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New Orlenas escenario del "El día de mañana"

Misisipi blues

Fuentes: Rebelión

Como tantos empleados y oficinistas, el 31 de agosto, el presidente dio por finalizadas sus vacaciones. Guardó la ropa de verano, agarró en brazos a su mascota fox terrier y abandonó el rancho en Crawford, Texas, rumbo a la oficina, situada en el número 1600 de la Avenida Pensilvania, en Washington. El avión sobrevoló rápidamente […]

Como tantos empleados y oficinistas, el 31 de agosto, el presidente dio por finalizadas sus vacaciones. Guardó la ropa de verano, agarró en brazos a su mascota fox terrier y abandonó el rancho en Crawford, Texas, rumbo a la oficina, situada en el número 1600 de la Avenida Pensilvania, en Washington. El avión sobrevoló rápidamente Lousiana y a los pocos minutos ya flotaba entre las nubes del estado de Misisipi, donde descendió un poco más en dirección a la costa. El piloto giró levemente sobre un ala y desde la ventanilla se pudo apreciar con claridad como el 80 por ciento de Nueva Orleans había quedado sumergido bajo las aguas.

La escena aérea parecía sacada de una película de catástrofes, tipo «The Day After Tomorrow» («El día de mañana») donde a partir de un cambio climático se produce un derretimiento del Polo que provoca un brusco descenso de la temperatura del agua del mar que conduce al establecimiento de una nueva era Glacial en el Hemisferio Norte. Era como si un huracán hubiera alcanzado las costas de Honduras, Namibia o Haití.

El día que finalizó sus vacaciones, todos los medios de comunicación del planeta llevaban ya cuatro días informando sobre el itinerario de muerte y desolación de Katrina. Bueno, todos los medios no. En los primeros momentos (cuando el presidente se incorporó a la oficina toda la estrategia cambió) la CNN en español practicó un apagón informativo y abría sus noticieros con imágenes de piqueteros argentinos o con una oportuna entrevista a Hugo Chavez. La cadena no quería que el mundo hispano viese que el Apocalipsis había llegado al hogar de Mark Twain. Intentaba evitar que presenciáramos a miles de Huckelberry Finn negros y latinos encaramándose a los pocos tejados que flotaban, a la espera de ser rescatados por un Séptimo de Caballería que nunca llegó.

La CNN, siempre dispuesta a llegar al último rincón perdido de cualquier país del mundo y a enviar a sus locuaces y repeinadas estrellas televisivas, en esta ocasión utilizó una desangelada reportera y repitió una y otra vez las mismas imágenes para su público de habla hispana, con tomas lejanas y sin apenas contar con testimonios directos de las víctimas de la tragedia. Una CNN nunca vista y muy diferente a esa que estamos a acostumbrados a ver cuando hay desastres en el Tercer Mundo y utiliza medios por tierra, mar y aire, con derroche de imágenes y mapas, y con la presencia de múltiples analistas dando su parecer desde todos los puntos de vista.

El día que finalizó sus vacaciones, el mundo entero llevaba ya cuatro días con la boca abierta sin acabar de entender porqué los buques de guerra, los hospitales de campaña, las unidades de intervención rápida, las lanchas de desembarco, los helicópteros, los vehículos anfibios, los rangers, los marines, los boinas verdes, los rambos y Chuck Norris se encontraban tan lejos. Demasiado lejos.

El día que finalizó sus vacaciones se puso sonriente ante los focos y las cámaras, – la CNN en primera fila,- y finalmente habló por los codos. Habló de la tierra de Mark Twain, aunque obvió mencionar las palabras que el autor había escrito, precisamente, pensando en alguien como él: «Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda».