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No nos «devuelvan hijos»; dejen de mandarlos

Fuentes: www.nrg.co.il/online

Traducción de J.M.

Vamos a imaginarnos que dos jugadores de póquer están sentados con las cartas cerca de sus pechos. Uno cuenta con mejores estrategias psicológicas y un sistema nervioso más fuerte y el otro brinca. El que brinca pierde. Nosotros perdimos este combate desde cualquier lugar que se lo mire. Y que los señalemos ahora y digamos cuán terribles y crueles son, no nos llevará a ninguna parte.

Los invito a dejarlos y pongamos un espejo frente nuestro. Los dos últimos ataúdes envueltos en la bandera de Israel nos revela en nuestra desnudez: sin inteligencia, sin valentía y principalmente, hipócritas e impiadosos. Y la primera víctima somos nosotros mismos. ¿A quién queremos engañar cuando hacemos escuchar todo el día tristes canciones de duelo, cuando la voz de los locutores en la radio y la televisión se hace lenta y apenas audible, cuando los ojos empequeñecen en miradas llenas de contenidos, cuando las vestimentas oscuras y para eventos especiales se sacan de los armarios, cuando los gobernantes y el gobierno y los ministros de seguridad golpean las espaldas y abrazan con expresión atormentada a los familiares de los caídos?

Henry Kissinger, en los años 70, siendo canciller de los estados Unidos, condujo las negociaciones de separación de las fuerzas entre Israel, Siria y Egipto, y dijo que Israel no tiene política exterior, solamente política interior, dando a entender que los políticos actúan sólo por mandato que reciben del público y no por los intereses esenciales que permiten el avance del Estado de Israel. Y es esto justamente lo que sucedió acá.

Los invito a madurar

Debemos dejar de mentirnos a nosotros mimos, y acabar de creer en la demagogia barata y los discursos imaginativos que también los medios de comunicación cooperan con ellos totalmente. Discusiones completas se escucharon ayer por la radio: si nosotros los «vencimos» ó si ellos nos «vencieron». Si es necesario «traer a los hijos de vuelta a casa» ó no. Señores maduremos. Terminemos de alimentarnos con tonterías sentimentales y nacionalistas del estilo que el mundo iluminado ya no puede escuchar más ó del tipo que nos hace caer cada vez en la misma trampa que nosotros mismos nos hacemos.

No se trata aquí de de «victoria y pérdida». Se trata de una ceremonia pagana antigua en la cual nosotros mandamos a nuestros jóvenes hijos a la muerte. Y los mandamos a la muerte porque sirve a los intereses políticos y económicos. De otro modo resolveríamos la cuestión así como lo hacemos exitosamente con otras situaciones en todo el mundo, resolveríamos las peleas con nuestros vecinos, que también tienen hijos que se mueren, y que también los lloran, y nosotros podemos hasta mañana llamar a sus soldados asesinos, pero para ellos son luchadores por la libertad, igual que nosotros lo fuimos una vez, antes de la creación del estado.

Y hay con quien hablar. Primero es necesario realmente quererlo, ir a esas conversaciones sin falso orgullo y envalentonados, y no montarse sobre políticas e intereses manipulativos. Pero nosotros tenemos miedo. Si en caso de solucionarse el conflicto de seguridad, en ese mismo momento no habrá otra que mirarnos a nosotros mismos y comenzar a ocuparnos de la salud, de la educación, de la cultura, de la violencia, de la pobreza.

De todos la enfermedad que nos aflige desde adentro, porque nuestro presupuesto se va en seguridad. Por que así es cómodo para quien le resulta así cómodo. Entonces, por favor, terminen con la música triste, los trajes oscuros, las miradas llenas de contenidos, no digan devolver a los hijos a casa! Digan ¡terminemos de mandarlos a la muerte!

http://www.nrg.co.il/online/1/ART1/761/360.html