Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
El fiscal federal especial para el caso de Donald Trump, Jack Smith, parece serio, ansioso y no muy feliz mientras se dedica a su tarea de acusar al cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos, el primer fascista real (véase mi libro This Happened Here sobre la presidencia y la visión del mundo de Trump) que se sienta en la Casa Blanca.
Es lógico que lo esté. Su trabajo se desarrolla en una nación donde decenas de millones de estadounidenses dementes y armados de forma desproporcionada creen cualquier cosa que diga su Führer naranja, por absurda y vil que sea. Donald «Quiten los detectores de metales» Trump podría muy bien volver a ser presidente en 2025, en cuyo caso Smith haría bien en fijar su residencia en otro país, como harían muchas otras personas, incluido quien esto escribe.
El Maligno ha llamado a Smith «maníaco», «lunático», «matón al estilo soviético» y otros calificativos. Incluso ha llamado a la esposa de Smith por su nombre, poniendo su vida en peligro.
Un pacto entre caballeros
Es difícil imaginar que el centrista de medio pelo Merrick Garland disfrute del papel que le ha tocado como primer fiscal general de EE.UU. que supervisa el procesamiento de un ex presidente estadounidense. Él es un miembro de la clase dominante estadounidense y desde hace tiempo existe un pacto entre caballeros de la clase dominante sobre el enjuiciamiento de los presidentes y expresidentes de EE.UU.: algo tabú, ya que el «comandante en jefe» del gigantesco y sanguinario Imperio de EE.UU. comete regularmente delitos graves en el ejercicio de sus funciones -y debe sentirse libre para cometer tales delitos. El pacto se ha cumplido una y otra vez, como cuando Gerald Ford indultó infamemente a Richard Nixon por las retorcidas trampas del Watergate (que sólo arañaron la superficie de los crímenes contra la humanidad de Nixon en casa y en el extranjero) y cuando Barack «Mira hacia delante, no hacia atrás» Obama (él mismo un criminal de guerra empapado en sangre) se dignó a investigar al buen amigo de su esposa George W. Bush por sus crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, incluyendo la invasión ilegal de Irak, fraudulenta, asesina en masa y negadora de la verdad, que sigue siendo el mayor crimen del siglo.
Los dictadores fascistas son una cosa en el extranjero y otra distinta en casa
El problema de Jack Smith, Garland y la fiscal del Estado de Georgia Fanni Willis es que Herr Donald no les ha dejado más remedio que hacer novedosas excepciones al pacto de caballeros. Trump intentó derrocar por vía criminal la democracia electoral burguesa previamente establecida y el Estado de derecho constitucional, erigiéndose como hombre fuerte fascista de facto y «presidente vitalicio» dentro de la propia patria imperial. Las dictaduras fascistas del Tercer Mundo respaldadas por EE.UU. en el extranjero son una cosa; tratar de establecer una tiranía fascista en la autodenominada patria y sede de la libertad y la democracia globales («el faro que muestra al mundo cómo debería ser la vida», en palabras de la entonces senadora republicana estadounidense Kay Bay Hutchinson en otoño de 2002) es algo muy distinto.
¿Pena capital?
Tras su fascista y desquiciada presidencia, Trump se hizo de manera ilícita con numerosos documentos imperiales y de «seguridad nacional» altamente clasificados y los escondió a la vista de todos en varias partes de su vasto imperio turístico. Obstruyó ilegalmente los esfuerzos del gobierno federal para recuperar estos documentos altamente sensibles y mintió al gobierno e incluso a sus propios abogados sobre su robo y obstrucción. Secretos nucleares y de espionaje y documentos sobre las capacidades militares de EE.UU. y otros Estados permanecieron durante meses en lugares increíblemente inseguros mientras Trump bloqueaba su recuperación y engañaba a los agentes del imperio estadounidense sobre su contenido y paradero. Entre las razones que explicarían dicha extraña conducta, que esta semana le ha valido a Trump la acusación de 37 delitos graves, la más probable parece ser el deseo de, en palabras del periodista y editor Fintan O’Toole, «guardar secretos que podrían ser negociados en algún momento para su beneficio personal». Trump, sobre todo, se ve a sí mismo como un negociador: la información clasificada de la nación podría formar parte de uno o muchos tratos potencialmente lucrativos. Si esa era su intención, estaríamos hablando claramente de traición. Puede que Trump no haya cometido todavía traición, pero estaba planeando conscientemente la posibilidad de hacerlo».
El tema está totalmente fuera de discusión, por supuesto, pero ¿cómo es que nadie ha mencionado, al menos medio en serio, la posibilidad de aplicar a Trump la pena capital? A fin de cuentas ¡él reactivó la pena de muerte en el ámbito federal y bien podría haber estado planeando traicionar al mismo Estado capitalista-imperialista que metió su lamentable culo narci-fascista en el puesto más poderoso y peligroso del mundo!
La muestra de que su sistema “funciona”
¿Qué diantre se supone que vayan a hacer Smith, Garland, Fanni Willis y sus jurados de instrucción? Lo único más demencial que imputar a Trump es no hacerlo. No investigar, acusar y procesar a Trump por los documentos hallados en Mar-a-Lago (Smith y el primer gran jurado que debe actuar), por [la toma del Capitolio de] el 6 de enero (Smith y su otro gran jurado), y por su intento de sabotaje de las elecciones presidenciales de 2020 en Georgia (Willis y su gran jurado) supondría afirmar básicamente que la pretensión de Estados Unidos de encarnar, representar y promover la «democracia» y el «estado de derecho» burgueses (aunque eso no se pueda mencionar) es una farsa abierta, ya que no puede castigar a un personaje autoritario y abiertamente narcisista que emprendió una guerra descarada contra gran parte de lo que EE.UU. defiende como su pretensión de grandeza nacional y liderazgo mundial. Sería admitir abiertamente ante el mundo y la población de Estados Unidos que el Estado de derecho no es aplicable a los ricos y poderosos del «país más grande del mundo» y que las tan cacareadas «elecciones libres y democráticas» de esa nación pueden ser brutalmente atacadas, y sus resultados impugnados procesal e incluso físicamente sin que los principales agresores sean procesados.
En resumen, los demócratas en la cúspide del poder ejecutivo, miembros del partido de la clase dominante que mantienen un compromiso con el constitucionalismo parlamentario burgués básico, tienen que demostrar que el sistema sigue funcionando como ellos dicen y que ese sistema puede resistir un ataque del partido de la clase dominante más a la derecha, que se ha pasado al neofascismo nacionalista blanco y cristiano.
“Así es la democracia burguesa”
No importa que la democracia burguesa sea una capa que encubre al gobierno del capital, que nunca haya pretendido encarnar a la verdadera soberanía popular y se limite a garantizar a los ciudadanos ordinarios el derecho a elegir periódicamente entre representantes aprobados por el capital absolutamente leales a quienes poseen y controlan la base material subyacente de la nación: una clase dominante capitalista que siempre ha trazado una línea firme contra la “democracia” que interfiere con el beneficio. No importa que el no tan imparcial imperio de la ley se haya visto durante mucho tiempo seriamente comprometido por la cada vez mayor concentración de riqueza que yace en el corazón del capitalismo, dando lugar al venerable eslogan de la clase obrera «el dinero manda, lo demás son tonterías»*. No importa que la democracia burguesa al estilo estadounidense –producto del republicanismo aristocrático arcaico y militante del siglo XVIII y de las oscuras prioridades de los esclavistas– se traduzca hoy en día en un régimen de minoría de derechas que sobrerrepresenta a las regiones, estados y pueblos más revanchistas y autoritarios de la nación –un tema que he tratado aquí y en otros lugares anteriores en casi innumerables ocasiones y un problema que hace que sea repulsivamente posible que Trump (a quien Noam Chomsky describió con precisión a principios de 2020 como «el criminal más peligroso de la historia humana») pueda volver a la Casa Blanca (junto con un Congreso totalmente controlado por los republicano-fascistas para complementar el actual Tribunal Supremo fascista cristiano) en 2025. No importa que el Imperio estadounidense no tenga rival cuando se trata de violar el derecho internacional y patrocinar dictaduras en el extranjero si ello sirve a sus intereses. O el gigantesco estado policial racista y el sistema de encarcelamiento masivo sin parangón a nivel mundial que la democracia burguesa ha urdido en casa: un aparato bipartidista rojiazul de represión autoritaria de masas que recientemente se anotó una notable victoria en Atlanta, sede de una futura acusación contra Trump. Como informa el Partido Comunista Revolucionario:
“Así es la democracia burguesa […] El 6 de junio, el Consejo Municipal de Atlanta escuchó durante 16 horas la apasionada oposición de cientos de personas contrarias a la financiación de Cop City [Ciudad Policial], una enorme instalación prevista en las afueras de Atlanta que destruirá un bosque para crear un centro de entrenamiento para maderos militarizados y embrutecidos. Cientos de personas más, a las que no se permitió la entrada, se manifestaron fuera. La gente calificó la votación para financiar Cop City como «un respaldo público a la guerra, al abuso de los derechos humanos, a las calles militarizadas de nuestra ciudad» y «una destrucción de los derechos constitucionales que garantizan la libre expresión, un juicio justo, la representación y, en última instancia, la disidencia». Con rabia y angustia, los oradores preguntaron por qué «nuestros» cargos electos seguían ignorando los clamores de justicia… Y despues el Consejo Municipal, de mayoría demócrata, dirigido por el alcalde negro Andre Dickens, aprobó por 11 votos contra 4 la creación de Cop City mientras la indignación de cientos de personas dentro del Ayuntamiento resonaba por todo el edificio: «¡Paren Cop City!» «Cop City nunca se construirá». Y «¡Viva! ¡Viva Tortuguita!» (Manuel Esteban Páez Terán, conocido como «Tortuguita», el manifestante de 26 años «defensor del bosque» que recibió al menos 57 disparos y murió a manos de la policía el 18 de enero durante una redada en el lugar en el que se construirá Cop City… Cop City contará con un complejo que simula una comunidad urbana con una tienda, un club nocturno y un área residencial; una zona para que los maderos se entrenen y ensayen el tipo de terror y violencia que el ejército de EE.UU. lleva a cabo en todo el mundo, contra las comunidades de los oprimidos de este país…El Ayuntamiento de Atlanta es un modelo de `inclusividad´. Cuenta con ocho miembros negros, cinco miembros blancos, dos iraní-estadounidenses, un chino-estadounidense y tres miembros abiertamente LGTBI. Y con todo eso, una mayoría demócrata del Ayuntamiento de Atlanta, un alcalde negro y una minoría republicana, votaron 11 contra 4 para aprobar Cop City. Así es la “inclusividad”, tal y como la define e incorpora este sistema construido sobre la explotación y la opresión”.
Manuel Esteban Páez, “Tortuguita”, ametrallado por la policía de Atlanta
La democracia burguesa contemporánea es una dictadura de clase supremacista blanca disfrazada de «inclusividad» concienciada (woke). Piense que nadie estará procesando a los policías de Atlanta que asesinaron a Manuel Terán en una descarga de al menos 57 balas cuando la fiscal de Atlanta Fanni Willis desvele su acusación contra Trump, como debería hacer.
Tenemos dos partidos de la clase dominante, uno de los cuales se aferra a lo que queda de la democracia burguesa, al estilo estadounidense, y otro que básicamente se ha pasado al neofascismo nacionalista blanco y cristiano. La línea entre estos dos partidos a menudo puede parecer bastante tenue cuando se trata del estado policial fascista-racista que ambas organizaciones políticas de la clase dominante defienden. Da la impresión de que necesitamos una revolución desde abajo que acabe con el reinado que se refuerza mutuamente de las «dos alas de la misma ave de rapiña», la maravillosa frase que pronunció Upton Sinclair para describir a los republicanos y demócratas hace ciento diecinueve años.
*”Money talks, bullshit walks” (N. del T.)
Este artículo apareció anteriormente en el sitio The Paul Street Report
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