Recomiendo:
0

¿Huelga general para qué?

No pasa nada, nunca pasa nada

Fuentes: Rebelión

Es la norma básica del capitalismo: privatizar beneficios, socializar pérdidas. Es condición necesaria para la existencia del sistema: que los ricos no dejen de ganar nunca a costa de que los trabajadores y trabajadoras asuman siempre los costes de cualquier tipo de perturbación en los «mercados». Es la ley natural del neoliberalismo: que el Estado […]

Es la norma básica del capitalismo: privatizar beneficios, socializar pérdidas. Es condición necesaria para la existencia del sistema: que los ricos no dejen de ganar nunca a costa de que los trabajadores y trabajadoras asuman siempre los costes de cualquier tipo de perturbación en los «mercados». Es la ley natural del neoliberalismo: que el Estado ahogue a lxs ciudadanxs con menor poder adquisitivo, para que los grandes bancos y demás empresas privadas de envergadura no asuman ni un ápice del costo de cualquier «crisis» económica que se pueda generar. Es el paradigma de nuestro mundo: pisar al débil para que el poderoso burgués pueda seguir siempre creciendo y hacia adelante.

Pasó en América Latina, donde los gobiernos neoliberales de todo tipo llevaron a los pueblos a la ruina más absoluta, y está pasando ahora en el corazón de la todopoderosa Europa. Y pasará siempre, en cualquier parte del mundo, mientras el capitalismo siga vivo. La especulación de los ladrones y explotadores sin escrúpulos que ganan diariamente montañas de dinero, acaba siempre, antes o después, recayendo sobre las espaldas de las clases trabajadoras de aquí y de allá, de un lado y del otro, sin que nadie entre la clase burguesa dirigente parezca tener la más mínima preocupación por ello.

No pasa nada, nunca pasa nada. El capitalismo es un sistema económico caduco, nefasto y absolutamente ficticio. Un sistema económico que no es capaz de producir riqueza sobre una base estable y consolidada según sus propias reglas de «mercado». Un sistema que es en sí mismo una burbuja de proporciones planetarias, y cuyo sostenimiento solo es posible a través del engaño financiero, la explotación laboral, el robo de recursos ajenos, y, en definitiva, la creación de riqueza ficticia, absolutamente desligada de la economía real, que, antes o después, acaba por esfumarse entre las manos de los especuladores. Es un sistema que no se puede sostener salvo por la explotación de unos países sobre otros, causando miles y miles de millones de pobres y hambrientos en todo el mundo, y cuya existencia depende en última instancia de los favores que todos los Estados ricos y explotadores hacen a las clases burguesas que los dirigen en la sombra. Unos favores que, obviamente, o bien salen directamente del bolsillo de los contribuyentes (vía ayudas y rescates), o bien cargan sobre la espalda del trabajador (vía recortes). En menos de dos años, en el Estado Español hemos tenido favores de ambos tipos.

Pero no pasa nada, nunca pasa nada. Ahora habrá quien justifique, desde la clase trabajadora, que sean los funcionarios y pensionistas quienes tengan que asumir el mayor coste de los recortes sociales que nos acaba de meter doblados el socialista Zapatero. Habrá quien diga que por algo son los costes de estos pagos dos de las principales partidas presupuestarias sobre las que realmente puede intervenir un gobierno para generar efectos reales en el recorte del gasto público, en busca de una reducción del déficit. Los aparatos mediáticos de la burguesía ya llevan tiempo manos a la obra difundiendo tal mensaje por activa y por pasiva, poniendo en bandeja del aborregado ciudadano los argumentos que ahora deberán esgrimir para contrarrestar la rabia social de quienes van a sufrir directamente los principales recortes presentados. Ya se puede ver en cualquier foro donde se hable sobre el plan de ajuste griego que nos acaba de plantar Zapatero en toda la cara. Alzan sus voces lacayas, sumisas y serviciales para defender con vehemencia la doctrina neoliberal que está llevando al mundo al borde del colapso, porque no otra cosa es lo que Zapatero nos acaba de enchufar a grandes dosis y sin miramientos. No pasa nada, nunca pasa nada.

Otros tal vez protesten interesadamente con miras a las próximas elecciones, pensando en la caída del gobierno actual, en los réditos políticos que les podrá dar ahora su demagogia barata del tres al cuarto. Su solución: el neofranquista y ultra neoliberal Partido Populista. Allá verán la esperanza. Justo allá, donde los recortes sociales, la privatización, la desregulación de los mercados y la liberalización comercial son dogmas de fe. Allí donde el fomento de las burbujas más escandalosas y descaradas, donde la legitimación legal del trabajo precario y donde la venta parcela a parcela de lo poco productivo que aún pueda quedar en manos del Estado, es santo y seña de la casa. Allá mirarán, donde se encuentran quienes llevaron al Estado a una realidad fantasiosa, propia de un Alicia en el País de las Maravillas cualquiera, que por una década generó billones de euros en beneficios para los especuladores y banqueros, con algo de trabajo precario para algunos obrerxs que llegaron a creerse realmente burgueses, y que ahora están engordando las listas del paro, o viendo como todo el peso de la crisis acabará por caer sobre sus espaldas, preguntándose cómo es posible que su suerte haya podido cambiar tanto de un año para otro. Siempre estuvieron en crisis, nunca fueron nadie, esa es la única verdad. Pero no pasa nada, nunca pasa nada. Voten Partido Popular.

La lucha de clases no existe, es un discurso del pasado. ¿Cuántas veces habremos tenido que escuchar tal argumento en boca de ciudadanos y ciudadanas de la clase trabajadora? Pues ahí llevan lucha de clases, a boca llena, hasta que se indigesten. Otra vez se están riendo de usted, mientras usted les hace palmas. Vaya, vaya a los barrios burgueses de sus ciudades, a la casa de los señoritos terratenientes de sus pueblos, vaya y mire bien dentro: verá y entenderá lo que es la lucha de clases. Mientras usted se tiene que apretar el cinturón obligado por el gobierno, si es que acaso puede usted tener si quiera cinturón que apretarse, allí verá la holgura que dan los tirantes a quienes viven de la explotación del trabajo ajeno, de la especulación y de los rescates a manos llenas del gobierno burgués. Vaya y mire dentro. Pero tranquilo, no pasa nada, nunca pasa nada. Es, sin más, la situación natural del capitalismo. Quédese tranquilo.

La lucha de clases ha muerto, sí, pero solo para la conciencia del obrero. Hace mucho que los burgueses la dominan a su antojo mientras a usted simplemente le queda aplaudir los goles que le meten en su propia portería, apretarse el cinturón y votar indistintamente a los dos partidos burgueses que periódicamente se reparten el gobierno del Estado burgués, eso sí, en democracia. ¿Huelga general para qué? El que aún conserve su trabajo la aprovechará para irse a la playa. Que allí sí pasan cosas, muchas cosas. Ya lo vimos el primero de Mayo. Igual suena mal decirlo, pero, de momento, tenemos lo que nos merecemos, y punto. No pasa nada, nunca pasa nada. A joderse toca, que hay fútbol el domingo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.