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Silvio Rodríguez responde a los jóvenes de Cubadebate

«Mi suerte histórica está echada»

Fuentes: Cubadebate

La idea de la entrevista nació el día en que un dedo mal puesto en una tecla eliminó el nombre del autor de una crónica dedicada al concierto de Silvio Rodríguez en el barrio habanero de La Hata. «¿Quién es ‘el prófugo de la esperanza’?», preguntó Silvio, aludiendo al título de la nota periodística. El […]

La idea de la entrevista nació el día en que un dedo mal puesto en una tecla eliminó el nombre del autor de una crónica dedicada al concierto de Silvio Rodríguez en el barrio habanero de La Hata. «¿Quién es ‘el prófugo de la esperanza’?», preguntó Silvio, aludiendo al título de la nota periodística. El nombre de Carlos Manuel fue restablecido en la web por uno de sus compañeros, estudiantes de tercer año de Periodismo de la Universidad de La Habana que escriben, publican y arman Cubadebate. No se había refrescado la pantalla todavía cuando el plan ya estaba en pie: dos o tres preguntas cada uno, incluyendo las de Rubén, el benjamín, que está terminando el 12 grado y es de los que más horas le dedica a esta web.

No sucede algo así por casualidad. Los estudiantes tienen entre 17 y 21 años. Los editores algo más de 40. Las noticias que pescamos, los videos que sugerimos, las fotos que aquí cada uno elige gravitan hacia todas las direcciones e intereses posibles. Sin embargo, hemos descubierto que hay un puente donde siempre nos encontramos sin que nadie se ponga previamente de acuerdo: la música de Silvio, los ecos que de él llegan, su blog por el que casi todos comenzamos la búsqueda informativa.

«¿Cómo puedes algo así?», le preguntaba la editora al autor de ‘El necio’ cuando ya estaba desatada la conspiración de la entrevista colectiva. «Pues me saco la lengua todos los días, ante el espejo, y a veces hasta me pego un poco. No te lo recomiendo pero funciona. Quiero decir, como conexión, porque es lo mismo que hacía a los 17. Otra buena es escuchar a Violeta Parra. Bueno, algún día me cuentas de las tuyas…», reaccionó él.

No hay manera de saber qué tiempo pasan frente al espejo Mónica, Rubén, Rafael, David y Carlos Manuel, pero sí cuánto duró el envío de sus preguntas. En un pestañazo también Cubadebate recibió las respuestas.

Rubén Sánchez, estudiante de preuniversitario

-Es conocida su identificación con el pensamiento de José Martí: ¿Cómo ve usted las ideas del Maestro a la luz de los actuales desafíos que enfrenta Cuba?

-Lo difícil de la senda de cambios que afortunadamente hemos comenzado a transitar, no son en sí los cambios, sino lo que pueden demorarse por las trampas burocráticas y otras dilaciones. Yo no veo, como temen algunos, que se esté soltando al lobo para que haga de las suyas, sino que estamos regresando a la cordura de aspirar al progreso, colectiva e individualmente, a través de la dignidad del trabajo. Tú dirás: «¿Y eso qué tiene que ver con Martí?». Pues si el pragmatismo del mundo actual nos arroja a la cara lo quimérico de pretender un «hombre nuevo», yo veo en eso razones para retomar la aspiración que él sintetizó con la palabra «Homagno». Por eso no dudo que de la tierra en silencio una hermosa voz conteste a quienes deseamos escucharla.

-El 26 de Julio del pasado año, varios artistas e intelectuales cubanos, entre ellos usted, asistieron a un encuentro con Fidel. Luego, publicó varias fotos como testimonio de ese momento: ¿Cómo fue para Silvio Rodríguez reencontrarse después de tanto tiempo con Fidel?

-Fue una experiencia insólita, gratificante. Yo no tenía idea de que iba a volver a tener la oportunidad de estar cerca de Fidel, y cuando nos saludamos incluso me hizo un comentario sobre mi reciente visita a los Estados Unidos. «Te diste gusto por allá», me dijo. Aquel día, más que nada, fue la gran satisfacción de verlo con capacidad de seguir aportándonos, como siempre. Ahora recuerdo que aquella mañana fue también especial porque fue la última vez que pude saludar a Lucius Walker, que como siempre iba al frente de un grupo de «Pastores por la paz». Las fotos fueron muy bien recibidas, cosa que me alegró. Las hice con un zoom y sin flash, para no molestar.

-Desde hace algún tiempo usted mantiene un blog, a partir del cual se ha insertado en el debate de ideas en Internet. Tras esa experiencia, ¿Cómo cree que se puede utilizar un espacio como este en defensa de ese «cúmulo de verdades que caben en el ala de un colibrí»?

-Primero debo aclarar que Segunda cita se ha ido construyendo con las aportaciones de todos los que participamos en el blog. La concurrencia ha sido mi ayudante. Yo empecé el blog sin un propósito definido, como ya he dicho. No me pasó por la mente que pudiera formar parte de debate alguno. Después la vida se fue manifestando múltiple y vigorosa, como es ella. El blog a veces toma impulso y se me hace difícil seguirlo. Otras se ralentiza y logro colar, sugerir algo así como un estado personal de cosas. Pero un blog participativo es la antítesis de la asepsia. Se parece a la teoría de la mariposa (o del colibrí): allá se mueve un ala y por aquí todo tiembla, se desvanece, recomienza.

Rafael González Escalona, estudiante de Periodismo

-Recientemente Joaquín Sabina, abrió un blog, tal como hizo usted hace unos meses, ¿considera que los cantautores han descubierto un nuevo espacio para «cantar» sus verdades?

-No sabía eso. Me parece muy bien que Joaquín abra un blog, que en definitiva es un medio actual de comunicación. No hace mucho alguien nos mandó un enlace con el blog de Ismael Serrano, del que tampoco estaba enterado. Me parece que Pedrito Guerra también tiene el suyo. Yo no conocía esas experiencias y mucho menos he hablado con ellos al respecto. Así que cuando los vea les voy a preguntar cómo lo ven, para podérselo contar a ustedes.

-Más allá de las explícita evocación musical, ¿cuáles son los puntos de contacto entre dos canciones como El necio y Sea señora?

El necio es una canción rebelde, incluso con lo que defiende. Surgió en un momento extremo, muy definitorio -el derrumbe del campo socialista- y quizá por eso el bosque no deja que se le vean algunos árboles… Sea señora es un poco al revés: una canción francamente autocrítica que, sin embargo, cierra filas. Es autocrítica porque sin excusas pide cambios. Es reafirmativa porque convoca a la evolución sin perder de vista a Martí y a Maceo, figuras raigales de nuestra libertad como Nación. Pero el principal punto de contacto de estas dos canciones es que las hizo la misma persona, en el mismo lugar de La Tierra.

– En Reino de todavía usted menciona que «nadie sabe que cosa es el comunismo», en una época que podía ser considerada una frase casi sacrílega. En la actualidad, varios años después, nuestros líderes se han expresado de igual forma, ¿se considera Silvio profeta?

-La verdad es que pude haberla escrito mucho antes. Pero estoy seguro de que en 1994 todos los líderes comunistas del mundo tenían tantas dudas como yo, si no es que más. Puede que les faltara la guitarra.

David Vázquez Abella, estudiante de Periodismo

-Usted en varias ocasiones se ha expresado a favor de la causa de los Cinco Héroes, ¿ha tenido algún contacto personal con ellos? De ser así, ¿cómo valora esa experiencia?

-Cuando estuve en los Estados Unidos, en 2010, hablé por teléfono con tres de ellos. Saliendo de San Francisco recibí la llamada de Antonio Guerrero. La de Rene González Sehwerert me llegó cuando me desplazaba entre un laberinto de coches por Los Ángeles. La voz de Fernando González me sorprendió en una esquina de la playa Santa Mónica. Las tres llamadas fueron breves pero intensas. Ellos expresaban gratitud porque en cada concierto les estábamos dedicando una canción. A mi me resultaba paradójico que ellos nos dieran gracias cuando nosotros no teníamos cómo pagar su sacrificio.

– ¿Qué reconoce en los jóvenes actuales del Silvio iconoclasta de los sesenta, en qué se reconoce en esta juventud? ¿Contra qué arremetería el flaco que compuso Resumen de noticias en esta Cuba del siglo XXI?

-Me reconozco sobre todo en algunos raperos contestatarios, por lo desafiantes, como yo fui en ciertos momentos en que me sentí perseguido. Por otra parte, puede que los años me hayan agregado algo de sobrepeso, pero creo que mis ideas siguen tan esbeltas como fui; por eso, a la vez que canto contra los prejuicios y a favor de la amplitud de miras, arremeto contra la ausencia de compromiso, contra la materialización vulgar y contra el sálvese el que pueda.

Carlos Manuel Álvarez, estudiante de Periodismo

-Cuál es el riesgo, artísticamente hablando, de un disco como Segunda Cita, tan centrado en la realidad nacional. ¿Pudiéramos decir que el éxito o el fracaso de la obra -en términos de trascendencia- depende del éxito o el fracaso de un proyecto social como el cubano?

-Una vez dije que si la Revolución caía, yo caería con ella. Eso lo mantengo porque una parte esencial de mis canciones tuvo una inspiración revolucionaria. Hay que comprender que transcurrí de niño a hombre en la primera década del proceso. Y que casi desde que empecé a cantar lo hice expresando mi realidad, de la que fui partícipe como persona, tratando siempre de no quedarme en lo superficial. Fue mi manera de entender el compromiso con la partecita de mundo que me tocaba y con el resto del planeta, que también se hacía sentir, y mucho. Hay un arco que va desde «Mientras tanto», donde anuncio cómo va a ser mi canto, hasta «Sea señora», donde reclamo evolución, sin R, pero consecuente con nuestra Historia. En esa trayectoria mi suerte histórica está echada. Espero que quede algo para mi suerte artística.

-Todo buen poeta es ficticio. Todo buen poeta roza con la ubicuidad. Parece haber un Silvio para cada momento. Un Silvio que tiende la mano a la hora de definiciones amorosas, de definiciones políticas, de definiciones ante el tiempo, ante la muerte. ¿Cómo se definiría el Silvio hombre, el sujeto imperfecto, ante cada uno de estos escollos?

-Whitman decía que se celebraba y se cantaba a sí mismo. Salvando la insondable distancia, yo he conseguido cantarme a mí mismo, pero cuando he tratado de celebrarme ha sido como el aliento en un cristal. Quizá eso explique que tenga pocas canciones hechas desde la plenitud. Hace años solía decir que cuando era feliz no hacía canciones porque el goce no me dejaba. Era cierto. Profundizando un poco podría agregar que hasta sentía pudor de ser feliz, cuando ocurría. En «Pequeña serenata diurna» lo solucioné pidiendo excusas, pero fue un recurso que sólo pude usar una vez, como le pasó a Agatha Christie con «El asesinato de Roger Ackroyd».

-A través de su blog, muchos jóvenes latinoamericanos han confesado descubrir, por ejemplo, a Villena y a Eliseo Diego. ¿Hubo tal intención desde un inicio; el propósito, digamos, de abrir un espacio en el universo digital para la obra de grandes poetas cubanos? ¿A qué cree Silvio Rodríguez que se deba su vigencia, su popularidad dentro de la juventud hispanoamericana?

-Yo sólo he ido poniendo referencias personales en el blog, textos con los que me identifico. También he solicitado colaboraciones y algunos me han complacido, otros no (al menos todavía). El caso de Rubén y de Eliseo es porque son poetas -personas- que me acompañan desde hace hace mucho tiempo. El garbo de la poesía de Rubén me dejó resonancias. El susurro revelador de Eliseo me enseñó otro mundo. No son los únicos citados. También hay cantores de diferentes tiempos y países. Hago enlaces con artículos diversos, unos de actualidad, otros científicos. Pero el curso del blog, su pulso, lo ha ido conformando la participación de personas que he conocido en ese medio, algunos prácticamente anónimos. A veces mi papel ha sido el de un interpretador que acude a las respuestas que le ofrecen su formación y su memoria. Sentir y actuar en sintonía con esa onda colectiva es parte de lo especial que ha tenido Segunda cita.

Mónica Rivero, estudiante de Periodismo

-¿Qué gana el arte cuando sale de los espacios concebidos para él?

-Hay que tener claro que una cosa es crear espacios para el arte y otra, muy diferente, es condenar el arte a la rigidez de los espacios. Yo creo que el arte, donde quiera que se manifieste, crea su propio espacio y cumple su función.

-¿Dónde y a quién hay que cantarle hoy en Cuba?

-Se puede cantar en la calle, en los parques, en las plazas, en las peñas, en los teatros; se puede cantar en las prisiones, en las escuelas, en los hospitales, en los centros de trabajos, en las unidades militares; se puede cantar cortando las verduras y limpiando la casa. O sea, en casi todas partes, si se desea, se puede cantar. Donde único no hay que cantar es donde moleste. Tenemos que aprender a respetar el silencio ajeno.

-En su opinión, ¿dónde se ubica la frontera entre lo culto y lo popular? ¿Existe tal frontera, o lo describirías de otra forma?

-La buena música no tiene fronteras ni clase preferente. Los conceptos de culto y de popular nacieron de la sostenibilidad económica del arte. La música, como hoy se conoce, empezó a organizarse en el medioevo, subvencionada por las iglesias, donde además se enseñaba. Después, para satisfacción de soberanos y sus cortes, se fueron creando diversas formaciones orquestales. Fue cuando el mecenazgo de la nobleza mantuvo a virtuosos y compositores. Esto se refleja en la película «Amadeus», que sin embargo no explica como un genio como Mozart, para tocar en los palacios, tenía que vestir librea y comer en la cocina, con los criados. El ballet y la ópera fueron convirtiéndose en instituciones de élite en la medida en que fueron necesitando mantener compañías de músicos, cantantes, bailarines, escenógrafos, escritores y empleados, lo que sólo podía ser sostenido con altos precios que pagaban los pudientes. En muchos países estas colosales instituciones han sido asumidas por el Estado, que debe seguir cobrando caro para paliar los enormes gastos que implica el llamado gran arte. De la exclusividad económica surgió la idea de que había un arte culto, protegido, bien pagado, y otro silvestre y popular, menor, que crecía como la verdolaga. Hoy día está claro que puede haber músicos con más formación académica que otros y que, igualmente, hay grandes músicos empíricos. Hoy día está claro que la música sencillamente es buena o es mala. Para mí, Hórowitz era el Tata Güines del piano. Y a Pancho Amat lo considero el Segovia del tres (y cuidado con eso).

-¿Cuánto le debe su obra a las vivencias de su juventud en los barrios de La Habana?

-Supongo que más o menos lo mismo que le debe a mi niñez, al río Arigüanabo, a los montes que envuelven San Antonio. Igualmente le debe mucho a mis años de soledad como recluta; a mis meses de aventura marina con los pescadores y al año que pasé en la guerra de Angola. En esta suerte de bestiario son inexcusables las generosas musas femeninas. La verdad es que la deuda de mi canción es infinita.

Domingo 13 de febrero de 2011

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