaron por Obama), esto le ha dejado atrás en términos de electorado total. Además, las medidas anti-inmigrantes no solo les han fallado, sino que se les han vuelto en contra, pues ahora se han abierto los trámites para otorgar la ciudadanía a un número sustancial de entre los 10 y 12 millones de inmigrantes sin papeles que se estima viven acutualmente en los EEUU.

Una gran brecha de género emergió durante las elecciones, pues las mujeres votaron en un 55% a Obama, algo por encima de su márgen total del 2,8% del voto popular. Ya que los hombres se decantaron por Romney, esto implica una brecha de género del 12%. El impacto del género ha sido aún más patente en las votaciones al senado, donde comentarios sexistas escandalosos sobre la violación llevaron a inesperadas derrotas para republicanos de extrema derecha como Todd Akin-la»violación legítima» no lleva a embarazo en Missouri. Richard Mourdock, en Indiana -la violación es «voluntad de Dios«– sufrió una derrota similar. A causa de esto, en un año en que el mapa electoral era particularmente favorable a los republicanos, los demócratas consiguieron aumentar su mayoría en el Senado.

Como será discutido más abajo, el huracán Sandy hizo prestar atención al hecho objetivo del cambio climático durante los últimos días de la campaña, a pesar de los esfuerzos de Romney y Obama por ignorar la cuestión.

A nivel estatal, cuatro sólidas victoras para los derechos de LGTB resonaron a nivel nacional. En los estados de Maine, Maryland y Washington, los votantes apoyaron el matrimonio homosexual en referéndum, por sólidos márgenes de alrededor de un 5%. Esta fue la primera vez que el matrimonio homosexual era aprobado por votantes en elección directa, un cambio radical con respecto a derrotas previas, como en California en 2008. Además, los votantes del estado de Minnesota no transigieron con una medida que hubiese instaurado una prohibición del matrimonio homosexual en la constitución estatal.

También a nivel estatal, los votantes de los estados de Colorado y Washington aprobaron por referéndum medidas legalizando la posesión y venta de pequeñas cantidades de marihuana, con unos márgenes aproximados del 10%. En cuestión de días, fiscales en varios condados del estado de Washington abandonaron acusaciones pendientes por marihuana. Que tales acciones se extendiesen serviría para disminuir la abultadísima población presidiaria estadounidense, verdadera vergüenza nacional. A nivel internacional, varios líderes latinoamericanos anunciaron que se reunirían para considerar las legalizaciones de marihuana en estos dos estados en términos de «reconsiderar la guerra contra la droga», que ha llevado a decenas de miles de muertes en Méjico en los últimos años.

En California, donde los referéndums son más comunes que en ningún otro estado, los votantes también mostraron una inclinación izquierdista en asuntos sociales y económicos. Una medida anti-trabajo que hubiese prohibido contribuciones políticas de los sindicatos fue rechazada, a a pesar de la campaña multimillonaria a su favor financiada por donantes secretos (permitida por una reciente decisión del reaccionario Tribunal Supremo estadounidense). Los votantes ratificaron además un incremento de impuestos dirigido en parte a los ricos, para financiar la educación secundaria y universitaria, una vez más en contra de una campaña financiada con decenas de millones de dólares, que fue contrarrestada con una movilización estudiantil a favor del impuesto. Los votantes californianos aprobaron también -por un márgen de dos tercios- una mitigación de la notoria ley estatal de los «three strikes«, que instaura la cadena perpetua para los criminales que reinciden y son condenados por tercera vez, independientemente de la gravedad del delito.

Limitaciones de las elecciones de 2012

California también ilustró algunas de las limitaciones de las elecciones de 2012. Una medida electoral para anular la condena a muerte fue rechazada, aunque solo por un márgen del 5%, menor que en el pasado. En Michigan, un referendum que hubiese podido materializar el derecho a la negociación colectiva de los trabajadores en la constitución del estado, fracasó por un amplio margen del 13%, después de una gran campaña llevada a cabo por agentes con intereses opuestos a los de los trabajadores.

En el gerrymandered[ii] Congreso de los Estados Unidos, el ala republicana, dominada por el Tea Party, consiguió mantener una clara mayoría, a pesar del hecho de que la mayoría de los votantes a nivel nacional apoyaron al partido demócrata. Estas fuerzas retrógradas van a mantener un gran poder sobre el presupuesto federal.

Republicanos muy conservadores continúan controlando los gobiernos estatales del país, y siguen determinados a retrasar los efectos de un electorado cambiante. Varios de sus esfuerzos para suprimir votantes, que han sido dirigidos a minorías, inmigrantes y jóvenes, fueron rechazados en los tribunales en el último minuto, como se vio en Pensilvania y en Texas. Pero muchas otras leyes anti-democráticas se mantienen y cabe esperar muchas más en el futuro, especialmente en los estados en disputa como Ohio y Florida, ambos con gobiernos republicanos estatales.

Además, la campaña apenas mencionó el militarismo e imperialismo estadounidenses. Después de más de una década de «war on terror«, tanto Romney como Obama ocultaron el asunto bajo la alfombra. También, mientras que el lenguaje de Obama sobre oponerse a Irán y de manera acrítica apoyar a Israel fue ligeramente menos estridente que el de Romney, ambos compitieron por proyectar una imagen de «dureza» imperial. Tampoco el ligeramente menos militarista Obama mencionó siquiera su promesa de 2008 de cerrar la prisión de Guantánamo, y dejó claro que continuaría con el estilo de Bush de tribunales militares para los acusados de terrorismo.

Incluso menor fue el debate sobre calientamiento global y cambio climático. Durante la Convención Republicana, Romney abiertamente se burló de la idea de luchar contre el calentamiento de los océanos. Y solo una vez durante los debates presidenciales mencionó Obama el cambio climático, hilvanando una breve referencia en el último debate. Por el contrario, ambos enfatizaron su apoyo a la expansión de la minería de carbón y la fracturación hidráulica para extraer gas y petróleo. Pero la realidad refutó a ambos candidatos en la víspera de las elecciones, ya que el huracán Sandy, producido por el dramático calentamiento del océano Atlántico, se convirtió un Frankenstorm que golpeó el centro global del capital financiero, Manhattan. Esta situación hizo que muchos magnates de Wall Street que financiaron la extrema derecha pareciesen repensar algunos de sus planteamientos, cuando las aguas alcanzaron sus lujosos vestíbulos. Mientras tanto, en varios barrios de la clase trabajadora de Brooklyn y Queens, los jóvenes activistas del Movimiento Occupy fueron casi los únicos a quienes se vio movilizarse para ayudar y paliar daños.

El capitalismo de austeridad y la segunda presidencia de Obama

Si Romney, en caso de ganar, hubiera recortado los programas sociales con entusiasmo, incluso con regocijo, Obama continuará haciéndolo, pese a que con un semblante menos alegre y algo más lentamente. Pero la dirección general del sistema económico y social estadounidense es clara. La profunda y persistente crisis económica parece no tener un fin cercano. Esta coyuntura ha sido aprovechada por las clases dominantes -tanto liberales como conservadoras- como una oportunidad para disminuir aún más el mínimo estado social que la población estadounidense ha disfrutado gracias a las avances logrados entre los años treinta y sesenta, como la seguridad social, la prestación por desempleo y la atención sanitaria (Medicare).

La edad de jubilación va a alargarse y las pensiones van a diminuir. Los jóvenes seguirán haciendo frente a deudas universitarias astronómicas. Ningún candidato siquiera pretendió ofrecer una solución a la crisis inmobiliaria, que está desplazando más y más gente cada día. Las escuelas primarias y secundarias continuarán siendo privatizadas como «charter schools«[iii]. Y respecto a la inmigración, pese a la retórica de la campaña electoral y la muy limitada «tregua» en la deportación de jóvenes inmigrantes con formación universitaria, la administración Obama ha deportado más inmigrantes al año durante sus cuatro años de mandato de lo que hizo la administración Bush. Y ningún candidato ha mencionado la creciente pobreza que acucia a cada vez más comunidades en el país.

Estas políticas se basan no solo en la lógica neoliberal de reducción de cierto tipo de gasto público (el destinado a la ayuda social), sino también en la realidad económica objetiva. El sistema capitalista estadounidense se ha mantenido prácticamente estancado, pese a booms especulativos inmobiliarios y financieros, combinados con inauditos niveles de deuda pública y privada, los cuales han creado una sensación de prosperidad durante ciertos períodos de las dos últimas décadas.

A nivel global, sin excepción en los EEUU, la clase popular e incluso la clase media se enfrenta a años, si no a décadas de altas tasas de desempleo y políticas de austeridad. Como Marx señaló hace unos 150 años, «la única parte de la así llamada riqueza nacional que realmente entra dentro de la posesión colectiva de una nación moderna es la deuda nacional» (El Capital I, Fowkes tr., p. 919). Y el capital pretende imponer este «derecho de posesión» al máximo.

Grecia es, por supuesto, el ejemplo más dramático de esto, con la clase trabajadora obligada a sufrir recortes draconianos a sus condiciones de vida y trabajo para pagar las deudas que el gobierno griego contrajo con con el sector bancario europeo. Pero todos los países capitalistas están pasando por crisis similares, aunque menos severas, al menos hasta la fecha.

Revertir esta tendencia requeriría movilizaciones verdaderamente masivas, con un espíritu como el de las alas más revolucionarias del movimiento Occupy, el movimiento Indignados españoles, las protestas griegas o las Revoluciones Árabes. Pero la intransigencia revolucionaria no es suficiente si no es dirigida en la dirección correcta, al sistema capitalista en su conjunto, a la abolición de la relación trabajo-capital.

Tampoco debe esta contradicción ser planteada de manera abstracta, como una aproximación de «todo o nada» que minimizaría la importancia de formas reales que podrían, al menos de manera temporal, aliviar el sufrimiento de la clase trabajadora, como ha sido visto en la significativa, aunque muy reducida, ley de la salud.

Asimismo la lucha contra el capital no debe ser separada de la panoplia de movimientos emancipatorios contro todo tipo de formas de opresión, ya sea de clase, raza/etnia, estatus de inmigración, género y sexualidad. Algunas de las reivindicaciones de estos movimientos contemporáneos estuvieron presentes en las elecciones estadounidenses, lo cual debe ser aplaudido.

Debe ser señalado también que mientras que el electorado es ahora compuesto en un 27% de minorías (étnicas/raciales), la clase trabajadora tiene una representación mucho más amplia de estadounidenses de orígen africano, asiático y latino, especialmente cuando la parte indocumentada de la clase trabajadora es tenida en cuenta. Esto significa que una lucha de la clase trabajadora de hoy en día contendrá a menudo elementos que responden no solo a la a la explotación económica de clases y la alienación, sino también a otras formas de opresión basadas en la raza, etnia o estatus de ciudadanía. Esto fue ya visto en el «May Day» de 2006 durante las manifestaciones multitudinarias a las que asistieron millones de personas, en favor de los derechos de inmigrantes y que paralizaron sectores económicos enteros del pais, especialmente en los estados de California y Texas.

Al mismo tiempo, este tipo de luchas -ya sea de la clase trabajadora u otros grupos oprimidos- para poder triunfar necesitan estar conectadas con la lucha general contra el capital. De lo contrario, estas luchas han tenido como resultado, demasiado a menudo, un refuerzo del dominio capitalista, haciendo este dominio más sutil, flexible y aceptable para las poblaciones subordinadas, ya sean nacionales o en el extranjero.

En este sentido, la reelección de Obama puede en realidad fortalecer el dominio del capital, a pesar de todos esos capitalistas individuales que se opusieron intransigentemente. Este fortalecimiento es probable porque Obama, mucho más que el plutocrático Romney, puede dar una cara más humana y multicultural a un sistema deshumanizado, belicoso y explotador. En caso de que emergiera el descontento social a gran escala otra vez, ¿no estaría Obama en posición de pedir a la gente más «paciencia», irse a casa y esperar a que el sistema por sí solo trabaje, genere las soluciones?

Sin embargo, la dialéctica abre aquí dos vías, como siempre. La otra cara de lo señalado arriba, es que la re-elección de Obama -enfrentando un masivo y fortísimamente financiado intento de instaurar políticas muy reaccionarias- ha permitido a los trabajadores de EEUU probar su musculatura, tomar conciencia de su número, de su determinación a hacer que sus voces se oigan, de su poder y de su potencial unidad. En la medida en que esto ha permitido que un mayor número de los oprimidos por el sistema adquieran un sentimiento de esperanza y confianza en sí mismos y su propia subjetividad, en su propio poder para transformar las cosas, puede impulsar nuevos movimientos sociales en una dirección más revolucionaria, especialmente entre la juventud.

Fuente: http://www.internationalmarxisthumanist.org/


[i] En Septiembre Mitt Romney fue grabado por una cámara secreta afirmando, durante un discurso frente a un reducido público, que era seguro que el 47% de los votantes se decantarían por Obama ya que «no pagan impuestos a la renta» y «viven a costa de los fondos públicos».

[ii] El término gerrymandered es utilizado en EEUU para denominar la manipulación de las circunscripciones electorales con fines partidistas.

[iii] Las denominadas charter schools son escuelas laicas estadounidenses que son gestionadas de manera privada y financiadas con fondos públicos.