La lógica dice que Luis Posada Carriles se ha convertido en un agente de Al Qaeda. Eso explicaría su reciente comportamiento. El currículo de Posada contiene una larga lista de «logros» terroristas. Así que, ¿por qué regresó subrepticiamente a Estados Unidos, donde no había residido con regularidad desde fines de los años 60, y después […]
La lógica dice que Luis Posada Carriles se ha convertido en un agente de Al Qaeda. Eso explicaría su reciente comportamiento. El currículo de Posada contiene una larga lista de «logros» terroristas. Así que, ¿por qué regresó subrepticiamente a Estados Unidos, donde no había residido con regularidad desde fines de los años 60, y después de que informes acerca de su presencia comenzaran a poner en ridículo a la Seguridad Interna se entregó y solicitó asilo? Yo digo que Al Qaeda lo reclutó.
Posada representa la violencia de la misma manera que Ghandi simbolizaba la no violencia. A los 77 años y supuestamente sufriendo los efectos de un disparo a la cara en Guatemala en 1990 por parte de un agresor desconocido, Posada posiblemente haya logrado al fin un sentimiento de satisfacción -como resultado de sus cambiantes vocaciones, de fracasado complotado terrorista decidido a matar a Castro, a agente de terroristas estratégicamente exitosos dispuestos a debilitar a Estados Unidos.
En su celda, Posada puede que reflexione no acerca de su larga y frustrante carrera como asesino que trató de destruir a Castro, sino en la sutil victoria que sus amos están logrando contra la odiosa familia Bush. Estos seudo aristócratas hicieron grandes promesas de liberar a Cuba, pero realizaron acciones en contra de Irak, que se ha convertido en un gran centro de entrenamiento para nuevos terroristas.
Al regresar a Estados Unidos en plena guerra de Bush contra el terrorismo, Posada embaraza a los bushistas. Si Bush le concede asilo establece un terrible precedente para su guerra contra el terrorismo, la cual ya ha sufrido graves contratiempos.
La socios de Bush en la «Coalición del los Dispuestos» desertan de la debacle de Irak y su credibilidad disminuye. Ahora Posada ha obligado a Bush a decidir acerca de los criterios del terrorismo: aceptables actos de terrorismo realizados contra Cuba versus inaceptables actos realizados contra Estados Unidos y sus aliados.
Al Qaeda sabía de Posada. Después de todo, él había confesado a periodistas y a otros que durante cuatro décadas trabajó intermitentemente para la CIA con el fin de asesinar al presidente cubano Fidel Castro. En 1971 su intimidad con la Agencia los llevó a desarrollar una pistola dentro de una cámara de cine de 16 mm. Conjuntamente con Antonio Veciana, otro aspirante a asesino de Castro, Posada contrató a dos asesinos venezolanos a sueldo para que se hicieran pasar por reporteros y viajaran a Santiago de Chile, varios meses antes de la anunciada visita del líder cubano a ese país. De esta forma, los asesinos podrían incorporarse de manera normal a la prensa extranjera. Los falsos periodistas que llevaban dos cámaras, una normal y el arma letal preparada por la CIA, esperaron nerviosamente la llegada de Castro.
En 1995 Veciana me dijo cómo los asesinos apuntaron la cámara especial preparada para disparar una bala mortal contra Castro. Pero también se dieron cuenta de que las fuerzas de seguridad de Castro cubrían todas las vías de retirada. Esto los hizo pensar dos veces.
Posada, disgustado por el fracaso, envió la cámara asesina a Caracas y contrató a distintos asesinos. Cuando Castro hizo escala en la capital venezolana en su viaje de regreso a Cuba, los asesinos a sueldo ni siquiera se presentaron.
A mediados de los 70 Veciana se retiró del negocio de los asesinatos. Pero Posada persistió.
En 1976, obsesionado con la idea de hacer un daño irreparable a Cuba, Posada replanteó su estrategia de asesinato. Sus fracasos sucesivos le hicieron dedicarse a un objetivo más fácil, un avión cubano de pasajeros.
Nuevamente Posada, trabajando ahora con Orlando Bosch, otro anticastrista obsesivo, contrató a dos asesinos venezolanos para que detonaran una bomba a bordo de un vuelo de Cubana de Aviación sobre Barbados. Setenta y tres pasajeros y tripulantes murieron. La policía arrestó a los miserables a sueldo, los cuales denunciaron a Posada, y allá fue él a una prisión venezolana donde estuvo mientras los tribunales y funcionarios elegidos jugaban a la política con el caso. Después de una década de procedimientos judiciales inconclusos, los amiguitos miamenses de Posada sobornaron a funcionarios penales y Posada «escapó» a Centroamérica, donde trabajó para el Tte. Cnel. Oliver North suministrando a los contras en su intento apoyado por la CIA para derrocar al gobierno nicaragüense.
Bueno, no era como tratar de matar a Castro o destruir aviones, pero después de 10 años en prisión no era un mal trabajo y Centroamérica era un lugar donde podía comenzar de nuevo a conspirar contra su archienemigo. Luego en 1990 en Guatemala un atacante desconocido le dio un tiro en la cara a Posada. Se salvó, pero no recuperó del todo la voz.
Eso no lo detuvo. En 1997 reclutó a un salvadoreño para que pusiera bombas en hoteles cubanos. Una de ellas mató a un turista italiano. Las fuerzas cubanas atraparon al salvadoreño, el cual nombró a Posada como el hombre que lo contrató.
Posada hasta alardeó de su violencia en contra del turismo en Cuba ante dos reporteros de The New York Times en julio de 1998. ¿Cómo se siente por la muerte de un civil inocente?, le preguntaron. «Duermo como un bebé», contestó.
En 1999, sintiendo la edad avanzada y la frustración mientras que el siempre elusivo Castro seguía tan campante, Posada planeó su último golpe. Con tres viejos -literalmente- y experimentados asesinos, viajó a Panamá con explosivos que planeaba detonar bajo una plataforma cuando Castro estuviera hablando. Nuevamente alguien informó a la policía, él y sus compinches fueron atrapados, juzgados y condenados -pero no por conspiración para asesinar. En su lugar, con el dinero de Miami engrasando la maquinaria judicial panameña, un juez lo declaró culpable de amenazar la seguridad pública y falsificar documentos. En 2004, más dinero de Miami compró a la presidenta panameña Mireya Moscoso. Ella amnistió a Posada durante su última semana en el cargo. Sus cómplices marcharon a Estados Unidos. Pero Posada aún tenía sobre su cabeza la acusación venezolana por la voladura del avión, así que se ocultó en Honduras y, a los 77 años de edad, pensó en los años que le quedaban.
Él sabía de la inflamada retórica de Bush posterior al 11/9: «O están con nosotros o están con los terroristas», insistió Bush. Posada debe haber sonreído. Bush equiparaba el dar refugio a terroristas con el terrorismo en sí. Posada podía poner a prueba fácilmente las convicciones de Bush.
Como dijeron las fuentes del FBI en Washington: «¿Cui bono?» (¿Quién se beneficia?) El FBI y la CIA sabían que Luis Posada saboteó el avión comercial cubano, dijo el ex miembro del Buró. «Y reconoció haber matado a un turista con una bomba».
Así que yo deduje que Posada cambió de objetivos, aunque no de profesión. Sigue siendo un conspirador por naturaleza que planea hacer daño a su enemigo. Pero su terrorismo contra Castro, a diferencia del de Al Qaeda contra Estados Unidos, sólo ha tenido impacto negativo. Pero con Al Qaeda él puede convertirse en un personaje importante, alguien que pone a Bush, no a Castro, en una posición difícil. Así que, ¿quién se beneficia?
Un editorial del 11 de mayo en el San Francisco Chronicle dramatiza el hecho. «Washington está decidido a acabar con el terrorismo, incluso a detener a personas con pruebas débiles y violando sus derechos legales. Aunque las acusaciones son de hace una generación, Posada cumple los requisitos para ser procesado por sospechas de terrorismo, especialmente por tener muchos vínculos anteriores con los servicios clandestinos de EE.UU.».
No extraditarlo o procesarlo, continúa el editorial, «minimiza en todo el mundo el respeto y el apoyo a la guerra contra el terrorismo.»
Sin embargo, voceros de Bush declararon que no extraditarían a Posada a Venezuela. Debido a que el Presidente Hugo Chávez tiene estrechos vínculos con Castro, ellos temen que Posada pudiera revelar la forma en que la familia Bush y otros lo protegieron a él y a otros terroristas anticastristas -durante los años de la Guerra Fría, por supuesto. En 1989, George I ignoró al FBI y admitió en el país a Orlando Bosch, el terrorista colaborador de Posada.
Así que Al Qaeda pudo haber sabido que Bush no lo iba a extraditar. Y Posada también se sintió confiado de que los bushistas lo iban a tratar con mano suave, a diferencia de a los que están en Guantánamo. En los juicios públicos que seguirían, el mundo consideraría el juramento de Bush de «salvar al mundo del mal» como una retórica vacía.
Al hablar el 14 de septiembre de 2001 en la Catedral Nacional, tres días después de que los aviones se estrellaran contra las torres gemelas y el Pentágono, Bush aseguró que él tenía «una responsabilidad con la historia de responder a esos ataques».
Pero esa «respuesta» ha ido mal. Bush ha bombardeado sin resultados -mató a muchos civiles- y ha hecho amenazas vacías. Mientras tanto, Al Qaeda atacó a aliados de EE.UU. en Londres, Madrid, Estambul, Indonesia, Marruecos, Arabia Saudí y Túnez.
En su celda panameña Posada se sintió sobrecogido por esos dramáticos actos de poder terrorista, para no mencionar al propio 11/9. ¡Qué emoción por carambola! El architerrorista del Hemisferio Occidental se inclinó ante los maestros verdaderos.
El astuto Bin Laden, buscando reclutas no creyentes del islamismo, especialmente si poseían credenciales legítimas de terrorista como Posada, vieron una fuente ideal de reclutamiento: violentos cubanos anticastristas, el grupo más decidido, experimentado y también frustrado de terroristas en el mundo. Habían puesto bombas y quemado durante 46 años -sin resultados. Castro sigue fuerte, quizás más fuerte que nunca.
¿Fue Al Qaeda quien organizó este año como una prueba el regreso ilegal de Posada a Estados Unidos? Después de todo, Posada se ocultó en Miami durante varias semanas y ni el Presidente Bush ni el Gobernador de la Florida Jeb Bush trataron de arrestarlo. Sólo después de que Posada convocó una conferencia de prensa Seguridad Interna se vio obligada a arrestarlo -lo cual hicieron con toda gentileza.
Aún ya detenido Posada continuó debilitando a Bush, quien tiene una enorme deuda con los cubano-americanos. Ellos gritarían «traición» si Bush entregara a Posada a Venezuela, un aliado de Cuba. ¡Qué dilema! ¿Está sonriendo Bin Laden?
Landau es miembro del Instituto para Estudios de Política y admirador de Jonathan Swift.