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No os olvidamos

Fuentes: My Palestine

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos


Hermana palestina, hermano palestino:

Mientras escribo esta carta veo vuestra cara ante mí, la cara de Palestina. Veo vuestra sonrisa, la de una amapola besada por el sol. Oigo vuestro susurro, el de un olivo abrazado por el viento. Os dirijo esta carta porque sé vuestro nombre y vosotros sabéis el mío: palestino.

2010 fue declarado año de los presos y detenidos palestinos. Durante todo el año algunos periódicos locales aquí en la Palestina ocupada publicaron reportajes diarios sobre vosotros y vosotras, sobre vuestra detención y vuestro heroísmo; publicaron entrevistas a vuestros familiares, a vuestras personas queridas que hablaban de vuestras detenciones, de las dolorosas visitas, de la opresión y acoso israelí, y hablaban de lo mucho que os quieren, de cuánto se os echa de menos. Cada reportaje iba a acompañado de una foto, un joven sonriente con una espesa mata de pelo negro que probablemente ahora es gris al cabo de los años y del sufrimiento tras las rejas, una guapa mujer joven cuyos ojos que una vez fueron brillantes probablemente hoy se han vuelto mates por el dolor y la tristeza, un padre sonriente entre sus hijos, su mujer, sus padres y familiares antes de que los soldados israelíes de la ocupación lo secuestraran de entre ellos, una feliz madre rodeada de sus hijos antes de que fuera separada de ellos por los carceleros israelíes, un muchacho orgulloso al lado de su bici nueva ahora arrinconada en algún lugar y llena de polvo esperando a que su dueño vuelva a casa. Cada mañana me precipito a leer la página con vuestras historias en uno de los periódicos locales. Acaricio vuestras fotos mientras leo cuánto os gusta el musakhan*, que tratasteis de devolver a un pajarillo caído de su nido en un olivo, cómo dejasteis a todo el mundo impresionado bailando el dakbeh* en la boda del hermano, cuánto os gusta la poesía escrita, cuánto soñáis con una Palestina libre. Y entonces me gustaría poder liberaros, devolveros a vuestros seres queridos, a vuestro grupo de danza de dakbeh, a vuestros olivos y me gustaría poder abrazaros a todos y cada uno de vosotros y vosotras, y aliviaros de algo de vuestro dolor y deciros que nunca os olvidamos, que vuestro dolor no es únicamente vuestro, también es el nuestro, de todos nosotros y nosotras, porque somos todos uno: somos palestinos.

Y como cientos de miles de compañeros y compañeras palestinas, me uní a la campaña del ministerio de los Presos Palestinos, la campaña «Escribe una carta» para deciros que no os olvidamos. Eché una mirada a las listas publicadas por el ministerio. Y aunque las listas estaban incompleta, me hubiera gustado poder escribir 7.000 cartas, una para todos y cada uno de vosotros. Sabía que era imposible, fundamentalmente porque no podía encontrar los 7.000 nombres. Decidí elegir un nombre de cada parte de Palestina, uno de vosotros de Jerusalén, otro de Nablus, otro de Im Il-Fahim, Beléb, Gaza, Yafa, Jenin. Miré la lista de los presos de Jerusalén y leí los nombres. Encontré la lista de presos de mi familia, encontré la lista de presos de la ciudad vieja, de Ras Il Amoud, Silwan, Abu Dees, Il-Izariyyeh, Sawahreh, At-Tur, At-Thuri, Il-Isawiyyeh, Wadi Il-Joz, Shu’fat, Beit Hanina, Il-Ram, Il-Sheikh Jarrah. Encontré presos hombres, mujeres, niños, ancianos y enfermos, y fui incapaz de decidirme. Todos y cada uno de los nombres tienen una cara, todos y cada uno de los nombres tienen una historia, todos y cada uno de los nombres tienen una familia, tienen padres, hermanos, hermanas y puede que mujer o marido e hijos. Todos y cada uno de vosotros tiene derecho a una carta, hay que deciros a todos y cada uno de vosotros que no os olvidamos. Miré otra lista y leí las condenas: ¡30 años, 40 años, 60 años, 99 años, 999 años! Y pensé en el dolor de estar separados de las personas a las que queréis, de que se os haya robado vuestra libertad, vuestra vida: indescriptible. Miré los nombres de los presos en aislamiento y leí: ¡en aislamiento desde 2008, desde 2006, desde 2003 y desde 2001! Y pensé: ¡vivir en una celda diminuta, aislado del mundo entero, incluso de los compañeros presos, durante 9 años!¡Qué crueldad!¡Qué falta de humanidad! Fui incapaz de elegir ningún nombre al azar porque todos vosotros sois mis hermanos y hermanas. Decidí escribir a todas las personas de las listas. Y escribí y escribí, lo taché y volví a escribir, volví a tacharlo y a escribir, y así sucesivamente. Quería que mi carta os llegara sin que la interceptara el censor israelí. Y finalmente, al cabo de no sé cuántos intentos, escribí un mensaje corto, uno para deciros que no os olvidamos. Mandé muchos, ya no sé cuántos, y luego paré.

Paré porque pensé qué injusto era que el ministerio sólo publicara unos cuantos nombres. Cada una de las personas que se una a la campaña escribiría a estos nombres. Os imaginé a todos vosotros sentados en las celdas y que sólo dos de vosotros recibiera decenas de cartas porque algunos nombres se publicaron [en las listas] mientras que el resto os preguntabais por qué nadie se acordaba de vosotros o vosotras. Pensé en todos los presos y presas palestinas, en todos vosotros, todos vosotros y vosotras encerrados tras los barrotes israelíes, en todos aquellos que habéis pasado más tiempo en las cárceles israelíes que con vuestras familias, en todos aquellos que tratáis de recordar la dulce caricia de vuestra madre mientras os torturan los carceleros israelíes, en todos aquellos que tratáis de recordar las palabras cariñosas de vuestro padre mientras os interrogan los terroristas israelíes. Pensé en los niños, en las mujeres y en los ancianos, pensé en todos los presos jordanos, sirios y de otros países árabes que están con vosotros y que aman Palestina y la libertad, que sacrificaron su libertad por Palestina. Pensé en cada ser humano encerrado en las mazmorras de Sion y pensé cuan insignificante es una carta en comparación con vuestros sacrificios. ¿Qué dirías a un preso o a una presa que lleva 33 años en las mazmorras israelíes? ¿Qué le dirías a una madre cuyos hijos están creciendo lejos de ella? ¿Qué le dirías a un enfermo de cáncer que grita de dolor cada noche mientras nosotros vamos a trabajar, comemos y dormimos, y quizá, porque hay una campaña, escribimos una carta?

Recuerdo cuando escribía a menudo a mis tíos. Como vosotros, estaban encerrados tras los barrotes israelíes y su único crimen era su amor a Palestina y su anhelo de libertad. Escribirlos era como un deber nacional, algo que yo tenía que hacer. Les escribí carta tras carta y sólo recibí unas pocas en respuesta a las que yo les había escrito. Yo sabía que hay censura israelí y que se leen y se controlan todas las cartas, que pueden tachar partes de ellas o incluso retener cartas enteras si contienen una palabra que pudiera no gustar al soldado israelí que la censura. Yo sabía que mis cartas tardarían en llegar a mis tíos días, puede que semanas e incluso meses. Sabía que mis tíos no podían contestar cada carta que yo les mandaba y por ello yo consideraba un tesoro las pocas que recibía de ellos sin importar lo poco que contuvieran. Quería con todas mis fuerzas decirles lo orgulloso que estaba de ellos, de Palestina y de la resistencia, de las personas que se manifiestan cada día contra la ocupación y la opresión. Pero sabía que si escribía esto las cartas no les llegarían y lo más importante para mí era que a mis tíos les llegaran las cartas, que supieran que no los olvidamos ni un segundo, que no están solos sufriendo en la cárcel, que nosotros sufrimos con ellos, que los echamos de menos, que pensamos en ellos cada minuto del día. Hacía todo lo posible para que mi carta fuera lo más personal posible y, al mismo tiempo, por temor al censor israelí y a que no se me permitiera escribir nunca más, trataba de que la carta fuera lo más impersonal posible. Escribía sobre cosas insignificantes, sobre la escuela y el tiempo.

Escribía sobre el tiempo, sobre el cielo azul de Palestina, y esperaba que ellos recordaran cómo solíamos mirar las nubes y reír con las figuras que imaginábamos. No me atrevía a mencionar las nubes de gases lacrimógenos que nos asfixiaban día y noche. Escribía sobre los olivos, los manzanos, las higueras y los viñedos, y esperaba que ellos pudieran ver los lugares donde habían jugado de pequeños. No me atrevía a mencionar los campos destrozados, los árboles arrancados y los olivos robados y vueltos a plantar a la entrada de las colonias para decorar. Les escribía sobre las montañas y las amapolas, y esperaba que vieran la primavera palestina y recordaran nuestras aventuras en busca de flores. No me atrevía a mencionar las ajenas casas de los colonos que invaden cada colina y acaban con las flores. Les escribía sobre la escuela, las clases, los deberes y los exámenes, de lo cansado que era todo eso. No me atrevía a mencionar las escuelas que habían sido bombardeadas y los niños en edad de ir a la escuela a los que habían asesinado los francotiradores israelíes. Escribía sobre el trabajo doméstico, de quitar el polvo y lavar los platos, y de lo aburrido que era. No me atrevía a mencionar los juegos con mis amigos porque temía recordarles a sus amigos de infancia que habían sido asesinados por soldados israelíes. Y aunque yo sabía que estando presos mis tíos conocían perfectamente lo que estaba ocurriendo fuera de sus celdas, conocían la continua opresión, yo seguía diciéndoles que todos estábamos bien, que todo iba bien. No me atrevía a mencionarles a mi prima pequeña que se despierta gritando por la noche después de tener pesadillas sobre soldados israelíes que pegan a su madre. No me atrevía a mencionarles que los soldados israelíes pegaron varias veces a mi abuela con sus rifles y porras, que a menudo registraban la casa y dejan tras de ellos una estela de destrucción, que dispararon e hirieron a mi amigo, que derribaron la casa de nuestros vecinos, que matan, que destruyen, que no dejan de oprimir. Había tantas cosas que no me atrevía a menciona porque quería que mis tíos supieran que a pesar de todo el terror sionista nosotros somos inquebrantables, que a pesar de los esfuerzos de los sionistas para matarnos y matar nuestras almas, estamos vivos, y nuestros corazones laten y nuestras almas vibran, más fuertes que nunca, anhelantes de libertad, llenas de esperanza; que a pesar de todo somos indestructibles.

Y hoy, queridos hermanos y hermanas, al escribiros no me atrevo a menciona que vuestros sacrificios se utilizan para promocionar a «otros». No me atrevo a mencionar que algunos que afirman representarnos utilizan vuestro sufrimiento como moneda de cambio, utilizan vuestra causa como una baza, os recuerdan cuando les vienen bien y sirve a sus intereses, y os ignoran cuando se les ordena que lo hagan. No me atrevo a mencionar que están vendiendo vuestros y nuestros derechos, que se están aprovechando de vuestro y nuestro sufrimiento. No me atrevo a mencionar que no solo el ocupante israelí sino también aquellos que se coordinan con el ocupante, que negocian con el ocupante y que afirman representarnos, saquean vuestras casas, detienen a vuestras familias y las torturan. No me atrevo a mencionar que a vosotros, a todos vosotros y vosotras, camaradas, ya no se os considera uno, los hijos de Palestina, héroes, sino que se os clasifica según los deseos y términos del ocupante, de quienes «pagan», de algunos que claman «solidaridad» con vosotros y con nosotros. No me atrevo a mencionar que ellos sólo apoyan vuestra causa y vuestra lucha por la libertad cuando vosotros y vuestra lucha por la libertad encaja en su categorización. No me atrevo a mencionar que crean blogs, escriben petición tras petición, piden a esta o aquella figura internacional que reclame la liberación de los «elegidos» entre vosotros porque están clasificados como «activistas pacifistas», porque están clasificados como «activistas no violentos», como si vosotros fuerais los «activistas de la guerra» o los «violentos», como si hubiera los que hay que olvidar, los que no cuentan. No me atrevo a mencionar que vuestras madres lloran en secreto y vuestros padres sacuden la cabeza con tristeza cuando ven llamamientos a liberar a algunos mientras que muchos de vosotros seguís siendo nada más que una cifra que añadir al final de sus peticiones. Olvidan o deciden olvidar que la resistencia es legítima, que la ocupación es ilegítima. Olvidan o deciden olvidar que cada pueblo ocupado tiene derecho a luchar contra sus opresores, a defender a sus familias y sus casas con cualquier medio que elija o considere adecuado. Deciden ignorar que la verdadera solidaridad no conoce fronteras ni límites ni clasificaciones, que si los palestinos eligen la resistencia armada es su elección y que si eligen la resistencia pacífica es su elección, y que si eligen ambas, es siempre y siempre será la elección del pueblo palestino y nadie, NADIE, tiene derecho a dictar a los inquebrantables palestinos en la ocupada Palestina lo que tienen que hacer, qué opciones deben hacer ni qué categorizaciones tienen que seguir.

No me atrevo a mencionar demasiadas cosas pero os diré que aunque alguno os abandone y abandone vuestro sufrimiento, nosotros no lo hemos hecho ni lo haremos nunca. Hablan sobre vosotros en conferencias, en sus discursos, os reducen a vosotros, a vuestra causa y vuestro sufrimientos a una mera cifra que lanzan aquí y allá, pero para nosotros todos vosotros y vosotras tenéis nombres, tenéis cara, tenéis una historia que contar. Hablan de comprender vuestro sufrimiento, de conocerlo. No, no los escuchéis porque no saben qué es estar en la cárcel, no saben qué es la opresión, ellos, que se coordinan con el ocupante. No les escuchéis cuando os dicen que sienten vuestro sufrimiento o cuando dicen que están tan encarcelados como vosotros, ellos, que viven en villas al lado de los campos de refugiados, aquellos que tienen mercedes con chófer, aquellos que comen y cenan en lujosos restaurantes y hoteles de Tel Aviv. Ellos no saben que es tener hambre de libertad porque vendieron su propia libertad y quieren vender la nuestra. Ellos no saben qué es permanecer firme en una oscura celda, soñar con el cielo azul de Jerusalén, con el sol brillando sobre al-Jalil, con la brisa fresca en Akka, porque lo borraron tanto de su memoria como de los mapas. No les escuchéis porque ellos buscan la cautividad mientras que vosotros buscáis la libertad.

Querida hermana palestina, querido hermano palestino, cada mañana y cada noche, y el tiempo entre una y otra mi abuela solía preguntar que estarían haciendo sus hijos. Tres, cuatro y a menudo cinco de mis tíos llegaron a estar en la cárcel al mismo tiempo. A cada comida mi abuela se preguntaba qué comerían, si estarían comiendo. Los días de fiesta no era demasiado feliz. Nunca tuvo un momento de descanso mientras uno de ellos estuvo en una cárcel sionista. Pienso en ella y pienso en vuestras madres, en vuestros padres, hermanos, hermanas, parejas e hijos. Yo no tengo las palabras de una madre que no ha abrazado a su hijo durante veinte años. No tengo las palabras de un padre en su lecho de muerte y que espera ver la última sonrisa de su hijo preso. No tengo las palabras de un niño que añora a su padre y en muchos casos a su padre y a su madre, que han estado encerrados muchas noches incontables. Pero sé cómo se siente una persona encerrada, cómo se siente al ser humillada por los carceleros israelíes, cómo es ser interrogado por los sionistas criminales, contar los minutos, los segundos y sé lo que es añorar la cara de una persona a la que quieres, verla a través del alambre de espino y no poder tocarla, desear gritar ante semejante injusticia pero mantener una sonrisa en el rostro. Me gustaría poder escribiros una carta a todos y cada uno de vosotros y vosotras, me gustaría poder abrazaros a todos y cada uno de vosotros, me gustaría poder deciros lo mucho que os quiero. Se acaba la campaña, pero no os olvidamos. Muchos de nosotros sabemos qué significa estar en la cárcel y qué se siente. Sentimos que estamos con cada uno de vosotros y vosotras, sentimos vuestro sufrimiento y dolor, oímos vuestros pensamientos y gritos, tocamos vuestras lágrimas y los latidos de vuestros corazones. Os sentimos y pensamos en vosotros y vosotras cuando nos vamos a dormir a nuestras cómodas camas mientras vosotros dormís sobre colchones asquerosos en gélidas celdas. Escribimos sobre vosotros en nuestras blogs mientras vosotros anheláis tener un libro para leer. Cantamos sobre vosotros y vuestro heroísmo mientras que vosotros anheláis las voces de vuestros padres, familiares e hijos, mientras anheláis el canto de los pájaros a primera hora de la mañana, la música de los campos en un día de lluvia. Puede que el mundo os olvide, que aquellos que afirman representarnos os olviden, puede que os ignoren, pero nosotros no y mientras no seáis libres nosotros no seremos libres, y no importa lo que afirmen, porque vuestra cautividad es nuestra cautividad, vuestra libertad es nuestra libertad. Vuestra firmeza nos hace fuertes, nos mantiene fuertes. No nos cansaremos, lucharemos por la libertad de todos y cada uno de vosotros y vosotras: sois todos uno, todos vosotros sois héroes, los héroes que luchan por la justicia, los héroes de Palestina.

* N. de la t.: el musakan es uno de los platos más típicos palestinos a base de pollo asado con especias y dakbeh es un baile tradicional palestino.

Fuente: http://avoicefrompalestine.wordpress.com/2010/12/23/you-are-not-forgotten/#more-3186