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Nabi Saleh es donde perdí mi sionismo

Fuentes: 972mag

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

Cuando comencé a ir a Nabi Saleh había estado aproximadamente cuatro años informando sobre lo que vi en Cisjordania y Gaza, observando imparcialmente mientras mi pensamiento político se movía hacia la izquierda. Lo que presencié en ese pequeño pueblo de Cisjordania fue la gota que colmó el vaso.

 

 

Un manifestante palestino se enfrenta a las tropas israelíes en una protesta de solidaridad con los presos palestinos en huelga de hambre, Nabi Saleh, Cisjordania, 21 de abril de 2017. (Flash90)

Un video corto de Ahed Tamimi, de 16 años, abofeteando a un soldado israelí, ha copado los medios israelíes durante la última semana y también ha recibido una cobertura prominente a nivel internacional. Ahed es una chica palestina de la aldea cisjordana de Nabi Saleh que impresiona mucho con su llamativa melena rubia, la expresión feroz e inteligente de sus ojos azules y su intrepidez.

Uno de los aspectos más llamativos de la inmensa discusión generada por el video es el gran contraste entre lo que ven los israelíes y sus defensores y lo que ven todas las demás personas.

Para los israelíes uno de sus soldados fue provocado, casi insoportablemente, pero logró superar la situación. Para casi todos los demás el video muestra a una adolescente desarmada, que según su apariencias fácilmente podría ser una muchacha israelí de compras en el centro comercial, enfrentándose valientemente a un soldado armado en su propio pueblo. Incluso sin conocer las circunstancias, un hombre adulto con el equipo de combate completo y portando un arma poderosa que se abstiene de golpear a una adolescente mucho más pequeña y desarmada, no parece notablemente digno de alabanza, sino más bien una respuesta basada en la humanidad y la ética básicas.

Los medios israelíes, en su mayoría, han promovido la narración del ejército sobre el incidente, un soldado contenido y maduro que lidió admirablemente con una situación difícil y estresante que involucraba a actores enemigos.

A continuación Yaron London, el presentador de un programa de la revista de noticias llamado Primetime en el Canal 10, refleja la perspectiva del ejército. Los invitados de London son Or Heller, el corresponsal de asuntos militares del medio, y Jonathan Pollak, un veterano activista contra la ocupación.

La conversación entre los tres hombres es coherente porque proporciona una idea real de la mentalidad de la sociedad israelí. Primero oímos a Or Heller, un experimentado corresponsal de asuntos militares, repitiendo la narrativa del ejército. Expresa orgullo por los soldados, afirma que la familia Tamimi provocó la confrontación con el objetivo de producir un video de propaganda antiisraelí y afirma que los soldados solo estaban en las inmediaciones para evitar que los residentes palestinos arrojasen piedras.

Yaron London, un hombre inteligente y educado que, estoy segura, se identifica como liberal, no cuestiona la narración de Heller. Ambos están completamente enfocados en el desafío que supuestamente presentan estas adolescentes desarmadas a «sus» soldados, más que en la violencia real de esos soldados que visitan la aldea semana tras semana.

Jonathan Pollak estaba en Nabi Saleh cuando ocurrió el incidente. Observe con calma el contexto y observe lo sorprendidos que están Heller y London cuando Pollak se refiere a «su» ejército, en lugar de «nuestro» ejército. (Pollak se negó a servir en el ejército, lo cual es un acto radical en Israel).

 

Un soldado israelí advierte a los fotógrafos durante los enfrentamientos posteriores al funeral de Mustafa Tamimi en la aldea de Nabi Saleh en Cisjordania, el 11 de diciembre de 2011. (foto: Oren Ziv / Activestills.org)

Este programa expone el talón de Aquiles de los medios de comunicación israelíes, es decir, su disposición a emitir los comunicados del ejército como noticias directas, sin ninguna verificación de hechos. A pesar de que el sistema de seguridad israelí ha sido descubierto en innumerables ocasiones, los periodistas que informan para los principales medios de comunicación continúan aceptando sin cuestionarla la información que reciben sobre sucesos que no presenciaron ni verificaron de forma independiente.

Durante los muchos meses que asistí a las manifestaciones de los viernes en Nabi Saleh nunca vi un solo reportero de un medio de comunicación israelí. Y sin embargo, durante el viaje a casa después de esos largos y angustiosos días, el presentador de la emisora ​​de radio de Israel informaba de que hubo «disturbios» en una aldea de Cisjordania y que «nuestras fuerzas» respondieron con medidas de control de multitudes.

La familia Tamimi se ha estado manifestando todos los viernes durante aproximadamente una década en protesta por la apropiación de los colonos de los alrededores del manantial de agua natural de Nabi Saleh. Como Bassem Tamimi me explicó una vez, en hebreo bastante fluido, los aldeanos no dijeron nada cuando el ejército construyó la colonia de Halamish (originalmente Neve Tzuf) en sus tierras. Pero cuando los colonos confiscaron su manantial y el ejército impidió que los Tamimi tuvieran acceso a él, Bassem y su familia decidieron trazar una línea roja.

 

Manifestantes palestinas se sientan frente a los soldados israelíes en una protesta contra la ocupación y en solidaridad con la huelga de hambre de los presos palestinos, en la aldea cisjordana de Nabi Saleh, 12 de mayo de 2017. (Haidi Motola / Activestills.org)

Todas las semanas se reúnen en la cima de la colina dentro de su pueblo, portando banderas y pancartas, y van por el camino que los separa del manantial. El objetivo es simplemente cruzar la calle y caminar hacia el manantial. Y cada semana el ejército despliega fuerzas de seguridad en la aldea y alrededores para evitar que los manifestantes lleguen a su destino.

La forma en que funciona es la siguiente: alrededor del mediodía los vehículos militares ingresan al pueblo y se estacionan en el fondo de su camino de intersección. Las fuerzas de seguridad, fuertemente armadas y con equipo de combate, descienden de los vehículos, cargan sus armas y esperan. Algunas veces comienzan a disparar tan pronto como empieza la manifestación y otras veces esperan a que un adolescente arroje una piedra en su dirección antes de disparar.

Como Ben Ehrenreich señala en su artículo en la revista del New York Times sobre Nabi Saleh, el portavoz del ejército le dijo que nunca ha habido un solo caso de un soldado herido por una piedra en esas manifestaciones. Pero en los últimos años los soldados han herido y matado a varios manifestantes. 

En un incidente ahora notorio, un soldado abrió violentamente la puerta trasera de su jeep blindado cuando salía de la aldea y disparó un bote de gas lacrimógeno directamente contra el primo de Ahed, Mustafa, de 21 años matándolo. Nadie fue censurado o enjuiciado por ese acto de asesinato.

Estas son solo algunas de las cosas que vi en Nabi Saleh.

Una vez estaba en el tejado de una casa con tres adolescentes que vivían allí. Estábamos viendo la manifestación desde cierta distancia, tal vez 150 metros. De repente uno de los soldados que estaba parado en el camino giró en nuestra dirección, levantó su arma, apuntó y disparó botes de gas lacrimógeno directamente hacia nosotros. Disparó otro par de botes hacia la casa y rompió la ventana de la sala. La niña mayor me dijo que su familia había dejado de reemplazarla cada vez que los soldados la rompían, el vidrio se había vuelto demasiado caro.

También fui testigo de soldados que cubrían deliberadamente una pequeña casa con gas lacrimógeno hasta que sus ocupantes, tosiendo y vomitando, se vieron obligados a salir. Eran dos mujeres mayores, arrugadas y encorvadas, y una mujer joven de unos veinte años.

 

Mustafa Tamimi, un palestino de 28 años de Nabi Saleh, segundos antes de ser alcanzado por una bala de gas lacrimógeno disparada por un soldado israelí a corta distancia en la manifestación semanal en la aldea de Nabi Saleh en Cisjordania, 09.12.2011 . (foto: fotógrafo invitado de Haim Scwarczenberg / Activestills)

He visto a soldados agarrar niños llorando y empujarlos dentro de vehículos militares, apartando a un lado a sus madres que gritan.

He visto soldados agarrar a una joven por los brazos y arrastrarla como un saco de patatas por varios metros a lo largo de una carretera de asfalto tan caliente que derritió las suelas de goma de mis zapatillas, antes de arrojarla a un vehículo militar y alejarse.

Mis tobillos se chamuscaron cuando un oficial de seguridad me miró directamente a los ojos y me lanzó una granada de aturdimiento a las piernas.

Los bien entrenados tiradores del ejército israelí regularmente disparan a manifestantes desarmados en Nabi Saleh con balas de acero recubiertas de goma y munición real. Entraban en las casas y arrastraban a la gente, deteniéndola con el argumento de que permitía a los manifestantes esconderse en su jardín.

Y luego regresaba a Tel Aviv y mis amigos me decían que no podría haber visto lo que vi, porque «nuestros soldados» no se comportan de esa manera. Pronto tuve que distanciarme de esos amigos para mantener mis emociones bajo control. 

Escribo estas sórdidas descripciones de lo que vi en las manifestaciones para explicar cómo y por qué ese lugar me radicalizó. Después de Nabi Saleh yo estaba, en cierto modo, desgarrada. El impacto de la violencia en mi psique fue agotador y traumático, con efectos duraderos que aún experimento en la actualidad.

Cuando comencé a ir a Nabi Saleh había pasado casi cuatro años informando de lo que veía en Gaza y Cisjordania y observando con indiferencia cómo mi concepción política se movía hacia la izquierda desde el lugar liberal en el que comenzó, como consecuencia de lo que vi en el terreno. Pero fue en Nabi Saleh donde perdí los últimos restos de lo que yo llamaría, a falta de una palabra para describir mi nostalgia por la idea de un Estado para los judíos, mi sionismo.

Mi radicalización no fue solo consecuencia de ser testigo de la brutal violencia perpetrada frente a mis ojos por los soldados del ejército que se suponía que me protegerían. También fue el resultado de ver a la familia Tamimi soportar esa violencia semana tras semana, ver a sus familiares heridos, arrestados y asesinados y aún no llegar a la conclusión de que el precio de la resistencia es demasiado alto. Simplemente se niegan a rendirse.

 

Nariman Tamimi (izquierda), Bassem Tamimi (centro) y Ahed Tamimi en su casa en Nabi Saleh, febrero de 2017. (Oren Ziv / Activestills.org)

Semana tras semana reciben a los extraños en su casa con amabilidad y hospitalidad. Nadie en Nabi Saleh alguna vez me expresó una opinión política ideológica. No tenían que hacerlo. La situación está clara, las acciones del Gobierno israelí y las fuerzas de seguridad allí son imposibles de defender, de ninguna manera. Y, por supuesto, esa es la fuente de la fuerza de los Tamimi: el conocimiento de que su causa es justa y de que están combatiendo con medios éticos y no violentos.

Los Tamimi entienden claramente el poder de las redes sociales. Pero ellos no fabrican esas confrontaciones. De hecho nunca he visto un video que se acerque demasiado a transmitir la verdadera brutalidad que vi en Nabi Saleh. Tal vez necesites oler el gas lacrimógeno y sentir la pequeñez del lugar para ver cuán escandaloso es ver a los soldados actuar como lo hacen allí, para -con un sentido de derecho- entrar en una aldea y dispersar una reunión de manifestantes desarmados, para abrir las puertas de las casas y arrastrar a la cárcel a personas desarmadas que no representan una amenaza, irrumpir en una casa a las cuatro de la madrugada, sacar de la cama a una adolescente y arrastrarla a la cárcel, negándole incluso el derecho a ser acompañada por un tutor.

Estoy segura de que Ahed entiende muy bien el efecto de su llamativa apariencia. Estoy segura de que Bassem Tamimi sabe que su calidez y hospitalidad genuinas van mucho más lejos en ganar corazones y mentes que las didácticas conferencias políticas. Sin dinero y sacrificando sus propios cuerpos y bienestar emocional los Tamimi atraen la atención mundial hacia los cientos de niños palestinos que están en la cárcel que no tienen el cabello rubio ni una familia fuerte y solidaria. Están mostrando al mundo lo que significa la ocupación, en términos tangibles, para las personas reales. Me enseñaron nítidamente, por ejemplo, lo que significa la resistencia de base.

¿Está Israel, con todo el dinero y la mano de obra que vierte en sofisticadas campañas de defensa a través de las redes sociales, realmente en posición de criticar a los Tamimi por saber cómo publicitar su propia causa? Como Jonathan Pollak dice a Yaron London, la razón por la que esos videos de Nabi Saleh hacen que Israel se vea mal es porque Israel está haciendo cosas malas.

Fuente: https://972mag.com/nabi-saleh-is-where-i-lost-my-zionism/131818/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.