A Bush se le enreda cada vez más la pita. Tras las desastrosas elecciones en las cuales el pueblo estadounidense expresó su rechazo a la guerra en Iraq, ahora el tarado presidente se dispone a incrementar el número de tropas en algo que ha llamado el «surge», (oleaje, mar embravecido), para no llamarle «escalada», que […]
A Bush se le enreda cada vez más la pita. Tras las desastrosas elecciones en las cuales el pueblo estadounidense expresó su rechazo a la guerra en Iraq, ahora el tarado presidente se dispone a incrementar el número de tropas en algo que ha llamado el «surge», (oleaje, mar embravecido), para no llamarle «escalada», que aterraría a la opinión pública. En lugar de buscar una conclusión honrosa del conflicto y comenzar una salida gradual de las tropas se dispone a atizar el fuego y maximizar la agresividad. Es tan burdo el desconocimiento de las corrientes de opinión, tan manifiesto el desdén por la voluntad de su pueblo, que ya han comenzado a surgir reclamos de «impeachment», o sea enjuiciamiento del Congreso contra su Poder Ejecutivo, que podría expulsar al mandatario de su cargo, lo cual sería facilitado por la nueva mayoría demócrata en el Capitolio.
A esa medida Bush añadirá el relevo de su Director Nacional de Inteligencia, la bestia carnicera de Dimitri Negroponte, a quien nombrará Subsecretario de Estado a cargo de los asuntos de Iraq. Se trata evidentemente de una democión de un alto cargo a uno menor de la administración. Como Director de Inteligencia Negroponte tenía rango ministerial y ahora estará supeditado a Condoleezza. Los analistas se preguntan cuál ha sido la deficiencia que ha motivado esta degradación.
Negroponte fue embajador en Honduras de 1981 al 85. Durante su ejercicio fundó la espantosa base de El Aguacate, centro de detención y torturas, con la cooperación de la CIA y de militares argentinos. Allí se entrenaba a los «contras» nicaragüenses. En agosto de 2001 unas excavaciones descubrieron los restos de 185 personas, incluyendo dos norteamericanos, quienes habían sido torturados y asesinados en aquél horrendo lugar. Negroponte, con ayuda de la CIA, contribuyó a crear el Batallón 316 que secuestró, martirizó y exterminó a cientos de patriotas.
En 1982, 32 monjas salvadoreñas se refugiaron en Honduras tras el asesinato del obispo Oscar Romero. Jack Binns, funcionario diplomático estadounidense, aseguró que las monjas habían sido secuestradas, violadas y lanzadas desde helicópteros, todo lo cual era del conocimiento y probable intervención de Negroponte quien colaboró estrechamente con el jefe del ejército hondureño, general Gustavo Álvarez Martínez en la consolidación del terrorismo de estado, de la desaparición de centenares de hondureños y salvadoreños, en la tortura, interrogatorio y asesinato de patriotas. Negroponte puso en contacto a traficantes de armas con militares hondureños y logró que el presupuesto de la ayuda militar norteamericana a Honduras creciera de cuatro a setenta y siete millones de dólares anuales.
Negroponte es vástago de la aristocracia de Nueva Inglaterra. Nació en el seno de una adinerada familia propietaria de una flota de navíos de carga. Se educó en los centros de la elite: Exeter, Yale. Comenzó su carrera diplomática en Hong Kong, observatorio para escudriñar el interior de China, donde es probable que fuese reclutado por la CIA. Lógicamente se le destinó a Vietnam en tiempos de la guerra. Tuvo desavenencias con Kissinger y pasó un período en embajadas de poca importancia pero fue rescatado en la época de Reagan y enviado a Honduras, donde organizó a los contras nicaragüenses y a la contrarrevolución centroamericana.
Durante su período como embajador en Iraq, según The New York Times, el principal logro de Negroponte fue poner de acuerdo a una parte de los sunitas, una minoría de los chiítas y a los kurdos para que aceptasen la mascarada comicial. También eliminó las contradicciones entre el gobierno usurpador y la jerarquía de las tropas de ocupación. Negroponte no ha durado dos años en su cargo de espía mayor. Sustituyó, en 2004, a George Tenet, hasta entonces Director de la CIA. También ha sido embajador en México, Filipinas y Naciones Unidas.
Es evidente que Bush no puede ordenar ahora la retirada general de sus tropas, que es lo que está demandando la opinión pública en Estados Unidos, porque perjudicaría los intereses de las grandes transnacionales petroleras que son las que han derivado beneficios inmediatos de la ocupación y son las que financiaron sus campañas electorales. Todos los observadores están de acuerdo en que se ha producido un incremento inusitado de las acciones patrióticas de los insurgentes que luchan contra las fuerzas de ocupación. Ese desarrollo de la violencia es un indicador que los combatientes de la liberación nacional han alcanzado una etapa superior de organización, armamento y coordinación de sus acometidas.
O sea que, cuatro años después de haber lanzado una invasión brutal donde han muerto seiscientos mil iraquíes y más de tres mil soldados estadounidenses, más otros cientos de miles de heridos, y haber gastado cuatrocientos mil millones de dólares, Estados Unidos reconoce haber fracasado en su intento de sojuzgar a aquél pueblo para favorecer los intereses de las compañías petroleras. Los más optimistas generales afirman que la guerra no se ha ganado, pero tampoco se ha perdido, pero los analistas más objetivos saben que no hay nada más que hacer allí, con o sin Negroponte.